VAYERA: Los arqueólogos han encontrado a Sedom y Amorá

Un equipo multidisciplinario de científicos ha presentado una teoría fascinante que explica cómo la civilización que habitaba en las orillas del Mar Muerto hace unos 3,700 años desapareció abruptamente. El análisis arqueológico de este desastre coincide con asombrosa precisión en el texto bíblico, y puede compararse con un evento similar ocurrido hace más de un siglo en Rusia.

En 1908, una explosión en Tunguska, Siberia, arrasó cerca de 2,000 kilómetros cuadrados de bosque deshabitado. Sorprendentemente, no se encontró un cráter de impacto. Los científicos explican este fenómeno como un “airburst,” o la explosión de un meteorito a 5-10 kilómetros por encima de la superficie terrestre.

El evento de Tunguska proporciona un modelo que ayuda a entender lo que ocurrió en las ciudades de Sedom y Gomorra, donde ha ocurrido un fenómeno devastador pero no se ha encontrado ningún crater que señale la caída de un meteorito.   Las excavaciones arqueológicas en Tall el-Hammam, en la actual Jordania, han descubierto evidencias de un evento explosivo de «alta temperatura» que arrasó con aproximadamente 500 kilómetros cuadrados al norte del Mar Muerto. Esta explosión habría destruido completamente la civilización de la zona, eliminando a unas 50,000 personas que habitaban una llanura circular de 25 kilómetros de ancho.

Impacto devastador

El calor extremo generado por el fenómeno despojó al suelo fértil de sus nutrientes, dejando la región cubierta de una capa de cenizas y sales. Estas sales, producidas por la reverberación de la explosión en el Mar Muerto, descendieron sobre la región llevadas por vientos abrasadores. La evidencia de este fenómeno se encuentra en los granos minerales incrustados en cerámicas halladas en Tall el-Hammam.

Según la revista Science News, restos arqueológicos indican que las cinco ciudades «desaparecieron repentinamente hace unos 3,700 años, dejando solo cimientos de piedra». Fragmentos de cerámica revelan signos de haber sido sometidos a temperaturas tan altas «quizás tan calientes como la superficie del sol», s que transformaron las cerámicas en vidrio, señaló el profesor Phillip Silvia.  Los hallazgos en Tall el-Hammam incluyen cerámica hecha vidrio, cimientos chamuscados y varios metros de cenizas mezcladas con escombros, una imagen que refleja el relato bíblico de la destrucción de las ciudades.

De vergel a desierto

La Torá describe la región donde Lot se asentó tras separarse de Abraham como un vergel, irrigado por abundantes aguas, comparable en prosperidad al fértil valle del Nilo en Egipto. Y durante siglos estas tierras fértiles habían sostenido prósperas civilizaciones. Sin embargo, tras el desastre, la tierra idílica quedó transformada en un desierto estéril, una imagen que la Torá presenta con precisión.   

Resolviendo un misterio

La Torá detalla la destrucción de Sedom y Gomorra en Génesis 19:24-25: “Entonces Dios hizo llover azufre ardiente sobre Sedom y Gomorra —desde el cielo y por voluntad de Dios—. Así destruyó aquellas ciudades y toda la llanura, incluidos todos los que vivían en las ciudades, y también la vegetación de la tierra”. Abraham, desde su residencia, observó cómo la región se transformaba en una nube de cenizas, «como la humareda de un horno ardiente», según el texto bíblico.

La estatua de sal

El relato bíblico también menciona la famosa «estatua de sal» en la que se convirtió la esposa de Lot, quien quedó rezagada durante la huida. Este detalle encuentra una explicación natural en los hallazgos arqueológicos. Las sales arrastradas por el Mar Muerto, combinadas con las altas temperaturas, cubrieron a los habitantes de la región y los fosilizaron de manera similar a las figuras petrificadas de Pompeya como consecuencia de las cenizas volcánicas, aunque en el caso de Sedom  se trataría de sales que se mezclaban con cenizas de la explosión del meteorito.

La evidencia física en Tall el-Hammam y sus alrededores muestra señales de un impacto térmico y conclusivo altamente destructivo, compatible con la narrativa de la Torá. Este hallazgo no solo confirma la magnitud del evento, sino también la fidelidad del texto bíblico en su descripción.

Un hallazgo que confirma la precisión bíblica

A veces la Torá detalla exactamente cómo se producen eventos de intervención divina, y otras veces no. La Torá describe cómo sucedió el diluvio, menciona, por ejemplo,  lluvias torrenciales durante mucho tiempo y también que simultáneamente las ganas surgieron desde la superficie terrestre, pero no explica por ejemplo, cómo sucedió este segundo evento: si fue un fenómeno de movimientos sísmicos o impactos de meteoritos, etc.

Las plagas de Egipto, la mayoría son explícitas: Dios hace llegar sapos del río, o langostas desde el oeste, o enfermedades, o pestes, o granizo. Sin embargo, no explica, por ejemplo, qué fenómeno natural «utilizó» Dios para oscurecer Egipto, un eclipse or bulo que parece ser mas preciso: una tormenta de arena , polvo o ambos. La misma duda surge cerca si hubo algún fenómeno  natural, dirigido por Dios,  para enrojecer con sangre el Nilo. Esta es la idea entre otros del Rab Isaac Abarbanel.

En la apertura del Mar Rojo, por ejemplo, la Torá menciona de manera explicita  que Dios trajo un fuerte viento para secar el mar.

De todos estos ejemplos vemos que para la Torá no es absolutamente necesario resaltar  «cómo» suceden los hechos milagrosos de intervención Divina sino enfatizar el «Quién».

Maimonides, Radaq y otros comentaristas bíblico explican que Dios interviene  o interactúa con la humanidad a través de fenómenos naturales. A diferencia de TODOS los mitos y leyendas de esa época y lugar, la Torá nunca habla de monstruos o seres mitológicos que soplan y secan el mar Rojo, por ejemplo. O serpientes de siete cabezas que invaden Egipto en las plagas, ni de las fuerzas demoniacas que en sus luchas entre si producen un Diluvio.

La intervención Divina o Milagro consiste en que un fenómeno natural se produce o se desencadena en el tiempo y el lugar que Dios determina. Y también, muy importante aclarar,  que ese evento no termina solo, por sí mismo, sino cuando el Creador lo decide, mostrando así Su control sobre la física y la naturaleza.

Descubrimientos científicos como el que acabamos de relatar nos ayudan a visualizar cómo Dios pudo haber destruido esas ciudades, es decir, que fenómeno  natural utilizó.

Y por otro lado, nos demuestra  una vez más,  la exquisita precisión del breve texto bíblico.




VAYERA: Abraham y el oportunismo positivo

HACER EL BIEN SIN MIRAR A QUIEN
Esta Parashá nos invita a conocer algunos detalles de la personalidad de Abraham Abinu. Ya cerca de sus 100 años de edad,¿A que dedica su vida Abraham? ¿En qué invierte su valioso tiempo este hombre que descubrió a Dios? Abraham, nos cuenta la Torá esta semana, está sentado en su carpa buscando con su mirada gente que necesite ayuda.

La historia de los 3 huéspedes de Abraham la conocemos, pero quizás no llegamos a absorber su enorme magnitud. Permítanme explicarme: Abraham levanta sus ojos y ve a 3 extranjeros, gente totalmente desconocida para él, y que aparentemente no tenían nada de especial. La Torá los describe como caminantes –que era un signo de pobreza–y no como viajeros comerciantes montados en sus burros o camellos. Abraham obviamente vio esto, pero lejos de desanimarlo, el hecho que estas personas eran (o parecían) humildes era la oportunidad que Abraham estaba esperando. Abraham –que por lo que nos describe la Torá tenía casa, comida, ganado, trabajadores, hacienda, etc.– vivía una vida holgada en cuanto a lo material. Al ver a estos hombres se pone de pie y los invita a hospedarse en su tienda, desinteresadamente.

Abraham estaba en la puerta de su tienda literalmente a la espera de una oportunidad para ayudar a los demás. La conducta de Abraham es completamente anormal.

OPORTUNISMO, PERO AL REVES
Cuando una persona está a la espera de un extraño, de alguien a quien jamás ha visto antes y ni siquiera conoce su nombre, podemos asumir que sus intenciones no son buenas. Generalmente los extranjeros son víctimas de embaucadores o estafadores que los engañan, roban y abusan sin temor a represalias. Los estafadores están a la espera de este tipo de oportunidades, o las fabrican, para encontrar alguien débil, humilde e indefenso. Son las víctimas perfectas porque no se pueden defender.
La misma palabra “oportunismo”, se utiliza siempre de manera negativa. Cuando decimos que alguien es un oportunista, en español o en inglés, nos referimos a una persona indecente que busca la oportunidad de abusar, robar o engañar.

