El Rab Portaleone (1542-1612) y el programa de estudios de Torá de 4 horas diarias


Morris Jacob Raphall, conocido también como Moshe Yaakob, fue uno de los rabinos más destacados e influyentes del siglo XIX en Estados Unidos. Nacido en Estocolmo en 1798, su trayectoria como erudito y líder comunitario lo llevó desde Europa hasta el corazón de la vida judía estadounidense. Fue el primer rabino en pronunciar una oración ante el Congreso de los Estados Unidos, y un referente intelectual para su época. Pero su legado ha sido objeto de intensos debates, sobre todo por su controversial sermón sobre la esclavitud pronunciado en 1861, apenas unos meses antes del estallido de la Guerra Civil.
En un contexto donde la comunidad judía americana no tenía una postura unificada frente a la esclavitud —y donde muchos judíos, como el resto del país, se alineaban con la región en la que vivían— Raphall decidió abordar el tema desde la perspectiva bíblica. El 4 de enero de 1861, en respuesta a un llamado nacional del presidente James Buchanan a un día de ayuno y reflexión, Raphall subió al púlpito de la sinagoga B’nai Jeshurun de Nueva York y ofreció un sermón titulado “La visión bíblica de la esclavitud”.
Este discurso ha sido a menudo citado fuera de contexto, presentando a Raphall como un defensor de la esclavitud afroamericana. Sin embargo, un análisis detallado revela una postura mucho más compleja. Raphall no estaba defendiendo el tráfico humano ni las atrocidades del sistema esclavista sureño. Su enfoque se basaba en la halajá, y hablaba específicamente de la figura del eved ivrí, el siervo hebreo, tal como aparece en la Torá.
Raphall explicó que la esclavitud bíblica no se parecía en nada al sistema de plantaciones del sur de Estados Unidos. Un eved ivrí era una persona que, por dos motivos específicos, podía ingresar en una relación de servidumbre: si había cometido un robo y no podía restituir lo robado, o si había caído en una pobreza extrema. Incluso en esos casos, la Torá limitaba la duración de esta servidumbre a seis años, con la opción de liberación completa en el año del Yobel.
Raphall subrayó, citando a Maimónides, que quien adquiere un siervo hebreo en realidad está adquiriendo “un amo sobre sí mismo”. Es decir, debía tratar a su siervo con total dignidad. Si había una sola almohada en la casa, debía dársela al siervo; si solo había una ración de comida, el siervo debía recibirla primero. Cualquier trato denigrante quedaba completamente fuera del marco de la ley judía.
Es cierto que Raphall también hizo declaraciones muy desafortunadas respecto a la “maldición de Jam” y la supuesta inferioridad intelectual de los africanos, reflejo de los prejuicios comunes en su época. Estas expresiones, lamentablemente, han sido usadas por antisemitas modernos como Louis Farrakhan para presentar a Raphall como símbolo de racismo judío. Sin embargo, es fundamental entender que tales afirmaciones, aunque hoy inaceptables, estaban lamentablemente normalizadas en el discurso científico y social de mediados del siglo XIX.
Un ejemplo particularmente ilustrativo de ese clima intelectual es el caso del Dr. Samuel Cartwright, quien en 1851 publicó en el New Orleans Medical and Surgical Journal su teoría de la “drapetomanía”, una supuesta enfermedad mental que, según él, explicaba por qué los esclavos negros huían de sus amos. Cartwright recomendaba el “castigo moderado” como tratamiento médico. Este tipo de pseudociencia era tomado en serio por sectores de la academia y reforzaba la idea de que los africanos no tenían plena autonomía intelectual o moral. En ese contexto, las declaraciones de Raphall, aunque hoy nos resultan profundamente problemáticas, no eran excepcionales en su época.
De hecho, otro rabino contemporáneo, David Einhorn, líder del movimiento reformista en Baltimore, se pronunció con firmeza contra Raphall. Señaló que defender cualquier forma de esclavitud era incoherente con la esencia misma del judaísmo, cuya narrativa fundacional comienza con la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto. Einhorn denunció la hipocresía de aquellos que alababan diariamente la redención del yugo egipcio mientras justificaban la esclavitud moderna.
La polémica entre Raphall y Einhorn trascendió el plano teológico. Cuando Einhorn publicó sus críticas, su congregación —de inclinaciones pro-esclavistas— lo forzó a abandonar Baltimore, y su imprenta fue destruida por una turba. Einhorn tuvo que huir a Filadelfia. Por su parte, Raphall, aunque criticado, mantuvo su cargo en B’nai Jeshurun hasta 1866, año en que se retiró por razones de salud.
Además de su labor rabínica, Raphall fue un pionero en muchos aspectos. En Inglaterra, fundó la primera revista judía en inglés y tradujo obras fundamentales como tratados de la Mishná y textos de Maimónides. Es autor del libro Festivals of the Lord y de un manual de devoción para mujeres judías en América. Fue también uno de los primeros en utilizar el término “Antes de la Era Común” (B.C.E.) en lugar de “antes de Cristo”.
Su hijo, el teniente Alfred Raphall, sirvió en el ejército de la Unión y perdió un brazo en la batalla de Gettysburg, lo que demuestra el compromiso de su familia con la causa del Norte.
Raphall murió en Nueva York en 1868. Su vida fue reflejo de las tensiones morales, sociales y religiosas de su tiempo. No fue un racista ni un defensor del sistema esclavista estadounidense. Fue un rabino ortodoxo que trató —acertada o equivocadamente— de aplicar los valores bíblicos a una situación histórica concreta. Su historia nos recuerda que, en tiempos de crisis, incluso los líderes religiosos más sabios pueden ser malinterpretados o arrastrados por los dilemas éticos de su generación.
Retrato del Rab David ben Pinejas Nieto
DE VENECIA A LONDRES
El rabino David Nieto nació en Venecia, Italia, en 1654. A una temprana edad se trasladó a Livorno, una comunidad judía muy importante en ese momento, y se dedicó al estudio de la Torá. En Livorno actuó como rabino, Dayan y también como médico, ya que como muchos otros rabinos de Italia en ese tiempo, estudió medicina en la universidad de Padua. El rabino Nieto fue también un distinguido científico, filósofo, médico, poeta, matemático y astrónomo.
En 1702 a la edad de 48 años fue nombrado Jajam de la Comunidad Sefaradí de Londres “Sha’ar HaShamayim”. Recordemos que los judíos fueron expulsados de Inglaterra en 1290, durante el reinado de Eduardo I, y no regresaron durante siglos. En 1655, y tras la intervención del famoso rabino Manasseh ben Israel, Oliver Cromwell readmitió judíos en Inglaterra y así comenzó lo que hasta el día de hoy se llama la comunidad sefaradí «española portuguesa» y su espléndido edificio, Bevis Marks, la sinagoga más antigua de Inglaterra (ver aquí ). Los primeros miembros de esta comunidad española portuguesa en Londres eran principalmente judíos de Ámsterdam, entre ellos algunos empresarios de gran éxito. Todos los miembros de la comunidad hablaban y escribían en español o portugués , ya que eran originarios ellos o sus padres, de España o Portugal. El rabino Nieto sirvió a la comunidad de Londres hasta su muerte en 1728. Su hijo, el rabino Isaac Nieto, fue designado en su lugar como rabino de esta comunidad.
