6. LISIAS: ¿Cuál fue el milagro más grande de Janucá?

 

Por alguna razón que todavía no pude comprender, la mayoría de los judíos que celebran Janucá piensan que la historia de Janucá terminó con la reinauguración del Templo y el milagro del aceite, que duró 8 días. Hay una fantasía como que luego de esa batalla «we lived happily ever after» , o  como dicen en castellano, «fuimos felices y comimos perdices» . La inauguración del Bet HaMiqdash fue solo  una primera etapa, un primer triunfo, –y muy importante– pero no fue el último. Los seléucidas, pero muy especialmente los judíos asimilacionistas, no se dieron por vencidos en su intento de terminar con el judaísmo.  En Janucá nos enfrentamos con el enemigo Seléucida, pero fue también– o según algunos historiadores fue principalmente– una guerra civil, entre los judíos que querían asimilarse y aquellos que eran leales a Dios y a Su Torá.   La historia de Janucá fue una montaña rusa: hubo momentos que estuvimos arriba y otros abajo, pensando que ya estaba todo perdido. Lo que voy a contarles ahora es parte de esa historia desconocida de Janucá, o post Janucá, que en mi opinión debemos aprenderla y enseñarla como parte de  PIRSUME NISA, la obligación halájica de difundir la intervención Divina, que combinada con la bravura de los judíos leales a la Torá, posibilitaron que el judaísmo siga existiendo.

 

 
LOS ELEFANTES SE SUMAN A LA BATALLA
 El milagro del aceite que duró por ocho días no fue el último milagro que ocurrió en Janucá. Aunque ya habían sido expulsados de Jerusalem, los judíos helenistas junto con los no-judíos que vivían en Israel no se dieron por vencidos y le pidieron apoyo a los Seléucidas para recuperar Jerusalem y continuar con su reforma del Templo. El general Lisias, que ahora estaba más cerca del debilitado Antiojus, y era mucho más poderoso que antes, decidió terminar de una vez por todas con “el problema judío”. De acuerdo el historiador Flavio Josefo las órdenes de Lisias a sus soldados fueron exactamente estas: “Conquistar Judea, destruir Jerusalem, esclavizar a los sobrevivientes y eliminar a la nación judía de la faz de la tierra”.  En una acción sin precedentes, Lisias envió 100.000 soldados y 20.000 jinetes para acabar con Yehudá Macabí y su ejército y recuperar Jerusalem.  Por primera vez en la Tierra de Israel, los ejércitos griegos llegaban con elefantes: 32 animales especialmente entrenados para la batalla. Cada elefante podía llevar varios soldados armados con arcos, flechas y lanzas. Y los elefantes estaban protegidos por decenas de soldados de infantería. Lisias llegó por el sur y se aprestaba a rodear Jerusalem. Cuando Yehudá se enteró de su llegada se dio cuenta que le sería imposible triunfar contra un enemigo tan numeroso. 
 
 
LA MUERTE DE ELAZAR 
La única posibilidad que le quedaba a los judíos era eliminar a Lisias y así sembrar la confusión y el caos en las filas del ejército griego. Esta delicada misión suicida fue encargada a Elazar, uno de los 4 hermanos de Yehudá, quien no dudó en aceptarla. Elazar tenía que identificar al elefante que estuviese mejor protegido y asumir que allí estaría Lisias. Con gran valentía, y atacando por sorpresa, Elazar y sus hombres lograron superar la barrera humana de soldados que protegían al elefante y atravesaron al gigantesco animal con una lanza. El elefante, trágicamente, se desplomó sobre Elazar, lo aplastó y lo mató. Hoy en día, en el lugar donde tuvo lugar esta batalla—Bet Zejariá, en Gush Etzión—existe una pequeña ciudad llamada Elazar en su honor.  Pero la misión fracasó. Lisias que salió ileso del frustrado intento de ataque en el que murió Elazar.  Yehudá ya había agotado su último recurso.  No le quedaba otra opción más que atrincherase en Jerusalem, resistir y morir luchando hasta el final. Era el mes de Shebat del año 164 a.e.c. Lisias comenzó el sitio a Jerusalem con sus 120.000 soldados. Yehudá contaba solo con 2.000 o 3.000 soldados, ya que cuando conquistó Jerusalem, declaró victoria, dio por finalizada la guerra con los seléucidas, y envió a miles de sus combatientes de regreso a sus casas. 
 