El oportunismo de Abraham es completamente diferente. Abraham estaba pendiente de alguien que necesitara ayuda. Piensen los lectores si alguna vez han conocido a alguien como Abraham Abinu. Alguien que esté a la salida de un supermercado esperando la oportunidad de ayudar desinteresadamente a las personas que necesiten ayuda para llevar sus compras a su auto, o algo así. ¿Existen individuos así? ¿Ángeles humanos que dedican su tiempo a “esperar proactivamente la oportunidad de poder ayudar desinteresadamente a los humildes y necesitados» y ni siquiera reclaman crédito por su ayuda.

¿CUANTAS VECES ABRAHAM RECIBIO HUESPEDES?
Otro detalle importante es que Abraham es proactivo en su generosidad, no se queda esperando en la puerta de su casa a que alguien venga a pedir su ayuda. Los caminantes ni siquiera se aproximaron a la casa de Abraham. Fue él quien se puso de pie, “corrió” (literalmente) al encuentro de los caminantes y les ofreció agua, comida y sombra. La Torá nos cuenta que esta historia en particular porque al final estos hombres que eran mensajeros Divinos, le anuncian a Abraham que Sara daría a luz a su hijo, pero debemos entender que esta acción de Abraham no era la excepción sino la regla. Abraham dedicaba su vida a este preceder. Si bien no está escrito explícitamente en la Torá, los Sabios dan cuenta de múltiples veces que Abraham invitaba a extranjeros a su casa y agregan por ejemplo, que cuando al terminar de comer los huéspedes querían agradecerle a Abraham, él les decía” No me tienen que agradecer a mí, sino al Creador, que nos ha proveído esta comida» (nebarej sheajalnu misheLo). Abraham es de otro planeta.

Nuestros Sabios dice que nosotros, los descendientes de Abraham Abinu, hemos heredado de el esta virtud. Los Sabios afirman que los judíos poseemos tres características hereditarias transmitidas por nuestros ancestros. Tan fuerte (e importante) es esta carga genética que aquel judío que no posee estas tres virtudes puede que no sea en realidad judío: la primera de estas características es la de Guemilut Jasadim, la inclinación de los judíos a asistir a los demás, ayudar a quien lo necesiten, desinteresadamente.




LEJ LEJA: Lot y el sueño de la casa propia

LA POBREZA

Abraham fue puesto a prueba diez veces —los conocidos asará nisiyonot. Estas “pruebas” o experiencias, obviamente, no tenían como finalidad que Dios verificara algo que desconocía sobre Abraham. Fueron crisis intencionales que ayudaron a Abraham a crecer, madurar, aprender sobre Dios y alcanzar su máximo potencial.

Hay un detalle que descubrí este año y que no había percibido antes: la cuarta crisis a la cual se enfrenta Abraham es exactamente opuesta a la segunda.

Veamos. Abraham llega a la tierra de Canaán —“invitado por Dios”— con la promesa de bendición (berajá). Pero apenas llega, comienza la segunda prueba: una terrible hambruna. Tan severa, que Abraham se ve obligado a emigrar temporalmente a Egipto. Fue una prueba durísima: ¿abandonar o no abandonar a Dios cuando no me da lo que quiero? Abraham supera la crisis. Permanece leal a su misión, confía y sobrevive la crisis del hambre. Esa hambruna puso a prueba también su paciencia.

Después de un tiempo, Abraham regresa de Egipto con una enorme riqueza: oro, plata y animales. Literalmente «Gracias a Dios», Abraham había prosperado enormemente. Junto a él estaba Lot, su sobrino, que al quedar huérfano fue adoptado por Abraham. Lot era, hasta entonces, el candidato a heredarle y continuar su camino, ya que Abraham no tenía hijos propios. Abraham compartía con Lot toda su riqueza.

Y es aquí donde se genera la nueva crisis, la cuarta prueba, opuesta a la anterior. La Torá, sin mencionarlo explícitamente, introduce por primera vez un tema que se repetirá a lo largo de las generaciones: los riesgos y peligros de la riqueza. El dinero en abundancia, ¿nos hace más vanidosos o seguimos conservando nuestra humildad? ¿Usamos lo que nos sobra solo para elevar nuestro confort o también para ayudar a los que tienen menos?

LAS DOS CARAS DE LAS MONEDAS

La riqueza no hace a Abraham más materialista. Nuestro patriarca, la Torá lo dice explícitamente (Gen. 13:3), regresa a su propia carpa, símbolo de humildad y desapego. Decide usar su fortuna para hacer el bien en nombre del Creador y difundir así Su existencia. Abraham se siente como el administrador de un dinero que es más de Dios que suyo. Cuando los pobres o los extranjeros que se alojan en su tienda quieren pagarle por la comida, Abraham rechaza el pago y los invita a agradecer juntos a Dios (zimún): “Aquel que nos ha dado lo que hemos comido.” Por eso, los vecinos lo llaman Nesí Eloqim, “representante de Dios”, en la tierra de Canaán.

Lot se había criado con los mismos valores espirituales de Abraham. Pero ahora, que se había vuelto millonario, se ve transformado por su fortuna. Sus valores cambian. Ya no le interesa seguir el camino de su tío. Ahora quiere dedicarse a business, invertir su capital y hacer crecer su portafolio. Sus ojos están puestos en generar más dinero, no en compartirlo con los pobres.

La crisis llega a su punto de ebullición cuando los pastores de Lot y los de Abraham se pelean, porque las enormes llanuras de Canaán ahora les quedaban chicas.

Abraham entiende que su sobrino no va a seguir su camino y le da a Lot la opción de trabajar de manera independiente.

Lot, quizás para sorpresa de Abraham, no se opone a separarse de él.

¿Cuál era la mayor aspiración de Lot? Comprarse una casa.

Los pobres, los nómadas, vivían en tiendas de campaña. Pero los ricos podían permitirse el lujo de vivir en una casa sólida, con techos, puertas y paredes de piedra.

Una casa era el símbolo más importante del estatus social.

Lot quiere mudarse a un barrio privado, un country club exclusivo, una gated community —donde no hay pobres y se paga a un guardia para evitar el ingreso de extranjeros.

Así comenzó la distancia no solo geográfica, sino también de valores, entre Abraham y Lot.

La riqueza, como ocurre tantas veces, terminó dividiendo a la familia.

LO PEOR ESTÁ POR VENIR

Pero allí no termina su nueva vida de rico: Lot decide que su nuevo estatus social le permite –o le demanda– aspirar a vivir rodeado de “gente como uno”. Y toma la peor decisión de su vida. Decide establecerse en Sedom (Sodoma), una ciudad próspera y poderosa, pero absolutamente corrupta.

En Sedom los valores estaban invertidos: a diferencia de Abraham, que dedicaba su fortuna a ayudar a los extranjeros, en Sedom se abusaba de ellos y le quitaban lo poco que tenían.

La caridad era considerada un crimen, porque —al mejor estilo de Nietzsche— ayudar al pobre perjudicaba la “supervivencia y el crecimiento del más fuerte”.

Lot había vivido y superado junto con Abraham la crisis de la pobreza, la orfandad, el exilio de Jarán a Canaán, los problemas en Egipto. Todas esas situaciones lo habían acercado a Abraham. Su tío era su role model. Lot quería ser Abraham.

Pero ahora, cuando enfrenta la prueba de la abundancia, Lot colapsa. Solo le interesa tener una casa cómoda en un barrio privado y dedicarse a jugar al golf.

Cuando Dios quiere educarnos, no nos hace caer regalos del cielo: nos desafía. Nos hace vivir experiencias y situaciones que nos obligan a redefinirnos. Algunos, como Lot, colapsan. Otros, como Abraham, se hacen más fuertes y se elevan con cada crisis que superan.

SHABBAT SHALOM




BERESHIT: Cain y Abel y la terapia equivocada

 

La historia de Caín y Abel es breve, pero muy precisa donde tiene que ser. Es el relato de la envidia, la rivalidad, la frustración y también —como quiero enfocarlo hoy— de la victimización y, tal vez, de la mala terapia.

Caín y Abel vivían en una constante conciencia de la bondad de Dios. La humanidad estaba todavía en un maravilloso estado de plena percepción de la presencia del Creador, invisible pero tangible, que proveía todo lo necesario para vivir. Esa conciencia llevó a los hermanos a comprender que, de alguna manera, debían agradecer a Dios por lo que recibían de Él. Así, según Shadal (Shemuel David Luzzato), nació la idea del sacrificio: una ofrenda —un regalo ofrecido a Dios— como expresión de gratitud.

Caín fue el primero en entregar su ofrenda. Trajo frutos de su cosecha, pues era agricultor. Luego llegó Hebel (Abel), que era pastor, y ofreció un animal. Dios aceptó la ofrenda de Hebel y rechazó la de Caín. ¿Por qué? De acuerdo con nuestros Sabios, porque Caín ofreció los frutos que ya no servían, los que habian sobrado o no tenían buen gusto, mientras que Hebel trajo la mejor parte de la carne que tenía: el mejor corte, y se lo ofreció a Dios.

