VAYAQHEL-PEQUDE: Shabbat y mi teléfono celular

La adicción a los dispositivos electrónicos es una preocupación creciente en nuestra sociedad. Porque nunca nos separamos de ellos. Cuando terminamos nuestro trabajo y volvemos a casa para relajarnos, seguimos conectados a nuestras computadores, cables, y Wi-Fi. Los teléfonos celulares son particularmente problemáticos, especialmente para los niños y adolescentes. Los maestros no saben qué hacer para controlar su uso. Muchos padres ya se han rendido, y un día se dan cuanta que sus pequeños hijos prefieran tener un iPhone en sus manos que darle la mano a su padres. El síndrome de «ansiedad por separación» que en el pasado reciente se refería al miedo de separarse de los padres, se ha convertido hoy en el pánico que sienten los adolescentes cuando no tienen sus teléfonos celulares a su alcance.

Poder desconectarse de esta adicción es hoy más importante que nunca. Pero parece que nadie sabe cómo hacerlo, excepto por el pueblo judío.En la primera parte de esta Parashá,  la Torá nos habla sobre el “descanso sabático”. El Shabbat es un regalo Divino cuya relevancia no es moderna:  es eterna. Milagrosamente, no tengo otra manera de explicarlo, el significado del Shabbat siempre se fue transformando, se fue adaptando,  a lo que más necesitamos en esos momentos. En los tiempos de esclavitud, cuando salimos de Egipto, el Shabbat nos ayudaba a sentirnos libres y experimentar el descanso que por generaciones no tuvimos.   En tiempos difíciles, en el exilio, el reposo sabático fue un refugio emocional, un espacio familiar, una identidad comunitaria, una isla de paz. En tiempos de pobreza, la mesa de Shabbat con sus “dos” panes obligatorios nos ayudó a recuperar el sentido de la dignidad.  

En los tiempos modernos, el Shabbat una vez más revela su mágica relevancia. Al punto que a mí me hace pensar que el Shabbat NUNCA fue más necesario que en 2023. Durante un poco más de 24 horas, desde el viernes por la tarde hasta el sábado por la noche, se suspende todo contacto con el mundo electrónico. En Shabbat, re-aprendemos a disfrutar de los verdaderos placeres del mundo real. Nos sentamos a conversar, ¡no a chatear! con nuestras queridas familias. No escuchamos música digital: cantamos junto a nuestros hijos. Hablamos de Torá sin la intervención de Alexa o Siri: nuestros hijos no escuchan un podcast, sino palabras que salen desde pulmones humanos y cuerdas vocales.

Las imágenes de nuestra familia alrededor de la mesa de Shabbat, no van a ser compartidas en chat de la familia ni van a terminar en una nube virtual: serán almacenadas en el corazón de nuestros hijos y crearán las memorias que se convertirán en identidad. Y en sentimientos que unirán padres e hijos por generaciones. El Shabbat nos invita a practicar la desconexión con el mundo virtual para construir una familia real.

Nunca fue tan necesario.




KI TISA: Una interpretación personal de las tablas rotas

אמר רבי יהושע בן לוי לבניו: הזהרו בזקן ששכח תלמודו מחמת אונסו, שלוחות ושברי

 לוחות מונחים בארון

ברכות דף ח

En la Parashá de esta semana el pueblo de Israel protagoniza un terrible pecado y uno de los eventos más estremecedores de su historia: la adoración del becerro de oro. Todo esto ocurría mientras Moshé (Moises) estaba ausente recibiendo de Dios las Tablas de la Ley. Cuando Moises desciende del Monte y ve al pueblo completamente descontrolado y adorando a un ídolo egipcio, tiró las Tablas de la Ley y las rompió. Hay mucho, muchísimo, para analizar de todo lo que ocurrió alrededor de este desafortunado evento. Pero quisiera concentrarme hoy en un punto aparente marginal, pero con una gran enseñanza moral para todos nosotros. Como ya sabemos, más tarde Moisés recibió una nueva «copia» de las Tablas de la Ley, que las colocó en el Arca de la Alianza (Aron haBerit). Y la pregunta es: ¿qué pasó con las primeras Tablas, con esos pequeños trozos de las primeras tablas rotas? Nuestros rabinos explican que los restos de las tablas rotas ¡no fueron enterrados! Moshé las recogió y las depositó en el Arca de la Alianza junto con las nuevas tablas. ¿Por qué? Porque las tablas de la ley rotas son un permanente testimonio para que el pueblo judío nunca olvide su pasado, que atesore esas lecciones y aprenda de ellas para su presente y su futuro.

Un famoso rabino del Talmud, el rabino Yehoshua ben Levi, nos enseñó una lección maravillosa inspirado en el hecho de que las tablas no fueron enterradas. “debemos respetar a un anciano que perdió su memoria, y concederle el mismo respeto que tenía cuando su memoria estaba intacta”. No podemos “enterrar” el pasado de una persona, hacerlo desparecer. El presente es importante, pero lo que pasó no debe ser suprimido. Las malas experiencias del pasado, cerradas, dentro del Arca, las cargamos con nosotros como un tesoro. Esta interpretación de rabbi Yehoshua abre la puerta para que mas allá de las piedras podamos extender la idea de tablas Rotas a un nivel humano. Nuestros errores o nuestros dolores, no tienen que estar allí en la superficie de la conciencia, condicionando nuestra felicidad presente. Pero por otro lado, son una parte de nuestro pasado que no debemos enterrar.

Un par de ejemplos.

Muchas veces he tratado que ayudar a individuos que estaban destruyendo sus vidas por su adicción al alcohol. Se negaban a recibir ayuda profesional. Y si bien creo que hice lo posible por ayudar, siempre he sentido que mi asistencia no era suficiente. ¿Por qué? Porque gracias a Dios, no disfruto del alcohol. No sé, ni entiendo hasta al final, esa terrible adicción. Pero tengo un amigo que siempre se ofrece a asistir en estos casos, y su ayuda, sin excepción, resultó ser muy, muy efectiva. Mi amigo no es un psicólogo profesional ni un trabajador social. Es un ex alcohólico. Un hombre que tocó fondo, que perdió todo lo que tenía y amaba, y tuvo que empezar su vida de nuevo. Y ahora, feliz y totalmente recuperado, decidió no enterrar sus «Tablas rotas”. Las lleva siempre con él, en su Arca mental privada, como un recordatorio permanente de lo que tiene que evitar y para ayudar a los demás.

Todos tenemos nuestras tablas rotas. Errores que cometimos o tragedias que sufrimos. En abril de 2016, unas pocas semanas antes de Pésaj, recibí la devastadora noticia de que tenía cáncer de colon en nivel 3. Fue sin duda la experiencia más difícil y dolorosa de mi vida. Gracias a Dios, ahora estoy muy bien. Y por lo general, evito hablar del tema. Los recuerdos de la quimioterapia, las náuseas, el dolor, la fatiga, el hospital, los mareos, los miedos y las lágrimas ya no me afectan en mi vida diaria. Están en mi Arca privada que por general permanece cerrada.

Pero hay momentos en los que abro el Arca y resucito mis tablas rotas. ¿Cuándo? Cuando un miembro de la comunidad, un amigo o un desconocido me cuenta que ha sido diagnosticado con cáncer. En esos momentos, abro el Arca de mi corazón, literalmente, y muestro la cicatriz del «port» de la quimioterapia. Esa cicatriz, una pequeña pero permanente mancha morada en mi pecho, representa mis Tablas rotas. Y cuando alguien que está sentado frente a mí reconoce esas tablas, la conversación se transforma, porque mi interlocutor sabe ahora que yo realmente entiendo por lo que está pasando. Y le ayuda a abrirse y a tener más esperanza. Antes de que yo tuviera cáncer, cuando no tenía esas tablas rotas en mi privilegiada vida, trataba de ayudar o empatizar con los que sufrían, pero no era lo mismo. Mi cicatriz morada se ha transformado en un irremplazable instrumento de gran ayuda para los demás.

Y mis Tablas son también como mi propio MODE ANI personalizado, un permanente recordatorio de que estar vivo es un privilegio por el cual siempre debo agradecer a mi Creador.

Todos nosotros, especialmente los que ya vivimos una buena parte de nuestras vidas, cargamos con cicatrices emocionales o físicas, tablas rotas que llevamos en nuestras arcas privadas. No dejemos que interfieran con disfrutar el presente, ¡pero no las enterremos! Tenemos que atesorarlas y de vez en cuando abrir el Arca y usarlas, para ayudar los demás o a nosotros mismos.

SHABBAT SHALOM




KI TISA: Moisés, el becerro de oro y los alumnos de 5to grado

LA AUSENCIA
Mi hijo, el Rab David, me contó hace unas semanas que estaba pasando por la habitación de su hija, Tamar, que estaba estudiando por Zoom. Y él escuchó las voces alborotadlas de las niñas — que gritaban se reían a carcajadas y jugaban —en lugar de estudiar. Y le preguntó a su hija: “Tamar ¿qué está pasando?  y ella le dijo: “¡La maestra se desconectó!”. La maestra no estaba allí, presente por Zoom, y eso era todo lo que se necesitaba para el caos: 30 niñas «buenas», sin supervisión, estaban de fiesta.
Nuestra Parashá describe una situación parecida, pero en una escala mucho más grande. Y muy grave. El maestro, Moshé, dejó a sus alumnos. Se “desconectó” del pueblo para recibir las tablas de la Ley en lo alto del Monte Sinaí. Era la primera vez que el pueblo estaba solo, sin supervisión de su líder. Y debemos admitir en favor del pueblo, que dadas las circunstancias se portaron increíblemente bien durante casi 40 días. Pero cuando llegó el momento que todos esperaban a Moshé (que lo habían calculado mal…) y el Maestro no estaba allí, todo se transformó en un tremendo caos. Siempre hay oportunistas, rebeldes, o personas menos maduras (que la Torá llama en hebreo: העם, “el gentío”, el segmento menos educado del pueblo) esperando la primera oportunidad para sembrar la anarquía — la ausencia de ley, el orden y la responsabilidad personal. Ahora, las masas tienen la excusa perfecta para celebrar que el líder no regresó: ¡Que empiece la fiesta!
 
 
LA FIESTA DE LA ANARQUIA
La multitud convocó a Aarón y le exigió: «…haznos un dios que vaya delante de nosotros, porque ese hombre Moisés, que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le ha sucedido». (Éx 32:1). Aharon trata de ganar tiempo: “¡Mañana hemos una fiesta para Dios!». Al día siguiente, los líderes de la «celebración de la anarquía», se despertaron más temprano que de costumbre, adoraron el becerro de oro y celebraron con comida, bebida y promiscuidad. ¿Cómo pudieron hacer esto? ¿Cómo pudieron las mismas personas, que apenas unas semanas antes escucharon directamente la voz de Dios, pecar de esta manera? Si bien los comentaristas ofrecen diferentes respuestas para explicar este incomprensible evento, creo que la respuesta más simple es que en este momento el sistema de creencias del pueblo dependía absolutamente de la presencia de Moshé. El pueblo judo no estaba emocionalmente maduro. Eran como los alumnos de 5to grado sin su maestro. Sin la presencia visible de Moshé habían perdido la disciplina y el rumbo . 40 días sin Moshé, fue simplemente demasiado. 
¿Quién no ha experimentado en 5to grado esa sensación de libertad / libertinaje cuando el maestro sale del aula? Solamente cuando uno madura y comprende que la educación es para su propio bien, las cosas pueden ser diferente. Cuando uno “madura” desarrolla la autodisciplina moral que no depende de la presencia física del maestro o la autoridad de turno. 
Cometimos un gran error… pero nuestro amado líder, Moshé Rabbenu, nos representó ante HaShem y el 10 de Tishrí, Yom Kippur, fuimos perdonados por el pecado del becerro de oro.
 