SUS PRIMEROS LIBROS
El Rab Nieto escribió sus primeros libros sobre uno de sus temas favoritos: el calendario. Una de estas obras, Pascologia, fue escrito en italiano y explica las diferencias entre los calendarios gentiles —el calendario ortodoxo griego, los calendarios romanos— y el calendario judíos, mostrando los errores de cálculo astronómico en el calendario cristiano desde el primer concilio de Nicea (325) hasta 1692. Dos años más tarde publicó su libro “De la Divina providencia” que explica, entre otras cosas, que el concepto de “naturaleza”, en oposición a “Creación”, es una idea secular. La forma en que el judaísmo explica la dinámica entre Dios y la Creación es mediante el uso de la construcción verbal «hif’il» que en hebreo define cuando «A» hace que «B» produzca «C». Así, por ejemplo, cuando los Sabios describen que el Creador produce la lluvia lo dicen utilizando esta conjugación: mashib haruach morid hagueshem, que quiere decir: Dios (A) produce los fenómenos naturales (“B”) —cambios de temperatura, presión del aire: viento— que producen el viento y la lluvia (“C”). Lo que los gentiles llaman “naturaleza” es, por así decirlo, el modus operandi de Dios. Pero la naturaleza no puede confundirse con Dios, como afirmaba Spinoza, contemporáneo del rabino Nieto. Este libro fue muy elogiado por el famoso Jajam Zevi Ashkenazi y por el rabino Hayim Yosef David Azulai (el “Jidá”).
EL SEGUNDO CUZARI
El libro más famoso del rabino David Nieto es sin duda “Matteh Dan” (así escribe el autor estas dos palabras en hebreo) fue escrito en una edición bilingüe: hebreo y español, y publicado en Londres en 1714. En este libro el Rab Nieto muestra la autenticidad de la tradición rabínica (Torá SheBealpé) demostrando la integridad intelectual de los rabinos del Talmud. Explica que los desacuerdos entre los Sabios —supuesta evidencia de una tradición defectuosa — nunca se enfoca en las leyes esenciales de la Torá (shorashim o raíces) sino solo en los detalles (anafim o ramas) de los mandamientos, o los nuevos casos halájicos que no tiene precedentes jurídicos. “Matteh Dan” también se llama el Segundo Cuzarí y está dividido en cinco capítulos, que el autor llama “diálogos”, porque fue escrito en un estilo de conversaciones imaginarias entre un rabino y un rey gentil, “el Cuzari”, el rey de los Kázaros. El rabino Nieto explica que la razón por la que modeló su libro según el famoso libro del rabino Yehuda haLeví (1075-1141) es que “… el Cuzari demuestra la verdad de la Torá Escrita, y en este libro, que se llamará ‘el segundo Cuzari probará la verdad de la Torá Oral”.
MATTEH DAN, CAPÍTULO POR CAPÍTULO
1. En el primer diálogo Rabí Nieto demuestra que la Torá Oral existía incluso antes que la Torá escrita, y que siempre es necesaria una tradición oral para comprender cualquier ley escrita.
2. En el segundo diálogo, a mi juicio el más original de todos, el rabino Nieto prueba —valiéndose de argumentos y principios de la historia, la psicología, la lógica y hasta la economía— que la Torá Oral no pudo ser inventada por los rabinos, porque no beneficia a nadie, particularmente a los rabinos que la transmitieron y sancionaron. El judaísmo rabínico, dice, fue recibido y transmitido de generación en generación con extremo cuidado y devoción.
3. El tercer capítulo habla de las diferentes categorías de leyes incluidas en la Torá Oral. También explica en qué tipo de leyes existe consenso entre los rabinos y en qué leyes no.
4. El cuarto capítulo demuestra que los Sabios de la Mishná y la Guemará (חז”ל) tenían un conocimiento muy profundo de las ciencias, como medicina, física, biología, etc.
5. El quinto capítulo trata del calendario hebreo. El conocimiento del calendario demanda un conocimiento muy profundo de astronomía, física, matemáticas, etc. Porque es el único calendario que combina el año lunar —354 días— con el año solar —365 días— y para que esta combinación se calcule con precisión hay que saber con mucha precisión la duración exacta del ciclo de la luna y la duración exacta de órbita terrestre. El rabino Nieto menciona que el calendario cristiano que solamente se basa en la órbita de la tierra alrededor del sol, tuvo que ser modificado por el Papa Gregorio XIII en 1582: ese año el calendario saltó del 4 al 15 de octubre en 24 horas, y todo esto se debió a que los hombres de ciencia gentiles no contaban con la información exacta del ciclo solar. Los Sabios de Israel, increíblemente, conocían el cielo lunar con una precisión de 5 decimales, algo que fue recientemente confirmado por la NASA (ver Video abajo). Este es quizás el capítulo más técnico del libro, y que puede ser difícil para el principiante, pero es una lectura obligada para aquellos que quieren saber más sobre los detalles de nuestro calendario hebreo, y comprender el papel que juega la tradición rabínica en este y en muchos otros casos.
¿A QUE PUBLICO SE DIRIGE ESTE LIBRO?
El rabino Nieto escribió este libro para los bene anusim de su tiempo, es decir, para los descendientes de aquellos judíos que debido a la Inquisición de España y Portugal, vivieron como cristianos durante generaciones, y ahora regresaban al judaísmo y querían saber más sobre el mismo. Muchos bené anusim eran universitarios, profesionales, médicos, y conocían muy bien la Biblia —por su pasado cristiano—pero ignoraban por completo la Torá Oral judía y sus principios. Matteh Dan también fue escrito pensando en disidentes religiosos, como los discípulos de Spinoza y Uriel de Acosta, quienes criticaron el judaísmo rabínico. Matteh Dan.
Matteh Dan debería ser una lectura obligatoria para cualquiera persona que comienza a estudiar Mishná y Gemara, o para quien desee comprender los principios más básicos del judaísmo rabínico normativo.