¿FUE ESTE EL MILAGRO MAS GRANDE DE JANUCA? 
Lisias comenzó su ataque a Jerusalem. Los judíos trataban de resistir, pero poco a poco, sus fuerzas se iban debilitando más y más. El final era inminente. Yo imagino al valiente Yehudá y a sus soldados debatiendo si debían luchar hasta morir o entregarse y ser vendidos como esclavos…. o quizas tomar sus propias vidas … Habían hecho todo lo posible –y un poco más– para preservar el judaismo y no permitir que despareciera en manos de los colabradores helenistas  que buscaban hacer desaparacera su priio pueblo asimlimalandolo a la cultura griega.  El final había llegado, y ya no había nada más que hacer.  
 
Pero algo inesperado, milagroso, ocurrió el día 22 de Shebat de año 164 a.e.c.. Justo antes de la batalla final. Lisias y su enorme ejército abandonan sorpresivamente la ciudad de Jerusalem. Nadie entendía lo que sucedía hasta que se enteraron de la noticia: Antiojus acababa de fallecer en Antioquía (hoy Turquia), la capital del imperio seleucida. El nuevo emperador iba a ser su hijo, Antiojus V, de 9 años de edad, y el fallecido emperador había asignado a Lisias, su hombre de confianza, para que fuese el regente (tutor) de su hijo, lo que de facto  convertiría a Lisias en el nuevo emperador hasta que el niño fuera mayor de edad. Lisias tuvo que abandonar Jerusalem de inmediato porque aprovechando que él y su ejército estaban en Judea, Filippo, otro general de Antiojus, se había declarado a sí mismo como regente del pequeño Antiojus y había tomado el control de  Antioquia.  De esta manera, sorpresiva y milagrosamente, los judíos se habían salvado del ataque final justo a tiempo.
 
CAMBIA, TODO CAMBIA
Pero eso no fue todo. Antes de partir de Jerusalem, Lisias le dejó una carta a Yehudá: Primero le anunciaba que todos los decretos anti-judíos establecidos por Antiojus quedaban ahora derogados. ¿Por qué? Porque en los tiempos de las monarquías las leyes establecidas por un rey caducaban con su muerte, a menos que el nuevo monarca las reafirmara. Lisias le aseguró a Yehudá que él personalmente se iba a asegurar que los judíos tuvieran libertad para practicar su religion y a cambio de esto Lisias le solicitaba un favor a Yehudá: que le enviase a sus valientes soldados para luchar en su propio ejército y ayudarlo a derrotar a Filippo en Antioquia. Yehudá aceptó. Y así, de esta milagrosa manera, Yerushalayim y el pueblo de Israel, fueron salvados, una vez más, por la invisible mano de Dios. 

Continuará

PD: Vale aclarar que el día 22 de Shebat fue celebrado como un día festivo durante unos 230 años, hasta la destrucción del Bet haMiqadsh en el año 68 de la era común. Luego de la destrucción del Templo, el exilio y la trasformación de Judea en una provincia romana, ya no fue posible celebrar festividades de carácter político y nacional ( Megilat Taanit fue cancelada).




4. YEHUDA MACABI y el triunfo de la rebelión judía

EL COMIENZO DE LA REBELION
En el año 167 a.e.c, Matitiyahu y sus hijos El’azar, Yehudá, Shimón, Yojanán y Yehonatán lanzaron lo que se conoce como Mered haJashmonayim, la rebelión armada que una familia judía lideró contra el ejército griego seléucida de Antiojus Epifanes, quien, desde 175 a.e.c., había prohibido las prácticas judías bajo pena de muerte. La rebelión de Matitiyahu no consistió en una confrontación frontal contra los griegos en el campo de batalla. Los guerreros judíos, a pesar de ser muy valientes, eran muy pocos comparados con los griegos y no tenían ni armas ni preparación militar. Los Jashmonayim se veían obligados a atacar de sorpresa a pequeños grupos de soldados seléucidas y luego huir a las montañas o al desierto, ya que los enemigos habían puesto precio a sus cabezas.