La pregunta es ¿qué pasó desde entonces? ¿Aprendimos nuestra lección? ¿Somos ahora lo suficientemente maduros para vivir una vida de santidad y lealtad a Dios sin supervisión? La siguiente historia seguramente nos ayudará a encontrar la respuesta.
 
RECONCILIACIÓN Y TIKÚN
El rabino Levi Yitzjak, conocido popularmente como el Magid de Berditchev (1740–1809), era famoso por su rol como “defensor del pueblo judío”. Tal como lo había hecho Moshé, él también rezaba permanentemente a Dios abogando por Israel, presentando ante el Todopoderoso las virtudes y las obras de bien que realiza nuestro pueblo. Fue durante los días intermedios de Pésaj, mientras caminaba por las calles del barrio judío, que Rabí Levi Yitzjak notó algo que lo inspiró a orar a HaShem y encontrar un argumento muy poderoso a favor del pueblo judío. Confiando totalmente en los resultados positivos, se dispuso a hacer la prueba. Llamó a sus alumnos y les pidió que le buscaran tabaco. Ellos le recordaron al rabino que en la Rusia del Zar, la posesión de tabaco estaba prohibida y sancionada con multas y prisión. Que las autoridades no quitaban los ojos de los contrabandistas y que sería muy difícil encontrar tabaco. Pero el rabino insistió: “Estoy seguro de que por el precio justo encontrarán algo de tabaco para mí” Los alumnos, un poco confundidos, comenzaron a buscar y tal como lo había anticipado el rabino, al cabo de buscar un par de horas en toda la ciudad, encontraron tabaco en grandes cantidades. Se lo llevaron al rabino que estaba contentísimo con los resultados. Pero allí no terminaba la sorpresa de sus alumnos. Acto seguido, volvió a pedirles otro favor: «Habéis hecho un gran trabajo. Pero tengo una nueva misión para ustedes. Por favor, tráiganme un poco de whisky. Vayan y pregunten por todo el barrio judío, ofrezcan la suma de dinero que pidan y tráiganme algo de whisky». Los estudiantes le recordaron a su maestro que si bien no había ninguna prohibición “gubernamental” por la posesión de whisky, era el cuarto día de Pésaj, y obviamente ¡el whisky es Jamets!. Pero el maestro insistió en que intentarán por todos los medios posibles conseguir algo de whisky en el barrio judío. Los estudiantes pasaron horas y horas buscando la bebida alcohólica, ofrecieron fortunas por un poco de whisky … pero no encontraron nada (*)… y regresaron a su maestro con las manos vacías….  
 
¡¿QUIéN COMO EL PUEBLO DE ISRAEL?!
Infinitamente feliz de los fallidos resultados de su última búsqueda, y emocionado hasta las lágrimas, el rabino miró hacia el cielo y dijo:¡HaShem, Dios Todopoderoso: qué orgulloso tienes que estar de tu pueblo Israel, que tanto te quiere y te respeta!  El Zar de Rusia tiene guardias, comisionados y policías dedicados a ubicar y castigar a los contrabandistas de tabaco. Sin embargo, con un poquito de esfuerzo y dinero ¡uno puede encontrar todo el tabaco que quiera! Por el otro lado, mira la fidelidad de tus hijos, el pueblo judío. Han pasado ya más de 3.000 años desde que nos ordenaste observar Pésaj y nadie tiene Jametz. No hay policía, ni guardias, ni tribunales, ni multas, ni cárceles para hacer cumplir esta orden ¡y, sin embargo, todo judo, sin excepción, guarda Tus leyes al máximo nivel!
“Mi KeAmejá Israel—¿Quién es como Tu nación, Israel?! una nación única en el Mundo»
 
Cuando nuestros antepasados hicieron el becerro de oro, se equivocaron . Pero con el tiempo, maduramos y nos convertimos en un pueblo incondicionalmente leal a nuestro Dios y Su Torá.
 
SHABBAT SHALOM
 
 
Dedicado a mi querida nuera, Keren Magid, y a mis nietos Tamar, Mijal y Yosef Yehudá. Karen es descendiente directa, octava generación, del Magid de Berditchev.  
 
 
 Rab Yosef Bitton
 
 
 
•En aquellos días, tanto los judíos Sefaradim como los judíos Ashkenazim se desprendían de todo su Jamets por completo, tal como lo indica la Guemará (ver aquí).



KI TISA: ¿Qué le preguntarías a Dios?

La Parashá de esta semana, Ki Tisá, trata de varios temas. Entre ellos, el episodio del becerro de oro. El pueblo, impaciente por la ausencia de Moshé durante 40 días seguidos, piensa que ha muerto y decide entonces reemplazar a Moshé con un becerro que los guiaría en el desierto hacia la tierra prometida. El becerro (la cría de la vaca) era uno de los ídolos adorados por los egipcios, debido a su gran instinto de orientación: cuando tiene que mamar, el becerro puede encontrar a su mamá aunque estuviera con los ojos vendados. Por supuesto, este episodio representó una gravísima traición a Dios y un regreso del pueblo de Israel a las más primitivas formas de la idolatría. Y todo esto, a poco más de un mes de haber presenciado la manifestación de HaShem en el monte Sinaí, revelando los Diez Mandamientos. HaShem le manifiesta a Moshé que eliminará al pueblo judío. Moshé intercede, reza por ellos, los defiende y le dice a HaShem que también tendría que eliminarlo a él. Al final, en el día de Kipur (10 de Tishréi), HaShem acepta la Tefilá de Moshé y decide perdonar al pueblo de Israel.

Esto es, por supuesto, algo maravilloso, que recordamos todos los años en Yom Kipur. Sin embargo, hay algo más, menos conocido, que ocurrió en ese mismo evento. Luego de que HaShem perdonara al pueblo de Israel, se desarrolla una “conversación” entre Dios y Moshé. Y en un punto, Moshé le dice a HaShem: “הראני נא את כבודך”, que más o menos significa: “Enséñame Tu Gloria”. Los rabinos explicaron que aquí ocurrió algo excepcional. Hasta este momento, la comunicación de HaShem con los seres humanos siempre fue unilateral: HaShem se manifiesta a los profetas o al mismo Moshé Rabenu, transmitiéndoles un mensaje o una visión. Pero en esta ocasión, por primera y última vez, es un hombre el que pudo iniciar “un diálogo con Dios” y preguntarle algo al Todopoderoso, sabiendo que podría esperar una respuesta de su Interlocutor. Moshé tuvo esta única oportunidad y, en cierta manera, representó a toda la humanidad frente a HaShem.

¿Qué le preguntó Moshé a Dios? ¿Cuál es la pregunta que más preocupa a la humanidad con respecto a Dios?

Los Sabios explican que Moshé le preguntó a Dios: ¿Por qué sufren las personas buenas? למה צדיק ורע לו

En mis propias palabras: Si Dios es Todopoderoso y Todo Bondad, ¿por qué permite que les ocurran cosas malas a las personas buenas? Para el hombre de fe, no existe una pregunta más crítica y crucial. A propósito, esta mañana mientras escribía estas líneas, y por pura curiosidad, hice una breve “búsqueda” en Google. Escribí en inglés: “What would you ask God” (¿Qué le preguntarías a Dios?) y lo que encontré me resultó sorprendente. El primer artículo que apareció en la búsqueda reporta los resultados de una encuesta hecha a cientos de estudiantes universitarios (no judíos) a quienes se les preguntó: «Si pudieras preguntarle a Dios sobre cualquier cosa, ¿qué le preguntarías?»

La pregunta número UNO que se registró es muy parecida a la de Moshé…

“¿Por qué hay tanto sufrimiento en el mundo? Si Dios es Todo bueno y Todopoderoso, ¿no tiene los recursos para prevenir el mal y el sufrimiento?”

Estoy seguro de que muchos lectores probablemente no compartan mi fascinación con el tema de “la pregunta” de Moshé y estarán impacientes por saber cuál fue la respuesta de Dios a Moshé Rabenu. El judaísmo es único en reconocer que esa pregunta NO tiene una respuesta clara para el ser humano, pero que la Torá nos revela, sin embargo, por qué no podemos obtener una respuesta.

Saber cómo Dios administra Su justicia supera nuestras posibilidades intelectuales y epistemológicas.

HaShem le respondió a Moshé (breve y metafóricamente) que Moshé, o cualquier otro ser humano, nunca podrá ver “el frente” de la Presencia o de la Intervención Divina, solo podrá ver “el dorso” de la Intervención de Dios, la parte de atrás. וראית את אחורי ופני לא יראו

El mejor ejemplo que puedo ofrecer es, irónicamente, un ejemplo visual: el de un tapiz. Solo HaShem ve el tapiz desde el frente. Nosotros, los seres humanos, que estamos restringidos en el limitado tiempo de nuestras cortas vidas y en el espacio de esta dimensión física, solo vemos la parte de atrás del tapiz: los hilos y los trazos que parecen aleatorios y caóticos, los colores, los nudos, los bucles, etc. Para nosotros, todos estos zigzagueos del tejido no tienen sentido, pero hacen posible la imagen perfecta en el frente del tapiz, al que solo Dios tiene acceso.»




TETSAVE: El Cohen Gadol y la responsabilidad del uniforme judío

BREVE HISTORIA DE LA MORALIDAD

La primera vez que la Torá se refiere a vestimentas –utilizando la palabra hebrea kutonet,  es en la historia de la creación. Luego de probar el fruto prohibido, Adam y Eva, los primeros humanos, experimentan un “reset” de su mente. Hasta ese momento, su neshamá (ruaj memalelá, o inteligencia verbal) dotaba al hombre con la capacidad de pensar con palabras, lo que le concedía libertad de elección: mientras que los animales “perciben” imágenes (u olores o sonidos) y reaccionan a través de sus  instintos,  el ser humano procesa con palabras —piensa— lo que ve u oye, puede calcular, anticipar y obedecer. Pero también puede rebelarse.  Al desobedecer la orden Divina y comer del único fruto prohibido el hombre, parafraseando a Maimónides, activa su “imaginación” y la incorpora a su pensamiento. Las consecuencias pueden ser potencialmente desastrosas: la superioridad humana ya no solo sirve para servir a Dios, como naturalmente sucedía. Ahora el ser humano via la imaginación puede usar sus capacidades para su beneficio personal. Su poder sobrenatural puede ser utilizado no solo para ayudar o hacer el bien—como hace el Creador— sino también para someter, sacar ventaja del otro. Otro ejemplo: la sexualidad, más allá de su propósito explícito “1. Unir íntimamente a marido y mujer , y 2. procrear”, puede ser también canalizada hacia el abuso, la infidelidad, la violación, etc.

¿El antídoto? Al cubrir su desnudez con el kutonet, y diferenciarse de los animales, el hombre recuerda que debe emplear sus poderes para el objetivo que fueron concebidos por el Creador.  

