Los soldados israelíes que lucharon en Gaza relataron lo que encontraron en las casas de los palestinos antes de que estas fueran demolidas por estar completamente minadas. Descubrieron, por ejemplo, ejemplares del libro Mein Kampf de Hitler. También hallaron documentos con el plan maestro del 7 de octubre: ese plan no se limitaba a que Hamas asesinara y secuestrara en un solo día a la mayor cantidad posible de judíos indefensos, sino que contemplaba el inicio de una guerra total, a la que se sumarían Hezbollah, los hutíes, los árabes de Yehudá y Shomrón, y eventualmente los árabes ciudadanos de Israel, y finalmente Irán. Es decir, atacar simultáneamente y por todos los frentes. ¿Objetivo final? El genocidio del pueblo judío.
Pero lo que más sorprendió a los soldados judíos fue encontrar en la mayoría de las casas palestinas fotografías y posters de la mezquita de Al-Aqsa, es decir, del Monte del Templo en Jerusalem, pegadas en las paredes de Gaza. Esto forma parte de una campaña y estrategia bien diseñada por Hamas: educar a los palestinos para que su objetivo supremo e irrenunciable no sea la creación de un Estado o la liberación de un territorio, sino “Jerusalem”, la capital —el corazón— de Israel. Hamas quiere borrar el pasado judío y también evitar que, en un futuro, a los judíos se les ocurra reconstruir el Bet haMiqdash. Cuando lo que se demanda es el corazón, cualquier arreglo pacífico con Israel resulta imposible. Y así Hamas perpetúa lo que quiere: el conflicto ad eternum contra Israel.
Para los soldados fue un shock. Pero también una lección importante: una advertencia de que los judíos —en Israel y especialmente en la diáspora— de que debemos concientizarnos más acerca del Bet haMiqdash para tener el mérito de verlo reconstruido.
Conservar la conciencia del Bet haMiqdash significa no resignarse a su pérdida: era un tema que preocupaba a nuestros rabinos en la época de la destrucción del Templo y que hoy vuelve a estar en el centro de la conciencia del pueblo judío, irónicamente, al darnos cuenta de cómo el enemigo lo tiene como su objetivo estratégico.
¿COMO NO OLVIDARNOS DEL BET HAMIQDASH?
La destrucción del Bet haMiqdash fue un shock psicológico y espiritual sin precedentes. Los sobrevivientes judíos estaban de duelo. Cientos de miles de Yehudim habían sido asesinados o esclavizados, y la nación de Israel había desaparecido del mapa, ya que el territorio estaba gobernado por los romanos. Muchos querían rendirse y no seguir adelante. Pensaban que, si el Bet haMiqdash había sido destruido, ya no tenía sentido celebrar fiestas ni experimentar alegrías. El pueblo judío debería vivir en estado de duelo por el resto de su historia.
Pero uno de los grandes líderes de la época, Ribbí Yehoshua ben Jananyá (alrededor del año 100 de la era común), explicó que la vida debía continuar. Que el dolor por la destrucción del Templo no debía transformarse en un estado permanente de duelo y depresión, y que lo más apropiado era encontrar un equilibrio para vivir con dignidad y la vez mantener el recuerdo del Bet haMiqdash.
Para eso, los Jajamim formularon numerosos textos litúrgicos que leemos todos los días en nuestras plegarias. Son textos que describen a Jerusalem y a los servicios divinos que se llevaban a cabo en el Bet haMiqdash, y que nos inspiran a recordarlo y anhelar su reconstrucción.
Pero allí no terminaron: también indicaron que, en nuestra vida diaria, incluyamos elementos simbólicos en recuerdo del Templo —zejer laJurban— que nos ayuden a tenerlo presente y así tener el mérito de ver su reconstrucción.
Lo primero que indicaron es que el Bet haMiqdash esté presente en las paredes de una casa judía.
EL BET HAMIQDASH EN LAS PAREDES JUDIAS
La Guemará en Babá Batrá 60b enseña que, cuando una familia judía construye su casa, debe dejar un segmento de pared sin terminar, sin revestir ni pintar, como recordatorio de que el Bet haMiqdash aún no está reconstruido. La idea es muy poderosa: ¿cómo podría yo vivir en una casa completa y perfecta, mientras la Casa de Dios no está incompleta?
Maimónides indica que esa parte sin revestir sea de una amá por una amá (aproximadamente 0,5 m de lado).
Ese cuadrado sin revestir debe dejarse en un lugar visible para que, al entrar a la casa, sea lo primero que se vea. Generalmente, se coloca frente a la puerta de entrada, pero el diseño de las casas modernas no siempre permite esa ubicación, así que uno puede ser más flexible, siempre y cuando esté a la vista al ingresar (ver artículo en el enlace para más detalles).
En la antigüedad, era común que cada familia construyera su propia casa y revocara sus paredes. Hoy, por lo general, uno compra una vivienda ya construida por alguna compañía. En lo posible, sería ideal pedirle a quien se encarga de la construcción —el arquitecto o pintor— que deje intencionalmente un cuadrado sin revocar al terminar la obra. Pero cuando esto no es posible, sea porque vivimos en una casa alquilada o porque no se puede hacer de forma estructural, deberíamos, por lo menos, colgar un cuadro de Yerushalayim o del Bet haMiqdash, y mejor aún si incluye las palabras: אם אשכחך ירושלים — “Si me olvidare de ti, ¡oh Yerushalayim, que se olvide mi diestra!”.
Esto es muy importante, especialmente para quienes no tenemos todavía el mérito de vivir en Israel. He visto hogares —especialmente en la diáspora— donde todas las pinturas y cuadros del salón principal son del Bet haMiqdash o de Yerushalayim. Creo que es un gesto muy educativo para que nuestros hijos y nietos crezcan viendo y anhelando esa conexión.
Si realmente queremos tener el Bet haMiqdash, y si nos importa su reconstrucción, no podemos permitir que el Monte del Templo esté en las paredes de Gaza y no esté en las paredes de nuestras casas.
Para más detalles sobre este tema y otras Halajot que nos inspiran a recordar el Bet HaMiqdash ver aquí