RESUMEN DE LA PARASHA VAYERA



ABRAM LLEGA A CANAAN
Dios le ordena a Abram que deje la tierra de sus padres y que se traslade a la tierra que Él le mostrará. Dios promete convertir a Abram en el patriarca de una gran nación. Abram obedece y se muda a Canaan (Israel) llevando con él a su esposa Saray y a su sobrino, e hijo adoptivo, Lot. Una vez que Abram llega a Canaan, Dios le promete que le dará esa tierra a sus descendientes. Abram, a sus 75 años, todavía no tenía hijos.
EGIPTO
Abram busca establecerse en Canaan, pero una gran hambruna, producto de la sequía, lo obliga a trasladarse a Egipto, donde hay comida. Cuando llega, y por temor a que los egipcios lo maten para tomar a Saray, pretende ser su hermano. Tal como Abram lo sospechaba, debido a su extraordinaria belleza, Saray es llevada por la fuerza al Faraón. Pero Dios castiga al Faraón y a los miembros de su palacio con plagas, lo que lleva al Faraón a liberar apresuradamente a Saray y a recompensar a Abram con generosas riquezas «por las molestias causadas». Abram regresa a Canaan con Saray sana y salva y con una gran fortuna.
LOT LLEGA A SEDOM
Lot también hizo fortuna en Egipto y nos cuenta la Torá que los pastores de Lot se peleaban con los pastores de Abram por cuestiones de territorio. Abram le ofrece a Lot separarse y Lot entonces se traslada a la ciudad de Sodoma, que era famosa por sus despiadados e inmorales habitantes. Dios le vuelve a prometer a Abram que sus descendientes heredarán esa tierra y que llegarán a ser tan numerosos como el polvo de la tierra.
LA GUERRA Y EL BOTÍN
La tierra de Canaan es invadida por varios reyes del medio oriente que peleaban entre sí. Los reyes arrasaron con la región de Sodoma y se llevaron cautivos, entre ellos a Lot. Al enterarse, Abram arma un ejército de más de 300 hombres, derrota al contingente que llevaba a los cautivos, los libera y le devuelve a botín al rey de Sodoma. El rey le agradece por los cautivos y le ofrece a Abram quedarse con el botín de la guerra. Pero Abram rechaza la generosa y merecida oferta argumentado que no quería que ningún hombre dijera» “yo fui quien hizo rico a Abram”. La intención de Abram es que su riqueza y su bendición sea atribuida únicamente a Dios.
LA PROMESA MÁS HERMOSA
Dios le habla nuevamente a Abram y le promete que será recompensado por su rectitud. Por primera vez, Abram menciona entonces que no tiene hijos y le pregunta a Dios ¿quién me heredará entonces, si a mi avanzada edad todavía no tengo ni un solo hijo? Dios le asegura a Abram que tendrá un hijo y le promete que sus descendientes serán tan numerosos como las estrellas del cielo. Dios y Abram celebran un pacto como testimonio de que en un futuro sus descendientes heredarían la tierra de Israel. Pero que primero serán exiliados y sufrirán la esclavitud y recién despues regresarán y heredarán la tierra de Canaan.
ADAPTAR AL HIJO DE HAGAR
Al ver que no podía tener hijos con Abram, Saray sugiere que Abram tuviera un hijo con su sierva egipcia, Hagar. Hagar quedo embarazada y entonces comenzó a ser despectiva con Saray, quien respondió con mano dura, e hizo que Hagar se escapara de allí. Un ángel animó a Hagar a regresar a la casa de Saray, prometiéndole que su hijo se convertiría en una gran nación. Hagar obedeció y regresó y al poco tiempo dio a luz a Yshmael.
CAMBIOS Y MÁS CAMBIOS
Dios agregó la letra hebrea “HE” ה al nombre de Abram, convirtiéndolo de ahora en más en “Abraham”, que significa: el Padre de numerosas naciones. Dios hace otro pacto con Abraham y sus descendientes: la circuncisión de todos los niños varones a los ocho días. El nombre de Saray es reemplazado por Sara, que significa “Princesa”, en el sentido de Matriarca.
Dios le promete a Abraham que tendrá otro hijo, pero esta vez de su propia esposa Sara.
A la edad de 99 años, Abraham se circuncida a sí mismo, a su hijo Yishmael y a todos los miembros de su hacienda.

Noaj (Noé) era un hombre justo y recto que “caminaba con Dios”. Mientras la humanidad se hundía en la anarquía, corrupción y violencia, Noaj permaneció fiel a los caminos de Dios. Dios le dijo a Noaj que iba a destruir la tierra debido a la maldad y el robo que se habían normalizado: “Voy a traer un mabbul (diluvio) sobre la tierra para destruir toda criatura con vida”. Pero Dios también le prometió a Noaj que establecería un pacto (de protección) con él y su familia, y le ordenó construir una tebá (arca) de madera con compartimientos para animales y depósitos para almacenar alimentos para todos los seres vivos a bordo.
Dios instruyó a Noaj que llevara al arca siete pares de los animales puros (kosher) y dos pares de los animales impuros, macho y hembra. Noaj hizo todo según lo que Dios le había ordenado. La lluvia comenzó a caer sobre la tierra y las fuentes de agua subterránea en las profundidades se abrieron y desbordaron, de manera que el agua llegaba por todos lados. Noaj, su familia y todos los seres vivos, por parejas, sobrevivieron en el arca.