DE MATITYAHU A YEHUDA
Yehudá era el tercer hijo de Matitiyahu. Y después de la muerte de su padre, Yehudá tomó el mando de la resistencia judía y comenzó a planear una revuelta armada organizada con un objetivo final muy preciso: liberar Jerusalem y recuperar el Bet haMiqdash, el gran Templo de Yerushalayim. Yehudá era muy consciente de la superioridad numérica de las fuerzas seléucidas. Su primera misión fue reclutar al mayor número posible de judíos fieles a la Torá para unirse a su ejército.

Los ataques de Yehudá tenían lugar generalmente por la noche. En su primera batalla, Yehudá emboscó a las fuerzas griegas dirigidas por Apolonio. Apolonio había sido enviado por Antiojus con instrucciones muy claras: sofocar la incipiente rebelión de los judíos y no dejar sobrevivientes. Pero el ataque de Yehudá los tomó por sorpresa y los griegos fueron derrotados fácilmente. Se cuenta que Yehudá tomó la espada de Apolonio y luchó con ella por el resto de su vida, como lo hizo el rey David con la espada de Goliat.

LA BATALLA DE BET HORON
Cuando Antiojus se enteró de la derrota de Apolonio, decidió enviar al general Serón, que llegó desde Siria con un ejército significativamente más grande que el de Apolonio. Serón se dirigió a las montañas del desierto de Judea para capturar a Yehudá y derrotar a los rebeldes judíos.
Cuando los hombres de Yehudá vieron el gran ejército seléucida, se asustaron y se desmoralizaron. Yehudá les dijo que Dios no necesita un gran ejército para otorgar la victoria. Lo que necesitamos, dijo Yehudá, es tener fe en Él y luchar con gran coraje. “Luchamos por nuestro pueblo y por nuestra Ley (la Torá), mientras que ellos están aquí movidos solo por sus ambiciones materiales [el botín de guerra] y su orgullo excesivo. El Dios de nuestros padres no nos abandonará. Él hará caer a nuestros enemigos derrotados ante nosotros”. Inspirados por las palabras de su líder, los soldados de Yehudá lucharon con un valor increíble. Atacaron a Serón por sorpresa y eliminaron a unos 800 de sus soldados.

LA BATALLA DE EMAUS
Después de la derrota de Serón, Antiojus Epífanes convocó a Lisias, su hombre de mayor confianza, y le asignó la destrucción de Judea. Para esta misión, Lisias tomó a casi la mitad del ejército del Imperio seléucida: 40,000 soldados y 7,000 jinetes altamente entrenados. Tenía a su disposición a tres de los mejores generales seléucidas: Nicanor, Ptolomeo y Gorgias. Nicanor mostró su excesivo orgullo y confianza invitando a varios compradores de esclavos a que lo acompañaran en la campaña militar, para ocuparse de capturar y vender a las mujeres y los niños judíos que iban a ser tomado como cautivos, una vez que mataran a los hombres.

La campaña militar comenzó en 166 a.e.c. Los seléucidas acamparon en Emaús. Los judíos se escondieron en Mitzpah, la ciudad del profeta Shemuel. Allí ayunaron, leyeron la Torá, tocaron el Shofar y rezaron durante todo el día. Esa noche, Yehudá recibió una información muy importante de sus espías: Gorgias había salido de su campamento con 5,000 soldados y 1,000 jinetes para intentar atrapar a Yehudá y a sus hombres. Esto significaba que el campamento militar de Emaús se había quedado con menos soldados y Yehudá entendió que era la oportunidad perfecta para atacarlos por sorpresa. Reunió a todo sus guerreros, unos 3.000 hombres, y los dividió en cuatro batallones. Al amanecer atacó Emaús desde los cuatro flancos mientras los soldados griegos dormían. Los seléucidas fueron presa del pánico, al ver la extraordinaria valentía de los guerreros judíos. Yehudá y sus hombres lograron eliminar a cerca de 9,000 soldados y los sobrevivientes escaparon a las ciudades. Pero cuando Gorgias regresó a su campamento y vio que estaba destruido y en llamas escapó junto con sus soldados.

