Creo que una de las mayores contribuciones del Rab Eliyahu Benamozegh (1823- 1900) al judaísmo moderno fue su actitud hacia la conversión al judaísmo. En ese entonces, a mediados y fines del siglo XIX, no había muchos no judíos interesados en convertirse al judaísmo. Todo lo contrario: los judíos europeos se bautizaban en masa para ser aceptados en la sociedad cristiana. Ser judío no acarreaba ningún privilegio. Todo lo contrario: en Europa, ser judío era muy peligroso. Recordemos que entre 1881 y 1905 hubo más de doscientos pogroms en Kiev, Varsovia y Odessa. Decenas de miles de judíos fueron masacrados. Y no existía un Estado de Israel que acogiera y protegiera a los judíos, como B»H existe hoy.
Sin embargo, a lo largo de la historia siempre hubo casos individuales de gentiles, por lo general estudiosos de la Biblia, que entendían que el judaísmo es la “religión original”: el primero, último y único pacto de un pueblo con Dios. Y estos individuos estuvieron dispuestos a tomar la impopular y peligrosa decisión de convertirse a la religión de Moshé.
LA BÚSQUEDA DE AIMÉ PALLIÈRE
Uno de los casos más célebres de este deseo de convertirse al judaísmo fue Aimé Pallière. Nacido en Lyon, Francia, en 1868, Pallière se crió en el seno de una familia católica muy devota y, desde una temprana edad, demostró una gran inclinación por la religión. Primero se interesó por el catolicismo y luego por el protestantismo. Pero sus inquisitivos estudios, sus dudas acerca de la doctrina de la trinidad (¿un Dios = tres dioses?) y una visita a la sinagoga de Lyon en Yom Kippur lo inspiraron a buscar convertirse al judaísmo.
Así fue como decidió comunicarse, primero por carta, con el rabino Eliyahu Benamozegh. Más tarde viajó a Livorno, Italia, donde se encontró con el ya anciano rab Benamozegh en persona y le manifestó su voluntad de convertirse. Pero el rabino Benamozegh, fiel a la tradición no misionera del judaísmo, lo disuadió de la idea de la conversión. Le explicó que, si un individuo no judío cree en la verdad de la Torá y su deseo es hacer la voluntad de Dios, basta con que cumpla las siete mitsvot de Bene Noaj, es decir, los “Siete Preceptos Universales”.
El rab Benamozegh, que conocía muy bien otras religiones, le explicó al joven Pallière que observando estas siete leyes un no judío obtiene lo que en otras confesiones se llama “salvación”, lo que en hebreo se conoce como jayé haolam habbá, la vida en el mundo venidero.
LA MISIÓN DE BENE NOAJ
Para el joven Pallière, las palabras del rab Benamozegh tuvieron mucho sentido. Pallière, por un lado, descreía de las religiones que pretendían reemplazar al judaísmo —cristianismo e islam—, como si el judaísmo original, el de los cinco libros de Moshé, ya hubiera desaparecido. Por otro lado, estaba profundamente apegado a su madre, a sus parientes y a sus amigos. ¿Cómo podría separarse de todos ellos convirtiéndose al judaísmo?
Los argumentos del rab Benamozegh, según los cuales cuando una persona no judía desea hacer la voluntad del Dios de Israel no tiene la necesidad de convertirse sino de adoptar la “alianza” o “pacto” de Dios con Noaj cumpliendo esas siete leyes, tenían absoluto sentido, tanto en términos prácticos como filosóficos.
EL FUTURO DE LA HUMANIDAD
Pallière nunca había conocido una religión que ofreciera “la salvación” también a quienes no formaban parte de ella. En otras religiones no se concibe este tipo de alternativas. En el cristianismo, por ejemplo, para alcanzar la salvación uno necesariamente tiene que convertirse por completo a esa religión.
Pallière se dio cuenta de que solo la fe judía poseía la amplitud de criterio y la convicción suficientes como para ofrecer esa alternativa. El rabino Benamozegh también le dijo a Pallière que el futuro de la humanidad se basa en la observancia de los preceptos noájicos y lo motivó a promover los Siete Preceptos de Noaj entre los gentiles:
“Si te convences de esto y lo promueves, serás mucho más valioso para Dios que si te conviertes a la religión de Israel, ya que te transformarás en un instrumento de la Divina Providencia para toda la humanidad.”
La simple solución que aportó el rab Benamozegh es extremadamente importante, especialmente en nuestros tiempos, cuando tantos individuos no judíos descubren la verdad del judaísmo y se dan cuenta de que la Biblia carece de sentido sin el protagonismo del pueblo judío. Muchos estudiosos ven hoy que, a pesar de los enormes esfuerzos que han hecho otras religiones durante siglos para eliminar al judaísmo y a los judíos con el fin de justificar así su teología de reemplazo, el pacto bíblico original ¡nunca ha sido reemplazado!
Y que los judíos hemos hecho enormes sacrificios y pagado con nuestras vidas —persecuciones, pogroms y holocaustos— para mantener este Pacto Eterno. Aimé Pallière se transformó así en un “Ben Noaj”: un observante no judío de la Torá.