El diluvio duró 40 días, cubriendo incluso las montañas más altas y destruyendo toda forma de vida. Durante los próximos 150 días, las aguas cubrieron la tierra. Dios envió poderosos vientos y las aguas comenzaron a descender y la tierra a secarse. Noaj envió un cuervo, que no encontró lugar sin agua para reposar y regresó. Luego envió una paloma, que también regresó. Siete días después, la paloma regresó con una hoja de olivo en su pico, señalando que las aguas habían bajado y ya había árboles—¡comida!—sobre la tierra. Después de otros siete días, la paloma no regresó, y Noaj supo que la tierra ya se había secado. Dios entonces le dijo a Noaj: «Sal del arca junto con tu familia y todos los seres vivos que están contigo. Fructificad y multiplicaos sobre la tierra».
Noaj construyó un altar a Dios y ofreció sacrificios de cada animal y ave pura. Dios se complació con los sacrificios y prometió no volver a destruir a la humanidad, reconociendo que la inclinación del corazón del hombre es mala desde su juventud. Dios bendijo a Noaj y a sus hijos, Shem, Jam y Yafet, y les permitió que comieran carne animal, pero les prohibió comer carne de un animal que aún no había sido sacrificado (eber min hajai, o consumir la carne de un animal mutilado). También prohibió explícitamente el asesinato. Además, estableció que el arco iris sería la señal de este pacto eterno entre Dios y la tierra. Noaj se convirtió en agricultor, plantó una viña, bebió vino, se embriagó y se desnudó en su tienda.
El hijo de Noaj, Jam, vio su desnudez —o quizás esto sea un eufemismo para no expresar explícitamente algo más serio— y se lo contó a sus dos hermanos. Shem y Yafet, respetuosamente, ingresaron a la tienda y cubrieron la desnudez de su padre. Después del diluvio, Noaj vivió 350 años, muriendo a la edad de 950 años. Tanto él como sus hijos tuvieron muchísimos descendientes, que se dispersaron por toda la tierra.
La humanidad hablaba un solo idioma y tenía un proyecto unificado: construir una ciudad con una torre —o pirámides escalonadas o zigurats—que llegara hasta el cielo para hacerse un nombre y evitar ser dispersados por toda la tierra. (O para desafiar a Dios, o para sobrevivir otro posible diluvio: las interpretaciones de la intención de la Torre de Babel varían). Dios confundió su lenguaje, es decir, los hizo hablar un idioma diferente a cada familia, y los dispersó por toda la tierra. Cada pueblo, cada nación, estará de ahora en adelante diferenciada de las otras por su lenguaje.
Esta Parashá concluye enumerando los descendientes de Shem, finalizando con Téraj, el padre de Abram, quien estaba casado con Sarai y aún no habían tenido hijos. Téraj y su familia habían salido de Ur Casdim, una ciudad en Babilonia (a 200 km de Baghdad), y habían llegado a Harán, en el sur de Turquía, en camino a la tierra de Canaán (Israel).

HaShem nos ordena nombrar jueces en todas las ciudades de Israel. Los jueces deben ser justos e imparciales y no pueden aceptar ningún tipo de sobornos.
La idolatría, en todas sus formas, está prohibida y debe ser castigada con la pena capital. Los sacrificios ofrecidos a Dios deben estar libres de defectos.
Los judíos están obligados a seguir las decisiones del Sanhedrín, que es la Corte Suprema Judía. Rebelarse contra este tribunal rabínico se considera un delito capital.
La Torá proporciona instrucciones sobre las leyes del rey judío. El principio general para el rey judío es que debe actuar con el conocimiento de que Dios es el verdadero Rey de Israel. El rey humano tiene limitaciones, para asegurarse de que permanezca consciente de su verdadero rol. No debe acumular caballos —símbolo del poder militar— tener muchas esposas ni amasar grandes riquezas personales. El rey está obligado a escribir su propio Sefer Torá, que es la constitución del pueblo judío, y llevar esa copia consigo en todo momento (como si, en el contexto actual, el presidente de un país estuviera obligado a llevar una copia de la Constitución Nacional permanentemente en su bolsillo). Esto garantiza que el monarca permanezca humilde y recuerde constantemente que su deber principal es observar la Torá y hacer cumplir la Ley de Dios en su dominio.
Dios elige a los Cohanim para servirle en Su Santuario. «Dios es su herencia», lo que significa que el Bet haMiqdash será «su territorio» (como su segundo hogar). Por lo tanto, su tribu, los Levitas, no recibirá un territorio específico en la Tierra de Israel como las otras tribus. Entonces, ¿cómo se sostendrán los Cohanim y los Levitas? Los Sacerdotes y los descendientes de la tribu de Leví se dedica a la enseñanza de la Torá y se mantendrían de una serie de impuestos y diezmos (en hebreo: “regalos sacerdotales”) que el pueblo les concede: ciertas porciones de la carne de sacrificios específicos, los diezmos de la cosecha, los frutos de la tierra, una parte de la esquila, etc.
La Torá prohíbe estrictamente la adivinación, las prácticas ocultas y las predicciones del futuro. Maimónides sostiene que todas estas prácticas de adivinación, como la astrología, etc. son ilusorias, simplemente trucos y engaños, ya que los fenómenos paranormales son ficticios y a menudo manipulados por charlatanes para engañar y explotar a la gente común. En tiempos antiguos, estas prácticas estaban profundamente arraigadas en la idolatría y la cultura pagana. La Torá nos instruye a que pongamos nuestra fe y confianza en el Creador en lugar de intentar descifrar el futuro.