EL MEJOR SHABBAT DE LA HISTORIA
Después de esta heroica batalla, los judíos regresaron a sus escondites secretos en el desierto. Era viernes por la tarde y ese Shabbat fue celebrado de una manera muy especial con oraciones y cantos de agradecimiento a Dios por el gran milagro de haber obtenido la victoria contra el ejército más poderoso de aquellos tiempos. Inspirados por Yehudá, todos los presentes expresaron su gratitud al Todopoderoso, lloraron de alegría y le rogaron a Dios que los ayudara a alcanzar el próximo objetivo: liberar Yerushalayim y volver a dedicar el Bet haMiqdash nuevamente al servicio Divino.




¿Cómo provocar la resistencia judía?

Moneda que muestra a Antiojus

ANTIOJUS Y LA HELENIZACIÓN

Después de la muerte de Alejandro Magno en 323 a.e.c., el imperio griego se propuso imponer su cultura helénica a todos los pueblos conquistados. Lo hicieron de manera pacífica , y no por la fuerza, como lo habían hecho otros imperios en el pasado, y a través de la persuasión tuvieron tanto éxito que causaron la desaparición de todas las religiones del imperio. Este proceso de adopción voluntaria de la cultura griega es conocido como «helenización» y también afectó a los judíos. Los que vivían fuera de Israel, en Alejandría, por ejemplo, fueron los que más rápido se asimilaron y comenzaron a practicar lo que algunos historiadores describen como un «judaísmo helénico», una combinación de algunas ideas judías «humanistas», despojada de rituales bíblicos, junto con elementos de la cultura helénica. Esta nueva forma de judaísmo-helénico se transformó en la nueva religión de muchos judíos de la diáspora. Los judíos de Israel, sin embargo, se mantenían fieles a sus tradiciones. Pero la llegada al poder del nuevo emperador Antiojus (Antíoco) Epífanes en 215 a.e.c. empeoró la situación de estos judíos ya que Antiojus quiso imponer el helenismo por la fuerza. La presión fue tan grande, que muchos judíos se asimilaron por completo al helenismo. Como sucedió muchas veces en la historia de nuestro pueblo, la asimilación religiosa no provenía desde un lugar teológico sino social: no existía una atracción hacia los valores griegos, sino que los judíos querían asimilarse ya que estaban desesperados por ser plenamente aceptados por los griegos, a quienes miraban con admiración. Y los rituales religiosos judíos eran una barrera para la integración social a la atractiva cultura griega, que era tan influyente como la cultura de Hollywood en EEUU y en el mundo entero el día de hoy.

¡QUEREMOS INTEGRACIÓN!

Veamos algunas ilustraciones. El Kashrut (kosher), que es la estricta dieta religiosa judía, creaba muchos obstáculos y barreras sociales, limitando la integración de los judíos asimilados con los ciudadanos griegos. Si la mesa no se podía compartir con los vecinos gentiles, no se podría esperar que los gentiles aceptaran a los judíos como sus pares. Y probablemente los gentiles no estarían dispuestos a casar a sus hijas con los jóvenes judíos. La práctica del Kashrut, entonces, comenzó a decaer.  Se la mostraba como algo primitivo y negativo.   Los judíos asimilados justificaban su abandono del judaísmo afirmando que «para sobrevivir, el judaísmo tenía que modernizarse«. Con este slogan , también el Shabbat y la circuncisión debían eliminarse porque se consideraban obsoletos. Eran rituales que causaban división. En este punto hay algo importante que debe ser aclarado. Todo este proceso de asimilación ocurría principalmente en las ciudades, especialmente en las zonas mixtas donde vivían judíos y no judíos. Los judíos más pobres, los campesinos que residían en pueblos y aldeas, estaban aislados de la influencia y de las presiones sociales de la sociedad gentil y seguían permaneciendo fieles a la Torá.

