sábado, abril 20, 2024
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NO ROBARAS: El Octavo Mandamiento y el Tráfico Humano

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לא תגנב
La Perashá de esta semana contiene los famosos Diez Mandamientos.  El octavo mandamiento es uno de los menos conocidos. Me refiero a que no muchos saben que la tradición judía explica que este mandamiento NO se refiere al robo de posesiones materiales sino al robo de personas: el secuestro extorsivo o el tráfico humano.
¿Pero cómo sabemos que “no robarás” se refiere al secuestro?
El texto de la Torá esta sujeto a la interpretación de la tradición oral, lo que se llama en hebreo la Torá shebe’alPé. Y la tradición oral explica que el contexto de este mandamientos no se refiere a daños y perjuicios materiales sino personales.  Por ejemplo: “No matarás” se refiere sólo a no matar personas. La prohibición de matar innecesariamente animales o la indemnización que debe pagar quien mata al animal del prójimo, son temas que están abordados en otros versículos de la Torá. De la misma manera, el robar posesiones ajenas está legislado en otro precepto que figura en el libro de Vayiqrá. Allí la Torá dice לא תגנבו “No robareis, no engañareis ni mentiréis unos a otros” (Lev. 19:11).
El octavo mandamiento, entonces, no se refiere al robo o al hurto sino al robo de personas: el secuestro, la maxima expresión y la forma más cruel del robo. No es robarle a alguien su dinero o su celular: es robarle a alguien su libertad, o en muchos casos, su vida. No en vano la Torá condena al secuestro con la pena máxima.
En la antigüedad la mayoría de los secuestros no eran extorsivos, es decir, secuestros donde la víctima podía ser liberada si su familia pagaba un rescate. En la antigüedad se secuestraba principalmente para esclavizar. Cuando un pueblo invadía a otro la parte más importante del botín de guerra eran los esclavos. Los prisioneros sobrevivientes del pueblo vencido eran tomados como esclavos de por vida.
Poro la esclavización sucedía también fuera del contexto de una guerra, en un escenario puramente “comercial”.  Pensemos en los cazadores de humanos profesionales que se adentraban en África para capturar y esclavizar a la población nativa, que luego era deportada a otros continentes para su comercialización. O en los piratas que atacaban barcos de pasajeros en alta mar para secuestrar personas y comercializarlas en los mercados de esclavos.
Durante la edad media, y especialmente en las décadas que siguieron a la expulsión de España, decenas de miles de judíos fueron víctimas de tráfico humano. En el siglo 16 los refugiados judíos españoles, en su mayoría muy pobres y que trataban de encontrar un nuevo destino, eran capturados por piratas (o a veces por la propia tripulación) en las frágiles embarcaciones que los sacaban de la Península. Los secuestradores llevaban a los esclavos judíos especialmente a los puertos de Italia y Turquía, sabiendo que la comunidad judía iba a hacer máximos esfuerzos económicos por rescatar a sus hermanos, (Pidyón shebuim= rescate de un correligionario judío secuestrado, considerado el más importante acto de Tsedaqá).
Lo peor es que los secuestros y la esclavitud, lamentablemente, no son cosas del pasado. El secuestro extorsivo es común en muchos países. Y la esclavitud también.  Si uno escribe en Google el país Mauritania, por ejemplo, una de las primeras cosas que va a encontrar es información sobre la esclavitud, ya que no es ningún secreto que hasta el día de hoy, entre el 10% y el 20% de la población de Mauritania vive literalmente esclavizada (ver  aquí este estremecedor informe de CNN).
Millones de personas son secuestradas también en Sudamerica, Asia y hasta Europa, para ser luego víctimas del “tráfico humano” o “trata de personas”. La mayoría son mujeres y niños. A veces las personas son sometidas por la fuerza y muchas veces son engañadas, para luego ser sometidas, privadas de su libertad y obligadas a trabajos forzados de todo tipo.
En 2012, la Organización Internacional del Trabajo estimó que 21 millones de individuos están atrapados en la esclavitud moderna. De estas personas, 14,2 millones (68%) son explotadas para mano de obra, 4,5 millones (22%) son explotadas sexualmente y 2,2 millones (10%) son explotadas en el trabajo forzado impuesto por el mismo estado.
Según la OIT la “industria del tráfico humano” genera para los criminales beneficios estimados en 150.000 millones de dólares anuales (2014).
 (Para más información ver aquí el informe mundial de las Naciones Unidas sobre la trata de personas).
Creo que cuando somos consientes de lo que significa el tema de la esclavitud y el tráfico humanos comprendemos mejor por qué el octavo mandamiento se refiere al secuestro: porque dentro de la categoría “NO ROBARAS” no hay robo más serio, cruel y trágico que el robo de personas.
Y cuando leemos las cifras del trafico humano en nuestro mundo moderno creo que vemos una vez más que los preceptos de la Torá “no han pasado de moda”. El octavo mandamiento, NO SECUESTRARAS, sigue siendo hoy tanto o más relevante que nunca.
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