Ayer explicamos que la idea de libre albedrío es, según Maimónides, el fundamento esencial de la Torá y sus Mitsvot. También dijimos que lo que nos hace diferente de los animales no es sólo nuestra inteligencia, sino por sobre todo nuestro poder de tomar decisiones morales. En el mundo animal no hay «elecciones morales». Sólo existen los instintos de supervivencia. Ver aquí
El hombre por lo tanto es un ser privilegiado, y gracias a su libre albedrío, es una criatura «sobre-natural». Esta capacidad de elección es la que, según Maimónides, nos puede acercar más a HaShem (=D-s).
¿Cómo?
Profundicemos esta idea.
Maimonides (MT, Teshubá 5:4) explica que HaShem nos diseñó deliberadamente con libre albedrío: «Así como el Creador dispuso las leyes naturales, que el aire suba, el agua baje y que las criaturas sean dirigidas por sus instintos naturales, así dispuso [el Creador] que el hombre tenga libertad de elección y todas sus acciones [morales] dependan de su elección…».
En el mundo natural el progreso no consiste en «elegir». Los animales progresan hacia su potencial y alcanzan el máximo de su plenitud de una manera involuntaria, natural, se podría decir «automática» . La única excepción es el hombre. El ser humano tiene un enorme potencial intelectual y espiritual, cuyo desarrollo depende exclusivamente de sus elecciones morales. Si el hombre elige progresar, por ejemplo, intelectualmente, lo puede hacer instruyéndose, estudiando, aprendiendo. Pero si así lo quiere, también puede relegar su progreso y permanecer tan ignorante como cuando llegó a este mundo. Su realización, su progreso, no es un proceso «natural», involuntario, automático que ocurre por sí mismo. Depende exclusivamente de lo que el individuo elige hacer o no hacer. Irónicamente, el hombre es el único ser viviente que puede elegir ser menos de lo que puede ser. Esta es la esencia del libre albedrío.
Estamos en un nivel intermedio, como decían los filósofos, entre los «ángeles y las bestias». Gracias a nuestro libre albedrío podemos elevarnos hacia HaShem, o descender hacia un estado animal. Cuanto más ejercemos nuestro libre albedrío, es decir: cuando estudiamos y progresamos intelectual y espiritualmente, o cuando nos entrenamos a controlar nuestros impulsos, más nos acercamos, nos asemejamos, a D-s, que como explicamos es el epitome del libre albedrío.
Y por el contrario, cuanto más relegamos nuestro progreso intelectual y espiritual, no haciendo nada para aprender, y no haciendo nada para dominar o aprender a controlar nuestros impulsos, más nos alejamos de D-s y más nos acercamos, más nos parecemos, a los animales.
En este sentido la Teshubá consiste en tomar conciencia de que poseemos una potencialidad de superación inmensa, pero que ésta depende exclusivamente de que elijamos acercarnos a HaShem, aprendiendo y creciendo espiritualmente. Las Mitsvot nos entrenan a controlar nuestro impulsos básicos. Por ejemplo: Kashrut, nos entrena a controlar nuestro impulso por comer. Taharat haMishapjá, nuestro instinto sexual. Shabbat, el día que dejamos de producir dinero, nos enseña a controlar nuestras ambiciones materiales. Y así, cada una de las Mitsvot de la Torá.
(Continuará….).