Rab Shaul haLevi Mortera (1596-1660) fundador de la comunidad Sefaradí de Ámsterdam

Ribbí Shaul Leví Mortera nació en Venecia, Italia, en el año 1596, en el seno de una familia de judíos sefaradíes descendientes de anusim portugueses. Desde su juventud mostró una inclinación natural hacia el estudio profundo, la filosofía y la tradición.
El evento que marcó el inicio de su carrera rabínica tuvo lugar en el año 1616. Mortera fue quien escoltó el cuerpo del célebre médico judío Eliahu de Luna Montalto —médico personal de la reina María de Médicis— desde París hasta Ámsterdam. Este acto de lealtad y respeto hacia un sabio tan respetado dejó una profunda impresión en la comunidad sefaradí de la ciudad, y fue tal la impresión que causó que le ofrecieron el cargo de liderazgo rabínico en la comunidad sefaradí de Ámsterdam.
Formación y primeras responsabilidades
Ya en Ámsterdam, el rab Shaul prosiguió sus estudios bajo la dirección del jajam Yitsjaq Uziel, un rabino originario de Marruecos. Estudió con él Talmud, filosofía judía, exégesis bíblica y pensamiento medieval, en especial el legado de Maimónides. En poco tiempo fundó una institución de estudios avanzados, un Bet Midrash llamado Kéter Torá, donde él mismo enseñaba. Mencionemos que el rab Mortera brillaba en una generación donde había luminarias como el rab David Pardo, el rab Jacob Sasportas y Menashé ben Israel.
Gracias a su prestigio creciente, fue nombrado presidente de la corte rabínica de la comunidad portuguesa de Ámsterdam. Este cargo no solo implicaba dictaminar halajá, sino también actuar como líder comunitario en una ciudad donde el judaísmo, aunque tolerado, vivía bajo vigilancia y presión de las autoridades calvinistas.
La fundación de la Yeshivá Ets HaJayim
Uno de los grandes logros de Mortera fue la fundación y dirección de la famosa Yeshivá Ets HaJayim, institución que se convirtió en el centro del renacimiento espiritual sefaradí en los Países Bajos. Allí enseñó durante décadas a cientos de alumnos, muchos de ellos descendientes de familias marranas que apenas estaban redescubriendo el judaísmo que sus antepasados habían practicado en secreto.
Entre sus alumnos más destacados se cuentan figuras como el rabino Moshe Zacuto y el rabino Abraham HaCohen Pimentel (autor de Minjat Cohen). Su mayor frustración fue que uno de esos alumnos fue también el famoso hereje Baruj Spinoza, a quien él mismo tuvo que excomulgar.
Espinoza fue su alumno directo en Talmud, Torá y filosofía, pero con el tiempo adoptó posturas cada vez más radicales que desafiaban los principios fundamentales del judaísmo tradicional. Cuando finalmente la comunidad sefaradí decidió emitir el jérem (excomunión) contra Spinoza, el 27 de julio de 1656, Mortera fue uno de los tres dayanim que firmaron la sentencia, redactada en términos inusualmente severos. La decisión fue dolorosa, pero necesaria para proteger la cohesión interna de una comunidad en reconstrucción.
Su obra central: Giv’at Shaul
El legado escrito más famoso de Mortera es sin duda Giv’at Shaul, publicado en hebreo en Ámsterdam en 1645. Esta obra recoge 50 derashot (sermones) seleccionadas de entre más de 500 pronunciadas durante su carrera. Los sermones están basados en las secciones semanales de la Torá y combinan conocimiento rabínico, rigor filosófico y profundidad emocional.
Giv’at Shaul refleja la preocupación constante del rabino por guiar espiritualmente a una generación cuyos miembros habían sido educados en conventos o colegios cristianos, sin conocimiento previo de la Torá ni de la tradición judía. En cada discurso, el rab Mortera utiliza la parashá para hablar sobre Emuná, fe judía, justicia, providencia, mesianismo y libre albedrío, todo con un tono didáctico y comparando la visión judía con la cristiana que sus alumnos conocían. Para la mayoría de ellos era la primera vez que escuchaban la versión judía de los principios de fe.