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VIDA TEMPRANA
El rabino Yom Tob ben Moshe Tsahalón (1559-1619), también conocido por su acrónimo מהריט‘ץ, fue alumno del rabino Moshé de Tirani (el Mabbit) y Moshé Alshej haQadosh. Es posible que también haya estudiado ocasionalmente con el Rab Yosef Caro, autor del Shulján ‘Aruj. Fue un niño prodigio. Desde muy temprana edad combinó su avanzada inteligencia con la pasión por el estudio de la Torá. Refiriéndose a su aprendizaje de adolescente con el Mabbit y el rabino Alshej, él mismo escribe: “Me dediqué a estudiar día, tarde y noche, sin interrupción… aferrándome al polvo de los pies de las dos grandes luminarias [sus dos maestros] y bebiendo con sed sus palabras y enseñanzas… [Durante todo este tiempo] no descansé ni me distraje: únicamente me dediqué a aprender los Juicios Divinos [las Leyes de la Torá]…. Sufrí la burla de mis amigos cuando vieron que me conducía tan estrictamente por estos buenos caminos, me despreciaron porque no hice lo que hacían todos los jóvenes de mi edad… pero aún así no me distraje de mis estudios… ya que mi mayor deleite siempre fue aprender las Leyes Divinas…”
UN RABINO MUY JOVEN
El esfuerzo dio sus frutos. Cuando tenía 20 años, el joven Rab Tsahalón comenzó a escribir sus primeros Pesaqim, es decir, su Responsa Rabínica, algo reservado para rabinos muy experimentados. Tenemos constancia de que a la edad de 25 años algunos de los rabinos más importantes de la época, como el rabino Shemuel Yafe de Constantinopla (1525-1595) consultaron con el joven Tsahalón en todo tipo de casos de jurisprudencia rabínica. Algunas de esas respuestas fueron publicadas en el libro más famoso del rabino Tsahalon “She-elot Utshubot Maharitats”. El libro fue impreso en Venecia, Italia, en 1694 (ver enlace aquí). Y es una colección de preguntas y respuestas rabínicas, sobre temas de rituales judíos y cuestiones legales.
EL MEJOR REGALO DE PURIM
Uno de los libros menos conocidos del rabino Tsahalón, pero quizás el más fascinante, es un comentario sobre Meguilat Ester, el Libro de Ester. El nombre del libro es “Leqaj Tob”.
Y se me ocurren al menos tres razones para afirmar que este es un libro excepcional.
1. Este libro se publicó en el año 1577. Teniendo en cuenta que nació en 1559, cuando publicó su libro solo tenía 18 años, lo que significa que escribió este libro ¡en su adolescencia!
2. El rabino Tsahalón basa su comentario en dos elementos fundamentales: 1. El Talmud y las ideas del Midrash. 2. Y un análisis agudo y minucioso del lenguaje bíblico, donde muchas veces des-cubre un nuevo significado al releer el mismo texto con un “microscopio mental”, analizando los detalles casi imperceptibles de las palabras hebreas. Este tipo de análisis lingüístico fue siempre característico de los rabinos sefaradíes.
3. Leqaj Tob fue también ¡el primer libro impreso en la tierra de Israel! Hasta el año 1577 no había imprentas en Israel. Los libros judíos se publicaban principalmente en Italia (Venecia, Roma, Ferrara) o Turquía. La primera imprenta en la historia de Israel fue establecida en la ciudad de Tsefat (Safed) por el rabino Eliezer ben Ytshaq Ashkenazi, que trajo su propia imprenta desde Lublin (Polonia). De todos modos, esta imprenta no duró mucho, solo diez años, y se imprimieron únicamente seis libros (para saber más sobre la fascinante historia de la primera imprenta en Israel, consulte el artículo: “Early Hebrew Printing from Lublin to Safed: The Journeys of Eliezer ben Isaac Ashkenazi” de Marvin Heller). En un hermoso gesto de amor y respecto hacia sus progenitores, el rabino Tsahalón dedicó este libro a su padre como parte de su «mishloaj manot»: su regalo para la festividad de Purim.
Veamos ahora un par de ejemplos de su comentario.
1. EXCEPCIÓN RELIGIOSA
Una de las preguntas más famosas de la Meguilá es ¿por qué Mordejai se negó a inclinarse al saludar a Hamán? El Midrash explica que Hamán portaba un ídolo alrededor de su cuello, lo que lo convertía en un representante (virtualmente: una encarnación humana) de un dios y, por lo tanto, arrodillarse ante Hamán equivaldría a practicar idolatría. La siguiente pregunta entonces es: ¿Por qué Mordejai permaneció en la corte del Rey? ¡Si no se arrodillaba ante Hamán, como aparentemente el rey lo había indicado, debería haber renunciado a su puesto en la corte, retirarse y no poner en peligro la vida de los judíos del imperio persa! El rabino Tsahalón observó que las palabras que describen la negativa de Mordejai a arrodillarse están escritas en tiempo futuro, y aunque en muchos casos, este tipo de conjugación debe entenderse como refiriéndose a algo que va ocurriendo , en este caso particular debemos entenderlo en el original «tiempo futuro». Por lo tanto, el texto (3:2) estaría diciendo, que “mientras todos los oficiales que estaban en la corte del rey se arrodillaban y se postraban ante Hamán, porque el rey así lo había ordenado… Mordejai no debía arrodillarse, y no debía postrarse [ante Hamán, porque el rey así lo había ordenado ] “. El rabino Tsahalón explica brillantemente que el rey en realidad le había otorgado a Mordejai un permiso especial, una excepción religiosa por ser judío. El monarca, que obviamente estaba familiarizado con la observancia judía, excusó a Mordejai de arrodillarse ante Hamán. Pero Hamán no estaba contento de ver a Mordejai de pie mientras todos se arrodillaban ante él. Hamán, por su extrema vanidad, se sintió humillado y conspiró para matar a todo el pueblo judío como una mega-venganza personal contra Mordejai. Hamán seguramente sabía que el Rey le había concedido la excepción a Mordejai, y es por eso que cuando le presenta al Rey su plan para exterminar a «una nación desobediente», nunca menciona nada sobre la negativa de Mordejai de arrodillarse ante él.
Esta explicación, hasta donde yo sé, es original del rabino Tsahalón.
2. 70 DÍAS DE TERROR
Al leer la Meguilá, podríamos pasar por alto lo que vivieron los judíos una vez que la noticia del edicto llegó a sus lugares de residencia. En ese edicto había instrucciones explícitas de que en una fecha determinada, el 13 de Adar, todos los judíos iban a ser asesinados. No había lugar para apelaciones ni excepciones. Esta terrible carta fue enviada desde Shushán el 13 de Nisán (11 meses antes del “día de la ejecución”) y debió llegar a las ciudades del imperio al cabo de unos días o semanas . Ahora bien, ¿qué pasó una vez que llegó la carta? ¿Podían los judíos continuar con sus vidas normalmente? ¿Podían escapar? Parte del siniestro plan de Hamán era que los ejecutores voluntarios podían quedarse con los bienes de las víctimas que mataran, por lo que todos los voluntarios potenciales (que no escaseaban) querían asegurarse de que ningún judío escapara hasta el día del genocidio. Los Midrashim cuentan que muchos de los vecinos gentiles mostraban sus afilados cuchillos a las horrorizadas madres judías, burlándose de ellas y diciendo que con esos cuchillos matarían a sus pequeños hijos. El Midrash también explica que los futuros perpetradores celebraban con anticipación la masacre y planeaban entre ellos cómo distribuir los bienes y posesiones de los judíos. El rabino Tsahalón añade lo siguiente: que una vez oficializado el edicto, los judíos fueron “detenidos” o “encarcelados” (משועבדים), probablemente con la colaboración del ejército imperial, para evitar que escaparan con sus bienes o que salvaran la vida. Pensando en la Europa de 1940-1945, podemos visualizar que fueron llevados a “campos de detención» o «concentración” donde decenas de miles de judíos esperaban como reos de muerte el día de su ejecución. Los judíos no podían hacer nada para defenderse. Solo orar, ayunar y esperar un milagro. Que B»H finalmente sucedió. Fueron 70 días de terror lo que tuvieron que sufrir hasta que la segunda carta fue enviada desde Shushán, revocando el edicto y con órdenes de «castigar a todos aquellos que planeaban ejecutar a los judíos».
