¿Pedir perdón cuando uno tiene razón?

אמר רבי אלעא: אין העולם מתקיים אלא בשביל מי שבולם עצמו בשעת מריבה, שנאמר: תולה ארץ על בלימה

“El mundo se mantiene por el mérito de quienes se controlan y no escalan un conflicto”

CUANDO NUNCA SE GANA
Muchas veces en nuestras relaciones personales más cercanas, particularmente en la relación de esposo y esposa, enfrentamos una decisión difícil: convencer al otro que tenemos razón, o ceder y vivir en paz. Me di cuenta de la naturaleza de este tipo de elección por primera vez cuando era adolescente y leí el famoso libro de Dale Carnegie «Cómo hacer amigos e influir en las personas». Carnegie, sin referirse a conflictos entre marido y mujer, sino entre amigos o conocidos, afirma que cuando uno discute siempre tiene el riesgo de perder. ¿Por qué? Primero porque es posible que uno pierda el argumento, la discusión. Y segundo porque aún ganando el debate y teniendo la razón, se puede perder un amigo o dañar la amistad. En realidad, la posibilidad de que la persona con la cual estamos discutiendo cambie de opinión al escuchar nuestro argumento es muy pequeña. La mayoría se guía por emociones más que por la razón, especialmente en conflictos de carácter personal. Es muy improbable que la persona con la cual estamos discutiendo nos diga:  “Gracias por iluminarme con tu sabiduría” o “Tienes razón, ahora entiendo tu punto de vista”.

¿SER FELIZ O TENER RAZÓN?
Muchos problemas en las relaciones de pareja caen en este callejón sin salida. No logramos resolver nuestros conflictos porque ¡queremos demostrar que tenemos razón!  Sin embargo, si pensamos con un poco más de humildad, reconoceremos que en todo conflicto cada uno de los lados tiene “un poco de razón” y “un poco de culpa”. No existe una sola manera de ver las cosas. No es racional pensar que solamente yo sé lo que hago, y solamente yo comprendo la situación. Para lograr este cambio de actitud y estar dispuestos a no enfocarnos tanto en “tener razón” conviene que nos recordemos a nosotros mismos que nuestro principal objetivo en el matrimonio es vivir en paz y disfrutar de la felicidad que nos brinda estar casados y tener una familia. Y saber que para tener una vida feliz tenemos que estar dispuestos a hacer algunas concesiones. En el matrimonio, en particular, muchas veces se necesita sacrificar el ego para ser más felices…

¿POR QUÉ «YO» TENGO QUE DISCULPARME?
Hace muchos años un amigo de México, el Sr. Jacobo Sofer, me enseñó algo que nunca olvidaré: en Japón cuando dos personas discuten, el que tiene razón es el primero en disculparse. En esa cultura, disculparse no es una admisión de culpa: es una admisión de responsabilidad. Quien se disculpa primero asume la responsabilidad de mejorar tu situación actual y muestra que estás dispuesto a dejar tu ego a un lado. Esta no es solo una actitud muy inteligente; también es un profundo acto de amor. Al disculparme, aunque siento que estoy en lo cierto y tengo la razón, estoy demostrando que por sobre todo, valoro a la otra persona. Me importa preservar nuestra relación y por eso estoy dispuesto a concentrarme en la relación en lugar de enfocarme en la discusión (aclaro que no me refiero a discusiones sobre valores o principios morales, sino a situaciones mas bien banales y cotidianas: mala comunicación, incomunicación, interpretación de lo que dijo o quiso decir, etc.). En inglés dicen que en el matrimonio hay que elegir entre “being right of being happy”, «ser feliz o tener razón».  Por lo general no se pueden lograr las dos cosas al mismo tiempo.

LAS TRES PALABRAS MÁS IMPORTANTES
Se necesita madurez emocional para priorizar una buena relación sobre la necesidad de alimentar el ego. Y las personas que tienen más conflictos son aquellas que “están dispuestas a llegar hasta el final” para demostrar que tienen razón. Esta necesidad de “tener razón” es más común en personas que tienen baja autoestima. Disculparse, para un individuo con baja autoestima, es una misión imposible. Porque al admitir que uno está equivocado le parece como que su “seguridad interior” se desmorona. Para empeorar las cosas, las personas que no pueden disculparse a menudo «culpan a la otra persona» por sus propios errores. Culpar al cónyuge y nunca admitir la culpa es desafortunadamente la fórmula perfecta para vivir miserablemente y en permanente conflicto. Por el otro lado, las personas mentalmente sanas no deberían tener problema en disculparse y asumir la responsabilidad, incluso cuando saben que gran parte de la culpa no es suya.