Maestro de los “nuevos judíos”
Ribbí Shaul Leví Mortera entendía que su principal tarea no era solo enseñar Torá a los sabios, sino reeducar a los “nuevos judíos”, es decir, a aquellos descendientes de marranos que, tras generaciones de adoctrinamiento y conversión forzada, retornaban públicamente al judaísmo. A muchos de ellos, la sinagoga les era tan ajena como lo era una iglesia para un judío tradicional.
Por esta razón, escribió varios libros en portugués y en español, dedicados específicamente a esta población. En ellos abordaba los fundamentos del judaísmo, la inmortalidad del alma, el Mesías, la revelación, la unicidad de Dios y —sobre todo— las diferencias entre el judaísmo y el cristianismo.
Uno de los más significativos es El Tratado de la Verdad de la Ley de Moisés, en el cual Mortera defiende el judaísmo frente a los dogmas cristianos. Explica el entendimiento judío de los versículos bíblicos que la Iglesia había apropiado para justificar doctrinas como la Trinidad, la encarnación o la abolición de la Torá. Lo hace con claridad, lógica y sin tono provocador, manteniéndose fiel a una línea apologética judía que se remonta a Saadia Gaón y a Maimónides.
Otros escritos y tratados apologéticos
Además del Giv’at Shaul y del Tratado de la Verdad, Mortera escribió numerosas obras de polémica religiosa y filosofía popular, entre ellas:
-
Preguntas que hizo un clérigo de Ruan de Francia: una respuesta puntual a los ataques de un sacerdote católico contra el Talmud.
-
Providencia de Dios con Israel: reflexión sobre la elección del pueblo judío y su rol en la historia sagrada.
-
Relación memorable para confusión de aquellos que niegan la providencia divina: exposición de la fe judía en la supervisión activa de Dios (hashgajá).
-
Obstáculos y oposiciones contra la religión cristiana: crítica racional a los principios básicos del cristianismo.
-
Varios tratados relativos a la religión judía: compendio de temas introductorios para el aprendizaje de los nuevos judíos.
-
La eternidad de la Ley de Mosheh: defensa enfática del carácter eterno e irremplazable de la Torá frente a la noción del “Nuevo Pacto”.
Estos escritos circularon en manuscritos o impresos de edición limitada, y fueron preservados en bibliotecas de Londres, Ámsterdam y Hamburgo. Algunos de ellos fueron utilizados por generaciones posteriores de rabinos para enfrentar las dudas de conversos, misioneros y cristianos interesados en el judaísmo.
Su pensamiento: entre Maimónides y el exilio
Mortera fue un hombre profundamente influenciado por el judaísmo inteligente de Maimónides, un modelo ideal para una comunidad judía que, si bien acababa de salir del trauma de la Inquisición, estaba compuesta por individuos altamente educados. Al enseñar la filosofía de Maimónides, Mortera les ofrecía a los exconversos un lenguaje que ellos comprendían, y a través de él podía transmitir los principios de fe judía claramente diferenciados de los preceptos cristianos.
Incluso citando a Maimónides podía enseñarles —a esos exconversos que habían asistido a universidades— que la ciencia no está en contradicción con la fe, como sucedía con frecuencia en el mundo cristiano.
El rab Shaul entendía que el retorno al judaísmo no se lograba mediante imposiciones, sino con paciencia y claridad.
Se dice sobre Maimónides y su actitud hacia aquellos judíos yemenitas que sufrieron la conversión forzosa en el siglo XII, que para Maimónides la crisis espiritual no es un delito: es una enfermedad. Y por lo tanto, no necesita de un juez que venga a sentenciarla, sino de un médico que venga a curarla.
Legado
Ribbí Shaul Leví Mortera falleció en 1660, dejando un legado que perduró mucho más allá de su tiempo. Fue el símbolo de una generación que reconstruyó el judaísmo sefaradí desde las cenizas del exilio y la persecución.
Su obra, tanto oral como escrita, consolidó a Ámsterdam como el centro intelectual y espiritual del judaísmo sefaradí en Europa occidental durante el siglo XVII. Sus discípulos continuaron su labor en Europa y en el Imperio Otomano, y su influencia aún se percibe en el pensamiento judío moderno, especialmente en los debates entre tradición y modernidad, fe y razón, memoria y libertad.
Como todos los Gigantes Olvidados, el rab Mortera merece ser recordado no solo por su erudición, sino por su misión: reconstruir la identidad judía de quienes la habían perdido… sin haberla olvidado nunca.