Para leer el libro Leqaj Tob ver este link (hebrewbooks.org).
En esos años los Holandeses colonizaron Brasil. Y muchos judíos de la comunidad de Amsterdam, que eran grandes empresarios del comercio internacional, se mudaron a la ciudad de Recife, en la zona de Pernambuco. En 1641, el Rab Isaac Aboab de Fonseca fue enviado a Recife como rabino de la flamante comunidad «Kehal Zur Israel» en esa ciudad , que fue la primera comunidad judía en el continente Americano. El Rab Aboab fue entonces el primer rabino oficial que ejerció en el continente americano. La mayoría de los habitantes de esta ciudad eran judíos de Amsterdam. En Recife el Rab Aboab desarrolló una congregación modelo, inspirada en la comunidad judía de Amsterdam: «Kehal Zur» , que se estima que tenía como 5.000 miembros, contaba con una Sinagoga, un Mikvé y una Yeshibá donde el rab Aboab impartía clases de Torá, particularmente de Talmud.
Los Portugueses, al alcanzar la victoria, permitieron una rendición honrosa a todos los holandeses, pero no a los judíos, a quienes se les ordenó convertirse al cristianismo. Varios judíos pudieron escapar a tiempo para evitar la conversión forzosa, entre ellos los 24 judíos que luego de una increíble travesía, llegaron en 1654 a la ciudad de New Amsterdam, conocida hoy como New York, y fundaron la primera comunidad judía en Norte América. El Rab Aboab también logró escapar sano y salvo y regresó a Amsterdam, donde fue nombrado gran rabino de la comunidad sefaradí de esa ciudad. En 1656, fue uno de los rabinos que excomulgaron a Baruj Spinoza.
El rab Ya’aqob Meir nació en Jerusalem en 1856. Su padre era Caleb Meir Mercado, un exitoso comerciante y un famoso filántropo que era conocido por su humildad y su respeto a la Torá. Caleb Mercado se preocupó de que su hijo Ya’aqob tuviese una excelente educación con los mejores rabinos de Jerusalem en ese tiempo: Menajem Bejor Isaac y Aharón Azriel. Fue un eximio erudito talmúdico y experto en jurisprudencia rabínica. Aparte de su impecable hebreo hablaba otros cinco idiomas con fluidez. Mientras estudiaba Torá,y siguiendo los pasos de su padre, también se dedicó a la filantropía y actuó en beneficio de la incipiente y muy pobre comunidad judía en Israel . Fue uno de los fundadores de Misgab Ladaj, inaugurado en 1879, un hospital que existe hasta el día de hoy en Jerusalem.
KIBUTZ GALUYOT
El joven Ya’aqob con el tiempo fue llamado Ya’aqob ben Meir y más adelante “Ya’aqob Meir”, y su apellido original Mercado cayó en desuso.En 1882 fue enviado como emisario a Bujara (Uzbekistán). Los judíos de Bujara, que no solían tener visitantes tan prestigiosos, lo recibieron con gran respeto. Y en su honor llamaron con su nombre, “Meir”, a todos los niños varones que nacieron durante su estadía. El Rab los ayudó con la formulación de varias regulaciones religiosas y comunitarias y los animó a emigrar a Israel. Gracias a su estímulo, a partir de 1889 los judíos de Bujara comenzaron a llegar en masa a la tierra prometida y se instalaron en uno de los barrios de Jerusalem. En 1898 y ya de regreso en Israel, fue miembro de la corte Rabínica del rab Ya’aqob Shaul Elyashar, Gran Rabino de Jerusalem. Aparte de su gran contribución como rabino, ayudó a establecer nuevos barrios, como Ezrat Yisrael, Yemin Moshe y el barrio de Bujara en Jerusalem (shejunat habujarim), uno de los más antiguos de la ciudad.
AJDUT ISRAEL
En esos tiempos las diferencias entre los judíos Sefaradíes y Ashkenazíes eran muy significativas, no solo en términos religiosos sino fundamentalmente culturales. Ambas comunidades querían tener sus propios Rabinos y no se ponían de acuerdo. El Rab Meir, consciente de la importancia de que los Yehudim nos mantengamos unidos, trabajó sin descanso para cerrar la brecha entre las dos comunidades. Uno de sus proyectos fue el establecimiento de la HITAJDUT, «unidad», una organización de rabinos Sefaradíes y Ashquenazíes, algo sin precedentes hasta ese entonces. Una de las primeras cosas que hizo esta organización fue nombrar a Naftalí Hertz HaLevi, un rab Ashkenazi nacido en Białystok, Polonia, para que sirviera como el único rabino de la ciudad de Yafo, y fuera aceptado por Ashkenazim y Sefaradim, sentando así las bases para proyectos similares.
LENGUAJE HEBREO
El rabino Meir también se destacó en su esfuerzo por revivir el idioma hebreo. El hebreo había dejado de ser una lengua hablada hacía 2000 años. El Rab Meir fundó la organización «Safá Berurá» junto con el Rab Jaim Hirchenson. Más tarde se unió a esta organización el famoso hebraísta Eliezer Ben-Yehuda. Estos incansables voluntarios recorrían las escuelas y las Yeshibot del Yishub enseñando hebreo a alumnos y maestros y fomentando su uso diario
POLÍTICA ISRAELÍ
Después del fallecimiento del rabino Elyashar en 1906, el Rab Yaakov Meir se perfilaba como el candidato natural para ser el nuevo Rishon LeZion. Pero muchos líderes se opusieron a él por ser “demasiado sionista” (una acusación que ciertamente lo enorgullecía). El Rab tampoco fue visto con buenos ojos por las autoridades Turcas-Otomanas, que gobernaron Palestina hasta 1917, ya que no estaban de acuerdo con su política que fomentaba la inmigración de tantos judíos a Israel.