YOSEF Y EL PESO DE LA REPRESENTACIÓN

La segunda vez que aparece kutonet en la Torá,  es cuando Jacob le regala a su hijo una túnica especial. Una ropa de colores, un uniforme, que representa la autoridad que le concede su padre para supervisar las tareas de sus hermanos e informarle sobre su conducta.  Como ya sabemos, las consecuencias de esta decisión de Jacob, y de la sencillez que Yosef no ejerció,  fueron cruciales en nuestra historia. Se podría afirmar que fue este uniforme de colores, este kutonet,  el que nos condujo a Egipto y luego nos llevó a la esclavitud.

En nuestra Parashá, Tetzavé, el kutonet aparece por tercera y última vez en la Torá, cuando se describe el uniforme del Cohen Gadol. Las vestimentas del Cohen más que un ropaje para cubrir la desnudez, son un uniforme que manifiesta un cargo representativo,  y como tal lleva el peso de la responsabilidad de la representación. 

LA DOBLE REPRESENTACION

Por un lado, en el Bet HaMiqdash, el Cohen representaba el ideal de un judío: la consagración de una vida cerca de (“sirviendo a…”) el Creador.  Por el otro lado, el Cohen Gadol también representa  al pueblo judío ante Dios. Y esto se manifestaba en las doce piedras que llevaba en su pectoral con los nombres de las 12 tribus de Israel.  Los Cohanim tenían en claro que su cargo implicaba una mayor responsabilidad.  También debía mantener la sobriedad emocional y evitar aun involuntariamente,  dejarse llevar por el uniforme y sentirlo como si fuera un honor a su propia persona, y no a su cargo. Las consecuencias pueden ser desastrosas.  El uniforme de un policía, por ejemplo, debe inspirar honestidad, honradez y servicio. Si un policía usara su uniforme para beneficios  personales, o para abusar de su poder, estaría deshonrando, a su uniforme, a su cargo y por extensión a todo el Departamento de Policía. 

¿KIPPA O GORRA?

Recuerdo que la primera vez que entendí los beneficios y riesgos del uniforme judío fue cuando, de adolescente, le pregunté a uno de mis maestros si era mejor que yo llevara una gorra o un kippá en la calle (en esos años tenía que hacer largos viajes en colectivo y en tren).  Mi maestro respondió: “Todo depende de cómo te vayas a portar…”.    La Kippá es un catalizador, porque a diferencia de una gorra genérica la Kippá, me identifica sin dudas como judío. Si actúo bien y llevo la Kipá probablemente esté cumpliendo con la enorme Mitzvá de Quiddush HaShem , “santificar el Nombre de Dios”.  Esto es: “sumar puntos» a la reputación de la Torá y a Su Autor.   Por el otro lado, si llevo la Kipá y me comporto mal  ante los gentiles  o si mal-represento a la Torá ante judíos menos observantes que yo, estaría  violando el más grave de todos los pecados de la Torá:  Jilul HaShem, “afectar negativamente la reputación del Creador”.

Mi maestro completó su respuesta con la siguiente reflexión:  “nunca olvides que para usar la Kippá, ¡primero tienes que tener cabeza!”




TERUMA: El respeto a lo que uno fue

Uno de los elementos del Mishkan que se describen en la Parasha de esta semana es el Arca del Pacto, o aron haberit.  El Arca se encontraba en el interior del Qodesh HaQodashim, el area más sagrada del mishkan y luego del Bet haMiqdash, a al cual solo tenia acceso el Cohen Gadol en Yom Kippur.
¿Qué había dentro del Arca del Pacto? Ente otras cosas (Sefer Tora, una muestra del man y la vara de Aron haKohen) el Arca contenía las dos Tablas de Piedra con los Diez Mandamientos. Lo que hay que recordar es que Moshé rompió las primeras Tablas , para evitar incriminar al Pueblo de Israel cuando adoraban al becerro de oro. El Arca, por supuesto, contenía las segundas Tablas de Piedra con los diez mandamientos. Y la pregunta es  ¿Qué paso entonces con los restos de las primeras tablas? Nuestros Jajamim afirman que los fragmentos de las primeras tablas también fueron colocados dentro del Arca, junto a las segundas Tablas (lujot veshibre lujot munajim baaron).

¿Y qué podemos aprender del hecho de que tanto las Tablas de piedra enteras y los restos de las primeras tablas estaban en el mismo lugar sagrado?

En primer lugar, aprendemos que un elemento que tuvo qedusha(santidad) no puede ser descartado de una forma no-honorable. ¿Qué debemos hacer entonces con elementos que, por ejemplo, tienen el nombre de HaShem -digamos un Sefer Tora,  Tefilin, una Mezuza-  pero que por alguna razón ya no se pueden arreglar o usar más? De acuerdo a la ley judía cuando uno de estos elementos o sus accesorios (llamados tashamishé qedusha) caen en desuso no se pueden tirar. Hay que guardarlos hasta que puedan ser enterrados.  Es por eso que en toda sinagoga hay una Geniza, generalmente una caja grande, donde se colocan estos objetos religiosos que ya no se utilizan más. Eventualmente todos estos elementos seran llevados a un cementerio donde están enterrados. De acuerdo al Shuljan aruj, un Sefer Tora en desuso (pasul) se enterrará junto a un Talmid Jajam.

Al igual que los fragmentos rotos de las Tablas de Piedras, aunque ese Sefer Tora ya no tiene la misma santidad de antes, y ya no «sirve» para ser leído, igual le tenemos un gran respeto .

Los Jajamim dijeron algo extraordinario: que esta misma conducta la debemos tener con los seres humanos. El ejemplo que ellos dieron es el de un Sabio de la Torá que siempre fue respetado y honrado por su sabiduria y su profundo conocimiento. ¿Qué pasa si ese Sabio deja de ser un sabio? ¿Qué pasa si por ejemplo, sufre de Alzheimer, o senilidad, y pierde sus conocimientos,  y ya no recuerda casi nada de lo que sabia? Este individuo es como un fragmento roto de lo que era aquel gran Sabio. Su memoria está destruida. Su sabiduría, «hecha pedazos». Este hombre ya no sirve ningún propósito practico.  ¿Dejamos de honrarlo? Nuestros rabinos nos enseñaron que a esta persona senil o con Alzheimer  le debemos el mismo respeto y honor que le brindábamos antes. Y esto lo aprendemos del Arca, que contenía en el mismo lugar de honor, no sólo las tablas enteras sino también los pedacitos de las tablas rotas que ya «no servian más».

Am Israel es, y debe seguir siendo, un ejemplo en cuanto al Honor a los padres y a los mayores, sin importar la condición que estén. Es importante tener esto muy en cuenta porque vivimos en una sociedad de consumo, donde sólo se honra lo que sirve, y en la cual algunas personas, especialmente las personas mayores, son tratadas como artículos descartables que cuando no se usan,  ח״ו se descartan.

Nuestra Torá nos enseña que el honor se debe aún a lo que ya fue.

SHABBAT SHALOM!




TERUMA: ¿Somos avaros los judíos?

TRABAJO FORZADO
En la Parasha de esta semana, Terumá, comenzamos a leer sobre el Mishkán o Tabernáculo, es decir, el Templo que el pueblo de Israel construyó en el desierto. Dentro del Mishkán había ciertos artefactos sagrados (כלים) como el Arca del Pacto, donde estaban las dos tablas de la Ley; la Menorá, una Mesa especial (shulján hapanim), y el altar del incienso. Todos estos objetos se hicieron de oro puro. También había otros elementos y piezas del Tabernáculo que se hacían de plata o de cobre. Vigas de una madera especial, y cortinas confeccionadas con telas muy finas, etc.  La pregunta que surge es: ¿de dónde sacó Moshé estos metales preciosos y los demás materiales necesarios para construir el Mishkán?
Cuando los reyes de los pueblos paganos construían un templo, muchas veces dedicados a sí mismos, tenían que imponer impuestos o confiscar riquezas del pueblo para hacerlo. Y la mano de obra era forzada: esclavos, generalmente prisioneros de guerra, o forzando a cada familia del reino a enviar representantes a trabajar para la corona por meses o años.  Esto fue exactamente lo que sucedió en Egipto y lo que el pueblo judío experimentó por varias generaciones.   Sería de esperar entonces, que siguiendo este ejemplo, Moisés hubiera forzado al pueblo a pagar un alto impuesto y / o enviar mano de obra forzada para construir el tabernáculo. 
 
TRABAJO VOLUNTARIO 
Pero esto no fue lo que sucedió en el desierto. Moshé no tuvo que imponer impuestos. Los trabajadores judíos llegaron «voluntariamente». Las maderas, las telas, y los metales preciosos, etc., fueron «donados» por el pueblo.

Moshé sólo tuvo que solicitar las donaciones, que fueron dadas literalmente: «de corazón».  La Torá  (Shemot capítulo 25) dice que Moshé pidió estas donaciones al pueblo:  «Y habló HaShem a Moshé diciendo: Dile a los hijos de Israel que tomen/ donen  una ofrenda para Mí; tomaréis la donación de todo aquel cuyo corazón lo mueva a hacerlo».
Y ¿cómo respondió el pueblo judío al llamado de Moshé? Esto lo vemos recién 10 capítulos más adelante. Ya que la Torá dedica ese número de capítulos para darnos un detalle minucioso de todo lo que se construyó en el Bet haMiqdash.  (Y también para contarnos el lamentable episodio del becerro de oro.  Pero ese es otro tema….)
En Shemot capítulo 35 la Torá dice que «los hijos de Israel, todos los hombres y todas las mujeres cuyo corazón los movía a donar algo para la construcción que HaShem pidio hacer a los hijos de Israel por medio de Moshé, que trajeron una ofrenda voluntaria.«
 
 
LO CONTRARIO DE DEFICIT
Luego, la Torá da cuenta de algo extraordinario que ocurrió. Un evento probablemente único en los anales de la historia de la filantropía: No solamente que no faltó nada. Al final, ¡las donaciones sobraron! Lejos de declarar un déficit, se proclamó un «superávit». Así dice el capítulo 36 de Shemot: 3. «Y ellos [el pueblo] seguían trayendo sus ofrendas voluntarias cada mañana. 4 Entonces  vinieron los hombres  que estaban a cargo del trabajo del santuario… 5 y le dijeron a Moshé: «El pueblo está trayendo más de lo que se necesita para la obra de construcción…» 6 Entonces Moshé dio la siguiente orden, que se proclamó por todo el campamento: «Ningún hombre ni mujer debe traer [más donaciones] para la obra del Tabernáculo . 7 Porque el material que hay es ya abundante, y es más que suficiente para hacer toda la obra.
 
«Superávit»–cuando hay más de lo que se precisa– es una palabra que no se suele usar, especialmente cuando se trata del balance de donaciones a organizaciones sin fines de lucro. Pero así fue: el pueblo de Israel fue tan generoso que hubo un exceso de donaciones. Hay un punto más que debemos tener en cuenta. ¿De dónde sacaron los esclavos judíos todos esos objetos de valor? La Torá nos cuenta que en los días previos a la salida de Egipto, los Yehudim «le reclamaron» a los egipcios que les pagasen su compensación por los años trabajados וַֽיִּשְׁאֲלוּ֙ מִמִּצְרַ֔יִם כְּלֵי־כֶ֛סֶף וּכְלֵ֥י זָהָ֖ב וּשְׂמָלֹֽת. Y así sucedió: los egipcios cedieron los judíos objetos de gran valor.  Lo interesante es que era la primera vez que los esclavos hebreos poseían joyas, telas finas, y otros elementos de valiosos. Y lo normal no es que uno se desprenda de algo de valor cuando lo tiene por primera vez…   La generosidad que demostró el pueblo judío es increíble, sin paralelos en la historia antigua (y quizás moderna también). Hay que destacar finalmente la honestidad de los líderes judíos, que declararon el superávit y no se quedaron con él, como normalmente lo hubiera hecho cualquier rey o gobernate  (sobre la honestidad de Moshé  ver  Perashat Pequdé ).  
 