LAS REFORMAS DE JASON Y MENELAO

Sabiendo que algunos judíos todavía eran reacios a abandonar sus prácticas religiosas, Antiojus Epífanes se dispuso a helenizar a los judíos de las zonas rurales por la fuerza. ¿Por qué? Era una cuestión de principios. Aunque eran pocos y discretos, los judíos que aún observaban la Torá eran, prácticamente hablando, «los únicos ciudadanos del imperio griego que rechazaban abiertamente el helenismo». Antiojus buscó aliados entre los mismos judíos, aquellos que ya se habían helenizado voluntariamente y nombró como Sumo Sacerdote del Templo de Jerusalem, es decir, como representante máximo de la religión judía, a un judío asimilado y fácilmente corruptible: Jasón (175 a.e.c.). Más tarde, lo reemplazó por otro sacerdote que fue todavía más corrupto: Menelao (171 a.e.c ). Estos nuevos «sacerdotes» que estaban a cargo del Templo de Jerusalem lideraban la reforma del judaísmo. Jasón, por ejemplo, encabezó una delegación de judíos asimilados que, en lugar de asistir al servicio Bet haMiqdash en Shabbat, fueron al estadio olímpico para ver y participar en los juegos y competiciones. No solo la práctica ritual judía estaba siendo reformada. También los principios y creencias religiosas estaban sujetos a reformas por parte de estos falsos sacerdotes. El monoteísmo judío no fue la excepción. Los reformadores querían adaptar el principio judío más elemental, el monoteísmo, y fue así que formularon reglas religiosas más flexibles y como se dice hoy, más inclusivas, que reconocieran a los dioses griegos, para entonces aceptar que todos, judíos y no judíos, ofrecerían sacrificios a sus dioses en el Gran Templo de Jerusalem. Los sacerdotes corruptos argumentaban que el ”fanatismo” monoteísta era cosa de los antiguos judíos, y que si la práctica judía no se reformaba, los judíos iban a herir la sensibilidad de los griegos. Los judíos, argumentaban los asimilacionistas, también debían ser más «tolerantes» y ofrecer sacrificios al Dios de Israel de una manera un poco más griega. Por ejemplo: sacrificar también animales que se usaban en los ritos griegos. Esto llevó a Menelao, en nombre el nuevo multiculturalismo, a profanar el altar judío de una manera extrema: en el año 170 a.e.c este «sacerdote judío» ofreció un cerdo como sacrificio en el Bet haMiqdash.

¿CÓMO PROVOCAR LA REBELION JUDIA?

Aunque muchos judíos seguían siendo leales a su fe, eran cada vez más los que por las tremendas presiones sociales adoptaban la religión  de los griegos. Pero en el año 169 a.e.c. tuvo lugar un evento providencial, un milagro, que cambiaría el curso de la historia judía. Antiojus Epífanes perdió la paciencia. Se ensañó contra los pocos judíos que aún rechazaban la asimilación, y decidió que era hora de dejar de ser amable, gentil y persuasivo con esos “obstinados campesinos” que se resistían al cambio y decretó entonces de manera oficial la prohibición de la práctica judía. Y ordenó a sus ejércitos que hicieran cumplir estas leyes imponiendo la pena de muerte para aquellos que practicaran el judaísmo.

La actitud de Antiojus, sin embargo, tuvo un efecto contrario a lo que él quiso lograr. Esta asimilación por decreto despertó el orgullo judío, incluso en aquellos que, tal vez inconscientemente, se estaban asimilando sin darse cuenta.

Involuntariamente, Antiojus provocó lo que más tarde se conoció como la rebelión armada de los Jashmonayim, que lucharon no solo contra los griegos sino también contra los judíos que habían liderado el movimiento asimilacionista.

Dice el rab Melamed que si Antiojus Epífanes no hubiera perdido la paciencia, la asimilación de los judíos habría continuado sin resistencia, la rebelión contra el imperio griego nunca hubiera sucedido, y el pueblo judío ח”ו quizás no se hubiera recuperado nunca más de la asimilación. Podría haber desaparecido para siempre, integrándose al imperio, como sucedió con todas las demás religiones y civilizaciones de la antigüedad.

«La impaciencia de Antiojus» fue absolutamente providencial y debería considerarse como uno de los milagros de Janucá.