SALÓNICA
En el verano de 1907, el rabino Meir fue invitado para ejercer como rabino principal en Salónica, Grecia. En esos tiempos esta era la comunidad Sefaradí más grandes del mundo, con cerca de 100.000 miembros. Salónica también se destacaba por ser la única ciudad europea con mayoría judía, un record que ostento por siglos desde los tiempos de Doña Gracia Mendes. El Rab permaneció en Salónica por 10 años. Cuando comenzó la Primera Guerra Mundial hizo algo extraordinario: organizó un grupo de jóvenes judíos griegos, “La Legión Hebrea”, para luchar por la liberación de Palestina de manos de los turcos. También animó a muchos judíos de Salónica a establecerse en la tierra de Israel.
LO QUE EL FUEGO SE LLEVÓ….
En 1917 hubo un trágico incendio en Salónica que devastó a la comunidad. Más de 50.000 judíos perdieron sus hogares en este incendio. 16 de las 33 sinagogas y el Rabinato, con todos sus archivos, fueron destruidos. La casa del rabino Meir también se vio afectada, y toda su biblioteca fue destruida. Lo peor y lo más trágico para el Rab Meir fue que el fuego consumió sus preciosos manuscritos. Sus obras sagradas, sus libros: las explicaciones y los comentarios de la Torá y la responsa rabínica que escribió con tanto durante 20 o 30 años… Nunca pudo encontrar consuelo para esta pérdida. Y al haberse quemado sus libros, lamentablemente no existen registros escritos de sus palabras, sus ideas y sus opiniones. Solo han quedado por escrito las palabras que otros rabinos como , como el rab Ben-Zion Cuenca y el rab Isaac Abulafia, escribieron en sus libros cuando citaban sus ideas.
RISHON LEZION
En 1919, el rabino Meir regresó a Erets Israel donde fue honrado y condecorado con el premio Comandante de la Orden del Imperio Británico por su servicio en la Priemra Guerra Mundial, que terminó con la derrota de los turcos. En 1921 y con la colaboración del famoso rab Asheknazí Abraham haCohen Kuk, fue elegido como el rabino principal Sefaradí de Israel, también conocido como Rishon leZion. Ocupó este cargo hasta su muerte. Los años 20 y 30’s fueron tiempos muy críticos y difíciles para el «asentamiento judío” que aún no era independiente. Y había mucho por hacer. Una de las principales contribuciones del rabino Meir fue el establecimiento de un Tribunal de Apelaciones Rabínico, cuya función era comenzar a establecer la ley judía en Israel: un proyecto de dimensión mesiánica: Cuando una ley o un fallo de las autoridades británicas –que tenían el control judicial en Israel– contradecía lo que establece la ley judía, el tribunal establecido por el rabino Meir apelaba la decisión del tribunal inglés y demandaba que el ciudadano judía fuera juzgado de acuerdo a la ley judía. El Rabino Meir encabezada ese tribunal.
RELACIONES CON LOS ARABES
En 1924 el Rab Meir participó junto con el coronel Frederic Kish y el líder sionista David Yellin de reuniones diplomáticas de alto nivel en Ammán, Jordania, con Hussein bin Ali y su hijo Abdullah, en un intento de establecer buenas relaciones entre los árabes y los judíos israelíes, lo que en ese momento no era inconcebible.
Los rabinos y líderes Sefaradíes, como el profesor Abraham Shalom Yahuda (https://en.wikipedia.org/wiki/Abraham_Yahuda) tenían una gran ventaja sobre otros líderes políticos en esta área: al ser de origen oriental —Irak, Siria, o incluso Israel— hablaban el idioma árabe a la perfección. Pero eso no era todo: lo más importante es que al haber sido educados en estos países comprendían perfectamente la cultura árabe: qué funciona y qué no funciona en términos de etiqueta, religión, negociaciones, y mentalidad. Esto les permitía un diálogo más fluido y mucho mas efectivo con los árabes que el que tenían los diplomáticos europeos que habían sido educados en universidades y poseían una lógica brillante, pero radicalmente diferente a la mentalidad oriental. Y esta diferencia resultaba contraproducente a la hora de mantener negociaciones o resolver conflictos con los árabes. Lamentablemente, tanto Abraham Shalom Yahuda como otros prominentes líderes Sefaradíes no tuvieron el protagonismo que deberían haber tenido: la política pudo más que el sentido común; y los intereses personales pudieron más que los intereses nacionales.
El rabino Meir falleció en mayo de 1939. El rab Ben-Zion Meir Jai Uziel ocupó su lugar como Rishon leZion.
La tristes palabras escritas por el Rab Meir luego de que el fuego consumiera todos sus escritos
היות כי לדאבוני פרצה תבערה גדולה בשאלוניקי בשנת תעז»ר ונשרפו כל בתי עיר הפנימית ובכללם גם משרד הרבנות והמעון שאני דרתי בו, נשרפו גם שני הקונטרסים אשר טיפחתי וריביתי בימי בחרות, הראשון על שו»ע אבן העזר והשני על חושן משפט, ולא נשארה לי העתקה מהם… חוץ מזה לא נשאר בידי כלום. עתה אין בכוחי לכתוב חידושי תורה מחמת כמה סיבות. ראשית, אין לי כל הספרים הדרושים לתכלית זו, ספרייתי העשירה שהייתה לי לפני נוסעי לסאלוניקי התפוררה והתפזרה… שני טרדות הציבור מונעות עתה ממני להפנות לזה ושלישית הנה באתי בימים וזקנה קפצה עלי. אני מוסר מודעה כי כל מה שאנוכי רושם וכותב בפנקסי אינו לשם חיבור כדי להדפיסו היות שידעתי שאין בו דיבור של ממש…»
«Dado que experimenté una gran tragedia en Salónica …. donde se incendiaron todas las casas de la ciudad interior, incluyendo la Oficina del Rabinato y el lugar donde yo residía, también se quemaron los dos tratados que había elaborado y enriquecido desde mis días de juventud. El primero sobre la Sección Eben HaEzer del Shulján Aruj y el segundo sobre Joshen Mishpat. No me quedaron copias de ellos… de hecho, no me quedó nada en mis manos.
Ahora no tengo la capacidad de escribir nuevos comentarios de la Torá por varias razones. En primer lugar, no tengo todos los libros necesarios para este propósito, mi rica biblioteca que tenía antes de viajar a Salónica se dispersó…. En segundo lugar, las constantes preocupaciones públicas me impiden dedicarme a esto. Y en tercer lugar, ya he llegado a una edad avanzada.
Deseo dejar en claro que todo lo que escribo en mis diarios no es con la intención de publicarlo, ya que [son para mi uso prvado] y sé que no contiene un contenido verdaderamente significativo [para los demas ]…»
El injustamente desconocido rabino sefaradí Ribbi Yehudá ben Ya’aqob Jayat z»l vivió todas las tribulaciones que conllevó la expulsión de los judíos de España. Su dolorosa historia ejemplifica lo que sufrieron cientos de miles de judíos que fueron expulsados de la Península Ibérica por negarse a abandonar su religión.