 
BENEFICENCIA ANÓNIMA 
Más allá de la bondad que representa el donar en abundancia, el epítome del altruismo y la generosidad es el anonimato.  En el Mishkán nadie pretendía que su nombre fuese mencionado en una placa especial o algo así. El Mishkán era consagrado parea Bore Olam, el Creador, y las ofrendas eran totalmente anónimas.  
Esto me una historia real que presencié en Israel. Una forma de hacer Tesdaqá que considero admirable, ya que incluye estos tres elementos: la generosidad, el anonimato y el superávit. Un hombre generoso, llamémoslo Sr. Cohen,  viaja a Israel todos los años, entre otras cosas para dar Tsedaqá. Como sabemos, la manera MÁS ALTA de practicar Tsedaqá es ayudar a la gente pobre de Israel. El Sr. Cohen «separa» durante todo el año parte de sus ingresos para este generoso fin.  Una vez en Israel, el Sr. Cohen visita ciudades y barrios dónde hay pobres o Abrejim necesitados o gente sin muchos recursos.  Va al almacén del barrio (cada año trata de visitar un barrio diferente) y le pregunta al almacenero si le da crédito a sus clientes, lo cual es muy común en Israel.  El almacenero le muestra una libreta con las deudas de decenas de familias, por lo general con muchos hijos,  que tienen deudas significativas con el almacenero a cuenta de la comida que compran para sus hijos: pan, leche, azúcar, queso para untar, tomates y pepinos: la dieta básica de una familia de bajos recursos en Israel. El Sr. Cohen  le extiende al almacenero un cheque por el valor de la deuda y luego deja otros 5.000 Shequels a cuenta de los gastos de las familias más necesitadas.
 
La historia de la generosidad y el altruismo que comenzó en el Mishkán se repite permanentemente. Muy lejos del prejuicio antisemita de que los judíos somos avaros, las estadísticas demuestran que nuestros correligionarios superan en actos de filantropía a los miembros de otras religiones.
 

 Si no escuchamos más sobre estos actos de bondad, es porque los más importantes actos de filantropía se llevan a cabo, como en el Mishkán, anónimamente, sin interés de figurar.  




MISHPATIM: La Torá, Hammurabi y los derechos humanos

ואלה המשפטים אשר תשים לפניהם
     … כי תקנה עבד עברי
La Parashá de esta semana contiene un gran número de Mitsvot, casi todas ellas de la categoría «Mishpatim» o leyes civiles. ¿Que tienen de especial estas leyes?
La primera letra de esta Parashá, la «VAV» en hebreo, cumple la función del nexo copulativo como «Y…» en español. Los Sabios siempre prestan atención a la presencia de esta letra y explican cuál puede ser la asociación entre el texto anterior a la «Y» y el texto que le sigue. Los Sabios del Midrash indican que esta letra quiere enfatizar la continuación temática entre nuestra sección semanal y los Diez Mandamientos, mencionados en la Parashá anterior para aclarar que las leyes que se van a mencionar a continuación son, en cierta manera, una extensión (algunos dicen: ilustraciones prácticas) de los Diez Mandamientos.
Antes de que la Torá fuera entregada, Moshé juzgaba al pueblo de acuerdo a su propio criterio, que si bien (y sin duda) era un criterio de una moral intachable, seguía siendo en definitiva un criterio humano. Al iniciar esta Parashá HaShem le dice a Moshé que éstas leyes, leyes De Dios, serán de ahora en más las leyes «que enseñarás y a través de la cuales juzgarás al pueblo judío» . Primera gran lección. El criterio humano, por más íntegro que sea, no es suficiente. Tiene que ser reemplazado por el Divino, no solo porque puede ser subjetivo sino también porque es «relativo». Es decir, cambia de acuerdo a los tiempos, las modas, las culturas y muchísimos otros factores psicológicos, sociológicos, etc. Solo una ley Divina puede ser eterna, universal, y con valores morales que nunca pasan de moda.
Pero hay algo aún más fascinante. Un gran ejemplo de por qué los seres humanos «necesitamos» leyes Divinas. Las leyes aquí presentadas, constituyen el primer código legal bíblico. Una preconstitución con 53 artículos. Quisiera comparar un pequeño aspecto –que bien podría pasar desapercibido — entre el código de leyes presentado en Mishpatim y otros códigos de leyes modernos. La Constitución Americana o la Constitución Argentina (y estimo que es el mismo caso en la mayoría de las constituciones de los países civilizados) comienzan con temas relacionados al Gobierno: la conformación del congreso, la autoridad del senado, y todo lo relativo al presidente y a los ministros, etc. En la Torá también hay leyes del estado, del tribunal, de los sacerdotes, del rey. Pero, muy significativamente, el código de Mishpatim comienza por las leyes del individuo más débil y desprotegido: el עבד עברי, literalmente: el esclavo hebreo (conocido en inglés como «indentured servant»  que ChatGPT incorrectamente me lo traduce como «servidumbre contratada»). Este caso es el de hombres o mujeres que por su pobreza o sus deudas debían trabajar como sirvientes hasta pagar lo que debían. Era algo extremadamente común en el pasado. De cualquier manera , estos individuos con deudas, eran más pobres que los pobres, en términos de status, eran las personas «menos importantes» de la sociedad. Y por lo tanto, los más vulnerables y expuestos al abuso por parte de sus amos o patrones.
Increíblemente, el primer tema, la primera ley que presenta el código de Mishpatim no es el de los individuos poderosos o gobernantes, ¡sino la ley de los más vulnerables! ¿Y que dice esta ley? Mishpatim habla de los derechos del esclavo: el plazo de su servidumbre será ilimitado, se lo deberá tratar sin violencia ni abuso, no se lo podrá discriminar ni obligar a hacer trabajos humillantes, se lo deberá compensar al final de su trabajo e indemnizar si el patrón lo hiere, etc.  ¡ESTO ES ABSOLUTAMENTE SIN PRECEDENTES Y ÚNICO! Especialmente en las sociedades antiguas contemporáneas a la Torá, hace 3500 años atrás. Tomemos por ejemplo el famoso código de Hammurabi, que obviamente habla de los esclavos, pero no de sus derechos sino de sus obligaciones hacia sus amos, y los severos castigos por desobedecerlo. Por ejemplo, el último artículo del código de Hammurabi, el 282 dice así: «Si un esclavo es encontrado culpable de haberle dicho a su amo: ‘Tú no eres mi amo’, su amo le cortará la oreja» (ver otros ejemplos similares aquí ).
¿Por qué la Torá comienza por los derechos del más débil? Simplemente, porque fue escrita por Dios y no por el «soberano» o «tirano» de turno: . Y Dios, el verdadero Dios, ¡se concentra primero en los derechos de los más débiles! Como lo vemos claramente un poco más adelante en esta misma Parashá: La Torá enfatiza el castigo –a un empleador o patrón– por el abuso a los más desprotegidos, las viudas y los huérfanos. Shemot 22:21-23: «No abuses de la viuda o del huérfano. Porque si de alguna manera los explotas, cuando ellos clamen hacia Mí (en su dolor), te aseguro que oiré su clamor. Y mi enojo se encenderá contra ti…».
Sólo la Ley Divina, la Torá, se preocupa primero por los derechos de los más vulnerables y de los que menos tienen.



MISHPATIM: Dime con quién te sientas y te diré quién eres

אם כסף תלוה את עמי את העני עמך לא תהיה לו כנושה לא תשימון עליו נשך

“Cuando prestes dinero a Mi pueblo, al pobre que vive junto a ti, no lo oprimirás, no tomarás de él intereses” . Shemot 22:24

En la Parashá de esta semana tenemos un gran número de Mitsvot. Muchas de estas Mitsvot se refieren a nuestra actitud hacia el prójimo. Entre ellas nuestra obligación de asistir a los más necesitados.

EVITAR EL COLAPSO ECONOMICO

Los rabinos describieron este precepto, la tsedaqá, explicando que hay 8 categorías de asistencia material al necesitado. La categoría más alta consiste en ayudar a alguien evitando que colapse financieramente y se vea en una situación en la que necesite pedir asistencia. Por ejemplo: a) Ofreciéndole trabajo a alguien que perdió su empleo. b). Prestando dinero a alguien que le va mal en sus negocios para que se puede mantener y no caiga o quiebre.

Refiriéndose a este segundo caso la Torá dice que el que prestó el dinero no puede cobrar intereses. Y tampoco puede acosar al deudor, por ejemplo, yendo a su domicilio particular, avergonzarlo frente a su familia o conocidos, etc.

MI PUEBLO

Otra importante lección que se aprende de este versículo se relaciona con la una palabrita que podría pasar desapercibida.   Esa palabrita es ‘ami (עמי), “Mi pueblo.”

En este versículo Dios se habla de los pobres como “Mi Pueblo”, es decir, el pueblo de Dios. Los Sabios dijeron lo siguiente: “HaShem es muy diferente a los hombres. En la mayoría de los casos, cuando alguien tiene un familiar pobre, no le gusta que lo vean con él, porque no quiere ser identificado con los pobres…. pero cuando alguien tiene un familiar rico, corre hacia él y trata por todos los medios que la gente lo vea en su compañía, para elevar su prestigio… HaShem actúa diferente : «Su Pueblo» se refiere a ‘los pobres de Su pueblo’ . HaShem está con los pobres, se identifica con ellos y nos enseña a que nosotros también nos identifiquemos con ellos… 

DIME CON QUIEN TE SIENTAS…

No es raro, lamentablemente, que los pobres -especialmente si es de conocimiento público que son pobres- sean literalmente dejados de lado y que en un evento social o una fiesta nadie quiera sentarse en su mesa. Todos quieren estar en compañía de los ricos, y aparecer en los fotos con ellos.

Este pasuq nos enseña que debemos tratar a los que tiene menos que nosotros con especial deferencia. No solo a través de la ayuda material sino también empatizando con su situación. Comportarnos hacia los que tienen menos como nos gustaría que nos trataran a nosotros mismos si estuviéramos en esa condición.

Este hermoso versículo nos enseña una enorme lección. Que HaShem está del lado de los pobres, que se identifica con los más necesitados. Esta identificación, estar o sentarse junto a los más necesitados, es un acto de humildad, de bondad, de empatía y por sobre todo un acto en el cual imitamos los nobles atributos de HaShem.  

https://www.youtube.com/watch?v=QYCieWcSIDs



MISHPATIM: Los derechos de la esposa judía

La Ketubá, acta de matrimonio judío,  establece las obligaciones del marido hacia su mujer (ver más aquí) Cuando el novio declara a su futura esposa que la está tomando legalmente como su esposa «de acuerdo con la ley de Moisés e Israel», el novio acepta todas las responsabilidades de un honorable marido judío.