Imaginemos dos personas que deben llevar un regalo a alguien que las ha ayudado mucho. Ambas tienen en su casa dos botellas de vino: una muy fina y cara, y otra de vino común, barato. El primero decide llevar como regalo la botella más barata: “Sé que tengo que regalarle algo al anfitrión —piensa—, pero no le voy a dar la mejor botella. Esa me la guardo para mí. Total, él no sabe que tengo otra”. El segundo, en cambio, razona: “Le debo tanto a mi anfitrión que quiero llevarle lo mejor que tengo”, y le lleva el vino más fino. Esa fue la diferencia entre Caín y Hebel.

Pero esta es solo la primera parte de la historia. Lo más interesante viene ahora.

Cuando Caín se dio cuenta de que su ofrenda fue rechazada, “se enojó mucho y se deprimió”. Entonces el Creador se acercó y le dijo: “¿Por qué estás enojado? ¿Por qué estás deprimido?”. Dios sabía perfectamente lo que le pasaba, pero aun así le preguntó. Fue un momento de terapia divina. La pregunta buscaba validar sus sentimientos, pero también ayudarlo a reflexionar, a expresarse, a hacer catarsis.

Y luego vino el consejo: “Si te esfuerzas un poco más, tu ofrenda será aceptada por Mí”. Con esas palabras, Dios le enseñó el valor del esfuerzo y de la gratitud. No porque Dios necesite sacrificios, sino porque el ser humano necesita ser agradecido para valorar lo que tiene y poder crecer. Le ofreció no solo consuelo, sino también una oportunidad de superación. Caín tendría que haber respondido con humildad, agradeciendo ese consejo invaluable.

Pero eso no fue lo que pasó. Caín no escuchó a Dios. Yo creo que fue a ver a otro psicólogo.
A un terapeuta que validó sus sentimientos y lo invitó a “rumiar” su miseria. Que lo escuchó, lo comprendió, lo abrazó emocionalmente y le dio la razón en todo. Tal vez le dijo: “Lo que te pasó es terrible, es una injusticia. Todos somos iguales ante Dios”. Y quizás insinuó que el verdadero culpable era Hebel, que había hecho una ofrenda ostentosa para dejarlo mal parado. “Hebel te humilló”, le dijo.

En ningún momento ese terapeuta habló de responsabilidad personal, ni de cambiar la actitud, ni de cómo mejorar. En esa terapia, Caín no aprendió nada. Pero le encantó. Salió convencido de que no había hecho nada malo. Que no tenía que cambiar en nada. Que no debía mejorar ni esforzarse más. Y ahora lo veía todo con mucha claridad: el problema no era él, era su hermano.

Hebel ya no era un ejemplo a seguir, alguien de quien aprender e inspirarse, sino un enemigo. El éxito de Hebel se transformó en una amenaza. Y en su mente, Caín justificó todo: “Mi hermano fue arrogante, ostentoso, capitalista. Me humilló con su ofrenda. Quiso mostrar que él es mejor que yo”.

Y un día, cuando estaban en el campo, tras una discusión, Caín, lleno de ira, golpeó a su hermano y lo mató.

La historia de Caín y Hebel se repite desde entonces. Es cierto que algunos seres humanos fracasan a pesar de su esfuerzo, por circunstancias fuera de su control. Pero muchos fracasan porque no hacen todo lo que podrían hacer. Y desde la comodidad de su ineficacia, miran a los que triunfan y, en vez de aprender de ellos o inspirarse, se llenan de envidia y resentimiento, y se declaran víctimas. Nunca miden el esfuerzo, solo los resultados. Y si el resultado del otro es mejor, lo interpretan como una injusticia.

Encima encuentran validación en amigos, ideologías, discursos políticos o incluso ciertas terapias —la llamo “la terapia de Caín”— que hacen más daño que progreso. Esa terapia que solo valida, comprende y consuela, pero no exige un cambio de actitud cuando es necesario. Esa terapia no ayuda: encierra a la persona en su propio laberinto emocional. La convierte en adicta a la validación y dependiente de quien se la da.

El terapeuta que nunca desafía, que nunca incomoda, puede mantener al paciente agradecido y fiel por años… pero sin crecer.

Caín no necesitaba sentirse mejor. Necesitaba ser mejor.

Y esa sigue siendo, miles de años después, la diferencia entre la terapia divina y la bad therapy: una te ayuda a crecer, la otra solo te da la razón.




NOAJ: ¿Por qué no convertirse al judaísmo?

Creo que una de las mayores contribuciones del Rab Eliyahu Benamozegh (1823- 1900) al judaísmo moderno fue su actitud hacia la conversión al judaísmo. En ese entonces, a mediados y fines del siglo XIX, no había muchos no judíos interesados en convertirse al judaísmo. Todo lo contrario: los judíos europeos se bautizaban en masa para ser aceptados en la sociedad cristiana. Ser judío no acarreaba ningún privilegio. Todo lo contrario: en Europa, ser judío era muy peligroso. Recordemos que entre 1881 y 1905 hubo más de doscientos pogroms en Kiev, Varsovia y Odessa. Decenas de miles de judíos fueron masacrados. Y no existía un Estado de Israel que acogiera y protegiera a los judíos, como B»H existe hoy.

Sin embargo, a lo largo de la historia siempre hubo casos individuales de gentiles, por lo general estudiosos de la Biblia, que entendían que el judaísmo es la “religión original”: el primero, último y único pacto de un pueblo con Dios. Y estos individuos estuvieron dispuestos a tomar la impopular y peligrosa decisión de convertirse a la religión de Moshé.

LA BÚSQUEDA DE AIMÉ PALLIÈRE

Uno de los casos más célebres de este deseo de convertirse al judaísmo fue Aimé Pallière. Nacido en Lyon, Francia, en 1868, Pallière se crió en el seno de una familia católica muy devota y, desde una temprana edad, demostró una gran inclinación por la religión. Primero se interesó por el catolicismo y luego por el protestantismo. Pero sus inquisitivos estudios, sus dudas acerca de la doctrina de la trinidad (¿un Dios = tres dioses?) y una visita a la sinagoga de Lyon en Yom Kippur lo inspiraron a buscar convertirse al judaísmo.

Así fue como decidió comunicarse, primero por carta, con el rabino Eliyahu Benamozegh. Más tarde viajó a Livorno, Italia, donde se encontró con el ya anciano rab Benamozegh en persona y le manifestó su voluntad de convertirse. Pero el rabino Benamozegh, fiel a la tradición no misionera del judaísmo, lo disuadió de la idea de la conversión. Le explicó que, si un individuo no judío cree en la verdad de la Torá y su deseo es hacer la voluntad de Dios, basta con que cumpla las siete mitsvot de Bene Noaj, es decir, los “Siete Preceptos Universales”.

El rab Benamozegh, que conocía muy bien otras religiones, le explicó al joven Pallière que observando estas siete leyes un no judío obtiene lo que en otras confesiones se llama “salvación”, lo que en hebreo se conoce como jayé haolam habbá, la vida en el mundo venidero.

LA MISIÓN DE BENE NOAJ

Para el joven Pallière, las palabras del rab Benamozegh tuvieron mucho sentido. Pallière, por un lado, descreía de las religiones que pretendían reemplazar al judaísmo —cristianismo e islam—, como si el judaísmo original, el de los cinco libros de Moshé, ya hubiera desaparecido. Por otro lado, estaba profundamente apegado a su madre, a sus parientes y a sus amigos. ¿Cómo podría separarse de todos ellos convirtiéndose al judaísmo?

Los argumentos del rab Benamozegh, según los cuales cuando una persona no judía desea hacer la voluntad del Dios de Israel no tiene la necesidad de convertirse sino de adoptar la “alianza” o “pacto” de Dios con Noaj cumpliendo esas siete leyes, tenían absoluto sentido, tanto en términos prácticos como filosóficos.

EL FUTURO DE LA HUMANIDAD

Pallière nunca había conocido una religión que ofreciera “la salvación” también a quienes no formaban parte de ella. En otras religiones no se concibe este tipo de alternativas. En el cristianismo, por ejemplo, para alcanzar la salvación uno necesariamente tiene que convertirse por completo a esa religión.

Pallière se dio cuenta de que solo la fe judía poseía la amplitud de criterio y la convicción suficientes como para ofrecer esa alternativa. El rabino Benamozegh también le dijo a Pallière que el futuro de la humanidad se basa en la observancia de los preceptos noájicos y lo motivó a promover los Siete Preceptos de Noaj entre los gentiles:

“Si te convences de esto y lo promueves, serás mucho más valioso para Dios que si te conviertes a la religión de Israel, ya que te transformarás en un instrumento de la Divina Providencia para toda la humanidad.”