Nosotros, los judíos, tenemos el privilegio de ser guiados por la Torá. Dios también nos envía a Sus profetas para transmitirnos Sus palabras, tal como lo hizo Moshe. Los profetas que Dios envía tienen la misión de advertir al pueblo cuando se desvían del camino de la Torá. Naturalmente, sus palabras deben ser escuchadas. Sin embargo, la Torá también advierte sobre aquellos que falsamente pretenden hablar en nombre de Dios. Estos falsos profetas no advertían al pueblo de sus malas acciones. En cambio, al igual que hábiles demagogos, los tranquilizaban y criticaban a los verdaderos profetas, acusándolos de alarmistas y pesimistas. Se puede reconocer a un falso profeta cuando aboga por suspender o alterar algún mandamiento de la Torá.
La Torá subraya la obligación de establecer ciudades de refugio para los casos de homicidio involuntario (un equivalente moderno sería si alguien mata a otro de manera accidental en un accidente de automóvil). Moshé ordena la designación de seis ciudades de refugio.
Para que un juicio civil o criminal resulte en una condena, es necesario el testimonio de al menos dos testigos. Aquellos que den falso testimonio recibirán el mismo castigo que buscaban para el acusado.
Hacia el final de esta Parashá, la Torá describe algunas de las leyes de la guerra y los protocolos de campaña militar. Por ejemplo, ¿quién está exento del servicio militar? Cuando los soldados se acercan al campo de batalla, uno de los Cohanim debe dirigirse a ellos, asegurándoles que no teman al enemigo, ya que Dios apoya al ejército israelí en sus conflictos. Este Cohen también enumera a las personas que deben regresar a casa: alguien que recientemente se comprometió y está por casarse; alguien que ha construido una nueva casa y aún no la ha habitado; o alguien que ha plantado un viñedo y aún no ha disfrutado de sus frutos. El Cohen además aconseja a cualquiera que sufra de ansiedad o pánico que se retire del campo de batalla para no desmoralizar a los demás soldados. Antes de enfrentarse al enemigo, se debe hacer una propuesta de paz. Solo si el enemigo rechaza esta oferta, comienza el conflicto. Sin embargo, en las guerras contra las naciones cananeas, estas poblaciones deben ser erradicadas por completo para evitar la asimilación en culturas paganas.
Esta Parashá concluye con una descripción del procedimiento legal a seguir cuando se encuentra un cadáver en un lugar no urbanizado y el perpetrador permanece sin identificar.

Moshé informa al pueblo de Israel que Dios les presenta la opción de recibir bendiciones o, por el contrario, maldiciones: las bendiciones llegarán si obedecen los mandamientos de Dios, y si no lo hacen, no recibirán estas bendiciones. Les indica que deberán proclamar las bendiciones en el Monte Guerizim y las maldiciones en el Monte Ebal. Moshé también les ordena destruir todos los ídolos paganos que encuentren al entrar en la Tierra de Israel, incluyendo los altares paganos, y les asegura que en el futuro, Dios designará un lugar específico (que será Jerusalem) donde se ofrecerán todos los sacrificios.
Está prohibido ofrecer sacrificios en cualquier lugar que no sea el designado por Dios. Sin embargo, está permitido sacrificar ganado para consumo, aunque la sangre no se puede consumir. También se aclara que el consumo de los diezmos y alimentos sagrados, de origen animal o vegetal, debe llevarse a cabo en la ciudad designada.
Moshé advierte a los israelitas que no se dejen seducir por las prácticas paganas de los cananeos y que permanezcan fieles a la Torá, sin agregar ni quitar nada de sus leyes. Si una persona se presenta como profeta y alega tener instrucciones de Dios para adorar ídolos o desviarse de la Torá, debe ser condenada a muerte, incluso si realiza actos sobrenaturales o predice eventos futuros. También se prescribe la pena de muerte para quien intente inducir a otros a la idolatría y se describe el destino catastrófico que deberá recaer sobre una ciudad que haya caído completamente en la idolatría.
Se prohíbe desfigurar nuestros cuerpos mediante diversas formas de mutilación, algo que era muy común entre los pueblos paganos. Se menciona una lista de animales y aves puros (kasher) e impuros, y se indica cuáles son las señales para distinguir entre animales y peces kasher y no kasher. Asimismo, se prohíbe comer carne de un animal que no haya sido sacrificado adecuadamente. También se menciona la prohibición de cocinar y comer carne con leche.
Después de dar un diezmo de los cultivos al Levita, se debe tomar un décimo de lo restante —el «Segundo Diezmo»— y consumirlo dentro de los límites de Jerusalem (esta ciudad, obviamente, no es mencionada explícitamente en el Pentateuco). Se hace una provisión para las personas que vivan lejos de Jerusalem, a quienes les sería poco práctico transportar los alimentos, y se explica que podrán redimir los alimentos por dinero, que luego llevarán a Jerusalem y lo gastarán allí en comida.
Hay un ciclo de diezmos de tres años. Al concluir cada ciclo, se ordena liquidar cualquier diezmo atrasado y entregarlo a sus destinatarios correspondientes. La Torá ordena a los judíos designar cada séptimo año como un año de Shemitá (año sabático). Durante este año, los acreedores deben perdonar los préstamos pendientes. La Torá menciona la importante mitzvá de ayudar a los pobres con un corazón generoso y de prestarles dinero si es necesario, incluso si se avecina el año de Shemitá (en el cual las deudas son perdonadas).
Un esclavo judío debe ser liberado después de seis años de servicio y debe recibir generosos regalos de parte del patrón cuando sale para rehacer su vida con dignidad. El primogénito macho del ganado debe ser consagrado y entregado al Cohén. Si el animal no tiene defectos, primero se ofrece como sacrificio en el Templo.