En la Perashá de esta semana, Mishpatim,  la Torá establece las tres obligaciones principales del marido hacia su esposa

1. she-erah: proporcionar a su esposa su sustento

2. kesutah: abastecer a su esposa de su ropa y su residencia

3. ‘onatah: convivir con ella.

1. Sheerah. La primera responsabilidad del marido es mantener a su esposa económicamente. Este es el primero de los 3  deberes establecidos por la Torá (Éxodo 21:10), que en el lenguaje de los rabinos se llama «mezonot» («comida», la pensión alimenticia).

Algunas ilustraciones de Maimónides sobre este punto, tomando en cuenta los usos y costumbres de la época del Talmud:

MT, Ishut 12:10-11: «El marido está obligado a suministrar comida a su esposa y a sus hijos de acuerdo a sus medios materiales. Una persona pobre solamente deberá proporcionar dos comidas basicas al día. Mientras que un marido en buena posición debe proveer a su mujer y familia alimentos nutritivos (carne, pescado, o lo que sea la costumbre local de las personas afluentes) todos los días.»

MT, Ishut 12:16-17: «Si el esposo se va de su casa por un viaje de negocios en el extranjero (en la antigüedad la gente viajaba al extranjero durante meses o años, y prácticamente no había ninguna posibilidad de comunicación. YB) y la esposa se queda sin medios materiales para obtener sus alimentos, la corte rabínica puede confiscar y vender las propiedades del marido, sin su consentimiento explícito,  para proveer de alimentos a su esposa e hijos, con la condición que hayan pasado por lo menos tres meses desde que el marido salió de su casa. La corte rabínica asume en principio que cuando un marido judío responsable sale de viaje generalmente deja a su familia lo necesario para mantenerse por lo menos por 90 días.

2. Kesutah. Literalmente significa «su ropa, o su vestuario». El marido judío está obligado a proporcionar a su mujer la ropa adecuada, los muebles necesarios y un lugar de residencia.

Ilustraciones: Vestimenta: El marido tiene que suministrar a su mujer la ropa apropiada para cada estación del año. En cuanto a la calidad del vestuario , la regla es que el marido debe proveer a su esposa con un nivel de ropa de acuerdo con: a) lo que el marido puede permitirse, y b) la costumbre local. Por ejemplo, las necesidades sociales de una mujer que vive en el campo no son las mismas necesidades de una mujer que vive en la ciudad (Maimónides, MT ishut 13: 2). Esta categoría también incluye la obligación del marido de proporcionar a su esposa artículos que no son de primera necesidad (o superfluos), tales como joyas, cosméticos, etc., a un nivel que resulte del balance entre las posibilidades financieras del marido y las necesidades sociales de la esposa (13:4).

Lugar de residencia: El lugar de residencia a veces se registra por escrito en la Ketubá, si el marido y la mujer lo han acordado de antemano. Si el marido desea cambiar el lugar de residencia acordado, se espera que la esposa no se oponga. Algunas excepciones son:  1. Un barrio de mala reputación (13:15): la esposa puede negarse a trasladarse a una ciudad o un vecindario violento o corrupto. 2. Israel: si la pareja acordó vivir en Israel, la esposa puede negarse a salir de Israel; o si viven en Jerusalem, ella puede negarse a salir de Jerusalem. (13: 19-20). En este caso, no have falta ninguna otra razón de parte de la esposa para justificarlo.  

3. ‘Onatah. En la Ley bíblica, se conceden de manera explícita los derechos conyugales a la esposa. La Torá indica en Éxodo 21:10 que el marido «no debe privar a su esposa de su comida, su ropa y sus derechos conyugales». En las palabras de Maimónides, un marido que priva a su mujer de intimidad, deliberada o maliciosamente, transgrede la obligación de ‘onatah, y es un causal válido de divorcio. Esto no se aplica, sin embargo, cuando por ejemplo, hay temas de salud de por medio. ( MT, ishut 14:7).  El Talmud también analiza la frecuencia esperada de los deberes conyugales del marido, en base a su ocupación y trabajo (14: 1). También se espera que la esposa cumpla con sus deberes conyugales. Y una mujer que sin una razón justificada (kede letsa’aro) niega permanentemente a su marido de sus derechos conyugales, se considera una esposa rebelde (moredet) y pierde el derecho a la compensación establecida en la Ketubá en caso de divorcio (14: 9).

Es importante aclarar que el propósito principal de Mitsva de  ‘ona es reforzar el vínculo de amor entre esposo y esposa, y que el esposo nunca deje de prestarle la atención debida a su esposa. En una Mitsvá separada, la Torá indica el mandamiento de tener hijos (perú urbú). Vale aclarar que la Mitsvá de ‘ona, intimidad (el eufemismo hebreo dice literalmente: “pasar tiempo con ella”) es independiente de la intención de procreación. Por lo tanto, incluso cuando la concepción no es posible –durante el embarazo o cuando la mujer está bajo tratamiento por control de la natalidad, o cuando la esposa ya no puede tener hijos– se espera que la pareja siga manteniendo una relación íntima activa.

 

FROM ENCYCLOPEDIA JUDAICA

The act of marriage creates certain rights and duties between husband and wife. In performing them, both parties have to conduct themselves according to the following rules, comprising the fundamental principles for the relationship between husband and wife in Jewish law: «Thus the sages laid down that a man shall honor his wife more than his own self and shall love her as he loves himself, and shall constantly seek to benefit her according to his means; that he shall not unduly impose his authority on her and shall speak gently with her; that he shall be neither sad nor irritable. Similarly they laid down that a wife shall honor her husband exceedingly and shall accept his authority and abide by his wishes in all her activities…» (Maim. Yad, Ishut 15:19–20).

General Rights and Duties

A husband has ten obligations toward his wife (or her descendants) and four rights in respect of her. The obligations are (a) to provide her with sustenance or maintenance; (b) to supply her clothing and lodging; (c) to cohabit with her; (d) to provide the *ketubbah (i.e., the sum fixed for the wife by law); (e) to procure medical attention and care during her illness; (f) to ransom her if she be taken captive; (g) to provide suitable burial upon her death; (h) to provide for her support after his death and ensure her right to live in his house as long as she remains a widow; (i) to provide for the support of the daughters of the marriage from his estate after his death, until they become betrothed (see *Marriage) or reach the age of maturity; and (j) to provide that the sons of the marriage shall inherit their mother’s ketubbah, in addition to their rightful portion of the estate of their father shared with his sons by other wives. The husband’s rights are those entitling him: (a) to the benefit of his wife’s handiwork; (b) to her chance gains or finds; (c) to the usufruct of her property; and (d) to inherit her estate (Yad, Ishut 12:1–4; Sh. Ar., EH 69:1–3).

These rights and duties both derive from the law and not from mere agreement between the parties: «a man, by marrying a woman, becomes obligated to her in ten matters and acquires rights against her in four matters, even if they have not been taken down in writing» (Yad, Ishut 12:5; Sh. Ar., EH 69:1), i.e., the said rights and duties devolve as a matter of law from the act of marriage, whether or not a ketubbah deed is written and «writing thereof does not add and the absence thereof does not detract» (Resp. Ribash no. 480).

PARTICULARS OF THE RIGHTS AND DUTIES

The Wife’s Rights

SUSTENANCE

See *Maintenance.

CLOTHING AND LODGING

This includes the right to household utensils and furniture and to a home of a reasonable standard in accordance with local custom (Yad, Ishut 13:3, 6; Sh. Ar., EH 73:1, 7). The scope of this right is governed by the rules pertaining to the law of maintenance, since, for the purpose of the legal rights of the wife, the concept of maintenance – in its wider meaning – embraces also the above-mentioned right (Tur, EH 73). By the same token the wife loses her right to claim raiment from her husband whenever she forfeits her right to maintenance (Rema, EH 69:4).

The place of residence (town or village) is determined by the husband, since it is presumed that they so agreed in advance and the wife cannot object to her husband changing their residence unless there was an agreement, express or implied, that they would not move to another place without her consent (Sh. Ar., EH 75:1; PDR 2:233, 3:161, 163, 5:20, 22, 57). However, the husband must have reasonable grounds for deciding on a change against the will of his wife, e.g., for reasons of health, or his livelihood, or the fact that the matrimonial peace at their existing home is disturbed by his or her relatives (Resp. Ribash nos. 81, 88; PDR 1:271, 274–5; 2:233, 237; 5:36, 54, 57). The wife is not obliged to agree to a change of residence if this should be detrimental to her position, e.g., because her relationship with her husband is such that she has reasonable grounds for her reluctance to move beyond the proximity of her relatives, or because the new home will be inferior to the old home, or if she can justify her refusal on the grounds that she does not wish to move from a town to a village or vice versa (Sh. Ar., EH 75:2; PDR 1, 2, loc. cit. 3:161, 163).

These rules do not apply in their entirety to Ereẓ Israel vis-à-vis other countries, nor to Jerusalem vis-à-vis other places in Ereẓ Israel. In such cases the rule is that a spouse who genuinely prefers as his place of residence Ereẓ Israel to any other country, or Jerusalem to any other place in Ereẓ Israel, need not bow to the wishes of the other spouse. In effect, therefore, the law favors the party genuinely seeking to settle in Ereẓ Israel or Jerusalem, or refusing to depart therefrom, even if, for example, this should entail the loss of better economic opportunities elsewhere, unless there is reason to fear that in Ereẓ Israel or in Jerusalem they might become in need of charity (Sh. Ar., EH 75:3, 4; Pitḥei Teshuvah, ibid., 6; PDR, 5:20, 36, 66). However, if settling in Ereẓ Israel involves any danger for the parties, neither spouse may compel the other to do so (Tos. to Ket. 110b, S.V. «hu Omer la’alot: Sh. Ar., EH 75:5; for a contrary opinion, cf. Tur, EH 75; see also PDR 5:20).

The husband likewise determines the place of the dwelling within the town or village, but each of the parties must comply with the other’s request to move to another dwelling and cannot refuse to do so on the ground that he or she is not particular about the matters complained of by the other spouse, provided only that the request is genuine and justified in the circumstances, e.g., on the grounds that neighbors are habitually insulting, or that they are given to prostitution, or to desecration of the Sabbath, and the like (Yad, Ishut 13:15; Sh. Ar., EH 74:11–12). If the wife refuses, in defiance of these rules, to accede to her husband’s just demands concerning their place of residence, she is liable to forfeit her right to maintenance since she is only entitled thereto as long as she lives with him; moreover she is likely to be considered a moredet (see below) and may eventually be obliged to accept a bill of *divorce (Sh. Ar., EH 75:4, PDR, 3:161, 163, 164; 5:20, 23–28; 6:5, 9). Similarly, upon the husband’s unreasonable refusal to accede to his wife’s just demand to continue living in Ereẓ Israel, he may be ordered to provide maintenance for her – even though they live apart – and eventually to grant her a divorce with payment of her ketubbah; and if necessary, she may also demand an injunction restraining him from going abroad (PDR 5:20, 24, 29, 36, 57–59, 66).

COHABITATION

The husband’s duty to cohabit with his wife stems from biblical law (Ex. 21:10) and he is obliged to do so according to his physical abilities and in so far as it is possible for him, having regard to the requirements of his occupation (Yad, Ishut 14:1, 2; Sh. Ar., EH 76:1–3). If he is unable to fulfill this duty the wife is entitled to demand a divorce (Yad, Ishut 14:7; Sh. Ar., EH 76:11) unless there are reasonable prospects, on the strength of medical evidence, that he may be cured of his disability (PDR 1:85–89; 3:84–89; see also *Divorce).