La simple solución que aportó el rab Benamozegh es extremadamente importante, especialmente en nuestros tiempos, cuando tantos individuos no judíos descubren la verdad del judaísmo y se dan cuenta de que la Biblia carece de sentido sin el protagonismo del pueblo judío. Muchos estudiosos ven hoy que, a pesar de los enormes esfuerzos que han hecho otras religiones durante siglos para eliminar al judaísmo y a los judíos con el fin de justificar así su teología de reemplazo, el pacto bíblico original ¡nunca ha sido reemplazado!

Y que los judíos hemos hecho enormes sacrificios y pagado con nuestras vidas —persecuciones, pogroms y holocaustos— para mantener este Pacto Eterno.     Aimé Pallière se transformó así en un “Ben Noaj”: un observante no judío de la Torá.





Noaj, y los 7 Mandamientos Universales

LA GENERACIÓN DEL DILUVIO
Cuando Dios creó al hombre, le concedió la neshamá, es decir, su alma, su inteligencia, su capacidad de pensar y de elegir. Estas facultades, con las cuales el Creador dotó al ser humano, fueron definidas por el texto bíblico como “la imagen y semejanza de Dios.” El hombre, efectivamente, no fue creado como los otros seres vivos que habitan el planeta. Fue concebido como un ser sobrenatural, con la posibilidad de elegir entre el bien y el mal, de seguir los dictámenes del Creador o los deseos insaciables de su terrenalidad.

Diez generaciones después de ser creado, el hombre, colectivamente, eligió el camino del mal. La humanidad comenzó a declinar. La Tora nos cuenta que, en esa generación, la corrupción y la violencia se habían «normalizado». Los más fuertes abusaban de los más débiles (Génesis 6), y la ley que imperaba era la ley de la selva: la supervivencia del más fuerte. El hombre se degradó, sacrificó su imagen divina y se transformó en un ser que solo buscaba satisfacer sus instintos naturales. A esta generación se la conoce como Dor haMabbul, la generación (corrupta) que mereció ser borrada de la faz de la tierra con el Diluvio.

Pero el Diluvio no sería el final de la humanidad. Un hombre llamado Noaj (Noé) resultó ser la excepción a la regla. Noaj era un individuo que, en relación con el resto del mundo (o a pesar de la corrupción generalizada, según otra opinión), se comportaba con integridad y vivía consciente de la existencia de Dios, algo que ya había pasado de moda para el resto de los hombres. Dios salva a Noaj para darle otra oportunidad a la humanidad. Noaj construye el arca, y él, su esposa, sus tres hijos y sus esposas —un total de ocho personas— sobreviven el devastador Diluvio.

LA PRIMERA LEY
Al descender del arca, Noaj construye un altar y ofrece sacrificios a Dios en un claro gesto de gratitud por haberle salvado la vida. Dios bendice a Noaj, le insta a reproducirse y repoblar la tierra, y le presenta un código que contiene dos leyes. La primera ley tiene que ver con los animales. Dios autoriza a Noaj y a sus hijos a comer carne animal (Génesis 9:3), lo cual hasta ese entonces no estaba permitido, ya que la dieta que Dios indicó a los primeros humanos, Adam y Eva, consistía únicamente en plantas: semillas, vegetales y frutas. Ahora Dios le permite a Noaj y a sus descendientes disponer de la vida de los animales. Sin embargo, el Creador establece un prerrequisito que deberá ser cumplido antes de consumir carne animal: no se puede mutilar a un animal vivo para consumir su carne, como hacen los depredadores carnívoros con sus presas. El hombre, antes de consumir la carne de un animal, debe sacrificarlo.

LA SEGUNDA LEY
La segunda ley que Dios le ordena a Noaj también tiene que ver con el acto de matar: el asesinato, es decir, quitar la vida a otro ser humano. Esta ley está formulada de una forma muy básica y elemental. En lugar de “No matarás,” como dice en los Diez Mandamientos, esta ley determina que el asesinato será castigado con la pena capital: “Si un hombre derrama la sangre de otro hombre, su sangre será derramada, porque el ser humano ha sido creado a imagen de Dios” (Génesis 9:6). Esta ley llega en gran medida para evitar que se repita el estado de corrupción generalizada que la Tora denunció en Génesis 6, cuando explicó que los hombres poderosos (bene elohim) abusaban de los más débiles (bene adam). Aquí Dios le recuerda a la humanidad que, más allá de posiciones o posesiones, todo ser humano merece ser tratado con respeto por haber sido creado a imagen y semejanza de Dios.

EL PACTO ENTRE DIOS Y NOAJ
En los próximos versículos (Génesis 9:8 a 9:17), Dios establece un pacto con Noaj y sus hijos. Por un lado, los seres humanos respetarán la vida de otros seres humanos y el derecho de un animal a una muerte digna, con un mínimo sufrimiento. El Creador, por su parte, se compromete voluntariamente a no traer un diluvio u otro cataclismo universal que destruya a la humanidad. El arco iris será el recordatorio de que la lluvia se detendrá y Dios no borrará a la humanidad de la faz de la tierra.

Para resumir: la fórmula divina para evitar nuevamente la corrupción de la humanidad y su destrucción es el establecimiento de la ley y el orden. Estas dos leyes básicas que recién mencionamos son el principio de lo que se conoce como las Siete Leyes de Noaj.

Aclaremos que, de acuerdo a la tradición judía, Dios ya le había ordenado a Adam, el primer hombre, seis leyes básicas: la prohibición del asesinato, la prohibición de la idolatría, de la blasfemia, del robo y del incesto, y la obligación de establecer un mecanismo de justicia.

En los tiempos de Noaj, Dios:

  1. Estableció estas leyes como un pacto con la humanidad.
  2. Determinó la pena de muerte por el asesinato.
  3. Agregó la ley que prohíbe el consumo de un animal mutilado.

Las Siete Leyes de los hijos de Noaj constituyen el primer código bíblico de Ley Divina que Dios concibió para toda la humanidad.




Noaj y el descubrimiento de la muerte

¿Qué causó el diluvio universal? ¿Un meteorito? ¿Un evento de cambio climático? La Tora no es un libro común. Es un libro divino. Y como tal, exige una lectura poco convencional. Este tipo de lectura implica, entre otras cosas, leer los silencios del texto, leer entre las líneas y, sobre todo, saber que no hay nada superfluo en una obra Divina.
En el quinto capítulo de Bereshit (Génesis) en la Parashá de la semana pasada, leemos la primera genealogía humana: una lista aparentemente innecesaria de los años que vivió cada uno de los descendientes de Adam, el primer hombre. La Torá menciona nueve generaciones: Adam, Seth, Enosh, Kenan, Mahalalel, Yared, Janoj, Metushelaj y Lemej, el padre de Noé. Todos vivieron una larga vida. El récord de longevidad (hasta ahora …) es el de Metushelaj, que vivió 969 años.
De cualquier manera, la pregunta sigue allí: más allá de satisfacer nuestra curiosidad, ¿qué nos enseña este registro civil de edades pre-diluvianas? ¿Por qué necesitamos tantos detalles sobre la edad de los primeros humanos?
Si observamos con atención, descubriremos algo maravilloso.

¿CUANDO Y POR QUE MURIO ADAM?

En el año 930, contando desde la Creación, tuvo lugar un hecho extraordinario. Adam, el primer hombre, finalmente murió. Los hombres, los miles o cientos de miles de descendientes de Adán, ya sabían que se podía “matar” a un ser humano, como sucedió con Abel. Pero ahora, por primera vez, se enfrentaban a la muerte «natural». HaShem ya le había dicho a Adán que no vivirá para siempre. Pero esa advertencia tardó más de nueve siglos en materializarse. Tiempo suficiente para que los humanos se olvidasen de la mortalidad. Adam, Set, Enosh, etc., dada su avanzada edad, fueron vistos como inmortales. La muerte natural de Adam fue un evento sin precedentes y provocó un estado de conmoción y pánico. Lo único que podía aliviar este miedo, el terrible miedo a la muerte, era asumir que la mortalidad solo afectaría a Adam por haber desobedecido a Dios al comer del fruto prohibido.

Pero en 987 (¡tienes que calcular los años tú mismo a partir del texto, porque esta fecha no está explícita en la Torá!) se registra la segunda muerte natural: Janoj muere a la relativamente temprana edad de 365 años … Esta segunda muerte ya no se podía atribuir a la desobediencia. La Tora declara explícitamente que Janoj era un hombre justo, que caminó por el Sendero Divino (Gén. 5:24) … La muerte de Janoj fue un evento devastador. La Torá lo describe con palabras que parecen reflejar la sorpresa y el terror generalizados de los humanos de esa generación, enfrentados a un evento que no entendían muy bien. “Fallecer” de muerte natural era algo tan novedoso que los hombres aún no podían definirlo con palabras convencionales. El texto, por lo tanto, no dice que Janoj «murió», sino que lo dice con la misma inocencia que un niño describe la muerte, «y Janoj ya no está… porque Dios se lo llevó». La tercera muerte natural fue la de Set, el hijo de Adam. Esto sucedió en el año 1042. Ahora la muerte era un hecho confirmado. Y estaba allí para quedarse.