En su libro «Minjat Yehudá», el Rab Jayat describe lo que sufrió durante casi 10 años. Después de ser expulsados de España en 1492, aproximadamente 120.000 judíos buscaron refugio en Portugal. El rey portugués Juan II aceptó a los judíos con la condición de que pagaran una exorbitante suma de dinero para poder quedarse allí. Al año siguiente, en 1493, el rey decidió que los judíos no podían permanecer en su reino a menos que se convirtieran al catolicismo o volvieran a pagar esa misma suma. Los judíos eran refugiados que habían sido despojados de todos sus bienes al ser expulsados de España y se les prohibió llevar consigo plata, oro o cualquier otra cosa de valor. Vivían en condiciones de extrema pobreza en Portugal y no podían pagar lo que el rey exigía.
Junto con otros 250 refugiados judíos, el Rab Jayat abandonó Portugal y partió desde el puerto de Lisboa en una embarcación muy precaria hacia la costa de Marruecos. Las condiciones a bordo eran tan insalubres que, a los pocos días en el mar, se desató una epidemia en el barco y no les estaba permitido desembarcar en ningún puerto. Finalmente, la precaria embarcación llegó al puerto de Málaga. Allí, cuenta el Rab Jayat, varios curas los esperaban para intentar convertirlos. Los desesperados pasajeros judíos les suplicaban que les dieran agua y pan, pero los caritativos curas se negaron a proporcionarles cualquier alimento si no aceptaban el bautismo. Durante aproximadamente cinco días, estos refugiados judíos sufrieron hambre y sed, y cerca de 50, incluyendo a la esposa del Rab Jayat, fallecieron.
Al pisar tierra firme en Marruecos, el Rab Jayat fue inmediatamente encarcelado y condenado a muerte por fanáticos musulmanes, quienes argumentaban que las creencias y prácticas religiosas de un rabino ofendían al Islam. Para salvar su vida, le dijeron que debía convertirse al Islam. Durante 40 días, el Rab Jayat estuvo tirado en un pozo en condiciones inhumanas, rodeado de roedores, víboras y escorpiones. Al final, algunos refugiados judíos extremadamente pobres lograron reunir algo de dinero y así salvaron al Rab Jayat de una muerte segura. Él logró escapar a la ciudad de Fez, un poco más al sur, donde se estableció.
En Fez, el hambre era terrible y la gente se veía obligada a comer pasto para sobrevivir. El Rab Jayat trabajaba diariamente moliendo granos de trigo con sus propias manos en la casa de una familia musulmana para ganar un pequeño pedazo de pan. Él y otros judíos que habían escapado de España no tenían casa ni refugio. Por las noches, tenían que cavar pozos en las afueras de la ciudad para poder dormir.
Después de estar en Fez durante 8 meses, un gran incendio estalló en la ciudad y mucha gente murió en las llamas. Como consecuencia de las posteriores sequías, más de 20.000 (sic.) judíos murieron de hambre y epidemias. Al presenciar esto, muchos de los que habían llegado de España y Portugal decidieron regresar a sus lugares de origen para evitar una muerte segura en Fez, tanto para ellos como para sus hijos.
Según el historiador español contemporáneo Andrés Bernáldez (1450-1513) en su libro «Historia de los reyes católicos», los judíos que abandonaban Fez eran víctimas de todo tipo de abusos. En los caminos que dejaban la ciudad, eran atacados por moros que secuestraban y violaban a sus mujeres e hijas, y abrían los cuerpos de los hombres para ver si habían escondido plata u oro en sus estómagos.
El Rab Jayat logró escapar de Marruecos y embarcar hacia Italia. Llegó al puerto de Venecia solo, semidesnudo y habiendo perdido a toda su familia . Cuando los judíos españoles que vivían en Venecia lo reconocieron, se ocuparon de él. Luego, lo llevaron a la ciudad de Mantova, donde se estableció hasta sus últimos días. Allí conoció a un rabino sefaradí llamado Rabbi Yosef Ya’abets, quien lo convenció de escribir un comentario sobre el famoso y enigmático libro místico «Ma’arajot Eloquim». El Rab Jayat llamó a su libro «Minjat Yehudá» (La ofrenda de Yehudá), ya que era una ofrenda que él, Rabbi Yehudá Jayat, ofrecía a Hashem por haberle salvado la vida.
Este libro es considerado una obra fundamental, ya que explica los principios más complejos de la Kabbalá y contribuyó a la difusión de la sabiduría de la mística judía, que alcanzó su punto máximo en el siglo XVI.
Aunque no se conocen los detalles exactos, se estima que el Rab Jayat falleció en Mantova, Italia, alrededor del año 1510
Ribbí Menashe nació en la isla de Madeira, Portugal, en 1604, bajo el nombre de Manoel Dias Soeiro. Su familia se trasladó a Holanda, en los Países Bajos, en 1610. En aquel entonces, Ámsterdam era un importante centro de la vida judía en Europa. Allí, como muchos otros judíos que llegaban de Portugal, la familia de Ribbí Menashé retornó abiertamente al judaísmo.
El joven Menashé tuvo la mejor educación posible dentro de la tradición sefardí, que mantiene que los estudios seculares deben complementar los estudios religiosos. Sobresalió en sus estudios talmúdicos y en su conocimiento profundo del Tanaj. Dominaba todo el espectro del pensamiento judío, desde la escuela de Maimónides hasta los escritos de los más recientes cabalistas.
En el área secular, se destacó en las lenguas: hablaba diez idiomas y además poseía amplios conocimientos de medicina, matemáticas y astronomía. También estaba muy versado en la literatura clásica y en los escritos de los filósofos y teólogos gentiles. Este conocimiento le facilitó debatir con intelectuales gentiles y refutar sus ideas cuando eran contrarias al judaísmo.
En 1620, a la sorprendentemente temprana edad de 18 años, fue nombrado rabino de la comunidad sefardí y pronto se convirtió en uno de los predicadores más famosos de esa prestigiosa comunidad. Poco después de asumir este cargo, contrajo matrimonio con Raquel Soeiro, descendiente directa del rabino Don Yitzchak Abarbanel, con quien tuvo tres hijos. En 1626, estableció la primera prensa hebrea en Ámsterdam y, de hecho, en toda Holanda, llamada «Emet MeErets Titsmaj». En su imprenta utilizó un nuevo tipo de letra que más tarde sería copiado por muchas imprentas europeas.
En esos años, los holandeses colonizaron Brasil y muchos judíos de la comunidad de Ámsterdam, que eran grandes empresarios del comercio internacional, se mudaron a la ciudad de Recife, en la zona de Pernambuco.
En 1638, Ribbí Menashé decidió visitar Recife y fue probablemente el primer rabino que visitó el suelo americano, pero al poco tiempo de estar allí regresó a Ámsterdam. Habían llegado a esa ciudad dos empresarios judíos portugueses muy importantes, los hermanos Abraham e Isaac Pereyra, que ofrecieron contratar al rabino Menashé para dirigir un Talmud Torá, un colegio judío, que ellos habían fundado en la ciudad.