Mored («rebellious» husband). A husband who refuses, without justifiable reason, to cohabit with his wife is called a mored (Ket. 63a; Yad, Ishut 14:15), but he is not so regarded if he refuses to fulfill his other obligations toward her (ibid. and Maggid Mishneh, Ishut 14:15; Baḥ, EH 77). Proof that her husband is a mored entitles the wife to demand that he be obliged to grant her a divorce, and if necessary, that he be compelled to do so (on the distinction, see *Divorce). As long as the husband persists in his refusal to cohabit with his wife, she is entitled to demand that the amount of her ketubbah be increased from week to week, as may be determined by the court and to receive the increased ketubbah upon the grant of the divorce (Ket., Yad, and Maggid Mishneh, ibid; Sh. Ar., EH 77:1). In such event the wife’s remedy is not necessarily limited to seeking a divorce – lest the husband be enabled thus indirectly to compel his wife to a divorce – she may alternatively demand that her husband be obliged to pay her maintenance only without prejudicing thereby her right to receive the increased ketubbah when later seeking a divorce (Sh. Ar., EH 77:1Piskei ha-Rosh Ket. ch. 5:32). The husband will not be regarded as a mored when he can adduce facts in support of his plea that his wife is repulsive to him, and declares that he is ready and willing to give her a divorce forthwith, with payment of her ketubbah; the wife’s refusal to accept a divorce in such circumstances relieves the husband of all his obligations toward her, including that of maintenance (Resp. Rosh 42:1; PDR 5:292, 296, 297).

Moredet («rebellious» wife). The wife is similarly regarded as a moredet only when she persistently refuses to cohabit with her husband (Ket. 63a., Yad and Maggid Mishneh, Ishut 14:8; Sh. Ar., EH 77:2), but not when she refuses to fulfill any of her other marital duties (Sh. Ar., EH 77:2 and Baḥ EH 77). The moredet falls into two categories: firstly, that of a wife who refuses to cohabit with her husband because of anger or a quarrel or for other reasons offering no legal justification; secondly, that of a wife who refuses to cohabit with her husband because she cannot bring herself to have sexual relations with him and can satisfy the court that this is for genuine reasons, which impel her to seek a divorce – even with forfeiture of her ketubbah. In both cases the moredet immediately loses her right to maintenance (Sh. Ar., EH 77:2; PDR 6:33, 42) and, in consequence thereof, her husband loses the right to her handiwork (see below) since he is only entitled to this in consideration of her maintenance, i.e., only if she is actually maintained by him (Rema, EH 77:2; and see below). Ultimately, the moredet also stands to lose her ketubbah and the husband will be entitled to demand a divorce, but this depends on conditions that differ according to the category of moredet and in this regard the halakhah underwent various developments.

So far as the first category of moredet is concerned, it was laid down in the Mishnah that her ketubbah shall be diminished from week to week until nothing remains and that thereafter her husband shall be entitled to divorce her without ketubbah (Ket. 63a). Later, as a means of inducing the wife to desist from her «rebellion,» it was provided that a procedure be adopted of having certain warnings issued by the court as well as public announcements made, and, on the wife’s disregarding a final warning that her continued «rebellion» would render her liable to forfeiture of her ketubbah, the court could declare her a moredet, entailing the immediate forfeiture of her ketubbah and the acquisition by her husband of the right to divorce her forthwith. In the period of the later amoraim it was further prescribed that only after persisting in her refusal to cohabit with her husband for not less than 12 months would the moredet finally lose her ketubbah and the husband become entitled to divorce her (Ket. 63b; Yad, Ishut 14:9–11; Tur and Beit YosefEH 77; Sh. Ar., EH 77:2). This appears to be the halakhah at the present time (see PDR 6:33, 325).

In the case of the other category of moredet (i.e., on a plea of incompatibility, when accepted by the court), the procedure of warnings and announcements was regarded as being inappropriate and inapplicable since «the wife should not be urged to have sexual relations with a person whom she finds repulsive» (Yad, Ishut 14:8; PDR 6:5, 12, 18). Hence, in this case, the husband was at first considered entitled, according to her own wish, to give his wife an immediate divorce, without payment of her ketubbah, because she herself had desired this by her waiver of the ketubbah and, as a moredet, she is anyhow not entitled to her ketubbah (Ket. 63b: Sh. Ar., EH 77:2). In later times, however, the scholars regulated that even concerning this category of moredet the husband is not entitled to divorce her immediately, but only after the lapse of 12 months after a warning by the court that she might forfeit her ketubbah. This regulation aimed at enabling the wife to reconsider her attitude in the event that her rebelliousness had been due to sudden anger which she later regretted (Ket. 63b). Her failure to repent within those 12 months would then entitle the husband to divorce her without ketubbah but the wife’s plea that her husband is «repulsive» to her does not give her the right to demand that her husband be adjudged to grant her a divorce. Maimonides’ opinion (Ishut 14:8) that on the strength of the aforesaid plea, the husband might even be compelled to divorce his wife without delay – since «she is not like a captive to have to submit to intercourse with someone repulsive to her» – was not accepted by the majority of the authorities and a takkanah to a similar effect from the geonic period (knownas the dina de-metivta, i.e., «law of the academies») was regarded as an emergency measure intended only for those generations and not as established halakhah (Resp. Rosh no. 43:6, 8; Sefer Teshuvot ha-Rashba ha-Meyuḥasot le-ha-Rambanno. 138; Rema EH 77:2, 3).

Since the wife only forfeits her ketubbah in the event that she does not desist from her rebellion within the prescribed period of 12 months, all her rights and duties on the strength of the ketubbah – save with regard to her maintenance and her handiwork – remain valid during the same period, since «the ketubbah conditions are as the ketubbah itself.» If in consequence of the wife’s rebellion she is divorced by her husband, she will anyway be entitled to receive her nikhsei melog (property which never ceases to remain in her ownership but the usufruct whereof is enjoyed by the husband (see *Dowry) but special halakhot exist concerning her nikhsei ẓon u-varzel (see Beit Shemu’el and Ḥelkat Meḥokek at concl. of 77).

THE «MAIN» (IKKAR) KETUBBAH

See *Ketubbah.

MEDICAL CARE

The medical expenses incurred in case of the wife’s illness must be borne by her husband, since these form part of her maintenance: «medical care in time of illness is as necessary to a person as is sustenance» (Ket. 4:9 and Rashi Ket. 51a S.V. «ḥayyav lerape’ot«). Hence, questions such as the scope of this obligation of the husband and whether and to what extent he is obliged to defray debts incurred by the wife in seeking a cure for her illness are governed by the same laws as those pertaining to her maintenance.

RANSOM FROM CAPTIVITY

The husband is obliged to provide the money and to perform any other act required to redeem his wife from captivity (Ket. 4:9 and 52a; Sh. Ar., EH 78:1). «Captivity» in this context is not confined to the case of actual captivity of the wife in time of war, but embraces all circumstances in which she is prevented, as a result of the restriction of her freedom, from living with her husband, e.g., where husband and wife are separated as a result of persecution or war and thereafter the husband succeeds in reaching Ereẓ Israel while his wife is stranded in a country from which she is not free to depart. If in such circumstances the payment of money will enable the wife to leave that country and join her husband, it is his duty to pay the required amount, even if it should exceed the amount of her ketubbah, because in general the husband’s duty is to ransom his wife with all the means at his disposal: «his wife is as his own self » (Yad, Ishut 14:19; Rema EH 78:2; Ha-Gra, EH 78, n. 4). In consideration of this duty the husband is entitled to the usufruct of his wife’s property. The husband cannot be relieved of this duty by his wife’s waiver of her right to be ransomed – even if the parties should so agree prior to their marriage – lest she become assimilated among the gentiles (Sh. Ar., EH 69:5).

BURIAL

It is the husband’s duty to bear the costs of his wife’s burial and all related expenses such as those necessary for erecting a tombstone, etc. (Sh. Ar., EH 89:1). Since this duty is imposed on the husband as one of the ketubbah conditions and not by virtue of the laws of succession, he must bear these costs out of his personal property without regard to the question whether, and to what extent, his deceased wife had contributed a dowry or left an estate in his favor (Beit Shemu’el 89, n. 1). If such burial costs are defrayed by third parties, e.g. by the ḥevra kaddisha, in fulfilling the mitzvah of burying the dead, in the husband’s absence or upon his own refusal to do so, the husband will be liable to refund the amount expended to the parties concerned (Sh. Ar., EH 89:2).

SUPPORT OF THE WIDOW FROM THE ESTATE OF HER DECEASED HUSBAND

See *Widow.

SUPPORT OF THE MINOR DAUGHTERS OF THE MARRIAGE FROM THE ESTATE OF THEIR DECEASED FATHER

See *Parent and Child (Legal Aspects).

INHERITANCE BY THE SONS OF THE MARRIAGE OF THEIR MOTHER’S KETUBBAH, OVER AND ABOVE THEIR PORTION IN THE ESTATE OF THEIR FATHER

This takkanah, known as the ketubbat benin dikhrin (i.e., ketubbah of male children), refers to a condition of the ketubbah whereby the husband agrees that his wife’s ketubbah and dowry, which he – as by law he is her only heir (see *Succession; and see Right of Inheritance, below) – would inherit if she predeceased him, shall, upon his own death, pass to the sons of the marriage only and this over and above and separately from the share of these sons in the rest of their father’s estate shared equally by them with the sons of any other marriage contracted by him (Ket. 4:10 and 52b; Sh. Ar., EH 111). This takkanah, designed to ensure that the wife’s property would remain for her sons only, was aimed at influencing the bride’s father to give her, upon her marriage, a share of his property equaling that which his sons would get; however, since it anyway became customary for fathers to give their daughters such a share of their property, the need for including a specific undertaking of this kind in the ketubbah-deed fell away, and therefore by geonic times it was already recognized that the takkanah had become obsolete (RemaEH 111:16).

The Husband’s Rights

MA’ASEH YADEHA

(«the wife’s handiwork»). It is the wife’s duty to do all such household work as is normally performed by women enjoying a standard of living and social standing similar to that of the spouse all in accordance with local custom. Also applicable is the rule that «the wife goes up with him, but does not go down with him,» i.e., she is not obliged to do the kind of work that was not customarily done by the woman in her family circle prior to her marriage, although according to the husband’s standard women used to do it, while at the same time she is entitled to benefit from the fact that her husband enjoys a higher standard of living than that to which she was accustomed prior to the marriage, so that she is not obliged to do work which is not normally done by women enjoying the husband’s (higher) standard of living even if she used to do it prior to her marriage (Ket. 59a–61b; Sh. Ar., EH 80:1, 10). The expenses incurred by the husband in hiring domestic help due to the fact that the wife, although able to perform them, willfully refuses to perform the duties devolving on her, as described, must be refunded by the wife and may also be deducted by the husband from her maintenance (Sh. Ar. ibid; Ḥelkat Meḥokekn. 80, 27). According to these rules, the question must also be decided as to whether, and to what extent, the wife is obliged to suckle or look after the infant children of the marriage, since this duty is imposed on her not as the mother of the children but as the wife of their father (Sh. Ar., EH 80:6–8). Hence a divorced woman is exempt from this duty, with the result that her former husband – who as father always bears sole responsibility for the maintenance of their children (see Parent and *Child) – must compensate her for her efforts, if she nevertheless looks after them, in addition to bearing the expenses involved (Sh. Ar., EH 82:5; PDR, 1:118, 119; 2:3–8).