La Parashá concluye con la presentación de las tres festividades de peregrinación: Pésaj, Shabuot y Sucot, y se ordena regocijarse durante estas festividades, en las que todos los hombres deben presentarse en el Templo de Jerusalem durante estos días festivos.

Esta Perashá continúa con el discurso de Moshé Rabbenu antes de despedirse definitivamente del pueblo judío, ya que Dios no le permitirá ingresar a Israel con el resto del pueblo. Moshé habla de las bendiciones que Dios brindará a Israel por cumplir la Torá. Y estas bendiciones, a su vez, le van a permitir al pueblo cumplir con la Torá en paz y sin sufrir persecuciones o pobreza material. Moshé les recuerda que HaShem es quien los asistirá en la guerra contra los enemigos y los ayudará a conquistar la tierra desplazando a los habitantes de Canaán.
Moshé también les advierte del peligro de olvidarse de Dios cuando uno se cree fuerte y poderoso, o cuando tiene su estómago lleno y piensa que ya no necesita de la asistencia divina. Una de las formas de recordar a Dios es la recitación del Birkat Hamazon, la mitsvá de agradecer a Dios después de comer.
Moshé advierte al pueblo sobre el peligro de la prosperidad y cómo la riqueza puede llevarlos a olvidarse de Dios y practicar la idolatría. La idolatría siempre se asoció con la superstición. Cuando uno tiene riquezas y no se concentra en darle el crédito a Dios por lo que uno tiene y agradecerle por Su generosidad, tiende a buscar «métodos mágicos de protección», directa o indirectamente asociados a la idolatría, ya que invocan poderes ajenos a la Torá. Esta adicción a la superstición termina alejando al hombre de Dios. Los judíos debemos ser humildes en tiempos de prosperidad económica y éxitos militares y recordar que es Dios, y no nuestro propio poder, quien nos concede el triunfo y el bienestar.
El pueblo está por ingresar a la tierra de Israel, que tendrán que conquistar militarmente. De las palabras de Moshé se puede percibir que tenían miedo de no ser merecedores de la asistencia divina en la difícil batalla que les espera, por culpa de los pecados de sus padres. Moshé les explica que, luego del pecado del becerro de oro, el pueblo judío perdió parte de su mérito. Pero les asegura que esto no debe desmoralizarlos en sus próximas batallas, ya que HaShem les otorgará la victoria y con Su ayuda derrotarán a los habitantes de Canaán. Moshé les cuenta que los habitantes de esa tierra merecen ser expulsados de la tierra santa por sus propias malas acciones, como la idolatría, el asesinato y la promiscuidad.
Moshé les presenta otros factores que también contribuirán a la futura victoria de Israel, a pesar de no ser completamente merecedores de la misma: en primer lugar, que Dios le prometió a Abraham, Yitzjaq y Yaacob que sus descendientes heredarán su tierra. Y en segundo lugar, que si Dios no les concede la victoria, el nombre de Dios será profanado entre las naciones, ya que cuestionarían Su poder para proteger a Su nación y cumplir Su promesa con ellos.
Moshé plantea la famosa pregunta: «¿Qué quiere Dios de nosotros?» Y su respuesta es que Dios quiere que sigamos los caminos de rectitud, ayuda al prójimo y justicia, por nuestro propio bien.
Gran parte de esta Perashá está dedicada a describir las hermosas características de la tierra de Israel. Y también se explica, en lo que hoy conocemos como el segundo párrafo del Shemá Israel, que la tierra de Israel, supervisada directamente por Dios, “reaccionará” por instrucción divina a nuestro comportamiento: por un lado, recompensará con abundantes lluvias nuestra lealtad a Dios. Por el otro lado, los cielos se cerrarán, no habrá lluvias y nuestra permanencia en la tierra será imposible si traicionamos nuestro pacto con Él. Como consecuencia de la pobreza, tendremos que abandonar la tierra prometida y escapar como refugiados a un exilio hostil.
El pueblo de Israel obtendrá la victoria sobre sus enemigos, logrará conquistar la tierra prometida y podrá habitar en ella para siempre si escucha los mandamientos y sigue los caminos de HaShem.

LA SÚPLICA DE MOSHÉ Y LA RESPUESTA DE DIOS
Moshe Rabbenu nos cuenta, en primera persona, que le suplicó a Dios que le permitiera entrar a la tierra de Israel. Pero Dios no aceptó su pedido y le indicó a Moshé que subiera a una montaña desde donde pudiera ver la Tierra Prometida antes de morir. Moshé instruye al pueblo judío a seguir las leyes de Dios, sin agregar ni quitar nada a los preceptos ordenados por Él. Moshé también menciona lo que sucedió con Pinejás en Baal Pe’or para mostrarle a la gente que aquellos que son fieles a Dios fueron protegidos de la epidemia y sobrevivieron.
SER EL PUEBLO ELEGIDO
Moshé le pide al pueblo que observe cuidadosamente la Torá y aprecie la sabiduría de sus preceptos y mandamientos. Moshé también exhorta al pueblo a no olvidar el día en que Dios hizo un pacto con nosotros en el Monte Sinaí. Les pide que los padres relaten este evento a sus hijos y a sus nietos: Dios no se apareció en una imagen o de forma visual: sólo percibimos Su voz. Hacer o adorar imágenes que representen a Dios es un pecado muy grave, que puede llevar al pueblo judío a perder su derecho a la tierra de Israel e ir al exilio. Pero Moshé prevé que incluso cuando el pueblo sea exiliado, Dios no lo abandonará. El pueblo finalmente se arrepentirá y volverá a Dios. La nación de Israel es la única que ha sido liberada de la esclavitud por Dios, y es el único pueblo que Dios ha escogido para revelarle Sus mandamientos. Moshé designa tres ciudades de refugio en el lado este del río Jordán. Estas ciudades proporcionaban refugio a un individuo que había matado a otra persona involuntariamente.
