viernes, mayo 16, 2025
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La Historia Menos Conocida de Ribbí Aquibá

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Durante estos días del Omer honramos la memoria de los sabios de la época de la Mishná, es decir, los rabinos que sobrevivieron la destrucción del Bet haMiqdash y la cruel ocupación del Imperio Romano, que se dedicó a la aniquilación del pueblo judío, y en especial recordamos a figuras como Ribbí Shimón Bar Yojai y Ribbí Aquibá.


LA ADMISIÓN A LA ACADEMIA DE YABNÉ


Aunque recién a los 40 años aprendió a leer, una vez que comenzó su meteórico ascenso intelectual y espiritual, Ribbí Aquibá nunca se detuvo. Pero tuvo que tener paciencia. Luego de seis años de constante esfuerzo y con el aliento permanente de Rajel, su esposa, Aquibá (lo llamamos así y no “Ribbí” Aquibá porque aún no tenía la ordenación rabínica o semijá) estaba preparado para los estudios rabínicos superiores. En esos tiempos, alrededor del año 80 o 90 de la era común, la academia rabínica más prestigiosa se encontraba en Yabné. Esta ciudad había sido designada como refugio para los judíos tras la destrucción del Bet haMiqdash. Fue fundada en el año 67 de la era común por Rabán Yojanán ben Zakai y se convirtió en el centro de continuidad de la vida judía tras la trágica destrucción de Jerusalem.
Además de ser una academia, Yabné también era la sede del nuevo Sanedrín, la Corte Suprema de Justicia, máxima autoridad en asuntos de ley judía. Luego de la muerte de su fundador, la dirigencia de Yabné recayó en dos respetables rabinos, discípulos de Rabán Yojanán ben Zakai: Ribbí Eliezer ben Hurqenos y Ribbí Yehoshua ben Jananiá. Las puertas de la Yeshibá estaban abiertas a todos y no se cobraba por los estudios. Sin embargo, cuando Aquibá quiso inscribirse se encontró con una dificultad: era muy pobre y debía mantener a su familia —su esposa y un hijo varón, Yehoshua— y para estudiar formalmente, no como oyente, en la Yeshibá, era necesario tener medios económicos. ¿Por qué? Porque la academia rabínica más distinguida del pueblo judío exigía a sus alumnos una dedicación total y una libertad absoluta de preocupaciones materiales. No podía esperarse este nivel de entrega de alguien con la responsabilidad de sostener a una familia.
Rajel, la esposa que había descubierto su genio y sus extraordinarios talentos intelectuales, la mujer que renunció a todo para casarse con él con la esperanza de que se convirtiera en un Sabio de la Torá, tomó la decisión de trasladarse con su hijo por unos años a otra ciudad, para que su esposo pudiera dedicarse por completo al estudio. Fue un gran sacrificio para la pareja, pero ambos sabían que era la única posibilidad. Aquibá finalmente fue admitido en Yabné. Sin embargo, cuando intentó estudiar directamente con los grandes maestros, no lo aceptaron porque, aunque era brillante, aún no estaba suficientemente preparado en conocimientos. Muy generosamente, Ribbí Eliezer le ofreció estudiar con uno de sus más destacados alumnos: Ribbí Tarfón, quien con el tiempo se convirtió en colega de Ribbí Aquibá.


¿DE QUÉ SE MANTENÍA RIBBÍ AQUIBÁ?


Al igual que Hilel haZaqén, Ribbí Aquibá se ganaba la vida cortando leña. La mitad la vendía y la otra mitad la utilizaba para cocinar, calentarse del frío, y, según sus propias palabras, “como iluminación” para estudiar Torá por la noche, utilizando la luz del fuego. Ribbí Tarfón, que era muy pudiente y valoraba cada vez más a su prodigioso alumno, le ofreció en varias ocasiones mantenerlo económicamente para que dejara de trabajar y se dedicara aún más al estudio. Pero Aquibá rechazó la oferta, tal vez para evitar beneficiarse materialmente del estudio de la Torá.
Finalmente, Ribbí Tarfón le ofreció dinero para que lo invirtiera. Ribbí Aquibá aceptó. Pero en lugar de hacer lo habitual en aquella época —comprar un terreno y poner a alguien a trabajarlo para luego dividir los frutos entre terrateniente y labrador—, Ribbí Aquibá repartió el dinero entre los alumnos más pobres que él. Cuando unos meses después, Ribbí Tarfón le preguntó si ya había invertido el dinero, Ribbí Aquibá respondió que sí. “¿Puedes mostrarme la escritura?”, preguntó Tarfón. Entonces Aquibá abrió el libro de los Salmos y le mostró el versículo que consideraba su “escritura”: el Salmo 112:9, que describe su gran inversión:
“Distribuye y da a los pobres; su justicia permanece para siempre.”