EL FIN DEL MUNDO

La reacción de la humanidad ante la inevitabilidad de la muerte no fue muy positiva… La conciencia de la mortalidad provocó un pánico que reveló lo peor del ser humano. Tal como se ve en esas situaciones de Hollywood en las que los humanos reaccionan con violencia y desesperación al enterarse de la inminente caída de un meteorito que destruirá la tierra… cuando los hombres comprendieron que iban a morir, se dedicaron a satisfacer sus bajos instintos, recurriendo la violencia. Se concentraron en sobrevivir y matar al otro para quitarle too lo que se pueda. Como dijo Yesha’ayahu (22:13), citando describió la filosofía de los hombres materialistas: “Comamos y bebamos [tanto como podamos], ya que mañana [de todos modos] vamos a morir».

Una frase del texto de la Torá revela algo sobre esa nueva condición humana: “Y los hombres poderosos vieron a las mujeres [de otras familias, tribus. etc.] y se las llevaron [por la fuerza] …». Nuestros rabinos agregaron que la generación anterior al diluvio no solo fue culpable de asesinato y violencia sexual, sino también de corrupción, opresión de los débiles y un rechazo total a la ley el orden. En esa situación, HaShem decide dos cosas: 1. Acortar la vida humana. Algo que como veremos sucederá de forma paulatina. Diez generaciones después de Noé, la vida útil alcanza apenas 150 a 200 años, y en las generaciones posteriores continúa disminuyendo. Una vida más corta podría ayudar a la humanidad a tomar una mejor conciencia sobre la mortalidad y la necesidad de vivir una vida con propósito. 2. Dios también trae el diluvio, para hacer una especie de «reinicio» de la civilización humana con Noé y sus hijos.
Ahora entendemos que lo que provocó el diluvio no fue un meteorito ni un cambio climático: fue ese estado de anarquía, caos y corrupción de los hombres que reaccionaban violentamente al descubrimiento de su inevitable mortalidad.

Noaj, el protagonista de nuestra Parasha, nació en el año 1056. Es el primer hombre que nace en un mundo de hombres conscientes de su mortalidad. Al final del diluvio, Noé recibió el primer código de leyes. Siete reglas básicas que condenan el asesinato, el robo, la promiscuidad, etc. y ordenan el establecimiento de tribunales de justicia para evitar la anarquía y la impunidad. Todo esto traerá un nuevo clima de ley y orden.

Pero tendremos que esperar otras diez generaciones a que otro hombre, Abraham Abinu —y sus descendientes— hagan un segundo descubrimiento. 1. Aunque limitada y relativamente corta, la vida es una oportunidad que nos da HaShem para acercarnos a Él por nuestra propia voluntad y esfuerzo. 2. Que no fuimos creados por Dios para explotar al prójimo, sino para ayudarlo. 3. Y finalmente, que la mortalidad afecta el cuerpo del hombre, pero su espíritu Divino, la neshamá, sobrevive a la muerte si se la nutre adecuadamente.




CONTÁMELO OTRA VEZ: ¿Qué creó Dios el Cuarto Día?

Luego de escribir mi primer libro, “Creacion”, que trata acerca de los 3 primeros versículos bíblicos que narran la creación de nuestro planeta, comencé mi nuevo libro acerca de lo que Dios creo en el Quinto Día: los primeros animales, incluyendo los dinosaurios (de aquí el nombre de mi nuevo libro “Dinosaurios en la Biblia” , que todavía no he publicado en español).   

En las próximas lineas voy a compartir con los lectores de Halajá of the Day un texto de la introducción de mi nuevo libro. En esta introducción describo brevemente el proceso de creación que, increíblemente, es totalmente discernible  para el hombre y el pensamiento contemporáneo. Elegí compartir el tema del Cuarto Día de la creación, porque creo que es el menos entendido.  En el jardín de infantes nos enseñan que en el Cuarto Día Dios “creó” el sol, la luna y las estrellas. Pero esta idea tan popular no sigue la opinión de la gran mayoría de los Sabios judíos, especialmente aquellos como Rashí, o Radaq que se especializan en la parte textual y gramatical (peshat), es decir, en la interpretación no-mística de la Torá. 

Aparte, sería un gran desafío intelectual suponer que las plantas creadas  en el Tercer Día pudieron existir sin la luz solar, o que al atmósfera terrestre creada el Segundo Día, no dependía del sol. O incluso que la transición día / noche del Primer Día no se produjo a través del sol. Hoy sabemos que la existencia de un planeta depende de la estella alrededor de la cual orbita, y que todos los planetas que conocemos existen, obviamente, dentro de un sistema solar.  

En las siguientes lineas este tema va a quedar aclarado. Aunque estoy seguro que  muchos lectores se van a sorprender porque será la primera vez que lean esto.  Me tengo que disculpar porque el texto que voy a copiar es un poco más extenso que de costumbre, pero espero que los ayude a comprender mejor el texto de la Creación y apreciar que cuando más entendemos la ciencia, más admiramos la exquisita precisión de nuestra Torá.     

Génesis 1:14

Y dijo Dios (en el Cuarto Día): Que haya luMINARIAS en el firmamento CELESTE, Y Que separen el día de la noche; Y que sEan señales de lOS TIEMPOS, de los días y de los años. 

1. La tradición judía sostiene que las luminarias —es decir: el sol y la luna y los planetas de nuestro sistema solar—no fueron creadas en el Cuarto Día, sino en el Primer Día de la Creación. Para ser más precisos, Dios creó el sol, la luna y el universo durante el primer acto de Creación (Genesis 1:1) . El Cuarto Día, entonces, Dios estableció el posicionamiento definitivo del Sol y la Luna en sus respectivas órbitas celestiales (requia’ hashamayim).  Este detalle no puede ser visto como algo menor. Los científicos modernos insisten en que la temperatura de nuestro planeta, que permite la existencia del agua de los océanos en estado líquido; o el ciclo evaporación / precipitación que produce el agua dulce, etc., depende de la exquisitamente precisa distancia entre nuestro planeta y el sol.  Nuestro versículo dice: «Que haya luminarias en la expansión de los cielos”, pero en realidad debe ser entendido de esta manera:  “que ‘estén’ ,’que se ubiquen’ las luminarias en [su preciso lugar en] la expansión de los cielos”.  La orden Divina no se refiere a la aparición de la luminarias sino a su reubicación ”en la expansión de los cielos”, es decir, en su órbita celeste definitiva. Esta es la opinión de la mayoría de los rabinos del Talmud. De acuerdo a nuestros Sabios, entre otros Rashí (Gen. 1:14), el más famoso comentarista de la Torá, este versículo indica entonces la ubicación final y definitiva de las luminarias, (Rashí cita explícitamente la expresión de los Sabios: teliyat hameorot, “la suspensión de las luminarias” en sus respectivas órbitas) y no su creación. Uno de los elementos que nos ayuda a entender que este versículo no se refiere a la “creación “ de las luminarias es la ausencia del verbo bará, que en la Torá se usa para describir un acto de creación a partir de la nada. En este versículo, el texto Bíblico no utiliza la palabra bará sino la palabra yehí, que ya ha sido utilizada, por ejemplo, en la formación de la atmósfera (Génesis 1:6), y allí no se trataba de una creación a partir de la nada sino del establecimiento de una ley física, un mecanismo, producido a partir de algo creado previamente.  

2. Luego, nuestro texto anuncia la misión de las luminarias. Una vez ubicadas en sus órbitas definitivas, ya no se limitarán a la exclusiva tarea de determinar la transición entre el día y la noche, como lo estaban haciendo hasta ahora. Las luminarias, desde sus órbitas delicadamente calibradas, señalarán también otras unidades de tiempo más complejas, como meses, estaciones y años.  El ciclo de “la semana” (shabbat), sin embargo, es independiente de cualquier referencia astronómica y será establecido directamente por el Creador. 

Génesis 1:15

y que ACTUEN COMO LUMINARIAS DESDE el firmamento CELESTE para iluminar la tierra. Y así FUE.

Desde su nueva y cuidadosamente calculada distancia respecto a la tierra, lo que los científicos modernos llaman “la zona de habitabilidad galáctica”, la luz del sol beneficiará a los futuros habitantes de la tierra; los seres vivos que necesitan una temperatura ambiente muy específica y medida.  El astro rey tendrá una misión especial, explícitamente mencionada en este versículo: lehair ‘al haarets, irradiar la energía y el calor necesario para la vida, desde una distancia que no cause ni demasiado calor ni demasiado frio. La temperatura media de la Tierra, 14 grados centígrados, es increíblemente estable y está dentro de un rango muy estrecho y privilegiado. Esta temperatura delicadamente balanceada no permite que los océanos se congelen como ocurriría si la tierra tuviera la temperatura de Marte o Jupiter; ni que se evaporen, como ocurriría en el caso de Venus o Mercurio. El agua de los océanos terrestres podrá permanecer en un estado líquido estable y el sistema climático seguirá produciendo lluvia en la medida necesaria, gracias a la temperatura, exquisitamente sintonizada por el Creador, que resulta del posicionamiento definitivo de la tierra respecto del sol y también de la luna.  Esta es la zona de habitabilidad necesaria para que aparezca en el Quinto Día este fenómeno tan delicado y frágil que se llamará “vida”.  