Uno de los primeros libros de Ribbí Menashé fue «El Conciliador», escrito en español y luego traducido al inglés por Hayim Lindo. Este extraordinario libro (que yo cito varias veces en mi libro «Creación») tiene como objetivo conciliar todos los textos del Tanaj que parecen contradecirse entre sí. Uno de los primeros puntos que analiza, por ejemplo, es la aparente contradicción entre lo que la Torá describe durante los 3 primeros días de la Creación, «y fue la tarde y fue la mañana», y la aparente creación del sol en el cuarto día. Ribbí Menashé presenta 8 posibles respuestas para resolver este tema (los Sabios judíos, dicho sea de paso, explican que el sol y la luna fueron creados el primer día, en el primer acto de la Creación). En este libro, el rabino portugués refuta los argumentos de los autodenominados críticos de la Biblia. Fue una de las primeras obras escritas por un judío en un idioma moderno que despertó un gran interés en los lectores cristianos. Esto le valió a Ribbí Menashé una gran reputación en el mundo académico no judío. Con el tiempo, su fama como erudito y experto en todos los asuntos de aprendizaje y ciencia se extendió más allá de Holanda. Algunas de las personalidades más destacadas del mundo buscaron su amistad y consejo. Entre sus corresponsales y amigos no judíos se encontraban la reina Cristina de Suecia, el pintor Rembrandt, quien pintó su retrato, y el estadista y filósofo Hugo Grotius.
En 1644, Ribbí Menashé conoció a Antonio de Montezinos, un judío converso portugués que había viajado al Nuevo Mundo y se había adentrado en las entonces exóticas tierras y había conocido a los pobladores nativos de las Américas. Montezinos le contó que los indígenas de los Andes sudamericanos practicaban ciertos ritos y tenían ciertos símbolos que eran similares a los judíos y que en su opinión eran descendientes de las 10 tribus perdidas de Israel. Los coloridos relatos de Montezinos y la teoría de Ribbí Menashé respecto a lo que significa este descubrimiento en función de la llegada del Mesías quedaron registrados en uno de sus libros más famosos, que escribió en español: «MIKVE ISRAEL: La esperanza de Israel o el origen de los americanos». Este es el título original de este libro, que no sé por qué no se reimprime. Este descubrimiento impulsó las esperanzas de Ribbí Menashé, ya que el asentamiento de los judíos en todo el mundo se entendía como un signo de que el Mesías estaba llegando.
Unos años más tarde, escribió un extraordinario tratado histórico y filosófico dirigido a las autoridades de Inglaterra, exponiendo los argumentos a favor de la readmisión de los judíos en Inglaterra. Su carta a Cromwell, escrita en perfecto inglés, se puede leer aquí en este enlace de Hebrew books (https://hebrewbooks.org/52715), de donde habían sido expulsados en 1290. En 1653, Ribbí Menashé viajó a Inglaterra para solicitar formalmente la readmisión de los judíos. Allí fue recibido nada menos que por Oliver Cromwell. Sin embargo, se enfrentó con muchísimas dificultades, entre otras la exigencia de que para la readmisión, los judíos debían convertirse en masa al cristianismo.
Dejó Inglaterra triste por no haber logrado su objetivo y materialmente empobrecido, y regresó a Holanda en 1655.
Entre sus obras más destacadas se encuentran:
También produjo un compendio ritual titulado Thesouros dos dinim, que ofrecía una guía práctica para las leyes y costumbres judías. Su obra se extendió más allá de las comunidades judías, influyendo en intelectuales cristianos y fortaleciendo los lazos entre diferentes tradiciones religiosas.
Nunca llegó a enterarse de que fue gracias a sus esfuerzos que Oliver Cromwell finalmente readmitió a los judíos en Inglaterra y les permitió practicar libremente su religión, ya que falleció en Ámsterdam ese mismo año, 1657.
En el siglo XVII, el Rabino Menashé ben Israel fue el judío más famoso del mundo.
Algunos hombres son más ángeles que hombres. Es el caso de Ribbí Saadiá Benzaquén z”l, mi primer maestro. Lideraba la hermosa sinagoga de la calle Piedras, que sólo se llenaba en Rosh Hashaná y Yom Kipur, porque su amada comunidad marroquí argentina, a la cual pertenecían mi padre y mi abuelo, no contaba con numerosos feligreses que concurrieran asiduamente a las Tefilot diarias o semanales. El Rabino Benzaquén era un gran líder, un visionario con grandes ambiciones para el pueblo judío. Pensaba que la comunidad de Argentina necesitaba imperiosamente rabinos jóvenes y bien capacitados, que pudieran enfrentar los desafíos del presente; que manejaran un vocabulario lo suficientemente sofisticado como para comunicarse con los jóvenes profesionales que se asimilaban cada vez más y no entendían a los rabinos mayores. Quería formar líderes rabínicos que fueran elocuentes y capaces de expresar las eternas ideas de la Torá en un lenguaje moderno. Corría la mitad de la década del ’70. Me parece que Ribbí Saadiá, como muchos otros genios, fue un adelantado. No contó con el apoyo de instituciones que lo ayudaran a crear un semillero rabínico ortodoxo, pero eso no lo hizo desistir de su sueño. Lejos de rendirse, se dedicó a preparar en persona a sus propios alumnos: los motivó a cursar estudios de Torá dirigidos a la obtención de la ordenación rabínica.
Yo fui uno de esos privilegiados. En 1980 Ribbí Saadiá se enteró de que el Rab Yaakob Eljarrar z”l oriundo de Marruecos español estaba comenzando un Kolel de Dayanim —una escualos de altos estudios rabínicos— y le pidió que organizara un programa especial de Rabinato para tres de sus alumnos. Con 19 años tuve el privilegio de ocupar uno de esos lugares. Dejé por la mitad mis estudios en Yeshivá University y me fui a Israel, al Kolel de la calle HaTurim 4, al lado del mercado Majané Yehudá, en Jerusalem. El Kolel se llamaba, creo, Zejor Ledavid y contenía la biblioteca del célebre Ribbí Itzjak Bengualid, la luminaria de la judería de Tetuán, ciudad donde habían nacido mis abuelos y Ribbí Saadiá. Por insistencia de Ribbí Saadiá, el Rab Eljarrar nos consiguió el mejor maestro posible, el hoy famosísimo Rabino de Baqaa, Jerusalem, y candidato a Rab HaRashi de Israel, el Rab Eliyahu Abergel Shelita. Bajo la dirección del Rab Abergel y del Rab Eljarrar y con la constante supervisión de Ribbí Saadiá, su hijo Rab Abraham Benzaquén, el Rab Mijael Acrich y yo estudiamos intensamente durante unos cuantos años. Pasamos cuatro exámenes en la Rabanut Harashit de Israel y obtuvimos la ordenación rabínica, cumpliendo así uno de los sueños de Ribbí Saadiá.
