jueves, diciembre 5, 2024
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PRINCIPIO 6. ¿Quién puede ser un profeta?

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Comenzaremos hoy a explicar el 6to principio de la fe judía: Di-s se comunica con los hombres a través de la profecía. 
Como introducción a este fascinante tema, veremos en primer lugar cuáles son los requisitos para ser un candidato a la profecía. 

 

Los profetas de Israel fueron seres humanos excepcionales. Llamados por Dios para reencauzar (teshubá) al pueblo judío y / o a sus gobernantes. Para merecer esta delicada misión, los profetas tenían que ser individuos modelo, y poseer un carácter extremadamente refinado.

 

Maimónides explica que al profeta se lo podia reconocer porque poseía 3 características son la condición sin a qua nonpara ser candidato a recibir la visión profética. El poseer esas 3 características, sin embargo, no garantizaba que este individuo recibiera el llamado de HaShem (=profecía, en hebreo נבואה). HaShem se comunicaría o no con él, si así lo quería o si HaShem consideraba que este individuo podía inspirar al pueblo de Israel a hacer Teshubá.

 

Las 3 características del profeta son:  Fortaleza, sabiduría y riqueza material   (חכם, גיבור, עשיר).

 

En su comentario a la Mishná Maimónides explica a qué se refiere cada una de estas virtudes.

 

FORTALEZA: Esto no significa que el candidato a profeta fuera capaz de vencer a todos los hombres contra quien luchara. «Fortaleza» significa que el candidato a profeta debe ser capaz de dominarse a sí mismo. Controlar, y si es necesario vencer sus impulsos físicos. Esta fortaleza emocional debía manifestarse principalmente en las 3 siguientes areas:  a)Los impulsos más básicos como la comida y la sexualidad. El profeta, como cualquier otro Yehudí, no tenía que eliminar estos impulsos, sino encauzarlos. Es decir, darles el lugar, el tiempo y las formas que corresponde. Y resistirlos cuando no corresponde. b) Luego están los instintos un poco más difíciles de dominar. Estos son impulsos más sicológicos que físicos, y a diferencia de los dos primeros, no los compartimos con los animales. Me refiero especialmente a hablar. Controlar lo que uno dice. Por ejemplo: leshón hará, chismes, palabras ofensivas, vanidades, etc. Y también lo que uno ve, ya que lo que miramos afecta lo que pensamos. c)Finalmente, el area más difícil de dominar es el pensamiento.  El candidato a profeta debía ser capaz de controlar su mente. Poder alcanzar una concentración perfecta. Abstraerse de distracciones. Si un hombre no era capaz de fijar su pensamiento y  enfocarse totalmente en Di-s, no podría recibir Su profecía.

 

SABIDURIA: La sabiduría no consiste en saberlo todo, sino en buscar aprender de todos.  El candidato a profeta es un ser humano que nunca siente que ya no tiene más que aprender. Nunca se gradúa.  Está en un constante crecimiento intelectual y espiritual. Su sed de conocimiento se concentra particularmente en el area de Torá. El candidato a profeta quiere saber más de haShem ( ידיעת ה’). Saber más de sus obras. De su voluntad. De Su sabiduría. Quiere descubrirlo. Y a medida que la experiencia de su vida lo enriquece, el candidato a profeta llega a nuevos niveles de comprensión. Se supera a sí mismo. Evoluciona. Por ejemplo: a medida que nuestra certeza sobre la existencia de Di-s crece, nuestra percepción de la realidad que nos rodea, cambia.  Cuanto más seguros estamos de Su existencia, menos nos importan las distracciones materiales, y viceversa.
«Sabiduría» es lo contrario de «estancamiento», intelectual y espiritual.

 

RIQUEZA: Finalmente, el candidato a recibir la profecía debe ser un hombre «materialmente» rico. No debe faltarle dinero. Es decir, debe tener todas sus necesidades y ambiciones materiales cubiertas. «Rico» es aquel que no necesita más de lo que ya tiene. Sin importar cuánto tiene. En el judaísmo, la riqueza no se mide por lo que uno tiene sino por lo que uno necesita. Un candidato a profeta se consideraba rico aunque tuviera sólo un capital total de 100 pesos, si no necesitaba más que esos 100 pesos. Mientras que otra candidato sería considerado «pobre» aunque tuviera un millón si quería o «necesitaba» tener dos.  La fórmula para medir la riqueza material no es: cuanto más uno tiene, más rico es. La fórmula es:  cuanto uno menos necesita, más rico es.
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