ÉXODO 1:11
Entonces los egipcios impusieron [trabajos forzados a los hebreos] y capataces que [los obligaban a trabajar] para debilitarlos con dura labor. Y los hebreos construyeron para el faraón las ciudades fortificadas de Pitom y Ramsés.
IMPUESTOS
En la primera fase de la “solución final” de Faraón, el pueblo de Israel no fue técnicamente esclavizado. De hecho, en Éxodo 1:11–12 no se menciona la palabra “esclavitud” ni “cautiverio”. Sin embargo, el texto hebreo enfatiza la palabra missim, es decir, “impuestos”. En efecto, los israelitas trabajaron para el faraón en la construcción de Pitom y Ramsés. Pero esta forma de trabajo forzado era un procedimiento legal legítimo: una forma de pagar impuestos al gobierno. El faraón, como soberano, tenía todo el derecho de exigir a sus súbditos cualquier servicio: alistarse en el ejército para defender su territorio o trabajar en proyectos de construcción que él considerara necesarios.
Como vimos en el discurso del faraón, los hebreos eran considerados extranjeros; por lo tanto, debían contribuir con trabajo manual en lugar de servir en el ejército egipcio. En esta primera fase, el trabajo consistía en edificar las ciudades de Pitom y Ramsés, que según la interpretación más aceptada eran fortificaciones militares. Estas no se construían con ladrillos de barro, sino con piedras talladas. Es probable que en ese tiempo los hebreos trabajaran en las canteras extrayendo piedras, tallándolas y transportándolas para las construcciones.
Aunque estos impuestos laborales para extranjeros eran comunes, el objetivo detrás de este trabajo forzado a los hebreos no era económico: era un plan genocida, como analizaremos a continuación.
GENOCIDIO
Cuando el faraón pronunció su infame discurso (Éxodo 1:9–10), advirtió a su pueblo sobre la supuesta amenaza que representaban los hebreos y propuso un plan estratégico para (haba nitchakema lo) debilitarlos económica y demográficamente. Les impuso trabajos en la construcción de Pitom y Ramsés, obligándolos a abandonar sus ocupaciones y dormir en los campos, lejos de sus esposas. De esta manera sofisticada y no violenta, el poder y la tasa de natalidad del pueblo hebreo se reducirían significativamente.
Sin embargo, como lo indica el versículo siguiente, el plan del faraón no tuvo los resultados esperados.
ÉXODO 1:12
Pero cuanto más los oprimían, más se multiplicaban y crecían. Y los egipcios temían a los hijos de Israel.
El plan de Faraón fracasó. El pueblo de Israel no se debilitó, sino que se fortaleció y siguió creciendo. En este punto, el faraón decide iniciar la segunda fase de su plan: la esclavitud.
ÉXODO 1:13
Entonces los egipcios esclavizaron a los hijos de Israel con parej.
Por primera vez, el texto menciona la palabra vaya’abidu —esclavizar— seguida de una palabra crucial: parej, que significa esclavitud total, es decir, sumisión incondicional e indefinida del esclavo a su amo.
Para comprender mejor esta fase, recordemos la fase anterior: “impuestos”. Los hebreos tenían una tarea asignada: construir los proyectos del faraón. Seguramente debían pagar ellos mismos los materiales, pero probablemente podían contratar obreros que hicieran el trabajo por ellos. Y, lo más importante, al terminar el proyecto, podían volver a sus vidas.
Pero en la segunda fase, parej, ya no se les asignaba un proyecto específico. Ahora, debían servir directamente a los egipcios. El faraón los declaró “enemigos del pueblo”. Fueron capturados, encadenados y entregados a civiles egipcios para trabajar para ellos, día y noche. Estaban completamente a merced de sus nuevos amos egipcios, que tenían control total sobre sus vidas.
LOS VERDUGOS VOLUNTARIOS DEL FARAÓN
Visualizar este escenario resulta difícil desde la comodidad de nuestras vidas modernas. Solo logré pensar más realísticamente sobre este tipo de esclavitud al recordar la Shoá. La primera vez que vi una comparación entre la esclavitud en Egipto y el Holocausto fue en el libro de Elie Wiesel Job: Ou Dieu dans la tempête. Siguiendo esa línea, en esta segunda fase, las casas, propiedades y bienes de los hebreos fueron confiscados por el gobierno y entregados al faraón. Hombres, mujeres y niños fueron capturados, humillados, llevados a “guetos”, al estilo de los judíos europeos en 1940. Pero en lugar de campos de concentración, fueron entregados a civiles egipcios como mano de obra gratuita.