Pero esto fue solo un aspecto de lo que hizo por nosotros. También nos proporcionó una gran preparación en un área clave para un rabino comunitario: nos enseñó a hablar en público. Esto ocurrió un poco antes, cuando yo tenía 15 años. Mi niñez había transcurrido en Castelar, provincia de Buenos Aires. Luego de mi Bar Mitzvá, celebrado en el templo de Piedras, el santuario del Ribbí, mis padres decidieron mudarse a la Capital: estaban preocupados porque mis hermanas y yo estuviéramos en un ambiente judío. Compraron un pequeño departamento en la calle Chacabuco, en el barrio de San Telmo. Eligieron ese lugar exclusivamente por la cercanía con el templo de Piedras. Los encuentros donde nos preparaba para hablar en público tenían lugar los Shabbatot por la tarde. No es fácil describir lo que era compartir un Shabbat con Ribbí Saadiá. Luego de almorzar con mi familia me apresuraba a llegar a su casa en la calle Sargento Garay. Entrar al edificio era una aventura, porque el portero nunca estaba disponible. Me veo a mí mismo gritando a todo pulmón desde la planta baja hasta el segundo piso: “¡Alberto! ¡Albertoooo! ¡Albertooooooo!”. Seguía así hasta que Abraham bajaba a abrir la puerta. Ya dentro de la casa estudiábamos Guemará y Mishná Berurá hasta la hora de seudá shelishit, que por razones de fuerza mayor teníamos que hacer antes de Minjá. Ribbí Saadiá se sentaba a la cabecera de la mesa, durante muchos años junto a su padre Abraham y su querida esposa Rajel, que pasaba más tiempo de pie que sentada, atendiendo a sus invitados de honor: el puñado de alumnos de Ribbí Saadiá. Doña Raquel nos servía unas deliciosas rosquitas dulces, almibaradas y esponjosas y un embriagante té con yerba luisa. En ocasiones especiales también nos deleitábamos con fiyuleas, unas masas crocantes de hojaldre enrolladas, también almibaradas. Luego de la majestuosa seudá shelishit caminábamos todos juntos a la sinagoga de Piedras. El tiempo normal hasta llegar debía ser diez minutos, pero nunca demorábamos menos de media hora. ¿Por qué? Porque Ribbí Saadiá se detenía a saludar a todos los vecinos que encontraba en su camino. Todos: el diariero, el farmacéutico, el verdulero, las vecinas que limpiaban las veredas y los señores que estaban sentados en la mesita de afuera de un bar jugando al truco. Conocía a todos por su nombre. Y su saludo no era un formal “buenas tardes”, sino toda una conversación en la que el tema siempre eran ellos: los vecinos, sus padres, sus hijos, sus familiares. Ribbí Saadiá les preguntaba por todos con mucho interés. Los vecinos, como no podía ser de otra manera, demostraban un gran respeto y mucha admiración por ese hombre tan especial que se interesaba por todos ellos. Era media hora de Quidush HaShem.
Cuando por fin llegábamos a la sinagoga, Ribbí Saadiá nos hacia sentar arriba, en los asientos reservados para los “futuros rabinos” y para Samuel Chocrón, su secretario, jazán asistente y prácticamente su hijo adoptivo. Meldábamos (rezábamos) Minjá y luego llegaba el momento esperado. Teníamos que hablar en público. Éramos tres o cuatro oradores. La derashá (el discurso rabínico) debía durar unos cinco o diez minutos. Nos preparábamos lo mejor que podíamos tratando de seguir las indicaciones de Ribbí Saadiá: que lo que habláramos sea claro y relevante y que nuestro discurso tuviera un mensaje aplicable a la compleja vida moderna. Dicen que hablar en público es el miedo humano número uno, más intenso que el miedo a la muerte o a las serpientes. Obligarnos a hacerlo era la mejor (o la única) manera de ayudarnos a superar ese temor. Contábamos con dos ventajas estratégicas fundamentales. Primero, que en la sinagoga no había una gran cantidad de público. De hecho, aparte de nosotros había allí unos siete u ocho hombres más, todos de una edad bien avanzada y con mucha facilidad para quedarse dormidos. En ese laboratorio ideal de oratoria nos podíamos arriesgar a hablar sin temor a pasar un papelón, porque aunque nuestro discurso fuese un desastre —lo cual no era poco común— “no pasaba nada”. Recuerdo que una vez mientras daba mi derashá sufrí una laguna. Mi cerebro se bloqueó, se paralizó por completo, y no me sabía cómo seguir. Hay que tener en cuenta que parte de la privilegiada preparación que tuvimos fue que, por ser Shabbat, estábamos forzados a memorizar nuestro discurso y no podíamos leerlo ni tener notas. Estuve sin hablar durante un interminable minuto. Pasé un poco de vergüenza, pero al rato todo se olvidó. Porque la intensidad del papelón era tan baja como el número de oyentes.
El otro elemento estratégico era el señor Moisés Gozar. Una persona muy especial. Socio, o sospecho que cómplice, de Ribbí Saadiá en nuestra preparación para la oratoria. El señor Gozar (no sé si alguna vez conocí su nombre de pila) era una persona mayor, pero de muchísimo porte. Alto, delgado, energético, impecablemente vestido con un elegante sombrero marrón. Lo más parecido que recuerdo a un caballero inglés. El señor Gozar tenía una mirada penetrante y prestaba total atención a lo que decíamos. Pero no así nomás, sino de manera activa: sus ojos nunca se desviaban del orador de turno y a veces se abrían más que de costumbre, elevando sus frondosas cejas, en un gesto de aprobación a las ideas que estábamos articulando. Claro que yo, y creo que a todos nos pasaba lo mismo, no podía dejar de mirar al señor Gozar. Prácticamente le hablaba a él. Trataba de ir por el premio mayor: su sonrisa de beneplácito, equivalente a sentir un gran aplauso o una ovación emanada de su rostro. Los permanentes gestos aprobatorios del señor Gozar eran increíblemente estimulantes para nosotros, los aprendices de oratoria. Para nuestra satisfacción, cuando todos habíamos terminado nuestros discursos, se reunían los expertos: Ribbí Saadiá y el señor Gozar, a repasar en voz alta, analizar e, inevitablemente, elogiar frente a nosotros la gran calidad de los discursos, el altísimo valor de las ideas y la brillantez de los oradores. Era un desborde de loas, que nosotros ingenuamente nos la creíamos, y así nos ayudaba a inflar nuestros egos, nos hacía perder el miedo a hablar en público y nos estimulaba a esmerarnos aún más el siguiente Shabbat. Así fue como Ribbí Saadiá Benzaquén nos preparó para disertar en público y para ser mejores rabinos de cara a un mundo con un ritmo de vida cada vez más complejo.
Rab Yosef Bitton