El Túnel del Rey Jizquiyahu

LOS PRIMEROS CUATRO SIGLOS
Los monarcas descendientes del rey David reinaron en Yerushalayim por más de cuatro siglos (1020 – 586 antes de la era común). Durante todo ese tiempo, el Bet haMiqdash estuvo funcionando. Tres veces por año, en Pésaj, en Shabu’ot y en Sukkot, todo el pueblo judío ascendía a Yerushalayim. La gente se establecía allí por varios días: una semana en Pésaj, un día en Shabu’ot y ocho días en Sukkot. Este es un elemento muy importante—y que yo sepa único entre las capitales del mundo entero—que le da a Yerushalayim el carácter de ciudad capital del pueblo de Israel.
El pueblo judío, durante ese tiempo, sufrió varias crisis. La más trágica fue, sin duda, la división de Israel en dos reinos (ca. 930 AEC): el reino de Israel, que contaba con diez tribus, y el reino de Yehudá, que contaba con las tribus de Yehudá, Binyamín y los integrantes de la tribu de Leví (los Cohanim y los Levitas). Las tragedias no terminaron allí. Alrededor del año 722 AEC, el imperio asirio derrotó y exilió al reino de Israel. Miles de fugitivos provenientes de las diez tribus se refugiaron en el reino de Yehudá. Desde ese momento, el pueblo de Israel se comenzó a llamar “el pueblo judío” (por la tribu de Yehudá, Judea).
EXTENDIENDO Y PROTEGIENDO YERUSHALAYIM
En esos tiempos reinaba el rey Jizquiyahu (en español: Ezequías, 729-686 AEC). Dado el crecimiento de la población de la ciudad por la llegada de los refugiados de las diez tribus, el rey extendió la ciudad de Yerushalayim hacia el oeste y hacia el sur, el área que hoy ocupa la Ciudad Vieja, especialmente el barrio judío (ver mapa). Alrededor del año 701 AEC, Yerushalayim sufrió una de sus mayores crisis y vivió uno de sus mayores milagros. Hoy comenzaremos a contar esta historia.
El emperador asirio Sanjerib, que ya había destruido el reino de Israel, había derrotado a Babilonia y a Egipto, y estaba arrasando con todos los pueblos a su alrededor; se aprestaba a hacer lo mismo con el reino de Yehudá, lo que quedaba del pueblo judío. Sanjerib mandó a sus generales a sitiar la ciudad de Yerushalayim con órdenes de que si el rey Jizquiyahu no se rendía, la ciudad sería destruida. El rey Jizquiyahu hizo lo que pudo. En primer lugar, construyó unas murallas de contención muy anchas, que todavía se pueden ver en el centro del barrio judío, al lado de las oficinas del correo (la construcción de estas murallas está relatada en Dibré haYamim 2, 32:5). Jizquiyahu también construyó un famosísimo túnel que existe hasta nuestros días. Este túnel une el Monte del Templo y la Ciudad Vieja con la Ciudad de David, llamada hoy en día Siluán. Este túnel merece un comentario aparte.
EL TÚNEL DE JIZQUIYAHU
Este túnel, de más de 500 metros, se excavó para proveer agua a la ciudad que iba a ser sitiada. El agua provenía originalmente de la fuente de Guijón, un manantial subterráneo en las afueras de Yerushalayim, que tiene agua todo el año. El túnel es una obra maestra de ingeniería. Había que perforar la roca de la montaña, y como no se contaba con mucho tiempo, dos equipos trabajaron simultáneamente, uno desde cada lado de la montaña. Hasta el día de hoy los estudiosos se maravillan de la técnica que se utilizó para que estos dos equipos pudieran sincronizar la excavación y encontrarse en la mitad de la montaña. El libro de Melajim nos cuenta que cuando los dos grupos estaban a unos 30 metros uno del otro, escuchaban los golpes y así lograron unirse en el centro. Hay una inscripción, que hoy se encuentra en el Museo de Arqueología de Estambul, Turquía, que celebra este encuentro. La inscripción dice:
«Esta es la historia de la perforación. Cuando todavía […] pico(s) [….] cada uno hacia su compañero y cuando todavía faltaban perforar tres varas, […] la voz de un hombre que le gritaba al otro, pues allí había una brecha del lado derecho […] Y el día de la ruptura se encontraron los trabajadores, hombre contra hombre, pico contra pico, y el agua fluyó de la fuente hacia el estanque, 1200 varas, y de 100 varas era el grosor de la roca por sobre las cabezas de los trabajadores…».