The wife is not liable for damage caused by her in the home – e.g., in respect of broken utensils – whether or not occasioned in the course of fulfillment of her duties (Yad, Ishut 21:9, Sh. Ar., EH 80:17 and Ḥelkat Meḥokek 80 n. 29). The purpose of this halakhah is to preserve matrimonial harmony, since otherwise «matrimonial harmony will cease, because the wife in taking excessive care will refrain from most of her duties and quarreling will result» (Yad, loc. cit.).

The question whether the earnings of the wife from her own exertions (yegi’a kappeha), in talmudic language ha’adafah («surplus»), and, if she exerts herself more than usual, «surplus resulting from undue exertion,» are in the nature of ma’aseh yadeha and so belong to her husband, is a disputed one – both in the Talmud (Ket. 65b and Rashi thereto S.V. ha’adafah; 66a) and in the codes (Yad, Ishut 21:2 and Sh. Ar., EH 80:1 as against the Tur, ibid., and other codes; PDR, 1:81, 90–94). In the light of this dispute the husband has no right to demand that his wife should go out to earn, nor that she should make over any such earnings to him; on the other hand, since some of the authorities are of the opinion that the husband does have this right – thus possibly entitling him to set off such earnings against her maintenance – he will not be ordered to pay her maintenance in so far as her earnings suffice for this purpose (see Kim Li; Baḥ EH 80; PDR, 1:94, 118; 2:220, 226).

The husband’s right to his wife’s handiwork is granted to him in return for his duty to maintain her and in consideration of this, and is only available to him upon his actually discharging this duty (Ket. 47b, 58b, 107b; Sh. Ar., EH 69:4). The rule is that the wife’s right to maintenance is primary, taking precedence over his right to her handiwork and existing even when she is unable to work, e.g., on account of illness (Ket. 58bRashi ad loc. S.V. mezonei ikkar). On the other hand, the husband loses the right to his wife’s handiwork if for any reason whatsoever she does not actually receive her maintenance from him, whether on account of his refusal to provide it or because according to law she has forfeited her right to such maintenance, e.g., because she is a moredet (Rema EH 77; 2; Ba’er HeitevEH 80, n. 1). On the strength of the above rule, the wife, by her independent will, is able, by waiving the right of maintenance, to deprive her husband of his right to her handiwork («I am not maintained, nor shall I do any handiwork…» Ket. 58b), a worthwhile step for her if she should earn more than the amount of her maintenance. The husband, on the other hand, cannot deprive his wife of her right to maintenance by waiving his right to her handiwork, nor may he demand that she go out to earn the cost of her maintenance («Spend your handiwork for your maintenance,» Ket. 58b; Sh. Ar., EH 69:4Beit Shemu’el 69, n. 4).

FINDS OF THE WIFE

The husband is entitled to the finds or chance gains of his wife (Ket. 65b–66a; Sh. Ar., EH 84).

USUFRUCT OF THE WIFE’S PROPERTY

See *Dowry.

RIGHT OF INHERITANCE

Jewish law decrees that the husband is the sole heir of his wife – to the absolute exclusion of everyone else, including her children – as regards all property of whatever kind in her estate, including the part in respect whereof he had no usufruct during her lifetime. However, the wife is not an heir to her husband’s estate (BB 8:1 and 111b; Yad, Naḥalot 1:8; Ishut 22:1; Sh. Ar., EH 90:1); instead she has the right to claim maintenance and lodging from his estate for as long as she remains a widow. The husband inherits only the property actually owned by his wife at her death but not the property which is only contingently then due to her in certain circumstances, e.g., if she had been a contingent heir to her father but predeceased him (BB 113a; Sh. Ar., loc. cit.). The inheritance of the husband also embraces property sold by the wife subsequent to their marriage, since his right of inheritance comes into existence upon their marriage and therefore any sale of her property is only valid to the extent that it is not prejudicial to his right, i.e., only if he should predecease her or if they become divorced and she retains ownership of her property (Maim. Yad, Ishut 22:7; Sh. Ar., EH 90:9; see also *Dowry). The husband’s right to inherit his wife’s estate is co-extensive with the existence of a valid marriage between them at the time of her death, and remains effective even if the marriage between them was prohibited, e.g., between a priest and a divorcee (see Marriage, *Prohibited), and even if the husband had wished to divorce his wife but was prevented from doing so, whether for lack of time or on account of the decree of Rabbenu Gershom (see *Divorce; Main. Yad, Nahalot 1:8; Ishut 22:4; Sh. Ar., EH 90:1Ba’er Heitev, ibid., n. 1).

Contracting out of the Law

All the above-mentioned rights and duties of the parties flow from the law. There is, however, no obstacle to an agreement between the parties to regulate their legal relationship with regard to monetary matters to another effect, provided that this is not in conflict with any general principles of the halakhah.

The rule is that «in a matter of mamon one’s stipulation is valid,» i.e., in matters of civil law the law does not restrict the freedom of contract and one may even stipulate contrary to biblical law (R. Judah, Kid. 19b; Sh. Ar., EH 38:5; 69:6). Hence the parties may come to an agreement stipulating therein terms and conditions whereby they forego certain pecuniary rights and obligations they are entitled to against each other according to law, provided that the agreement is express and in compliance with the legal provisions concerning the making of such an agreement or condition. In particular, and by way of an express agreement for the renunciation (silluk) of their rights, a husband and wife may effect a complete separation of their rights as to their respective properties so as to deprive the husband of the usufruct of his wife’s property and of the right to inherit from her. It should be noted that such an agreement will lack validity prior to the creation of any legal tie between the parties with reference to the rights in question, because until then such rights constitute «something that is not yet in existence» (davar she-lo ba la-olam; see *Contract) and therefore cannot be the subject of a legal disposition; nor is such an agreement possible after full acquisition of the said rights, since a right once acquired cannot be conferred on another by renunciation but only by way of its transfer or assignment. Hence the above-mentioned renunciation agreement must be effected after the kiddushin but prior to the nissu’in ceremony (see *Marriage), since at this stage the pecuniary rights are considered already to be «something in existence» but they are not yet fully acquired by the parties (see PDR I, 289–313; Beit Ya’akovEH 92:7). Since the custom at the present time is for the kiddushin and nissu’in ceremonies to be united and performed one after the other without interruption, it is necessary, if the parties should wish to effect the said renunciation, that the marriage ceremony be interrupted upon completion of the kiddushin to enable the parties to sign the renunciation deed, and then only to proceed with the nissu’in ceremony.

As said above, only with regard to monetary matters is such an agreement valid. Therefore, an agreement whereby the wife undertakes to waive her right to cohabitation is of no effect since the corresponding duty of the husband is imposed on him by biblical law and does not involve a matter of mamon; hence the wife may always repudiate such an agreement and demand that her husband fulfill his duty to cohabit with her (Yad, Ishut 12:2, 7; Sh. Ar., EH 69:6Ḥelkat Meḥokek 69, n. 10). On the other hand, the wife’s duty to cohabit with her husband is not imposed on her by biblical law as such, but is merely a consequence of the husband’s right to cohabitation by virtue of the marriage, which right he may waive. Hence an agreement between the spouses whereby the wife is released from this duty but without any waiver of her rights is valid, and she will not be considered a moredet if, in reliance upon such agreement, she should refuse to cohabit with her husband; neither will her right to maintenance and other pecuniary rights be affected (Pitḥei TeshuvahEH 134, n. 9).

Also invalid is a condition depriving the wife of her «main» ketubbah – even though her right to the ketubbah is a matter of mamon – since a marital life in which the wife remains without her «main» ketubbah is considered «cohabitation for the sake of prostitution» (Ket. 5:1) and «it is forbidden for a man to remain with his wife for even one hour if she has no ketubbah» (Yad, Ishut 10:10). Depriving the wife of her «main» ketubbah, or the diminution thereof below the statutory minimum, is prejudicial to the very existence of the marriage and cohabitation in such circumstances is considered as tantamount to prostitution; hence a condition of this kind relates to davar she-be-issur (a matter of a ritual law prohibition) and not to a davar she-be-mamon, and accordingly it is invalid (Yad, Ishut 12:8; Sh. Ar., EH 69:6).

The husband’s right to inherit from his wife, which flows from the law upon the celebration of the marriage, likewise cannot be stipulated away during the subsistence of the marriage. Upon the celebration of the marriage the husband forthwith acquires the status of heir designate to his wife’s estate and although this is calculated eventually to afford the husband rights of a monetary (mamon) nature it creates a legal status and as such cannot be the subject matter of a waiver of stipulation aimed at annulling it (Yad, Ishut 12:9; Sh. Ar., ibid.). Any such waiver or stipulation, in order to be valid, has therefore to be effected after kiddushin and prior to nissu’in (Yad, Ishut 23:5–7, and Maggid Mishneh thereto; Sh. Ar., EH 69:5, 7; 92:7, 8). For further particulars concerning freedom of stipulation between husband and wife, see *Contract.

In the State of Israel

The halakhah is generally followed so far as the particulars of the marital rights and duties are concerned. However, the husband’s right to inherit from his wife is governed by the Succession Law, 5725 – 1965, in terms whereof – as also formerly in terms of the Succession Ordinance, 1923–34 – one spouse inherits from the other along with the latter’s descendants (in the case of intestate succession), in the prescribed proportions (sec. 11). The inheritance rights of the spouses are governed solely by the provisions of the above law and the rabbinical courts must also adjudicate in accordance therewith, save when all the interested parties agree, in writing, to the jurisdiction of the rabbinical court and provided that the rights of a minor or a person lacking legal capacity who is party to the estate shall not be less than those afforded him under the above law (sec. 148, 155).

BIBLIOGRAPHY:

I.S. Zuri, Mishpat ha-Talmud, 2 (1921), 79–87; Gulak, Yesodei, 1 (1922), 36f.; 4 (1922), 53, 59 n. 1, 116, 144; Gulak, Oẓar, 23–25, 53f., 59–67; A. Gulak, in: Ha-Mishpat ha-Ivri, 2 (1926/27), 266; idem, in: Zeitschrift fuer vergleichende Rechtswissenschaft, 47 (1932/33), 241–55; J. Epstein, in: Ha-Mishpat ha-Ivri, 4 (1932/33), 125–34; S. Eliezri, in: Sinai, Sefer Yovel (1958), 338–43; ET, 1 (19513), 224–6; 4 (1952), 69–78, 80–88, 91–95; 7 (1956), 61–63; Z. Warhaftig, in: Divrei ha-Congress ha-Olami ha-Revi’i le-Madda’ei ha-Yahadut, 1 (1967), 189–94; abstract in Engl.: ibid., Eng. Sect., 267f.; B. Schereshewsky, Dinei Mishpaḥah (19934), 97–146, 171–215; M. Elon, Ḥakikah Datit… (1967), 42–44, 161, 167–9; idem in: ILR, 4 (1969), 134f., 137. ADD. BIBLIOGRAPHY: M. Elon, Ha-Mishpat ha-Ivri (1988), 1:110, 112, 188, 465ff., 468, 469, 472ff., 516, 537, 538ff., 541ff., 635, 637, 653, 671, 677ff., 681, 683; 3:1339, 1499ff., 1526ff.; idem, Jewish Law (1994), 1:124, 126, 211; 2:568, 571, 572, 575ff., 628, 654, 655ff., 658ff., 787, 789, 808, 828ff., 835ff., 840, 842ff.; 4:1599, 1785ff, 1816ff.; M. Elon and B. Lifshitz, Mafte’aḥ ha-She’elot ve-ha-Teshuvot shel Ḥakhmei Sefarad u-ẓefon Afrikah (legal digest) (1986) 1:36–47, 170–73; B. Lifshitz and E. Shochetman, Mafte’aḥ ha-She’elot ve-ha-Teshuvot shel Ḥakhmei Ashkenaz, Ẓarefat ve-Italyah (legal digest) (1997), 28–33, 111–114; A. Rosen-Tzvi, Dinei ha-Mishpaḥah bein Kodesh le-Ḥol (1990), 297, 419, 422; A. Westereich, «Aliyata u-Sḥehikatah shel Illat ha-Moredet,» in: Shenaton ha-Mishpat ha-Ivri, vol. 21, 123.


