Los Sabios explicaron que el mandamiento de honrar a los padres continua más allá de esta vida. Esta idea, en primer lugar, nos ayudará a comprender un poco mejor la diferencia entre dos obligaciones Bíblicas que parecen similares: respetar y honrar a los padres. Respetar consiste básicamente en “obedecer” y no contrariar a los padres. Esto, evidentemente, no se lleva a cabo cuando nuestros padres ya no están con vida. La segunda Mitsvá, sin embargo, la que se refiere al honor a los padres, se puede manifestar también luego que nuestros padres fallecen honrando su memoria.
Uno de los honores más respetados en el pueblo judío, independientemente de los diferentes niveles religiosos, es la recitación del Kaddish por parte de los hijos del fallecido. El texto del Kaddish no contiene ninguna alusión directa al fallecido o a la muerte. El Kaddish es una de las plegarias más elevadas de alabanza a Dios. ¿Por qué? Porque en el Kaddish declaramos que nuestra posibilidad de reconocer Su grandeza, Su sabiduría, y todo lo que HaShem hace por nosotros, etc. es muy limitada. Y que en consecuencia nuestras alabanzas siempre serán insuficientes. Esta profunda reflexión, que trate de resumir en muy pocas palabras, hace que el Kaddish sea considerado filosóficamente como una de las plegarias más elevadas. Tanto es así que aunque no se menciona específicamente el Nombre Divino, el Kaddish solo puede ser recitado en presencia de un Minyán (10 hombres judíos, mayores de 13 años). Recitar el Kaddish, inspirando a la congregación a esta singular alabanza es considerado un gran honor que la milenaria tradición judía confiere a los que están de duelo, para honrar así la memoria de sus seres queridos.
El Kaddish por los padres se recita todos los días, prácticamente durante un año a partir del fallecimiento. Luego del año, los hijos recitarán el Kaddish durante la semana del aniversario del fallecimiento de los padres. Esta conmemoración se llama en hebreo “hazkará”, y es conocido también como yohtrtzait, es decir, el día del aniversario del fallecimiento del padre o la madre, que los hijos conmemoran durante el resto de sus vida. La costumbre Ashkenazí es también recitar el Yizkor, una oración recordatoria prunicada en las festividades mayores en la que solo participan aquellos miembros de la comunidad cuyos padres no están ya con vida.
Hay otras maneras de honrar la memoria de nuestros padres.
Estudiar Torá, difundir la Torá, organizar o auspiciar la realización de clases de Torá, etc. se considera también una forma de honrar la memoria de los padres. Y por eso muchas veces se promocionan libros, clases de Torá, etc. “leiluy nishmat” en memoria, o por la elevación del alma de nuestros seres queridos. A diferencia del Kaddish, que solo lo recitan los hijos varones, estas obras de bien pueden y deben ser realizadas por los hijos y las hijas de los fallecidos.
Sin duda, el honor más básico a la memoria de nuestros padres se relaciona con el modo que llevamos adelante nuestras vidas. Cuanto mas significativas y dignas sean nuestras vidas, mayor será el honor que se atribuirá a nuestros padres (y viceversa). Pensemos por ejemplo en actos extraordinarios de integridad, obras de caridad, asistencia social, ayuda a los huérfanos, viudas, enfermos, etc. Cuando una persona actúa noblemente, inspirado en el ejemplo de sus padres, no es raro escuchar frases como: “Yo conocí a su padre, y veo que su hijo/a está siguiendo sus pasos”; “Digno hijo de su padre”, “Si su padre viviera , ¡que orgulloso estaría de él!”.
El buen nombre de los hijos, y las acciones de bien practicadas por los hijos, son directa o indirectamente un altísimo honor para los padres ya fallecidos.