Génesis 1:16

Y Dios hizo lAs dos grandes LUMINARIAS. LA LUMINARIA mayor para gobernar DURANTE el día, y LA LUMINARIA  menor para gobernar DURANTE la noche. Y las estrellas.

…La luna, es 400 veces más pequeña que el sol, pero está exactamente 400 veces más cerca de la tierra que el sol. Y se ubica a una distancia muy precisa con respecto a la Tierra, desde la cual ejerce la suficiente gravedad para mantener a nuestro planeta alineado en la zona habitable, manteniendo la inclinación del eje de la Tierra y la órbita elíptica que produce las cuatro estaciones y las mareas marítimas, que son responsables por la temperatura estable y la vida en los océanos.

Génesis 1:17

Y Dios LAS colocó en el firmamento CELESTE para alumbrar la tierra.

Los comentaristas bíblicos explicaron que las palabras, leha-ir ‘al ha-Aretz, que literalmente quieren decir: “para iluminar la tierra”, debe entenderse como: “en beneficio de la Tierra”. En su comentario, Rashí analiza el texto Bíblico y sugiere entender la palabra -arets, “tierra”,  como  ‘olam “mundo”. En hebreo, como en español,  “tierra” se refiere exclusivamente al planeta, mientras que “mundo” se puede referir también a los “habitantes de la tierra”. Sifté Jajamim, un comentario sobre el comentario de Rashí, explica que la intención de Rashí fue señalar que a partir del Cuarto Día las luminarias fueron reubicadas en beneficio de los habitantes del mundo (‘olam), y no sólo en beneficio del planeta físico (erets), que no necesita una energía solar tan delicadamente balanceada.  Esta opinión es consistente con la idea de que durante el Segundo y el Tercer Día de la Creación una luz solar más potente, guiada por el Creador, operaba para modificar la superficie de nuestro planeta.  Pero a partir del Cuarto Día, el sol fue reubicado en su nueva órbita para sustentar la vida, y beneficiar directamente a los animales y a las personas que vivirán en la Tierra. Este concepto fue desarrollado por el comentarista bíblico Seforno (Italia, 1475-1550), en su explicación al versículo de Génesis 1:15:  «Ahora [el Cuarto Día] la luz con una temperatura equilibrada (or memuzag) llegará desde las luminarias en la medida adecuada para los habitantes de la tierra.”  

Para resumir: nuestro texto aparentemente reporta dos acciones que tuvieron lugar durante el Cuarto Día (Génesis 1:16 – 1:17). Pero basándonos en las palabras de los rabinos, estas dos acciones deben ser vistas como una sola acción. Génesis 1:16 y 1:17 deben entenderse como un continuo: (Gen. 1:16) «Dios hizo [=modificó de forma definitiva] al sol (Gen. 1:17), ubicándolo en reqia’ haShamayim, la distancia desde el cual irradiará una luz templada y adecuada para los habitantes de la tierra «.

Génesis 1:18

para gobernar DURANTE el día y la noche, y para separar la luz de la OSCURIDAD.

Y Dios VIO QUE era bueno.

Los pasos desde la creación de nuestro planeta hasta su ajuste para sustentar la vida fueron magistralmente ilustrados por R. Menashé Ben Israel (1604-1657). El siguiente texto se basa en sus palabras.  “El Creador es el arquitecto, el constructor y el diseñador de interiores de nuestro mundo. Su proyecto, Planeta Tierra, se asemeja a la construcción de una casa. Primero, Dios crea los materiales más básicos: el esqueleto de la casa y sus paredes (Génesis 1: 1-2). Durante el Segundo Día (Génesis 1: 6-7), Dios construye el techo y el mecanismo de plomería que garantiza un suministro permanente de agua potable a los futuros habitantes de esta casa. En el Tercer Día (Génesis 1: 9-14) el Creador construye el piso de la casa y un sofisticado sistema de bio-ingeniería para producir una reserva constante de alimentos y oxígeno: las plantas. En el Cuarto Día (Génesis 1:16-19), una vez que todo lo demás está preparado, el Creador establece el sistema eléctrico de la casa: la iluminación, el aire acondicionado y la calefacción. La casa es ahora habitable. Las paredes, el techo, el piso y todos los sistemas esenciales están en su lugar y funcionando a la perfección. Y el alimento está preparado en la mesa esperando al invitado de honor: el hombre. 

Génesis 1:19

Y FUE LA TARDE y FUE LA MAÑANA,  CUARTO DÍA

Y el Quinto Día,  Dios creó la vida.




BERESHIT: Dinosaurios en la Biblia

VOLVER AL PRINCIPIO

Este año, la Parashá de Bereshit, Génesis, que contiene el relato de la creación del mundo, nos dejó con solo un día para estudiarla —el Shabbat pasado—, así que antes de despedirnos de Bereshit hasta el año que viene, voy a compartir con ustedes una pequeña reflexión sobre algo nuevo que podemos aprender en esta Parashá. Unos 10 años atrás publiqué mi libro, «Creación» (Awesome Creation), donde explico la historia de la creación del mundo basada en una lectura fiel al hebreo bíblico y mostré que, cuando esta lectura literal (peshat) es ignorada —voluntaria o involuntariamente—, muchos temas clave de la Emuná (la fe judía) se ven afectados, y la Torá puede quedar desprestigiada, reduciéndola al nivel de fábulas o, jas veshalom, de un texto caduco. Hoy voy a mencionar un ejemplo sobre un tema que aún no he publicado. Este ejemplo, como verán, merece el primer premio a la ignorancia del hebreo bíblico y sus inesperadas consecuencias.

LOS PRMEROS ANIMALES

El primer capítulo de Bereshit (Génesis) menciona en el quinto día la creación a los primeros animales que aparecieron en nuestro planeta. El texto hebreo dice:
וַיִּבְרָ֣א אֱלֹקים אֶת־הַתַּנִּינִ֙ם֙ הַגְּדֹלִ֔ים וְאֵ֣ת כָּל־נֶ֣פֶשׁ הַֽחַיָּ֗ה הָֽרֹמֶשֶׂת֙

Y Dios creó los taninim guedolim y a todos los otros seres vivientes ….
¿Qué eran los taninim guedolim?

Comencemos por la primera palabra.   Tanin (singular de taninim) aparece unas 15 veces en el Tanaj y describe a un grupo de animales que incluye cocodrilos, lagartos, serpientes y víboras. En otras palabras, en hebreo bíblico   tanin significa «reptil». La siguiente palabra, guedolim, plural de gadol, no significa necesariamente «grande» en tamaño. Según el contexto también puede significar «terrible», «temible» o «poderoso». En mi libro menciono varios ejemplos de esta connotación, como cuando Dios castiga al Faraón por haber tomado a la esposa de Abraham, y dice nega’im guedolim  (Génesis 12:17), que se traduce como “terribles» plagas o enfermedades. En nuestro contexto, la mejor traducción de la palabra guedolim, una que exprese tanto el tamaño como el temor que estos animales inspiraban, podría ser «imponentes o gigantes».

Taninim guedolim, por lo tanto, debería traducirse como «grandes/gigantescos / o imponentes reptiles», pero INEXPLICABLEMENTE esta traducción ¡casi que no existe!

QUE LA IGNORANCIA TE VALGA 
Veamos, por ejemplo, la traducción no-judía clásica de Reina Valera, reeditada en 1960, que dice:
«Y creó Dios a los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente etc.”


¿Por qué traducir taninim guedolim como «monstruos marinos», dos palabras que ¡no aparecen en el texto hebreo!
Aclaremos en primer lugar que en hebreo bíblico la palabra «monstruo» no existe (Nota 1), simplemente porque la Torá no cree en monstruos. A pesar de que TODAS las civilizaciones de la antigüedad creían en monstruos, y los mencionan permanentemente en sus mitos de creación (ver por ejemplo aquí). Y es por eso que una traducción que traduce taninim por «monstruos» en lugar de «reptiles» debería ser considerada como tendenciosa y hasta ofensiva ya que —voluntaria o involuntariamente— equipara a la Torá con las leyendas mitológicas paganas.

¿Cómo se debe traducir entonces la expresión taninim guedolim?

