Anoche, en mi comunidad, proyectaron un documental sobre la masacre del 7 de octubre de 2023.
Estas son mis reflexiones personales.
EL JURBAN
Ejá: “¿Cómo fue que ocurrió?” se preguntaba el profeta Yirmiyahu (Jeremías).
¿Cómo fue que Yerushalayim, la ciudad más poblada y hermosa del mundo entero, se transformó en un pueblo fantasma, en una ciudad de cadáveres?
Yirmiyahu fue un testigo ocular del Jurban, la destrucción de Yerushalayim, la masacre de sus habitantes y el incendio de su Templo.
Corría el año 586 a.e.c.
Yirmiyahu fue un sobreviviente del primer holocausto que nosotros, los judíos, experimentamos y por el cual lloramos hasta el día de hoy.
En su libro Ejá, Yirmiyahu describe cómo el enemigo derribó las murallas, entró en la ciudad y, sin compasión, atacó con su espada a los ancianos, las mujeres, los bebés recién nacidos. Mataban a los niños frente a sus padres y a los padres frente a sus hijos.
Yirmiyahu presenció la violación brutal y el asesinato de las jóvenes mujeres de Yerushalayim. Vio cómo los hombres de Sión eran tomados como rehenes y escuchó las risas de los secuestradores y de sus cómplices.
Vio al enemigo torturar a los judíos con éxtasis, con un inexplicable deleite en sus ojos.
Antes del 7 de octubre, leíamos las palabras de Yirmiyahu, pero eran difíciles de visualizar. Era imposible imaginar los asesinatos, el horror de la destrucción y el deleite inhumano del monstruoso enemigo.
Aunque hacíamos un esfuerzo consciente por sentir el dolor que transmitía Yirmiyahu, las imágenes en nuestra mente eran abstractas, quizás imaginables como caricaturas, no como algo real que se puede ver, tocar y oler.
Sabíamos que las miles de víctimas eran nuestros antepasados, pero no era posible ponerles nombres o rostros a los hombres y mujeres que sufrieron nuestra primera tragedia nacional.
LA SHOÁ
Antes del 7 de octubre, cuando queríamos sentir dolor en Tish’á BeAb, teníamos que ver un documental sobre la Shoá, o una película de Hollywood sobre el Holocausto.
Antes del 7 de octubre, veíamos envejecer a los sobrevivientes de la Shoá y nos preocupaba pensar que, una vez que ya no estén, no habría quienes los reemplazaran. No habría más testigos de lo que el odio antisemita es capaz de hacer. Y repetir.
Nadie más creíble para contar la historia del horror a la próxima generación que los sobrevivientes. Nadie más creíble para confrontar a los negacionistas del Holocausto…
Después del 7 de octubre, y ochenta años después de Auschwitz, hay una nueva camada de sobrevivientes. Entre ellos, muchísimos niños.
Después del 7 de octubre, siento que una nueva generación —nosotros— nos hemos convertido en esa Shoá por un día, luego de ver los clips filmados por Hamás.
Después del 7 de octubre, al Jurban se lo puede ver en videos.
EL 7 DE OCTUBRE
Antes del 7 de octubre, pensábamos que, si alguna vez ocurría otra masacre antisemita —Dios no lo quiera—, nunca sería dentro de Israel. Porque en Israel podemos defendernos. Cada hombre tiene un arma. E Israel tiene los mejores sistemas de vigilancia, las vallas y las cercas más sofisticadas cuidan sus fronteras, con los radares y las cámaras más avanzados. Israel tiene la mejor fuerza policial, las kitot konenut y, por supuesto, el mejor ejército del mundo.
Ejá? ¿Cómo fue entonces que ocurrió esta catástrofe?
Ejá yashbá badad… ¿Cómo fue posible que miles de israelíes de Otef Aza, Beeri, Kefar Aza, Sederot, Ofakim yashbú bodedim, quedaran abandonados, solos, indefensos, a merced de miles de terroristas animales que cruzaron desde Gaza para asesinar?
¿Ejá?
¿Qué pasó?
¿Conspiraron, de casualidad, todos los posibles errores humanos y todas las leyes de Murphy —que dicen que a veces todo lo que puede salir mal, sale mal— al mismo tiempo? ¿Se trató de “la madre” de todas las casualidades? ¿Todos los sistemas fallaron, y todos los errores militares, de inteligencia y de seguridad se combinaron simultáneamente?
¿O fue acaso la interrupción de la protección divina? ¿Fue un castigo por nuestros pecados de Abodá Zará —idolatría pública—, promiscuidad y crímenes, como nuestros Sabios explicaron que ocurrió cuando se destruyó el primer Bet HaMiqdash en los tiempos de Yirmiyahu?
¿O tal vez fue porque nosotros, los judíos, seguimos practicando Sinat Jinam, “el odio político”, gratuito, hacia otros judíos, como sucedió en la época de la destrucción del segundo Bet HaMiqdash?
¿Ejá? ¿Cómo fue que ocurrió y por qué?
Son las mismas preguntas que se hacía Yirmiyahu, y que, a partir del 7 de octubre, juntos, deberemos contestar.
Que HASHEM nos ilumine para que aprendamos de los errores del pasado y no los volvamos a repetir.
Quiera HASHEM que el próximo Tish’á BeAb nos encuentre juntos, unidos, en Yerushalayim, y celebrando en nuestro nuevo Bet HaMiqdash.
Rab Yosef Bitton