LOS DIEZ MANDAMIENTOS
La Torá reitera los Diez Mandamientos, recordando que el pacto del Monte Sinaí no se limita a aquellos que estuvieron físicamente presentes en el desierto, sino también a sus descendientes. Moshé le recuerda al pueblo que cuando experimentaron la revelación de Dios, escuchando la voz de Dios durante los dos primeros mandamientos se paralizaron de miedo y le pidieron a Moshé que Dios no les hablara directamente, porque no podían tolerar física o mentalmente esa experiencia sobrenatural y sentían que iban a morir. Moshé actuó como intermediario y a partir del tercer Mandamiento él le transmite al pueblo las palabras de Dios.
EL SHEMA ISRAEL
También leemos en esta Parashá el Shemá Israel. El primer párrafo contiene los principios fundamentales de nuestra Torá: la existencia y unidad de Dios; el amor que debemos tener por Dios; la obligación de enseñar la Torá a nuestros hijos; y recordar nuestros deberes hacia Dios a través de Tefillin y Mezuza.
LOS PELIGROS DE LA RIQUEZA
Dios le promete al pueblo que heredaría una tierra de bendición y abundancia (Israel). Pero Moshé le advierte al pueblo que cuando hereden esa abundancia, no deben olvidar al Creador que les proporcionó esa riqueza. Los padres también deben enseñar a sus hijos a observar todos los mandamientos de la Torá. Los judíos éramos esclavos del Faraón hasta que Dios nos sacó de Egipto para servirlo a Él. La gran diferencia entre servir al Faraón y servir a Dios es que el Faraón quería que le sirviéramos para su propio beneficio. HaShem, sin embargo, es como un padre que ama a sus hijos y les pide que lo obedezcas y sigan sus instrucciones por su propio bien. Dios quiere de nosotros lo que un padre quiere de sus hijos: la felicidad que le otorga a un individuo una vida basada en principios, rectitud y generosidad.

Este Shabbat leemos dos secciones bíblicas: Mattot y Mas’e. En Mattot, encontramos varios temas importantes. En primer lugar, se destaca el valor de las promesas y cómo cancelarlas cuando resulta imposible cumplirlas. Luego, la Torá relata lo sucedido con los madianitas, quienes intentaron atacar a Israel, y la captura de prisioneros y el botín de guerra. Todas las tribus aumentaron su riqueza y el número de animales creció.
Las tribus de Rubén y Gad poseían una gran cantidad de ganado y solicitaron a Moshé asentarse al este del Jordán en lugar de ingresar a la tierra de Israel junto con el resto del pueblo. En un principio, Moshé se negó, ya que la comunidad judía debía enfrentar a los poderosos pueblos cananeos que habitaban allí, y necesitaban un ejército fuerte y unido. El temor era que la deserción de estas tribus pudiera causar frustración y debilitar la unidad del pueblo. Sin embargo, las tribus de Rubén y Gad aseguraron a Moshé que participarían activamente en la guerra de conquista y que regresarían al otro lado del río Jordán una vez que hubieran ganado la guerra. Incluso se ofrecieron a liderar el frente de batalla.
En Mas’e, la Torá detalla las diferentes etapas del viaje del pueblo judío por el desierto durante los 40 años posteriores a su salida de Egipto. Se enumeran con detalle los lugares donde acamparon los israelitas y los caminos que tomaron.
Dios ordena a Moshé informar a los hijos de Israel sobre las fronteras de la futura tierra de Israel y la porción de tierra que cada tribu recibirá. Cada tribu debe dar una parte de sus posesiones, tierras y animales a los levitas y los cohanim (sacerdotes), quienes se dedican al servicio divino y a la enseñanza de la Torá. También deben establecer ciudades de refugio para las personas acusadas de asesinato, donde esperarán hasta que se determine su inocencia o culpabilidad. Habrá seis ciudades de refugio, tres en este lado del Jordán y tres en Canaán.
Moshé informa al pueblo sobre las leyes específicas de Dios en relación al asesinato. Si alguien comete un asesinato intencional, debe ser condenado a muerte, pero solo si al menos dos testigos pueden confirmar su culpabilidad. Nadie puede ser condenado a muerte basándose en el testimonio de un solo testigo. Si ocurre una muerte sin intención o de manera accidental, el responsable será llevado a una ciudad de refugio.
Dios pide que no conviertan la Tierra Prometida en un lugar de pecados, mentiras e injusticia. Mantengan la tierra pura, ya que Dios está vigilando a los Hijos de Israel.
Después de la promulgación de estas leyes sobre el asesinato, se aclara la herencia de las hijas de Zelofejad. Cuando no hay herederos varones, Dios le dice a Moshé que la herencia de la tierra pasará a las hijas.