EN GRIEGO Y EN HEBREO
Richard Owen (1804–1892) fue un renombrado científico paleontólogo británico, conocido por su trabajo en la clasificación de restos fósiles de animales prehistóricos. En 1842 acuñó el término dinosaurio para describir un grupo de enormes reptiles extintos. Este término, dinosaurio, es la combinación de dos palabras de origen griego: deinos, que significa gigantesco, poderoso, imponente o temible, y sauro, que significa lagarto o reptil. Así, el término dinosaurio significa «los gigantescos reptiles” de la antigüedad. ¡Estas son, increíblemente, las mismas las palabras que la Torá usa para describir a estas las primeras criaturas creadas por Dios en el quinto día!

¿MONSTRUOS O MONSTRUOSIDADES?
La incorporación de la palabra «monstruos» en las traducciones de la Torá posiblemente deriva de comentarios gentiles escritos antes de que Owen clasificara estos fósiles como «dinosaurios». Los pueblos paganos suponían que esos gigantescos restos fósiles —que se descubrían por todas partes— pertenecían a monstruos o dragones, es decir, seres imaginarios dignos de la mitología pagana y esto explicaría porque en la edad media se haya usado la palabra «monstruo». Pero traducir en el siglo XX o XXI taninim guedolim como «monstruos marinos” (Nota 2) es imperdonable, porque fuerza una lectura mitológica de la Torá y le quita su credibilidad histórica.

La traducción de taninim guedolim por “dinosaurios” —o por lo menos por “grandes reptiles”— ES LA TRADUCCIÓN MAS LITERAL y aparte es testimonio que la Torá es el PRIMER y EL ÚNICO libro de la antigüedad que registra la existencia de estos animales prehistóricos —los primeros animales antiguos creados por Dios en la tierra—sin leyendas ni ficciones dignas de Harry Potter.

Próximamente, con la ayuda de Dios, publicaré mi  libro titulado Dinosaurios en la Biblia, donde explico con más detalle los tres versículos que hablan de la creación de los primeros animales (1:20-22), y entre ellos los dinosaurios.
Los que quieran apoyar o dedicar la edición de este libro en español, por favor, escriban directamente a [email protected]

Nota 1.  Nótese que la palabra mifletset que se utiliza en hebreo moderno como «monstruo», describe a un tótem de los pueblos paganos, como pesilim, ver Yirmiyahu 50:38).

Nota 2. La palabra “marino” tampoco aparece en el texto, que dicho sea de paso NO describe únicamente a los animales que habitan en el mar!




BERESHIT: La verdadera humildad

La Parashá de la semana pasada, Bereshit, relata entre otras cosas, la creación del mundo, la creación de la vida y la creación del hombre. Es en este último acto de creación que surge una pregunta sobre la expresión que la Torá usa para describir el propósito Divino. El pasuq (versículo) en Bereshit (Génesis) 1:26 dice: «Y dijo Dios, hagamos un hombre….». Y la obvia pregunta es: ¿por qué el plural «hagamos»? ¿A quién le estaba hablando Di-s cuando dijo «hagamos»? A simple vista resulta incomprensible que en el mismo libro donde se dice «Escucha Israel, el Eterno nuestro Dios es UNO» también diga «hagamos», como si jas veshalom, hubiera más que UN solo Di-s.
Los Sabios del Talmud (jazal) ofrecieron varias respuestas a este enigma. Yo conozco 4 explicaciones, que por cierto son complementarias unas de otras. Hoy voy a presentar 2 de ellas. 
1. PLURAL MAJESTUOSO: 
La explicación más simple (peshat) es que este plural no cumple la función regular del plural. Es una forma especial del discurso, Divino o humano, que se llama plural majestuoso o mayestático. Y significa que a veces el pronombre personal de primera persona singular (Yo) se emplea en plural (Nosotros o Nos)en vez del singular para expresar formalidad, autoridad, etc.  Un presidente puede decir: «»Estamos muy orgullosos de la actitud de nuestro pueblo…». Un Rey en la edad media iniciaba, o firmaba, sus documentos diciendo: «Nosotros, Carlos,…».  . Tenemos varios casos similares en la Torá, como por ejemplo, adoné yosef (al amo de Yosef, cuando este era esclavo en Egipto, se lo llama en plural: Los amos de Yosef).  Esta es la primera explicación de «hagamos». 
2. ¿QUE ES HUMILDAD? 
El Midrash interpreta este plural de una forma distinta. Los Sabios dijeron que el Creador, antes de crear al hombre, buscó el consentimiento de los ángeles.   En realidad, implica este Midrash, HaShem no necesitaba la anuencia de los ángeles para proceder con su plan de Creación.  ¿Por qué entonces participar a otros ser, inferiores a Di-s, del plan de la Creación del hombre? 
La humildad, en muchas religiones y culturas, se entiende como el respeto que el inferior le debe a su superior.  La humildad, así entendida, es el respeto que el siervo le debe al patrón, el empleado a su empleador, el feligrés al clérigo, etc.  Comportarse con humildad es casi sinónimo de ciega obediencia, humillarse, desaparecer, ante aquel que está por encima de uno. La Torá, dicen nuestros Sabios, nos enseña que la humildad no es la obligación del que ya es humilde. La humildad es la obligación de aquel que está más arriba, de aquel que ejerce el poder, o tiene más autoridad. El Todopoderoso se aconsejó con los ángeles, los hizo partícipes de Su decisión, para enseñarnos que la humildad es el respeto que el «superior» le debe al «inferior», que el patrón debe tener hacia sus empleados. Para indicarnos que, si alguna vez estamos en una posición de autoridad y pensamos que ya no necesitamos del consejo de nadie, nos acordemos que HaShem participó de su decisión a los ángeles, aunque podía no haberlo hecho. Aunque no necesitaba de su consejo, anuencia u opinión. La Torá nos enseñó con una simple palabrita en plural, que ser humilde significa, en primer lugar, respetar a los que están bajo nuestro comando. En el judaísmo, cuando más alto es el poder o la posición que ostentamos, mayor es nuestra obligación de comportarnos con humildad. 



NITSABIM: Los dos caminos de regreso a Dios

LOS ONCE PESUQUIM

La Parashá de esta semana, Nitsabim, contiene un texto extraordinario con once versículos (Debarim 30:1–11) que resuenan en nuestro presente político y religioso contemporáneo.
 Este texto describe lo que hoy llamaríamos el “sionismo bíblico”. El mensaje es inequívoco: en el futuro, el pueblo judío retornará a Dios. Este texto, conocido como «Parashat haTeshubá», describe dos tipos de Teshubá.

Primero, Moshé habla de regresar, de volver a Dios con el corazón: VAHASHEBOTA EL LEBABEJA, y obedecer Su palabra, VESHAMATA BEKOLO. Este es el sentido clásico de la palabra Teshubá: arrepentirse, cambiar la conducta, volver al pacto abandonado. Esta es la Teshubá religiosa, el despertar al que nos inspira el Shofar, por ejemplo. Es la Teshubá que comenzaremos a practicar ahora en Rosh Hashaná, hasta el día de Yom Kippur.

Cuando eso sucede, continúa la Torá, comienza otro tipo de Teshubá. La Teshubá geográfica. Los judíos, que por no haber escuchado a Dios fueron dispersados “hasta los confines del cielo”, cuando regresan a ה׳ con todo su corazón y toda su alma experimentarán «un segundo regreso» , (el verdadero Second Coming) también llamado Teshubá: el retorno geográfico a Dios. El pueblo judío regresará a Su tierra como una señal de reconciliación. Esta es la Teshubá nacional, colectiva, que hoy llamamos sionismo.

Moshe describe este proceso como un movimiento de reciprocidad: el pueblo da el primer paso y regresa, y ה׳ los hará regresar, es decir, les facilitará el retorno a su hogar ancestral desde todos los rincones del mundo.

Y allí llega el pasuq más emocionante de nuestra Parashá:

אִם־יִהְיֶה נִדַּחֲךָ בִּקְצֵה הַשָּׁמָיִם מִשָּׁם יְקַבֶּצְךָ ה׳ אֱ-לֹהֶיךָ וּמִשָּׁם יִקָּחֶךָ

“Aunque estuvieras exiliado en el fin del mundo, desde allí te recogerá ה׳ tu Dios y desde allí te traerá de regreso.”

La intervención Divina no terminará en facilitar el regreso a Israel; Dios estará allí contigo:

וֶהֱבִיאֲךָ ה׳ אֱלֹהֶיךָ אֶל־הָאָרֶץ אֲשֶׁר־יָרְשׁוּ אֲבֹתֶיךָ וִירִשְׁתָּהּ וְהֵיטִבְךָ וְהִרְבְּךָ מֵאֲבֹתֶיךָ׃

“Y ה׳ tu Dios te hará volver a la tierra que tus padres poseyeron, y tú la poseerás; Él te hará bien y te multiplicará más que a tus padres.”

Dios concederá Su bendición y restaurará la dignidad del pueblo.