Probablemente, las palabras más importantes en el matrimonio no son «Te amo» sino “Perdón, estaba equivocado» (¡siempre y cuando estas palabras sean dichas con sinceridad!), ya que de alguna manera transmiten el mensaje que mi principal preocupación no es proteger mi ego sino mantener una buena relación.




SHALOM BAYIT: Paz en el hogar, y la diferencia esencial

והאדם ידע את חוה אשתו 

Génesis 4: 1

La armonía entre marido y mujer es la base fundamental de un hogar judío. En la familia judía, hombres y mujeres tienen diferentes obligaciones y cumplen diferentes roles. Porque somos conscientes de que el Creador nos formó como dos seres diferentes. Con talentos y características que son necesarios para crear sinergia en nuestro matrimonio.

Nos parecemos, pero somos diferentes. Muy diferentes. Tan diferentes que no estoy seguro si se puede clasificar a hombres y mujeres como pertenecientes a la misma especie :). No me refiero sólo al aspecto físico, sino más que nada al área psicológica y mental.  Hoy en día, gracias a los avances en tecnología médica y científica, sabemos mucho mejor cómo funcionan el cerebro y las hormonas. Y los científicos han descubierto que somos mucho más diferentes de lo que suponíamos cuando John Gray nos enseñó en 1992 que los hombres veníamos de Marte y las mujeres de Venus. La disimilitud entre hombres y mujeres es muy profunda y tiene un origen biológico. Esto lo explica con maestría el neurocirujano Simon Baron-Cohen, un especialista en psicología biológica, en su libro revolucionario: “La diferencia esencial”, donde explica que existen dos cerebros humanos: el femenino y el masculino.

Reconocer estas diferencias nunca fue más necesario que en nuestros días.

Primero, porque el nivel de interacción y comunicación que se espera entre hombres y mujeres, especialmente en el matrimonio, es mucho más intenso y activo de lo que era desde el principio de la humanidad. Incluso en el pasado reciente, la interacción entre los cónyuges era limitada y reservada a conversaciones sobre el funcionamiento de la casa, las necesidades materiales, la educación de los niños, etc. La conversación emocional, el intercambio: “Cómo te sientes / cómo me siento”, un diálogo que para la mujer es natural y terapéutico, no tenía mucho lugar entre esposo y esposa.  Las mujeres hablaban sobre sus problemas y emociones con otras mujeres: madre, hermana y vecina. Hoy, sin embargo, la expectativa de interacción entre marido y mujer es diferente. Una esposa moderna, intuitivamente, espera que su esposo empatice con sus emociones, sus problemas, sus frustraciones, sus dudas y sus miedos.  La mayoría de las mujeres ignoran que para los hombres el diálogo emocional no surge de manera natural.  Los hombres, en general, no sobresalen en el arte de comunicar emociones y sentimientos.  Para un hombre, participar en una conversación emocional requiere aprendizaje y entrenamiento. Porque cuando un hombre se enfrenta a un problema, no siente la necesidad de compartir o hablar sobre ellos con otras personas. Ni siquiera con su esposa. El hombre tiene un mecanismo mental diferente (¡opuesto al de una mujer!) para procesar sus tensiones y emociones.

Por otro lado, muchos hombres piensan que las esposas hablan demasiado, o que hablan en círculos, o que no saben cómo expresar claramente lo que quieren. Y se comunican con sus esposas como se comunican con “Alexa” o “Siri”. No saben que las mujeres no solo hablan para comunicar un problema, sino que también usan la comunicación para descargar sus problemas. Para colmo, de estas diferencias fundamentales entre hombres y mujeres, poco se sabe. No muchas personas han escuchado que los dos cerebros son diferentes. Lo sé porque he dado varias clases sobre «Cerebro femenino contra cerebro masculino» y generalmente no encuentro muchas personas que conozcan estos temas.

En segundo lugar, en nuestros días una gran parte de la sociedad moderna no considera políticamente correcto hablar de diferencias psicológicas, mucho menos biológicas, entre hombres y mujeres. La visión ultra feminista postula que lo que distingue a los hombres de las mujeres son elementos estrictamente sociales y culturales. Según esta ideología liberal, “diferencia” es igual a “desigualdad”. Por lo tanto, razonan, deberíamos educar a la nueva generación de manera neutral, ni como hombres ni como mujeres, y así las diferencias desaparecerán.