Primera Aliyá:
La Parashá de la semana pasada concluyó con la historia de las mujeres de Moab y Midyan, que se acercaron a los jóvenes judíos para seducirlos e inducirlos, mediante rituales sexuales, a practicar la idolatría. Pinejás ejecutó a uno de los líderes judíos involucrados en actos de idolatría sin mediar juicio ni sentencia legal, a pesar de que la ley judía así lo requiere. Nuestra Parashá comienza declarando que Dios le otorgó a Pinejás un pacto de paz y le concede a él y a sus descendientes el sacerdocio, que no quedará afectado por esta intervención. Luego, Dios ordena que los judíos salgan a luchar contra los midianitas, ya que su provocación fue considerada un acto de guerra. Moshé y Elazar, el sacerdote, realizan el cómputo de todos los hombres en edad de servir en el ejército, es decir, mayores de 20 años.
Segunda Aliyá:
El número total de soldados de las doce tribus es de 601.730. En este cómputo no se incluye a la tribu de Leví.
Tercera Aliyá:
Además de servir como censo para el enrolamiento en el ejército que peleará contra los midianitas, este conteo también tiene como objetivo organizar la división de las tierras que serán heredadas una vez conquistada la tierra de Israel. La tierra debe dividirse entre todos los que fueron contados en este censo, y la porción geográfica que corresponderá a cada tribu —las “provincias”— se determinará por sorteo. También se realiza el censo de los hombres de la tribu de Leví, quienes no participaban en la guerra ni recibirían una provincia propia. Los levitas sumaban 23.000, contando a los varones desde un mes de vida. Esta Aliyá concluye con la historia de las hijas de Zelofjad, que se acercaron a Moshé y le informaron que su padre había fallecido, dejando solamente hijas mujeres. Solicitaron recibir la porción de su padre en la tierra de Israel. Moshé transmite esta inquietud directamente a Dios.
Cuarta Aliyá:
En atención al pedido de las hijas de Zelofjad, Moshé establece —por mandato divino— las leyes de herencia, que incluyen el derecho de las hijas a heredar cuando no hay descendientes varones. Luego de este episodio, Dios le dice a Moshé que suba a la cima del monte Abarim, desde donde podrá ver la Tierra Prometida antes de morir, aunque no ingresará en ella. Moshé le pide a Dios que designe a una persona digna para sucederlo en el liderazgo. El elegido por Dios para reemplazar a Moshé es Yehoshua Bin Nun, por su reputación y sus cualidades de liderazgo. Moshé anuncia públicamente que Yehoshua será su sucesor.
Quinta Aliyá:
La narración de la sucesión se interrumpe, y la Torá pasa a detallar los sacrificios que se ofrecerán en el Tabernáculo y en el futuro Gran Templo. Primero se describe el sacrificio diario, el Tamid, que se ofrecía todos los días del año, dos veces por día, incluyendo Shabbat, festividades y hasta Yom Kippur. También se especifican los sacrificios adicionales de Shabbat y de Rosh Jodesh, el comienzo del mes judío.
Sexta Aliyá:
Se describen los sacrificios correspondientes a las festividades de Pésaj, Shabuot, Rosh Hashaná y Yom Kippur.
Séptima Aliyá:
Se describen los sacrificios que se ofrecían durante las festividades de Sukkot y Sheminí Atseret.

PRIMERA ALIYA
Cuarenta años después de salir de Egipto, y poco antes de entrar a la tierra de Israel, los judíos acaban de conquistar a los Emorim y al pueblo de Bashán, que se encontraban en lo que hoy es el norte del Jordán. El que ve esto con gran preocupación es Balaq, el rey del pueblo vecino de Moab. Teme que su nación sea atacada por el ejército judío. Sabe que el poder de Israel no consiste en su ejército, sino en su Alianza con Dios. Balaq busca una forma no convencional de debilitar a Israel. Envía por Bil’am, un hechicero no judío, debido a la eficacia de sus predicciones y maldiciones. Balaq le pide que pronuncie una maldición contra los judíos. Pero Dios se aparece a Bil’am y le ordena que no vaya a Moab. “¡No maldecirás al pueblo, porque Israel es bendecido [por Mí]!”
SEGUNDA ALIYA
A instancias de la solicitud divina, Bil’am declina la invitación y no se dirige a Moab. Pero el rey Balaq insiste y sugiere que lo recompensará generosamente por sus servicios. Dios le permite a Bil’am aceptar la invitación, pero le advierte que solo debe hablar las palabras que Él pondrá en su boca.
TERCERA ALIYA
Bil’am deja la tierra de Midián y va al reino de Balaq. Dios envía un ángel que Bil’am no llega a ver. Pero el burro de Bil’am registra la presencia del ángel Divino, se asusta y se niega a continuar. Bil’am golpea a su animal y milagrosamente —o en forma de profecía— el burro se comunica con Bil’am y le reprocha que lo haya golpeado. Entonces Dios abre los ojos de Bil’am y le permite ver al ángel. El ángel cuestiona a Bil’am por su enojo contra su burro (Con este evento, Dios le demuestra a Bil’am que 1. Su visión profética es inferior a la de su un animal, su burra. Y 2. Que es Dios quien pone las palabras en la boca de sus criaturas) Dios exhorta una vez más a Bil’am a decir sólo lo que Dios le ordene. Bil’am finalmente llega a Moab, donde el rey Balaq lo está esperando.
CUARTA ALIYA
Siguiendo las instrucciones de Bil’am, Balaq construye siete altares y ofrece sacrificios a Dios. Pero Dios le dicta en forma poética/profética las palabras exactas que debe dirigir a Balaq y a sus ministros: “De Aram me ha traído el rey Balaq de Moab, de los montes del oriente y me ha pedido que maldiga a Israel… Pero ¿Cómo podría maldecir a aquellos a quienes Dios no ha maldecido, y cómo me atrevería a invocar la ira de Dios si Él no se ha enojado con Israel?… “ . Luego pronunció bendiciones y alabanzas muy hermosas para el pueblo judío. Balaq, muy enojado por las bendiciones de Bil’am, le recuerda que debe decir solo lo que él le ordena, es decir, maldecir a Israel. .
