viernes, diciembre 12, 2025
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VAYISHLAJ: Los «NO» que definen nuestra vida

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«הצילני נא מיד אחי מיד עשו»

LA ESPADA DE ESAV

Ya’akov Abinu regresa a la tierra de Israel. Tiene muchas dudas. Una de esas dudas es si su hermano Esav aún le guarda rencor. Recordemos que hace 20 años Esav decidió matar a Ya’akov. Y Ya’akov ahora se cuestiona: ¿me sigue odiando Esav, 20 años después? A lo mejor sus sentimientos han cambiado y ya se olvidó de lo que pasó tanto tiempo atrás… pero Ya’akov no está seguro. Y encuentra una complicación más: escucha que Esav está llegando con una banda de 400 hombres, demasiada gente para un comité de bienvenida. Ya’akov teme lo peor y siente el peligro que acecha a él y a su familia.

Ya’akov reza y suplica por la intervención divina diciendo la famosa frase: «[HaShem], sálvame de la mano de mi hermano, de la mano de Esav».

Cuando finalmente se reencuentran, Esav no ataca a Ya’akov. Hay comentaristas bíblicos que explican que Esav tenía toda la intención de destruir a Ya’akov y quedarse con su familia y sus posesiones, pero que hubo un cambio emocional en el corazón de Esav. ¿Por qué? La noche anterior, Ya’akov luchó contra un enviado de HaShem (un «ángel», aunque la Torá lo describe como un «hombre»). Este individuo hirió a Ya’akov en su muslo y lo dejó herido. Cuando Esav vio a Ya’akov rengueando, se conmovió (o pensó que Ya’akov ya no era un adversario digno…) y, de acuerdo con esta interpretación, el perdón que no llegó en 20 años se transformó en una especie de «lástima» por la vulnerabilidad de Ya’akov, y los sentimientos de afecto regresaron. Así, de una manera directa o indirecta, HaShem salvó a Ya’akov de Esav al hacerlo luchar contra ese “ángel”.

LA INVITACIÓN DE ESAV

Acto siguiente, y ahora en un clima de reencuentro familiar, Esav agradece los generosos regalos de Ya’akov y le dice: «No me hace falta nada, hermano mío, yo tengo demasiado». Vemos que Esav es un hombre materialmente exitoso. Es el patriarca, fundador y cabecilla del pueblo de Edom. Pero Esav, tal como su madre lo había anticipado, no siguió el camino de su abuelo Abraham ni de su padre Isaac. Los edomitas, liderados por Esav, se habían asimilado a los pueblos vecinos. Habían abandonado las creencias de Abraham Abinu y eran idólatras.

Ahora, Esav ya no ve más a Ya’akov como su enemigo, sino como su hermano.
Y aquí, irónicamente, comienza un problema enorme para Ya’akov.
Algo más delicado y más sutil que la espada de Esav, pero igualmente letal, amenaza el futuro de Ya’akov y el legado de Abraham. Como consecuencia de la nueva reconciliación fraternal, Esav invita a Ya’akov a unirse a él (Génesis 33:12). «Nis’a veneleja. Vamos juntos. Ven conmigo a Se’ir, y allí viviremos como una sola familia. Tus niños pequeños van a jugar con mis niños: sus primos. Y ya tengo en mente algunas de mis hijas y nietas que podrían ser muy buenas candidatas para casarse con tus hijos». Ya’akov sabe que si acepta la invitación de Esav, sus hijos terminarán asimilándose a Esav y formarán parte de su familia.

HAY MUCHO EN JUEGO: si Ya’akov se une a Esav sería el final del legado de Abraham Abinu (del «judaísmo» de ese entonces)… y no por la vía de la espada de Esav, sino por la disolución natural e inevitable de la «religión» que practicaba la familia de Ya’akov.

EL «NO» QUE CAMBIÓ LA HISTORIA

En ese momento decisivo para la posteridad, Ya’akov, heroicamente, le dijo a Esav “NO”. Lo hizo muy diplomáticamente. «Tú ve adelante y yo llegaré al ritmo de mis pequeños hijos», le dijo. Esav, que quizás no comprendió la indirecta de Ya’akov, insistió: «Si quieres, te dejo algunos hombres para que te protejan en el camino, hasta que llegues a mi casa». Ya’akov, estoicamente, soportó la tremenda presión psicológica de ese momento —en el que se podía cortar el aire con un cuchillo— y, con mucha incomodidad pero con mucha firmeza, rechazó nuevamente la oferta de Esav. «¿Por qué habré de hallar tanta gracia en tus ojos?». Esav finalmente entendió el mensaje y se marchó.

Si tuviéramos que describir con nuestras propias palabras lo que experimentó Ya’akov en su intenso encuentro con Esav, diríamos que en un mismo evento Ya’akov se enfrentó al antisemitismo y a la asimilación. En el primer caso, especialmente si seguimos la opinión que mencionamos, Dios intervino «directamente» para salvar a Ya’akov de Esav, «su enemigo». Pero cuando Ya’akov se enfrenta a Esav, «su amigo», allí no hubo intervención divina. Hubo una decisión humana determinante. Ya’akov debió actuar por su cuenta y decir —y asumir las consecuencias— del «NO». En esta segunda instancia, Dios no interviene y espera que Ya’akov tome la decisión correcta por sí mismo.

SI YA’AKOV NO HUBIERA DICHO «NO»…

La mejor manera de entender el impacto de los “NO” que definen nuestras vidas es visualizar qué hubiera pasado si no hubiéramos dicho “NO”. Hoy en día, nosotros, los descendientes de Ya’akov Abinu, seguimos enfrentando desafíos muy similares. La sociedad no judía nos invita a una integración cultural y social sin barreras ni diferencias. La asimilación se cobró ya millones de «almas» judías. Millones de instancias en las que los jóvenes o sus padres no tuvieron la fuerza, la inteligencia o la convicción de decir «NO» a Esav el amigo, antes de que fuera demasiado tarde.

El daño ha sido catastrófico.

Comparto con ustedes dos números que lo dicen todo: en el año 1927, la población judía en los Estados Unidos era de 4.2 millones de personas. ¿Cuántos judíos debería haber en los Estados Unidos en 2025, casi 100 años después? En EE. UU. no hubo una Shoah, ni campos de concentración, ni mega matanzas antisemitas; por el contrario, la inmigración judía a este país continuó ininterrumpidamente incluso durante la Shoah. No soy un genio de las matemáticas, pero mi intuición me dice que hoy debería haber no menos de 15 o 20 millones de judíos en los Estados Unidos… Pero en realidad hay menos de 6 millones… ¿Qué pasó entonces con los millones de judíos que ya no se cuentan como tal?

Dios nos ayuda en la lucha contra el enemigo, pero de la asimilación tenemos que salvarnos por nuestra cuenta. Mejorando en nuestra observancia y apreciación de los valores judíos. Educando a nuestros hijos en escuelas judías y especialmente con nuestro ejemplo personal. Teniendo la valentía y la convicción de decir «NO» si alguna vez la relación con Esav puede pasar de la cordialidad y el respeto hacia un plano social en el que arriesgamos perder nuestra identidad.

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