כתבו על קרן השור אין לנו חלק באלוקי ישראל
«Los judíos deberan escribir en sus cuernos de toros: no tenemos parte en el Dios de Israel».
Talmud de Jerusalem, Hagiga 2: 2.
CUERNOS Y BIBERONES
Este terrible decreto ilustra claramente la obsesión de Antiojus (Antíoco), el emperador griego (215-164 aec) de oprimir a los judíos que seguían practicando la Torá. Según menciona este texto Antiojus ordenó que los judíos que “escribieran en los cuernos de sus bueyes: No tenemos parte en el (es decir, “ya no le debemos lealtad al”) Dios de Israel».
Confieso que por muchos años no entendí cuál era la lógica de que los judíos escribieran esa declaración específicamente en los cuernos de sus animales…
Hasta que hace un par de años encontré una maravillosa explicación, atribuida al rabino Yejezkel Abramski (z”l), que aclara la naturaleza de este cruel y malvado decreto. ¡En la antigüedad los cuernos se usaban como biberones! El cuerno hueco se llenaba de leche y se usaba para alimentar a los bebés que bebían por el pequeño orificio en el extremo inferior del cuerno, forrado con cuero para que al bebé le resultara más cómodo beber. De hecho, los cuernos se utilizaron con este fin por lo menos hasta el final de la Edad Media. Ahora podemos apreciar mejor la naturaleza de este terrible decreto: los griegos exigían a los judíos «decorar» los biberones de sus bebés con la declaración explícita que rechazaban al Dios de Israel ח“ו y afirmaban así su lealtad “exclusiva” a Antiojus.
REPROGRAMACIÓN MENTAL
De esta manera absolutamente brutal, los griegos esperaban que los judíos fueran reeducados desde la cuna para no ejercer su libertad para observar la Torá y forzarlos a adoptar la cultura y la religión helénica. Pero ¿por qué Antiojus estaba tan obsesionado con la fe judía? Porque el monoteísmo era un impedimento para que los judíos lo reconocieran a él, Antiojus, no solo como la autoridad sino también como un dios. Antiojus se llamaba a sí mismo «Epífanes», que significa «deidad», un hombre en quien se manifiesta la Divinidad. Esta información nos permite entender por qué Antiojus insistió obsesivamente en que los judíos renunciaran a su Dios desde la infancia y bajo la amenaza de muerte. Durante mucho tiempo, los judíos resistieron pasivamente a Antiojus. Intentaron observar la Torá en secreto, discretamente. Muchos escaparon al desierto o a áreas despobladas donde podían servir a Dios sin molestar a nadie y sin ser perturbados. Miles eligieron la muerte en lugar de adorar ídolos. Como lo ejemplifica la famosa historia de Janná, una mujer viuda que fue torturada y ejecutada junto a sus siete hijos por negarse a desobedecer a la Torá. Los judíos creían que rebelarse contra los poderosos griegos era inútil y que solo les quedaba orar y esperar la muerte de Antiojus, porque como era la costumbre en aquellos tiempos, cuando el monarca fallecía, todos sus decretos quedaban cancelados.
EL FIN DE LA RESISTENCIA PASIVA
Pero eso no sucedió. Y la historia del pueblo judío pudo haber llegado a su fin, allí a mediados del siglo II antes de la era común. Y entonces, B”H, sucedió lo impensable: los judíos se rebelaron contra los griegos. En el año 167 a.e.c una delegación de oficiales griegos y judíos helenistas llegó a la ciudad de Modi’in y ordenó a Matitiyahu, el líder de la ciudad ofrecer un sacrificio a un ídolo pagano y renegar así públicamente de su fe judía. Estos oficiales griegos sabían que una vez que el líder judío obedeciera estas órdenes todos los demás habitantes de la ciudad seguirían su ejemplo. Y también sabían que si el líder judío rechazaba las órdenes, lo matarían y nombrarían en su lugar a otro líder que fuese más complaciente con sus demandas. Los oficiales seléucidas ya lo habían hecho, ciudad por ciudad y aldea tras aldea, y los judíos elegían la muerte (‘al quiddush Hashem) antes de adorar ídolos. Pero en Modi’in sucedió algo diferente. En lugar de renunciar a su vida pasivamente, Matitiyahu decidió luchar hasta la muerte para proteger su libertad. Tomó las armas y, junto con sus cinco hijos, ejecutó a la delegación de Antiojus. Este acto heroico, liderado espontáneamente por Matitiyahu y sus hijos, inspiró la rebelión armada de los judíos contra el poderoso imperio griego.
MISIÓN IMPOSIBLE
Matitiyahu y sus hijos llamaron a sus hermanos judíos a luchar. Pero los judíos no eran guerreros como otros pueblos. Eran campesinos, agricultores o estudiosos, sin experiencia en la batalla. Y en ese momento el ejército de Antiojus y sus aliados era el más numeroso y el más poderoso del mundo. Desde un punto de vista racional, la resistencia armada judía contra los griegos era una locura total. Un esfuerzo desesperado, suicida. Nadie pensaba que este pequeño grupo de rebeldes judíos, sin armas, ni experiencia en la batalla, tenía alguna posibilidad de sobrevivir si se enfrentaba al ejército griego.
La valentía de Matitiyahu para luchar, su fe en Dios, y su firme voluntad de enfrentarse a enemigos mucho más numerosos y poderosos que él, eventualmente culminó con la milagrosa victoria judía que recordamos y celebramos en Janucá
Rab Yosef Bitton