SUS PRIMEROS MAESTROS


Al principio, como todo joven estudiante, Ribbí Aquibá era más “apasionado” que “sabio”, y en todos los debates halájicos tomaba la postura más estricta, la menos flexible. Sin embargo, poco a poco, su genialidad fue madurando y su nombre y reputación comenzaron a expandirse. Además de estudiar con Ribbí Tarfón, Ribbí Aquibá se acercó a un importante rabino llamado Najum de Gimzó (también conocido como Gam Zu). Rab Najum había desarrollado un método de interpretación bíblica sofisticado, basado en la premisa de que la Torá es un texto infinito, como su Autor. Por lo tanto, sostenía que las preposiciones, artículos y pronombres del texto bíblico no podían entenderse como simples elementos gramaticales, sino que debían portar significados adicionales.
Najum se centró en la preposición hebrea “et” —que en español equivale a “a” o “al”, la más común en el idioma hebreo— y propuso una teoría muy creativa: esa preposición viene a agregar significado (ribbui), a expandir el mensaje bíblico. Durante años, Rab Najum se dedicó a analizar una por una las 9228 veces que esta palabra aparece en la Torá, para demostrar que su teoría era válida (ver ejemplos más adelante).


LA INTEGRIDAD INTELECTUAL DEL RAB NAJUM


La metodología de Najum fascinó a Ribbí Aquibá y marcó profundamente su actitud hacia el texto bíblico. Aunque Aquibá llevó el método aún más lejos. El texto bíblico es —como su Autor— infinito, y por lo tanto no solo las preposiciones deben ser “interpretadas” (lidrosh), sino todo elemento del texto. Según esta lógica, nada en la Torá es superfluo: cada palabra, cada letra, cada espacio entre letras, incluso los adornos caligráficos llamados taguím que aparecen en algunas letras hebreas, contienen significado y deben ser interpretados por los Sabios como enseñanzas legítimas.
Fue en el ámbito de la teología que Najum encontró un obstáculo.
En Devarim 10:20, el texto dice: את ה’ אלקיך תירא —“Temerás al Eterno, tu Dios”. Para ser coherente con su metodología, Najum debía explicar qué agrega aquí la palabra “et”. ¿Acaso enseña que el temor reverencial hacia Dios debe extenderse a los ángeles o a las fuerzas naturales poderosas? Tal interpretación sería inaceptable, pues compararía el respeto a Dios con el que se tiene hacia otras entidades, lo cual se acerca a la idolatría o al menos constituye una falta de reverencia hacia Dios.
Entonces, en un gesto admirable de honestidad intelectual y profundo amor por Dios, Rab Najum declaró algo así: “Es imposible —y ofensivo— comparar el honor a Dios con el respeto hacia cualquier otra entidad, física o metafísica. Por lo tanto, mi sistema de interpretación queda refutado, ¡y lo doy por terminado!”. Rab Najum también se dijo a sí mismo que, del mismo modo que Dios valoraría su intento de demostrar esa metodología, también le reconocería el mérito de abandonarla al descubrir que podría generar una idea inapropiada.


LA CREATIVIDAD DE RIBBÍ AQUIBÁ


Fue entonces cuando su alumno, Ribbí Aquibá, intervino y propuso una interpretación alternativa para salvar la validez del método. Aquibá dijo que en ese versículo, la preposición “et” viene a incluir a los Talmidé Jajamim, es decir, a los sabios de la Torá. Honrar a quienes dedican su vida al estudio y la enseñanza de la Torá es una forma de honrar a Dios. Para el deleite de Rab Najum, Ribbí Aquibá había demostrado que el sistema no debía ser descartado.
Ribbí Aquibá siguió estudiando con Rab Najum durante 22 años. Incluso cuando el maestro ya era anciano y no podía asistir a la Yeshibá, Ribbí Aquibá lo visitaba periódicamente para contarle todo lo que se debatía y estudiaba en la academia de Yabné.


EJEMPLOS CLÁSICOS DE RIBBUI Y MI’UT


Dos ejemplos muy conocidos ilustran la metodología del Rab Najum.
Génesis 1:1 – “Bereshit bará Eloquim et hashamaim ve’et haarets”
Literalmente: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Según Najum, el primer “et” expande el concepto de “cielos” para incluir todo el universo: el sistema solar, las estrellas, los planetas, etc. El segundo “et” sugiere que la “tierra” ya contenía en su interior todos los elementos necesarios —átomos— para ser desarrollada y dar origen a la vida.
Éxodo 20:12 – “Kabbed et abija ve’et imeja”
“Honrarás a tu padre y a tu madre.” Según Najum, los dos “et” indican que el respeto debe extenderse también a otros parientes mayores, como suegros o hermanos mayores.


EPÍLOGO
  Para los lectores familiarizados con las obras de Jorge Luis Borges, este concepto —la infinitud necesaria de un texto divino— ha sido introducido en la literatura con maestría por el gran escritor argentino en cuentos como El Alef, El Zahir, La escritura del Dios o La Biblioteca de Babel.

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