QUINTA ALIYA
En un intento por convencer a Bil’am de maldecir a Israel, Balaq lo lleva a otro lugar, como si el cambio de ubicación lo inspirara a pronunciar maldiciones. Construyen altares y ofrecen sacrificios, pero Dios nuevamente pone bendiciones para Israel en la boca de Bil’am. “Dios [ama tanto a Israel] que ignora cuando no hacen lo correcto, los perdona y no ve la maldad en los hijos de Israel”.
SEXTA ALIYA
Una vez más, Balaq lleva a Bil’am a otro lugar con la esperanza de poder maldecir a los judíos desde allí. A pesar de los nuevos altares y ofrendas, más bendiciones y alabanzas salen de la boca de Bil’am: “¡Cuán hermosas son tus tiendas [las casas de los judíos], oh Jacob, tus moradas, oh Israel! … Dios, que los sacó de Egipto… destruirá a las naciones enemigas… (insinuando que Dios destruirá a Moab). Los que los bendigan serán bendecidos y los que maldijeren a Israel serán maldecidos. Balaq pierde la paciencia y le pide a Bil’am que regrese a su tierra con las manos vacías.
SÉPTIMA ALIYA
Antes de partir, Bil’am expresa una profecía sobre el fin de los días: “Lo veo, pero no será ahora; Lo contemplo, pero no ocurrirá pronto. De Jacob saldrá una estrella, y de Israel surgirá un bastón que derrotará a los príncipes de Moab y desarraigará a los hijos de Set…». También predice la eventual destrucción de Esav, Amaleq y Asiria.
El plan de Balaq de maldecir a Israel, tratando de que Dios castigue a su pueblo por sus eventuales pecados, fracasó. Entonces se pone en práctica un nuevo plan: las mujeres Moabitas y Midianitas van al campamento de Israel para seducir a los judíos y atraerlos a través de la actividad sexual a la idolatría de la deidad pagana Ba’al-Peor. Muchos hombres caen en la tentación y pecan. Dios le ordena a Moisés que castigue a los culpables. Una plaga mortal se desata entre los judíos, provocando la muerte de 24.000 hombres. Zimri, un líder judío que fue parte de este gran pecado, cohabitó públicamente con una princesa de Midián. Pinejás, el nieto de Aharon haCohen, los ejecuta a ambos y la plaga se detiene.

Cenizas que purifican
La más severa de todas las impurezas rituales es la tum’at met, la impureza contraída por el contacto con un cadáver humano. Esta sección detalla el proceso de purificación para una persona u objeto que ha contraído esta forma de impureza. Se sacrifica una vaca de pelaje rojizo y se quema su cuerpo, se añade agua de un arroyo a las cenizas y esta mezcla se rocía sobre la persona u objeto que queda libre de esta impureza. Una persona impura no puede ingresar al Tabernáculo o al Templo hasta que el proceso de purificación esté completo.
Muerte de Miriam
La Torá registra la muerte de Miriam, la hermana de Moshé, en el cuadragésimo año de la estadía de los israelitas en el desierto. Con la muerte de Miriam, las aguas que fluían providencialmente se secan. El pueblo se queja amargamente por la falta de agua.
Moshé golpea la roca
Dios le dice a Moshé y a Aharón que tomen un bastón y reúnan al pueblo frente a una roca en la montaña y sin tocarla: Moshé debe “hablar” a la roca que milagrosamente dará su agua. Esto debía ser una demostración adicional del poder Divino y de su amor por Israel. Pero Moshé «golpea» a la roca, de la cual sale ahora agua, lo que da la impresion de haber sido causado por el impacto del bastón –o por un acto de violencia– en lugar de la intervención Divina. Dios castiga a Moshé y Aharón y ya no seguirán liderando por mucho más tiempo al pueblo de Israel.
Rechazo del rey de Edom
Moshé envía mensajeros al rey de Edom solicitando permiso para pasar por su tierra en su camino a la Tierra Prometida. A pesar de las promesas de Moshé de no causar daño a la tierra mientras pasan, Edom rechaza el paso de los judíos. Por lo tanto, los judíos se ven obligados a rodear la tierra de Edom y acercarse a Canaán desde el este.
Muerte de Aharón y batalla contra los cananeos
Los judíos llegan al Monte Hor. Por mandato de Dios, Moshé, Aharón y el hijo de Aharón, Eleazar, suben al monte. Aharón se quita las vestiduras de sumo sacerdote y Eleazar se las pone. Luego, Aharón fallece. Toda la nación lamenta la muerte de Aharón durante treinta días.
Los primeros rehenes judíos
Los cananeos de la ciudad de Arad en el Negev, atacan a los judíos y toman prisioneros. Los judíos rezan a Dios, y no negocian con los terroristas sino que emprenden una operación de rescate que gracias a Dios culmina con éxito.
El pueblo se queja de su comida
En una enorme demostración de falta de agradecimiento, los judíos afirman que están «hartos» del maná. Dios envía serpientes al campamento israelita, y muchos mueren. Moshé reza a Dios en nombre de los judíos. Siguiendo las instrucciones de Dios, Moshé diseña una serpiente de bronce y la coloca en lo alto de un poste para que los judíos miren hacia arriba, recen y sean curados.