Esta idea —que los hebreos no trabajaban para el gobierno, sino que fueron entregados a egipcios comunes— fue señalada por el rabino Meir Wisser, el Malbim (Rusia, 1809–1879). Él explica que la palabra “Mitsrayim” no se refiere en este caso al gobierno de Egipto, sino a los egipcios como individuos: “Y los egipcios esclavizaron a los hijos de Israel.” Es decir, como lo describe Daniel Goldhagen en su libro Los verdugos voluntarios de Hitler, los civiles comunes también fueron cómplices. El Malbim escribe: “Los hebreos ya no trabajaban para el monarca, sino para la población general. Eran esclavos de los esclavos del faraón, y estaban obligados a hacer cualquier trabajo que un egipcio les exigiera.”
ÉXODO 1:14
“Y [los egipcios] amargaron sus vidas con durísimo trabajo, [como extraer] barro y hacer ladrillos…”
Este versículo describe la manera sádica y brutal en que los egipcios trataron a sus esclavos hebreos. El texto bíblico utiliza aquí la palabra vayimareru, “y amargaron sus vidas”. De esa palabra proviene maror, las hierbas amargas que comemos en la noche del Séder de Pésaj para recordar la amargura de la esclavitud en Egipto.
Pero, ¿cuál era la fuente de esta animosidad? Generalmente, un amo cuida a su esclavo. Los esclavos africanos traídos a América eran vendidos a precios elevados. Aunque eran explotados, también se les cuidaba por conveniencia: eran propiedad valiosa.
¡TRABAJO HASTA LA MUERTE!
Sin embargo, los hebreos en Egipto fueron tratados con amargura, rencor y odio. Había algo profundamente personal en este maltrato. Una posible explicación: durante décadas, desde la época de Yosef, los hebreos vivieron con privilegios en la fértil región de Goshen. Es posible incluso que algunos egipcios trabajaran para ellos. Ahora, el faraón los acusó de haberse enriquecido a costa del pueblo egipcio (ran veatsum mimenu). Faraón les da a los egipcios esclavos judíos —¡posiblemente sus antiguos amos! Para los egipcios, esto fue una venganza. Los hebreos estaban totalmente a merced de amos resentidos, que buscaban hacerlos sufrir, tanto física como psicológicamente.
LOS TRABAJOS MÁS INSALUBRES
La esclavitud en Egipto no fue una esclavitud “económica”. Los hebreos eran considerados enemigos del pueblo. Se les asignaban los trabajos más peligrosos y mortales, aquellos que ningún egipcio quería hacer. La Torá menciona jomer ulebenim, barro y ladrillos. Uno de los trabajos más agotadores de Egipto. Se hacía mezclando barro, limo del Nilo y estiércol. Esa mezcla se pisaba durante 4 o 5 días hasta que fermentaba. Luego se le agregaba paja para dar consistencia. Todo esto se realizaba en los pantanos del Nilo, infestados de cocodrilos, hipopótamos, mosquitos, bajo un sol abrasador.
Maimónides explica que nuestros Sabios instituyeron la Mitsvá del jaroset en el Séder de Pésaj para recordar esas imágenes traumáticas. La pasta marrón recuerda el color y textura del barro; el vinagre, la amargura o las lágrimas del cautiverio; y los tebalin —hierbas o especias finamente cortadas— representan la paja. Esa labor se convirtió en un trauma nacional imborrable.
LA SHOÁ EGIPCIA
El objetivo final de la esclavitud egipcia, abodat parej, era el mismo que el de la Shoá europea. La vida de un judío en Egipto, como en la Europa de los años 40, no valía nada. Ni siquiera el valor de su trabajo. Los hebreos eran como prisioneros de campos de concentración: debían trabajar hasta morir. No había enfermerías para los enfermos o heridos. Si un esclavo caía, era reemplazado. El fin no era la productividad, sino la eliminación.
Y una última observación escalofriante: esta esclavitud mortal tenía un nombre especial en hebreo: abodat parej. Increíblemente, en alemán también tenía un nombre específico: Vernichtung durch Arbeit, “exterminio por medio del trabajo”.
Esta horrorosa expresión describe exactamente la práctica de los nazis en los campos de concentración con los judíos que no eran enviados directamente a las cámaras de gas: los hacían trabajar hasta morir.
Según Wikipedia, el “exterminio mediante el trabajo” fue una práctica sistemática en los campos nazis para asesinar prisioneros por medio del agotamiento físico extremo.
Esta expresión no nació en Egipto, pero la realidad que describe está presente desde nuestra memoria nacional más temprana. Cuando nos sentamos en el Séder y observamos la textura del jaroset, no solo recordamos la esclavitud, sino que damos testimonio de un intento sistemático por erradicarnos… y del milagro de nuestra supervivencia.