La ceremonia de nisuj hamayim

Los días de Sucot eran días de una alegría especial en el Bet haMiqdash (Templo de Jerusalem). Además del mandamiento bíblico de tomar las cuatro especies (ארבעת המינים), habian otras dos Mitsvot que se cumplian en el Templo. Estas dos prácticas son parte de lo que se llama «Halajá leMoshe MiSinai»,  tradiciones religiosas enseñadas a Moisés en el Monte Sinaí, que no cuentan con una fuente bíblica explícita. Uno de ellas era nisuj hamayim(la libación del agua) también conocida como la ceremonia de verter agua sobre el altar.

Los rabinos describen la gran alegría de esta ceremonia:

«Quien no ha visto la celebración de la libación del agua nunca ha experimentado la verdadera alegría. Grandes lámparas de oro eran izadas, con cuatro tazas de oro en la parte superior de cada lámpara. Cuatro jóvenes sacerdotes-aprendices subían a la cima, llevando inmensas jarras de aceite con las que se llenaban las lámparas. Una vez encendidas, no había un patio en toda Jerusalén que no brillara con la luz que emanaba desde el Templo. Se construían unos palcos especiales para permitir a las mujeres de Israel ver los sabios del Sanhedrín mientras bailaban. La gente cantaba, los hombres justos y piadosos bailaban delante de ellos, mientras hacían malabarismos con antorchas encendidas. Los levitas permanecían de pie en los quince escalones que descendían desde la corte de Israel hasta la corte de las mujeres, interpretado música con liras, arpas, trompetas y muchos otros instrumentos. Dos sacerdotes se paraban en la parte superior de las escaleras, a cada lado de la entrada de la gran puerta de la Corte tocaban trompetas de plata [estas eran trompetas reales,  no shofarot, como se puede ver en el vídeo que se presenta a continuación].

Todo esto se hacía para honrar el mandamiento de la libación del agua. Al amanecer, la gente procedía con melodías y cantos hacia la fuente del Shiloaj, al pie de las murallas de Jerusalén. Un Cohen llevaba consigo una jarra de oro especial y la llenaba con el agua de ese manantial. Entonces la congregación ascendía de nuevo al Templo, encabezada por el sacerdote que llevaba el agua. Al llegar al templo, él traía la botella hasta el altar, y derramaba el agua en una vasija de plata en una esquina del altar.

(Tratado Sucá, Capítulo 5)

Esta ceremonia estaba conectada a la lluvia y era acompañada por Tefilot y oraciones de alabanza,  confiando que HaShem bendecirá con la lluvia a la tierra y a sus productos en año entrante.

Por primera vez, desde la destrucción del Segundo Templo, la ceremonia de verter el agua se escenificó en Yerushalayim ayer, 18 de Tishri. La intención de este evento fue practicar la celebración de nisuj hamayim para aprender todos los detalles prácticos de esta ceremonia. Y esperando que BH muy pronto podamos celebrar todos juntos nuestras hermosas fiestas en el Bet haMiqdash  תותבב»י, אמן.



Rezar por la lluvia ¿en singular o en plural?

A partir del primer día de Sheminí ‘Atseret (este lunes pasado) comenzamos a recitar en la Amidá la oración mashib haruaj umorid hagueshem. En esta oración expresamos nuestro reconocimiento que es el Creador quien «hace que el viento sople, y que la lluvia descienda [sobre la tierra]». Con estas palabras alabamos a HaShem por el milagroso mecanismo al cual lamamos clima, el cual ente otras cosas, produce la lluvia que tanto necesitamos. 
En esta oración no estamos «pidiendo» a Dios que nos envíe la lluvia. Sólo estamos reconociendo Su poder e intervención para hacer llover. La oración en la que solicitamos la lluvia se llama barej ‘alenu  y se dice más tarde. Pero ¿por qué no pedimos lluvia ahora, cuando en la tierra de Israel esta comenzando el otoño, que es cuando se espera y más se necesita lluvia? 
La respuesta es simple. En el antiguo Israel los judíos llegaban caminando hasta Jerusalén desde lugares muy distantes para celebrar la fiesta de Sucot (o Pesaj o Shabu’ot). Después de Sheminí Atseret, o sea anteayer,  los viajeros regresaban a sus casas a pie. Los rabinos observaron que las ciudades más lejanas de donde llegaban los peregrinos estaban cerca del río Eufrates (hoy entre Siria e Irak) y calcularon que se necesitaban dos semanas para caminar desde Jerusalem de regreso a esas tierras. Los rabinos no vieron con buenos ojos que un judío en Israel estuviese rezando a Dios por lluvia, sabiendo que algunos de sus hermanos todavía estaban caminando de vuelta a sus casas, y para ellos la lluvia no iba a ser una bendición en ese momento. Los rabinos establecieron entonces que la oración por la lluvia se dijera dos semanas después de Sucot. Cuando todos los viajeros ya están de regreso en sus casas, sanos y salvos. 
Por eso, en Erets Israel, incluso en nuestros días, se comienza la oración en la cual se pide por la lluvia , barej ‘alenu, a partir  del 7 de Jeshván, exactamente dos semanas después de Sheminí Atseret (como explicaremos más adelante, fuera de Israel, esta berajá se recita en el mes de Diciembre)    
Esto nos enseña una gran lección que va más allá de la Tefilá por la lluvia.  A veces podemos rezarle a Dios pidiéndole algo que es bueno para nosotros pero malo para otras personas. Como en el caso de la lluvia, que era buena para los campesinos pero mala para los viajeros. Esta es una de las razones por las que siempre oramos en plural. Por ejemplo: en la oración donde le pedimos a HaShem por nuestro sustento (parnasa)  no decimos: «concédeme a mí Tu bendición» sino que decimos «concédenos Tu bendición», incluyendo a todos los demás.   Esto significa que estoy pidiéndole a Dios que me otorgue a mí, y simultáneamente a mi competidor –al comerciante que vende la misma mercancía que yo, a los mismos clientes que yo les vendo–las mismas bendiciones! 
Lógicamente, uno podría pensar que si la HaShem le concede sus deseos a mi vecino/competidor, eso le va a restar a mi propia bendición. Este es el pensamiento negativo que debemos evitar. Pensar que necesariamente alguien tiene que perder para que yo pueda ganar. Nuestros Sabios nos enseñan que la bendición de HaShem alcanza para que todos ganen y nadie pierda, ya que es infinita.  Asi, orar en plural nos entrena a superar nuestro egoísmo, y refuerza nuestra sensibilidad hacia los demás. 
Curiosamente en marketing moderno se habla del pensamiento positivo win/win (donde las dos partes ganan) como el ideal en el mundo comercial, y ya se ve como algo pasado de moda el antiguo modelo win/lose, donde para que uno gane, siempre alguien tiene que salir perdiendo.