Conquista de la tierra de los Emoritas (amorreos) y la nación del Bashán
Los judíos se acercan a la tierra de los amorreos, ubicada en la orilla oriental del río Jordán. Envían un mensaje a Sijón, su rey pidiendo permiso para pasar por su tierra en ruta a Canaán. Sijón se niega y en su lugar reúne a sus ejércitos y ataca a los judíos. Los judíos son victoriosos y ocupan las tierras de los amorreos. Luego, Og, rey de Bashán, también ataca a los judíos. Los judíos triunfan nuevamente y ocupan su tierra.
Ahora la nación judía ha llegado a la orilla del río Jordán, justo enfrente de la ciudad de Jericó en la tierra de Israel. Listos para conquistar la tierra .

Kóraj, el primo hermano de Moshé, lidera una rebelión contra Moisés y Aharón junto a los miembros de la tribu de Rubén: Datán, Abiram y On el hijo de Pelet, los dos hijos de Eliab y 250 líderes de la comunidad. Acusaban a Moshé de haberse arrogado el liderazgo y elevarse sobre todos los demás: “Todo el pueblo es santo, ¿por qué ustedes se consideran más que los demás?” Cuando Moshé oye esto le dijo a Koraj y a sus seguidores que mañana Dios hará saber quién es el líder. Y luego añadió: ¿No es suficiente que Dios los haya consagrado en la comunidad de Israel para realizar las funciones del Tabernáculo y que también busquen el sacerdocio? En realidad, les explicaba Moshé, no se estaban rebelando contra él y Aharón sino contra el orden impuesto por Dios. Moisés llamó a los dos hijos de Eliab, pero ellos no quisieron venir, diciendo que era injusto que Moisés se sintiera por encima de ellos y los obligara a morir vagando en el desierto. Moisés entonces le dijo a Koraj y a sus seguidores que prepararan un fuego sacerdotal y ofrecieran incienso a Dios.
En la entrada del Ohel Mo’ed (Tienda de Reunión) Moshé y Aharón se reunieron frente a los rebeldes y al resto de la comunidad. La Presencia de Dios apareció a toda la asamblea y Dios dijo a Moisés y Aharón: «¡Apártense de estos rebeldes para que Yo los destruya en un instante!» Moshé y Aharón se postraron en sus rostros y dijeron: «Oh Dios, si un hombre peca, ¿te enojarás con toda la comunidad?” Dios entonces le dijo a Moshé que le dijera al pueblo: “Apártense de estos hombres malvados y no toquen nada que les pertenezca, para que ustedes no sean destruidos por todos sus pecados.» El pueblo se apartó de ellos. Entonces Moisés dijo: «Por lo que van a ver a continuación se darán cuenta de que es Dios quien me envió y yo no estoy aquí por mi propia voluntad”. Cuando Moisés terminó de hablar, la tierra que estaba bajo los pies de Koraj y los demás lideres se partió y se los tragó con todas sus pertenencias. Luego, la tierra se cerró sobre ellos y desaparecieron. Un fuego descendió del cielo y consumió a los doscientos cincuenta hombres seguidores de Koraj que ofrecían incienso. Moisés instruye a Elazar, hijo de Aarón, que recupere los utensilios que se usaron para la ofrenda de incienso, los aplane y cubra el altar con ellos, como una advertencia testimonial para cualquier individuo que alguna vez desee desafiar el sacerdocio de Aharón.
Al día siguiente, la comunidad se queja de que Moisés y Aarón son los culpables de las muertes del pueblo de Dios. Dios le pide a Moisés y Aharón que se separen del resto de la comunidad porque Dios quiere destruirlos. Una plaga azota a la nación y muchos estaban muriendo. Moisés le dice a Aharón que rápidamente tome el incienso consagrado, vaya en medio de la congregación y expíe por su pecado. Aharón lo hace, se posiciona entre los vivos y los muertos, y la plaga se detiene.
Dios le dice a Moisés que tome una vara de cada una de las doce tribus, con el nombre del líder de cada tribu escrito en su vara. Otra vara se tomaría para representar a la tribu de Leví, y el nombre de Aharón estará escrito en esa vara. Las varas se colocaron durante la noche en el lugar mas sagrado del Tabernáculo. A la mañana siguiente se retiraron, y milagrosamente la vara de Aharón había florecido con flores de almendra. Esto fue una prueba adicional de que Aharón era la elección de Dios para ser el Sumo Sacerdote. Dios ordena a Moisés que devuelva la vara de Aharón en el Arca del Pacto donde permanecerá para siempre com o testimonio.
Los judíos expresan a Moisés su temor de entrar por error en un área restringida del Tabernáculo y morir como resultado. En respuesta, Dios ordena a los sacerdotes y a los levitas que cuiden estrictamente el Tabernáculo para evitar la entrada no autorizada de aquellos que no son sacerdotes.
La Torá enumera luego las diversas ofrendas a las que tienen derecho los sacerdotes. Estos incluyen el privilegio de obtener ciertas porciones selectas de los sacrificios; recibir los cinco siclos de plata por la redención de los primogénitos israelitas; una porción de todas las cosechas de grano, aceite y vino; las primicias, etc. Pero también se le informa que sus descendientes no recibirán una porción en el territorio de Israel, que era lo mas preciado m materialmente: Dios será su herencia y su porción.
Los levitas tampoco recibirán una parte de la tierra de Israel. En su lugar, tienen derecho a una décima parte de todas las cosechas de las demás tribus, a cambio de los servicios que prestan en el Templo. Al recibir este diezmo, los levitas deben, a su vez, separar una décima parte de este diezmo y dárselo a los sacerdotes.