Sources: Encyclopaedia Judaica. © 2007 The Gale Group. All Rights Reserved.




MISHPATIM: Abusados que abusan

וְגֵר לֹא תִלְחָץ וְאַתֶּם יְדַעְתֶּם אֶת נֶפֶשׁ הַגֵּר כִּי Exodo 23:9 גֵרִים הֱיִיתֶם בְּאֶרֶץ מִצְרָיִם.
Por lo general, se dice que cuando alguien abusa de otra persona es porque alguna vez fue abusado. El trauma que le causó su experiencia y su sufrimiento se proyecta ahora sobre la nueva víctima. El psicólogo uruguayo Robert Parrado explicó en una entrevista que en un estudio sobre abusadores se encontró que “…el 100% de los abusadores que tratamos fueron víctimas de abuso cuando niños”. ver aqui.. El abuso se vuelve repetitivo, ad nauseam. Porque la nueva víctima inevitablemente se convertirá en abusador. Los niños maltratados serán abusadores adultos. Las víctimas de la violencia se convertirán en depredadores violentos. Y perseguidos, en perseguidores. El ciclo de «abusados» y “abusadores” se crea y se recrea a través de las generaciones. ¿Cómo puede la sociedad superar esta repetición compulsiva? ¿Cómo se puede reparar este ciclo de abuso?

DERECHOS DEL ESCLAVO?
La Parashá de esta semana, Mishpatim, contiene una gran cantidad de leyes en lo que constituye el primer código de la ley judía después de los Diez Mandamientos. Vale la pena analizar la primera de estas leyes, la del esclavo hebreo (עבד עברי). Cuando un hombre es vendido como sirviente —generalmente de manera voluntaria debido a una pobreza extrema, o porque robo y no tienen los medios para pagar su deuda. La Torá menciona algunos de los detalles de la relación entre el amo y el sirviente. Pero sorprendentemente, especialmente para esa época y contexto, la Tora NO se refiere en absoluto a las obligaciones de los esclavos hacia sus amos, sino a otra cosa, completamente inesperada y prácticamente inexistente en esto tiempos: los derechos del esclavo. Por ejemplo: la cantidad máxima de años que puede trabajar un esclavo; sus derechos conyugales, que permanecen vigentes durante la esclavitud; su derecho a ser tratado humanamente y con dignidad, e incluso su derecho a una indemnización después de que termine la esclavitud. Recuerden que estas leyes se están presentando a personas que hasta hace unas semanas atrás habían sido «esclavos» del tirano Faraón. Y en Egipto fueron tratados con violencia y humillación, y se les privó de todos los derechos básicos. Ahora, en unos años, al ingresar a la Tierra Prometida, muchas de estas personas podrán tener sus propios esclavos. Serán “amos», porque la esclavitud, especialmente la servidumbre voluntaria, (indentured servant), era muy común en esos días.

ROMPIENDO EL CIRCULO VICIOSO
Tratemos de imaginar ahora el impacto psicológico de esta «declaración de derechos humanos» en la mente de los hebreos. Al mencionar la esclavitud, hay un reconocimiento del trauma que los judíos soportaron durante más de dos siglos. Pero la Ley Divina ahora requiere superar la peligrosa tendencia a la auto-victimización y el resentimiento. Y propone un cambio de paradigma, difícil, pero no imposible. Es como si Dios le dijera a su pueblo elegido: “Lo que has vivido en el pasado, lo que has sufrido, no puede condicionar tu comportamiento con tus propios trabajadores. Los egipcios abusaron de ti, pero ese trato fue incorrecto. Lo condeno, pero también lo prohíbo. El abuso no se puede repetir. Lo peor que podría pasarte es que debido a que fuiste abusado, ahora te conviertas en un abusador. Por lo tanto, te estoy enseñando que cuando los roles se inviertan y te conviertas en un “patrón», no debes repetir el comportamiento de tus opresores «. La Tora convierte la experiencia negativa, el abuso del individuo débil, en algo totalmente positivo y constructivo para la nueva sociedad judía: empatía con los más vulnerables.

LA VERDADERA BONDAD CON LOS EXTRANJEROS
En esta misma Parashá, la Tora también transmite esta idea poderosa y revolucionaria en un contexto similar. El trato del “GUER”, es decir, el inmigrante que suele llegar sin familia a trabajar en otro país. Excepto en la nación judía, en la antigüedad estos trabajadores extranjeros no estaban protegidos por la ley local. Eran el epítome de la vulnerabilidad y, en general, sus amos abusaban de ellos. La Torá nuevamente nos sorprende: (Éxodo 23: 9): “No oprimas al extranjero, porque bien sabes lo que significa ser un extranjero, ya que fuisteis extranjeros en Egipto” El trauma del abusado – y su «inevitable» compulsión de abusar de otros – debe canalizarse de una manera diferente. La Torá nos enseña a “liberarnos” del círculo de abusados / abusadores, indicando que no estamos condenados al abuso. Y la mejor (o única) forma de romper el círculo del abuso consiste en comportarnos con más compasión con aquellos que están bajo nuestro poder. Siguiendo las instrucciones de la Torá, los ex esclavos judíos lograrán lo que aún hoy parece imposible: superar la necesidad psicológica de abusar de otros, para compensar el trauma de haber sido abusados en Egipto. Esta es también una forma de expresar «libertad», en este caso, la libertad psicológica que redime a una persona maltratada y rompe el círculo atroz del abusado / abusador.




YITRO: ¿En qué pensás cuando ves las pirámides de Egipto?

En preparación para la Perashá que leeremos mañana por la mañana, Yitró, que contiene la celebración del Pacto entre Dios y el pueblo judío en el Monte Sinaí ( מעמד הר סיני) y la presentación de los 10 Mandamientos como parte de ese pacto, estamos analizando el Primer Mandamiento: “Yo, HaShem, soy tu Dios, que te liberó de la tierra de Egipto, de la casa de esclavos”. Ayer explicamos la primera parte de este versículo. Dijimos que este mandamiento consiste en aceptar a Dios como nuestro Soberano (Eloquim), y nos recuerda nuestro compromiso de conducirnos de acuerdo a Sus leyes. Aclaramos asimismo que la fe en Dios en el judaísmo no se reduce a una declaración verbal acerca de Su existencia  sino que se expresa fundamentalmente por lo que hacemos respecto a Dios (reconocerlo, amarlo, obedecerlo).
Hoy veremos la segunda parte de este versículo.
yo soy HaShem “tu Dios, que te liberó de la tierra de Egipto, de la casa de esclavos”
Dios no se presenta como “el Creador de los cielos y la tierra” , sino como “quien nos rescató de Egipto”.
¿Cuál es la diferencia?
¿CREADOR O LIBERTADOR?
En primer lugar cabe destacar que al mencionar la salida de “Egipto” se deja en claro que estos Mandamientos NO son de alcance universal, sino particulares para el pueblo que sufrió allí la esclavitud y fue milagrosamente rescatado de allí.  Desde un punto de vista formal y técnico, la Biblia concibe como código de ley universal a los 7 Mandamientos de Noaj, 4 (o 5) de los cuales son muy parecidos en su contenido a los 10 Mandamientos (no matar, no robar, no practicar la idolatría, el adulterio y el incesto, no ofender el nombre de Dios). Para comprender mejor esta distinción, recordemos que el contexto histórico de las 7 leyes tiene que ver con el pacto que Dios hizo con Nóaj y sus descendientes luego del diluvio universal.  Mientras que el contexto de los 10 Mandamientos es la celebración de un pacto con una nación en particular, Israel, que formalmente se compromete a la observancia de no 10 sino 613 mandamientos.
FUERA DE LA JURISDICCION DEL FARAON
Puede haber otra razón por la cual Dios se presenta como quien nos sacó de Egipto y no como el Creador del Mundo. Este pacto se celebra 7 semanas después de haber abandonado Egipto. Los esclavos judíos han vivido por generaciones al servicio del Faraón, y el Faraón y sus oficiales son la única fuente de autoridad que han conocido.  Dios le recuerda ahora al pueblo que su situación es diferente. No están en Egipto, territorio del Faraón. Ya no tienen que obedecerlo. Están “fuera de Egipto”, en el desierto, tierra de nadie: jurisdicción Divina.
Para entender más en profundidad el contraste que este versículo presenta entre Dios y el Faraón, recordemos que el Faraón forzaba a sus súbditos judíos a obedecer y trabajar para él. Mientras que Dios, como se ve en esta extraordinaria Perashá, “le ofrece” al pueblo judío celebrar “un pacto” con Dios, con responsabilidades mutuas y derechos. De esta manera, indirecta pero sin ambigüedades, la Torá denuncia la esclavitud, la tiranía y la arrogancia de los hombres que usan la violencia para imponer su voluntad a otros.
MEMORIA SELECTIVA
Finalmente veamos por qué este versículo aclara que Egipto era “ la tierra de esclavos”. Tal como pasa el día de hoy con muchas personas que no viven en medio oriente, “Egipto” suena como un destino turístico perfecto:  Giza y sus pirámides; el Valle de los Reyes, y Tutankamon;
el delta del Nilo, etc.  En los tiempos de la Torá Egipto ya era famoso por sus imponentes pirámides, por su caudaloso rio Nilo, por su esplendor, su excentricidad y sus riquezas. Egipto era la mayor superpotencia mundial. La Torá entonces le advierte a los Yehudim no pensar en Egipto con romanticismo. “Recuerda que en esa hermosa tierra fuiste sometido a la esclavitud”. Cuenta el famoso historiador griego Herodoto que en el año 600 antes de la era común, 800 años después de Moisés, el faraón egipcio se embarcó en proyectos de construcción “faraónicos”. Lo más relevante es que Herodoto registra los costos de producción de ese proyecto: 120.000 esclavos murieron en esa obra. No hay registros del número de judíos que murieron trabajando para el faraón en los tiempos de Moshé (aunque un famoso Midrash cuenta que los egipcios usaban los cuerpos de niños judíos cuando no alcanzaban los ladrillos). Al describir Egipto como “la casa de esclavos” la Torá quiere que no seamos víctimas de la memoria selectiva, y que cuando pensemos, por ejemplo en las pirámides, no olvidemos el costo que se tuvo que pagar….