martes, diciembre 30, 2025
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8 de TEBET: ¿Ayunar porque la Torá fue traducida?

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El ayuno del Diez de Tebet nos recuerda tres eventos trágicos que sufrió el pueblo judío. El evento principal que recordamos en este día es el sitio a Yerushalayim, cuando Nebujadnetsar, rey de Babilonia, rodeó Jerusalem con su ejército, lo que concluyó con la destrucción del Templo en el año 586 a.e.c.

Hay otros dos eventos, menos conocidos, que también recordamos en este día: la traducción de la Torá al idioma griego (que ocurrió en un día como hoy, el 8 de Tebet) y la muerte de Ezrá haSofer (9 de Tebet).


CUANDO 72 RABINOS DICEN LO MISMO

El 8 de Tebet, aproximadamente en el año 260 a.e.c., en Alejandría, Egipto, el rey Ptolomeo ordenó a 72 eruditos judíos —seis por cada tribu de Israel— traducir la Torá al idioma griego. El rey Ptolomeo intentaba demostrar las inconsistencias entre las distintas traducciones —los rabinos siempre fuimos famosos por disentir entre nosotros— y la inexistencia de una tradición judía sólida y homogénea.

Esto le daría a Ptolomeo una buena excusa para deslegitimizar al judaísmo, humillar al pueblo de Israel y progresar en su campaña de helenización de los judíos que se resistían. Para este efecto, los 72 sabios judíos fueron asignados a 72 cuartos de trabajo separados. Así, pensó el monarca griego, sería imposible que todos tradujeran la Torá de la misma manera.

Sin embargo, todos los Sabios tradujeron cada palabra de la Torá de la misma forma, y la autenticidad de la tradición bíblica y rabínica quedó nuevamente reivindicada.


EL ORIGEN DEL CRISTIANISMO

Pero, si al final todos los Sabios coincidieron en el mismo texto, ¿por qué se considera que la traducción de la Torá al griego fue una tragedia? Años pasados (ver aquí) me referí al impacto que tuvo esta traducción en el desarrollo del cristianismo, cuando la Iglesia tuvo acceso a la Biblia judía y quiso apropiarse de ella.

Recordemos que el cristianismo, basado en esta traducción de la Biblia, fue fundado con la idea de reemplazar al judaísmo y, con esa intención en mente, demonizó, persiguió y durante siglos hizo todo lo que estuvo en sus manos para destruir al pueblo judío y justificar su existencia como su «legítimo reemplazante».

Pero hay otras razones por las cuales nuestros Sabios consideraron la traducción de la Torá al griego como una tragedia: esta traducción contribuyó a la asimilación de los judíos al helenismo, lo cual derivó en la sangrienta guerra civil que dividió al pueblo judío en la época de los Jashmonayim.


MIRARSE A UN ESPEJO GRIEGO

Para comprender el desarrollo de estos eventos hay que recordar ciertas características del helenismo. Aristóteles (384–322 a.e.c.), según las palabras de uno de sus alumnos, Clearco de Solos, se encontró una vez con un sabio judío llamado Shimón (según nuestra tradición, este Sabio fue Shimón haTzadiq) y dijo sobre él que era tan brillante “que parecía griego”.

Los griegos veían su cultura como el referente universal exclusivo; juzgaban todas las demás civilizaciones a través del prisma de la cultura helénica y miraban con desprecio cualquier otro tipo de conocimiento o estilo de vida.

Luego de que Alejandro Magno conquistara el imperio persa, comenzó un proceso de adopción de la cultura griega que no conoció fronteras. Los judíos, como es sabido, nos resistimos. Y los griegos no podían debatir con los judíos, ya que no tenían acceso a nuestras fuentes. Esto fue así hasta la aparición de la Septuaginta.

Una vez que la Torá fue traducida al idioma griego, los griegos se sintieron con el derecho de «evaluarla» de acuerdo con los parámetros griegos.


¿DE QUÉ COLOR ERA EL CABELLO DE ABRAHAM?

Los griegos, que se destacaban en deportes, artes, estética, etc., cuestionaban la Torá porque descubrieron que no era un libro compatible con la cultura griega. El libro de los judíos no dice nada acerca de los beneficios de las competencias olímpicas. No incluye ningún elogio al teatro, a la comedia o a la escultura. No describe los detalles de la fisonomía de sus héroes: la belleza o la destreza física de Abraham, Itsjaq o Ya’aqob, y ni siquiera menciona los rasgos físicos de su héroe principal, Moisés.

Los griegos, acostumbrados a sus mitos y héroes legendarios, no podían comprender que el libro de los judíos no relatara, por ejemplo, los jugosos detalles de las derrotas del enemigo en las guerras que Moisés libró contra Sijón y Og. Para los griegos, la Torá era un libro aburrido: con historias reales, no mitológicas; con leyes que protegían al pobre —y no al poderoso— y con estrictas reglas de moralidad que ellos no tenían ningún interés en comprender.


CÓMO VALORAR LO PROPIO

Los griegos juzgaron a la Torá como anticuada, incompatible con la modernidad. Pero el problema principal no fue la forma en la que los griegos veían a la Torá. El mayor problema fue que, una vez que la Torá fue evaluada por los griegos bajo su prisma, “los judíos comenzaron a ver a la Torá con lentes griegos”.

Estos judíos, inconscientemente asimilados a la cultura helénica, sentían ahora que la Torá era un libro pasado de moda, con leyes anticuadas, y que había que abandonarla (¡y muchos lamentablemente lo hicieron!) o «reformarla» y adaptarla a los parámetros “universales y modernos de la cultura griega”. Así comenzó el proceso de asimilación profundo y devastador que afectó a cientos de miles de judíos que vivían en el imperio griego.


EL OTRO MILAGRO DE JANUCÁ

Este proceso continuó y fue creciendo hasta que los Jashmonayim reaccionaron en Janucá (175 a.e.c.) y milagrosamente lograron poner fin a este fenómeno. Recordemos una vez más que Janucá representa el triunfo del pueblo judío frente a la asimilación, no frente al antisemitismo.

De cualquier manera, y aunque al final el pueblo judío recuperó su identidad y sus valores, muchos judíos desaparecieron en el proceso de asimilación, como lamentablemente también sucede en nuestros días. Por este motivo, nuestros Sabios mencionaron la traducción de la Torá al griego como una de las tres tragedias por las cuales ayunamos en el 10 de Tebet.

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