martes, octubre 15, 2024
InicioLa destrucción del Segundo Templo6. ¿Quién destruyó Jerusalem?

6. ¿Quién destruyó Jerusalem?

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La causa principal por la cual, según nuestros Rabinos, Jerusalem fue destruida fue la animosidad y las divisiones entre los judíos.  La historia de estos conflictos internos es muy compleja. Trataré de presentar solo los hechos más relevantes y de una forma breve y concisa. Como explicamos anteriormente, luego de la retirada de Casius Galus los judíos se atrincheraron en Yerushalayim y eliminaron a todos los soldados romanos de la ciudad.  Jerusalem estaba ahora en manos de los judíos. Esta nueva situación generó un problema que destruyó definitivamente la unión y la hermandad entre los Yehudim: A diferencia de lo que ocurrió en los tiempos de Janucá (165 a.e.c), que los judíos se sometieron todos al mando de Matatiyahu y sus hijos, y así vencieron al poderoso ejército griego, en este caso, no había un líder que todos aceptaran y que estuviera al comando de la revuelta contra Roma.   Insisto en que el pueblo judío en esa época era MUY NUMEROSO. Probablemente, más de 3 millones de habitantes, sin contar a los judíos de la diáspora. Era posible entonces resistir y repeler el ataque de los Romanos, tal como lo habíamos hecho con un ejército mucho menos numeroso en la época de los Jashmonayim. Las innecesarias e injustificadas divisiones internas, «SINAT JINAM», fue lo que trajo la destrucción del Bet haMiqdash.  

TODOS CONTRA TODOS

Muchos judíos, especialmente los aristócratas Saduceos que tenían un buen pasar político y económico con los romanos, se oponían a luchar contra los romanos.  Por el otro lado, la mayoría del pueblo, los campesinos y la gente más humilde, había sufrido los abusos de los romanos, y querían pelear por su libertad.  El cabecilla de este grupo era Yojanán miGush Jalab,  un hombre del norte de Israel, que había vivido personalmente la crueldad sin límites de los romanos. Yojanán se autoproclamó líder de la rebelión y mandó a ejecutar a cualquier judío sospechoso de colaborar con ellos. Para reforzar su ejército, Yojanán invito a los Edomitas, que se habían convertido al judaísmo en la época de los Jashmonayim (200 años atrás) a pelear junto a él contra Roma.  Unos 20.000 guerreros edomitas se presentaron voluntariamente.  Pero cuando llegaron a Jerusalem,  el sacerdote saduceo Janán ben Janán hizo cerrar las puertas de la ciudad y los dejó, literalmente, durmiendo afuera. Muchos edomitas, humillados, regresaron a sus tierras. Al otro día, los hombres de Yojanán abrieron las puertas de la ciudad, hicieron entrar a los edomitas y se enfrentaron a los hombres de Janán. A Janán lo asesinaron los edomitas junto a muchos de sus hombres. Según Flavio Josefo, el asesinato de Janán marcó el comienzo de la guerra civil judía.

LOS JUEGOS DEL HAMBRE

Pero las divisiones recién comenzaban…. Aprovechando el caos y la confusión que esta guerra civil generaba, otro caudillo judío, Shimón ben Guiorá, llegó a Yerushalayim con un ejército de unos 12.000 hombres. Shimón también aspiraba al liderazgo y enfrentó abiertamente a Yojanán miGush Jalab.  Los edomitas que se habían decepcionado del carácter narcisista de Yojanán se unieron a Shimón. Algo más sucedió: el segundo hombre más importante del ejército de Yojanán, Elazar ben Shimón, se separó de Yojanán, formó su propio ejército y se enfrentó a Yojanán y a Shimón, con la intención de liderar la rebelión.  Cada uno de estos tres hombres dominaba una parte de la ciudad de Yerushalayim y sus ejércitos se enfrentaban a muerte unos contra otros.   Estas batallas duraron por 3 años y produjo la muerte de miles de Yehudim. La Guemará en Masejet Guitín (56a) cuenta que los rabinos de esos tiempos, entre ellos Rabbán Shimón ben Gamilel y Rabbán Yojanán ben Zakai, cuando vieron estas feroces guerras internas, entendieron que así sería imposible resistir y enfrentar a los Romanos y sugirieron rendirse. Los rebeldes, a los que la Guemará llama “biryonim”,  se opusieron a los Rabinos.  Y cuando comenzó el sitio a la ciudad hicieron lo impensable: incendiaron los depósitos de comida donde había grano, madera y aceite suficiente para sobrevivir el sitio romano por varios años, y así forzar a los judíos a pelear.  La falta de comida trajo una terrible hambruna en Yerushalayim que cobró la vida de decenas de miles de víctimas.

¿COMO VENCER A LOS JUDIOS?

Mientras tanto, en Roma el emperador Nerón envió al general Vespasiano a sofocar la rebelión de los judíos y recuperar el control de Jerusalem. Los hombres de Vespasiano le contaron acerca de las guerras internas entre los judíos y le aconsejaron que atacará la ciudad de inmediato.  Vespasiano se rehusó a atacar y explicó que los judíos no estaban fabricando armas, ni reforzando las fortificaciones, ni asegurando las murallas de la ciudad: los judíos se estaban debilitando, matándose unos a otros. Y si él atacaba, lo único que lograría sería unir a los bandos enemigos. Y lamentablemente Vespasiano tuvo razón. La guerra entre Yojanán, Shimón y Elazar solamente se detuvo cuando el ejército romano derribó las puertas de la ciudad y entró en Yerushalayim. Recién entonces las tres facciones, a regañadientes, se unieron para defender la ciudad. Pero ya era demasiado tarde….

¿APRENDIMOS LA LECCIÓN?

Los romanos no destruyeron Jerusalem. Los romanos encontraron una ciudad que ya estaba destruida por dentro, y le prendieron fuego.  Fuimos nosotros mismos quienes no supimos estar unidos cuando más lo necesitábamos; quienes nos dejamos llevar por «sinat jinam», una rivalidad banal entre hermanos. Un odio absolutamente innecesario que nos cegó y nos impidió ver y prevenir el mal. Una hostilidad injustificada e ilógica entre miembros de la misma familia por el que pagamos con el precio más caro: la destrucción de Jerusalem y el exilio, del cual recién estamos saliendo. Espero y rezo para que este Tishá BeAb aprendamos la lección y seamos más tolerantes y respetuosos unos con otros.  Dijeron nuestros sabios: si el Bet haMiqdash fue destruido por un odio irracional (sinat jinam) entre hermanos judíos, el próximo Bet haMiqdash será reconstruido cuando nos comportemos con amor incondicional (ahabat jinam) los unos hacia los otros.

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