martes, octubre 15, 2024
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El Ayuno del 10 de Tebet

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Mañana domingo 8 de Enero observaremos el ayuno de Asará beTebet (10 del mes de Tebet). El ayuno comienza al amanecer y concluye al anochecer (en NY, comienza a las 6.24 am hasta las 5.04 pm). Ver AQUÍ   los horarios para cada ciudad.
El evento principal que rememoramos en este día es el asedio a Yerushalayim por Nebujadnezzar, rey de Babilonia. El sitio de la ciudad marcó el comienzo de la batalla que finalmente destruyó Jerusalem y nuestro primer Bet haMiqdash en el año 586 antes de la era común. Cientos de miles de Yehudim murieron de hambre durante el sitio; fueron muertos en batalla, capturados como esclavos o enviados como prisioneros de guerra al exilio en Babilonia. Como todos los días de ayuno, debe ser dedicado a la Teshubá (retorno, arrepentimiento). En las palabras de Maimónides (MT, Hiljot Ta’anit, 5:1), en los días de ayuno «debemos recordar nuestras transgresiones y errores, que son similares a los errores cometidos por nuestros antepasados.» Esas transgresiones trajeron la destrucción de nuestro Bet haMiqdash y el distanciamiento de la Shejiná, la presencia de Dios, de nuestro medio. El acortamiento de la distancia entre nosotros y nuestro Creador está en nuestras manos. Y una renovada cercanía con Boré Olam nos traerá más cerca de ver a nuestro Bet haMiqdash, una vez más, reconstruido.

 

Hay otros dos eventos que también recordamos en este día. La traducción de la Torá al idioma griego  (que ocurrió el  8 de Tebet), y la muerte de Ezrá haSofer (9 de Tebet).
El 8 de Tebet, aproximadamente en el año 260 aec, en Alejandría, Egipto, el rey Ptolomeo ordenó a 72 eruditos judíos, traducir la Torá al Griego. El Rey Ptolomeo intentaba demostrar la inexistencia de una interpretación judía unificada de la Torá, y así tener una excusa para delegitimizar la tradición judía y humillar al pueblo de Israel. Para este efecto, los Sabios judíos fueron colocados en cuartos de trabajo separados. Así, pensó el monarca griego, sería imposible que todos tradujeran de la misma forma el texto bíblico. Sin embargo, milagrosamente, todos los sabios tradujeron cada palabra de la Tora de la misma forma. La traducción de la Torá al griego fue considerada por la historiografía judía como un evento muy negativo. ¿Por qué? Porque la Biblia hebrea pasó a ser desde ese momento un libro que los gentiles se jactaban de comprender plenamente, incluso cuando ignoraban por completo el idioma original de la Torá, el hebreo, y la tradicional interpretación judía. Tres siglos más tarde, la Septuaginta allanó el camino para el avance de religiones «bíblicas» no-judías.   Como lo explica Timothy McLay, «las Escrituras judías tal como fueron estudiadas, leídas e interpretadas en la lengua griega, fueron la base de gran parte, si no de la mayoría, del contexto interpretativo del Nuevo Testamento.» A diferencia de los cultos paganos, que eran claramente antagónicos a la Torá, estas nuevas religiones estaban supuestamente basadas en la Torá. Irónicamente, la Biblia se interpretaba a voluntad y capricho para justificar ideas o creencias no-judías o incluso anti-judías ¡»en el nombre de la Biblia»!  Toda esta nueva tendencia causó tragedias incontables para el pueblo judío durante siglos o milenios.

 

Otro de los eventos que recordamos es la muerte de Ezrá haSofer, que ocurrió el 9 de Tebet. Setenta años después de la destrucción del primer Bet haMiqdash,  aproximadamente en el año 516 antes de la era común, muchos judíos regresaron a Erets Israel con los augurios del Emperador Persa Ciro (Koresh). Un total de 42.360 Yehudim volvieron a Israel, guiados por Zerubabel (véase el libro de Ezrá 2:64).  Años más tarde, en el año 457 antes de la era común, más judíos hicieron Aliá guiados por Ezrá el Escriba, quien fue asignado por el nuevo emperador Persa Artajshasta como el líder espiritual de los Yehudim que llegaron de Babel a Yerushalayim. Ezrá tuvo una misión muy difícil. Los Yehudim que regresaban de Babel, donde habían estado exiliados por 4 o 5 generaciones, ya habían olvidado la Torá y sus leyes y habían adoptado los valores de la cultura de Babel. Muchos, ni siquiera sabían hablar o leer hebreo.
En Yerushalayim, Ezrá estableció el Anshé Keneset haGedola, el primer Parlamento judío, compuesto por 120 sabios y profetas. Con ellos, Ezrá fijó un numero de resoluciones para revivir el estudio y el cumplimiento de la Torá y reeducar al pueblo judío. Ezrá incrementó los días de lectura pública de la Torá;  compuso el texto de la Amidá (oración principal) porque la gente se había olvidado de cómo orar correctamente; implementó que la lectura de la Torá fuese traducida al arameo; adaptó los nombres de los meses hebreos y modificó el tipo de letra (los «fonts») del texto bíblico (ketab ashurí) para facilitar el estudio de Tora, etc. Ezrá haSofer fue considerado por nuestros rabinos como un segundo Moshé Rabbenu, y como el vínculo histórico entre la Torá escrita y la Torá oral. La Torá, los rabinos explicaron, fue olvidada en el largo cautiverio de Babilonia, y fue recuperada gracias a Ezrá haSofer.
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