La Teshubá comienza cuando el pueblo judío vuelve a Dios: se hace menos secular, más tradicional, menos prejuicioso frente a su propia religión, más interesado en aprender. Este es el retorno a ה׳, la reconciliación espiritual e individual. Luego, inevitablemente, llega la Teshubá geográfica, la sed del retorno a la tierra que nos pertenece y a la cual pertenecemos.

Estos 11 versículos son proféticos. Y es difícil —si no imposible— no verlos como una profecía que se cumple en nuestros días.

El Rab Bibas y el Sionismo moderno

Creo que el primero en describir estas dos formas de Teshubá fue el Rab Yehuda Bibás. ( Sí, es el mismo apellido de Yarden Bibas, su esposa Shiri y sus dos pequeños hijos, z”l, secuestrados y asesinados por Hamas.)

El Rab Bibás nació en Gibraltar —colonia inglesa en España, como las Malvinas argentinas—. Por el lado de su madre fue nieto del famoso rabino marroquí Rabbenu Jaim ben Attar, el Or HaJayim haQadosh (1696–1743). Su padre pertenecía a una prestigiosa familia de rabbanim, dayanim y shojatim de Tetuán, Marruecos español.

El Rab Bibás sirvió por muchos años como rabino de la prominente y afluente comunidad judía de Corfú, una hermosa isla que hoy pertenece a Grecia.

Vivir en Corfú le permitió al Rab Bibás tener una perspectiva privilegiada de un suceso histórico con el cual conectó nuestra Parashá: la independencia del Estado griego.

Entre 1821 y 1830 los griegos, que hasta ese entonces vivían en su tierra bajo dominio otomano, se levantaron contra el Imperio Otomano en un movimiento nacionalista inspirado por las ideas de la Revolución Francesa. Aunque los otomanos respondieron con gran violencia, la guerra culminó con la batalla de Navarino en 1827, donde los griegos, con la ayuda de varias potencias europeas, triunfaron, y en 1830 se reconoció oficialmente la independencia del Estado de Grecia.

REGLA DE TRES SIMPLE

La tierra de Israel en ese entonces también pertenecía al Imperio Otomano: era parte de la provincia turca llamada “Siria”. Y el Rab Bibás pensó: si los griegos pudieron luchar y triunfar contra los otomanos, recuperar su tierra y fundar su propio Estado, ¿por qué no podemos hacerlo los judíos?

Alrededor de 1835, el Rab Bibás se dio cuenta que existía una oportunidad histórica para los judíos: debían organizarse, aprender, luchar y conquistar militarmente la tierra de Israel de los turcos, ¡del mismo modo que los griegos conquistaron su propia tierra!

El Rab Bibás viajó por Europa y el norte de África —visitando los Balcanes, Viena, Londres, Alemania, Hungría, Praga— y otras comunidades judías con un mensaje principal: los judíos del mundo debían unirse y practicar la Mitzvá de la “TESHUBÁ”, “retorno”, “regreso” a la tierra de Israel para poder conquistarla de nuevo.

Teshubá es la obligación de los judíos de la diáspora de despertarse y “retornar” a Dios y a Su tierra.

Emigrar a Israel es retornar a Dios, porque El Dios de Israel “reside” en la tierra de Israel.

El Rab Bibas explicaba: «…al morar en la diáspora voluntariamente, los judíos estamos dando la espalda a Dios׳. . ¿Y por qué estamos viviendo en el exilio? ¿Para procurar nuestro sustento, por dinero y seguridad material? ¿No dijo la Torá que la tierra de Israel es una tierra que ה׳ supervisa constantemente, una tierra en la que no se comerá pan con pobreza? ¿No dijo el mismo Dios que allí no faltará nada? Recordemos que cada día, después de comer pan, agradecemos a ה׳ por la tierra de abundancia que Él nos concedió en la tierra de Israel.

¿TESHUBA ACTIVA O PASIVA?

El regreso del pueblo de Israel a Sion no era promovido como la solución para el eterno problema del antisemitismo, sino esencialmente como la forma de cumplir la vocación del judaísmo: el pueblo judío viviendo en su tierra, Israel, y gobernado por su ley, la Tora.

Esta es la reconciliación con Dios que describe explícitamente la Parashá de esta semana.

El pueblo de Israel que vive en el exilio, sostenía el Rab Bibás, no necesita esperar pasivamente la llegada del Mashiaj para concretar esta aspiración. Más bien, debe despertarse y buscar activamente el restablecimiento de un Estado judío independiente en la tierra de nuestros antepasados como la manera de avanzar y facilitar la llegada del Mashiaj.

La Teshubá nacional comienza con el regreso al judaísmo individual y colectivo, para dar lugar luego a la Teshubá geográfica.

Esta doble Teshubá sigue siendo hoy la brújula del pueblo judío: reconciliarse con ה׳, y reconstruir su vida nacional en la tierra de Dios.

SHABBAT SHALOM




SHOFETIM: El rey de Israel y su poder limitado

Uno de los primeros temas que aborda esta Perasha es el del «rey» de Israel. A diferencia de todas las demás civilizaciones del mundo, durante toda la historia de la monarquía, para el pueblo judío el rey no era una figura central. Es más, pareciera que la Torá (Debarim 17:14 ) «accede» a que el pueblo tenga un rey, no lo «prescribe».
Y el perfil del rey judío no podía ser más diferente del perfil de los reyes gentiles.  Los reyes gentiles eran «dioses». Así lo era en la antigüedad, por ejemplo, el Faraón. Egipto tenía muchos dioses, pero por encima de todos ellos estaba el rey. Como dice Yejezquel (29:3) del Faraón  «El Gran Cocodrilo [así se llamaba a sí mismo el faraón], que dice: mío es el rio Nilo [también una divinidad suprema en Egipto] y yo me cree a mi mismo«. Algo parecido pasaba con los reyes y emperadores romanos, como Caligula, que se refería a si mismo como un dios.
En la edad media no era muy diferente. Los reyes no se presentaban como dioses, pero se consideraban elegidos por su dios. El rey no obedecía ni daba cuentas a nadie. Era una obligación «divina» obedecer al rey. Obedeciendo al rey se obedecía a su dios. Y de esta manera se produjeron innumerables abusos y ultrajes,  en nombre de los dioses.
La Tora es única, y en este sentido, «revolucionaria».

Nuestra Perasha describe 3 características del rey de Israel:

1. El rey de Israel tiene limitaciones. No puede acumular tesoros, así no podría justificar cobrar excesivos impuestos al pueblo. El rey judío tampoco podía tener demasiados caballos, así no se hacía de un ejército más poderoso de lo necesario. Y no podía tener demasiadas esposas en su harén, lo que en ese entonces implicaba, entre otras cosas, un límite en las alianzas que podía establecer con pueblos gentiles vecinos (Debarim, 17:16-17).
2. El rey de Israel también debía ser un talmid jajam, es decir, un estudioso de la Torá. Tenía que escribir un Sefer Torá, el libro de Debarim, (17:18) y llevarlo con él adonde sea que fuera, para nunca olvidarse que él, el rey debía ser fiel a la ley Divina. El rey de Israel debía estudiar la Torá «todos los días de su vida» (17:19) para aprender todo lo que HaShem espera de él y de cada uno de sus súbditos. Su estudio no era para presumir de sabiduría ante nobles o plebeyos, sino para mejorar su proceder y refinar su carácter, como veremos a continuación.
3. Quizás lo más característico del rey judío era que –en completa oposición a la actitud de los reyes gentiles y hasta de algunos presidentes contemporáneos- es que debía comportarse con humildad. Así dice la Torá explícitamente Debarim 17:20: [El rey tendrá que leer la Torá…] para que su corazón no se enaltezca por sobre sus hermanos y no se aparte de Sus mandamientos a la derecha o a la izquierda…». Que note el lector la suprema lección de humildad: La Torá no dice que no se enaltezca por sobre «sus súbditos» sino sobre «sus hermanos». En el pueblo judío la relación rey súbditos no era vertical: era horizontal. NO se establece como «rey / súbditos», sino como «hermano mayor / hermanos». Mientras que en los demás pueblos el rey era la excepción en cuanto a obedecer la ley, en el sentido que no estaba sujeto a la misma y la podía cambiar a voluntad por su condición de portavoz de los dioses, el rey de Israel debía ser el ejemplo, el primero en someterse a la ley. En el pueblo judío el rey no es «la figura central» porque la ley no depende de su autoridad. Y por eso la Torá no menciona ninguna obligación de obedecer al rey humano: los reyes y los súbditos del pueblo judío están obligados a obedecer una misma ley: La Torá.
La siguiente oración resume todo lo que se puede decir sobre la diferencia entre lo que era el rey en el pueblo de Israel y lo que eran los reyes en otras naciones y culturas.
MIENTRAS QUE EN LOS DEMÁS PUEBLOS EL REY ES DIOS, EN EL PUEBLO DE ISRAEL DIOS ES EL REY