martes, octubre 15, 2024
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ABRAHAM: ¿Cuál es la recompensa por servir a Dios?

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SEGUNDA PRUEBA: hambre en lugar de riqueza
ויהי רעב בארץ
PRUEBAS DE LEALTAD A DIOS
Nuestros Sabios indicaron que Abraham, nuestro primer patriarca, pasó por 10 nisiyonot, pruebas o experiencias de vida. Cada una de estas experiencias tiene que ser vista como una lección o un aprendizaje, que le enseña a Abraham cómo relacionarse con Dios . El aprendizaje es acumulativo y progresivo: Lo aprendido en la prueba anterior es necesario para pasar al próximo nivel y superar la prueba siguiente.  Recordemos cómo llegamos hasta aquí.  En su infancia, Abraham descubre por sus propios medios que existe un Creador. Luego de muchos años, el Creador se revela a Abraham. Abraham identifica la voz de Dios, la valida,y obedece la dificil orden: abandonar todo, ir a una tierra lejana y comenzar de nuevo. Abraham pasa la primera prueba de lealtad a Dios y comienza su largo. Abraham aprende que Dios no solo creó el mundo, sino que también se interesa por los seres humanos y los guía.
CUANDO LA PROMESA DIVINA NO SE CUMPLE

La vida de un hombre de fe, que cree en Dios y lo escucha, no es necesariamente más fácil que la de un hombre sin fe: ¡está llena de desafíos y dificultades ! Recordemos que cuando HaShem le ordena a Abraham partir hacia la tierra de Canaan, le promete que lo colmará de prosperidad y bendiciones. Es posible que Abraham haya imaginado que esa promesa se cumplirá de inmediato. Quizás haya pensado que al llegar a Canaan lo estarían esperando decenas de camellos cargados de riquezas y tesoros, como en un cuento de las mil y una noches. Pero para su sorpresa Abraham no encontró riquezas en Canaán. Por el contrario: al poco tiempo de arribar, cuando llegó el otoño, la lluvia no apareció y se declaró una sequía nacional.

NI LÓGICA NI EXPLICACIONES
Entendamos mejor la tremenda «prueba» a la cual es sometido Abraham: Dios le ordenó a Abraham dejar su próspera tierra y le prometió que en la nueva tierra encontrará bendición y riquezas…  Pero cuando Abraham llega a Canaán, se declara la sequía y se tiene que ir…  ¿Qué habrá pasado por la cabeza de Abraham en ese momento? ¿Habrá pensado que quizás Dios no es tan poderoso como él imaginó, o que no tiene control sobre la lluvia o el clima de Canaán?
Y algo más complicado: ¿qué habrá pasado por la cabeza de Sará, su esposa? Quizás hayan discutido y Sará le haya recriminado a Abraham haberla sacado de su prosperidad con promesas de grandeza para llevarla a la pobreza… o puede ser que haya sido al revés: quizás fue Sará la que alentó a Abraham a seguir adelante y no darse por vencido… El texto no nos revela estos detalles.   Pero los vemos siempre juntos. 
Para hacer esta situación  más difícil todavía, cuando Abraham más lo necesita,  la Voz Divina no se revela nuevamente para explicarle lo está sucediendo o lo que tiene que hacer.  En estas circunstancias, cualquier otro individuo, me imagino yo, hubiera dado por finalizada su aventura y hubiera regresado a su casa, Ur Casdim o Jarán, donde está su familia. 
Pero en lugar de rendirse, Abraham se aferra a su convicción de que Dios sabe lo que hace.  Este es un nivel muy alto de Emuná, la relación de confianza entre Abraham y el Creador. Abraham pone en práctica uno de los elementos más importantes de la fe judía: la paciencia, y decide seguir confiando en la Promesa Divina a pesar de la adversidad.  Con esto en mente, Abraham decide descender a Egipto para tener lo que comer hasta que acabe la sequía, y luego regresar a la tierra prometida y cumplir el mandato Divino. Es como que Abraham decide cumplir su parte a pesar de que, por ahora, Dios ח»ו no está cumpliendo la Suya… (esta idea, la lealtad incondicional y unilateral del pueblo judío a Dios, se desarrolla con toda su profundidad y belleza  en el hermoso Salmo 44 de Tehilim). 
 
LA REVOLUCIÓN DE ABRAHAM
A todo esto, y desde la perspectiva Divina, «Abraham está en observación».  Tengamos en cuenta que es la primera vez que un evento de esta naturaleza se registra en la Torá. Es decir, que un hombre sigue fielmente el mandamiento Divino –en este caso, instalarse en la tierra de Israel–y persiste en su lealtad a Dios a pesar de que, por hacer lo que Dios le pide, sufre, y todo parece indicar que está lejos de alcanzar el bienestar prometido. Nosotros los lectores de la Torá sabemos que la historia tendrá un final feliz, y que la promesa que Dios le hizo a Abraham eventualmente se cumplirá. ¡Pero Abraham no lo sabe! Y nadie lo había instruido respecto a cómo reaccionar cuando las cosas malas le suceden a la gente buena En el mundo idólatra cuando un «dios» no le concede al individuo que lo sirve los resultados esperados, simplemente se lo reemplaza por otro dios que sea más poderoso y efectivo. En ese contexto cultural, es impresionante  y absolutamente revolucionario que Abraham decide no abandonar a Dios, confiar en su palabra y esperar.
אַבְרָהָם אֹהֲבִי
La situación de Abraham desafía la lógica y el sentido común: Dios es Todopoderoso. ¿Por qué no recompensa inmediatamente a aquellos que lo obedecen?  Abraham, en cierta manera, renuncia a la recompensa Divina. Y  sigue a Dios incondicionalmente.   Maimónides explicará 3000 años después que de Abraham aprendemos a servir a Dios incondicionalmente: ni por temor al castigo, ni por conveniencia, sino por amor a Dios. La conducta de Abraham nos enseña a sus descendientes que las recompensas que Dios le concede a un hombre de bien no son ni seguras ni inmediatas.    Abraham está aprendiendo que la relación con Dios debe ser diferente. Si solo obedezco A Dios para ser recompensado, entonces debo abandonar a Dios cuando no obtengo lo que espero. La clave de la supervivencia del pueblo judío es su lealtad incondicional a Dios, colectiva e individualmente. Aprendimos de Abraham a no abandonar a Dios incluso cuando sufrimos por ser judíos: es decir, por ser leales a Él y a Sus mandamientos. La lealtad (o «amor») de Abraham hacia Dios es incondicional. Su relación con Dios no depende de la recompensa material. Para Abraham la mayor recompensa es su relación con Dios, en las buenas y en las malas.
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