La ignorancia de las diferencias innatas entre los géneros, el hecho de que tan poco se enseñe al respecto y la negación deliberada de estas diferencias, es en gran parte responsable de la crisis actual de la institución del matrimonio.

¿Qué hacer?

La primera vez que la Torá habla de amor es en referencia a Adán y Eva. Y en ese contexto, la palabra que usa la Torá para describir el amor es “yada‘», es decir: “saber”, :”conocer”.  «Adán conoció a Eva, su esposa Eva» (Génesis 4: 1). Es muy difícil, o imposible, amar a otra persona sin conocerla , sin saber cómo él o ella piensa, cómo razona y especialmente cómo transmite y comunica sus emociones. Amar es conocer y conocer es amar.  Aprender más sobre nuestra esposa o esposo – y lo que caracteriza a su género- es querer amarlo más.




GENESIS 2:18: No es bueno que el hombre este solo

לא טוב היות אדם לבדו

“No es bueno que el hombre este solo…”  Génesis 2: 18

En el segundo capítulo de Bereshit (Génesis) la Torá nos cuenta en más detalle la creación del hombre y de la mujer.  Nos explica que el Creador inicialmente creó al hombre solo, sin la mujer, y luego, en una segunda etapa creó a la mujer.

HOMBRE y MUJER ¿QUIEN ES SUPERIOR?

Este orden en la Creación no establece ni sugiere un nivel de superioridad del hombre. En realidad se podría argumentar todo lo contrario. 1. En el relato de la Creación vemos una “evolución” desde lo menos sofisticado a lo más sofisticado.  Primero HaShem crea la materia: átomos. Luego con los átomos crea la atmósfera y los continentes. Recién al final del Tercer Día de la Creación aparecen las primeras células con la creación de las plantas.  Luego, en el Quinto Día, llegan los animales ovíparos: insectos, aves, peces, reptiles, anfibios. En el Sexto Día HaShem crea  a los mamíferos, seres que son superiores a los ovíparos (sangre caliente, cerebro más complejo, producción de leche etc.) .  Al final del Sexto Día HaShem crea al hombre, un mamífero, pero con un elemento Divino superior: su inteligencia.  Y la mujer aparece al final. Fue la última creación Divina. Y explicaron los Sabios que la mujer fue creada con biná yeterá, una inteligencia superior.    2. El hombre fue creado a partir de una fuente “inferior”, el polvo de la tierra, al igual que los mamíferos.   La mujer, y solamente la mujer, fue creada a partir de un cuerpo vivo, una  fuente «superior» al polvo de la tierra.

SPECIAL DELIVERY (Creada por pedido especial)

Hay otra lección muy importante que se aprende del orden el el cual la mujer fue creada. En Bereshit 2:18-20, el Creador le muestra al hombre los animales.  Adam, el primer hombre,  es invitado a designar el nombre de los animales y reconocerlos como una categoría diferente del ser. El famoso comentarista bíblico Radaq explica que este encuentro entre Adam y los animales le sirvió al hombre para reconocerse a sí mismo como un ser que, a diferencia de todos los demás, posee un elemento “divino” superior: su espíritu, su inteligencia. Además, si bien el elemento sexual todavía no aparece en este contexto, el «género», lo masculino y lo femenino, también es reconocido por Adam en los animales al verlos en parejas.  Y fue entonces o gracias a esto que Adam se dio cuenta que él estaba solo.   La Torá afirma que el hombre no encontró entre los animales una “compañía” (עזר), o sea, alguien más, de un género diferente, pero (כנגדו) “en un nivel similar”, alguien en su mismo nivel mental, con la posibilidad de pensar y elegir.  El encuentro con los animales le ayudó a Adam a comprender simultáneamente su singularidad y su soledad. Quizás ésta sea la razón por la cual HaShem no creó a la mujer al mismo tiempo que al hombre. Para que el hombre llegue a darse cuenta por si mismo , gracias a su inteligencia Divina, que precisa de una compañía y que esa compañía (o compañera) todavía no existe.  Y así, aún antes de que la mujer o la sexualidad existiese, el hombre ya “desee” a la mujer.

La mujer no fue impuesta por Dios al hombre. Fue el hombre quien solicitó a HaShem que creara a la mujer. Los rabinos del Midrash expresaron esta profunda idea explicando que después de conocer a los animales Adam rezó (esta fue fue la primera plegaría!) y le pidió a HaShem una compañera a su nivel.