כי מציון תצא תורה ודבר השם מירושלים
El mundo continua debatiendo y criticando la decisión de Donald Trump de trasladar la embajada norteamericana a Yerushalayim, reconociendo así a Jerusalem como la capital de Israel. Y creo que nosotros los judíos, debemos informarnos un poco más acerca de las razones por las cuales Yerushalayim fue, es y será “la capital del Pueblo de Israel”.
Previamente explicamos que Yerushalayim fue concebida, incluso antes de su conquista, como la “Capital o Distrito Federal” de la Nación de Israel que originalmente estaba compuesta por 12 tribus (lo que hoy serían “estados” o “provincias”). Todo lo que hizo el rey David para la elección, conquista y adquisición de Yerushalayim fue hecho de una manera “nacional” (o Federal) y no tribal.
Ahora bien, aparte del carácter federal de la ciudad, ¿qué otro elemento caracteriza a la Capital de una nación? La ciudad capital de una nación es la sede del gobierno nacional.
Veamos si este también era el caso de Yerushalayim.
LOS DOS PALACIOS
Una vez que el rey David se instaló en la Ciudad de David, el profeta Gad le transmitió por profecía Divina erigir el Templo de HaShem en el Monte Moriá, al lado del palacio de David. Este es el lugar donde Abraham Abinu llevó a su hijo Itsjaq para hacer la aquedá. El Monte Moriá, también conocido como monte del Templo, estaba situado donde está hoy la ciudad vieja de Jerusalem, el Kotel y la Mesquita de al Aqsa. David adquirió este terreno, llevó allí el Arca del Pacto (que contenía las Tablas con los 10 mandamientos originales, etc.) y construyó allí un Tabernáculo temporario. El gran Templo de Yerushalayim iba a ser construido en ese mismo lugar por su hijo, el rey Salomón.
No voy a escribir sobre el fascinante tema de cómo fue construido nuestro Bet haMiqdash, ya que quiero concentrarme en explicar un sólo punto: ¿Por qué el Bet HaMiqdash en Yerushalayim le da a esta ciudad su carácter de Capital de Israel? Aparte de ser el lugar donde se ofrecían los qorbanot o sacrificios diarios y el centro de peregrinación de toda la nación de Israel 3 veces por año, el Bet haMiqdash representaba también “La sede del Gobierno de Israel. ¿Cómo? El Templo de Jerusalem era la “Residencia Divina” (‘בית ה’), el Palacio de HaShem. Este concepto es importantísimo.
¿QUIEN ES EL REY?
En los pueblos de la antigüedad, sin excepción, el rey era siempre una manifestación de los dioses o su encarnación. El rey era la máxima autoridad. El rey (o el emperador) determinaba y definía la ley, o la modificaba a gusto. No respondía a ninguna autoridad ni código de leyes. Ya que gracias a su condición divina, el rey estaba en la punta de la pirámide del poder. Así pasaba con el Faraón egipcio, con Nebujandetsar de Babilonia, y hasta con los emperadores romanos. Esto se llamaba “Derecho Divino” o “Mandato Divino”, y caracterizaba a todas las religiones y culturas desde la antigüedad hasta prácticamente los tiempos modernos. (ver aquí ).
En el pueblo judío las cosas eran muy diferentes. El rey de Israel nunca fue un dios o su representación sobre la tierra. El rey estaba sujeto a la autoridad de Dios, manifiesta en su Torá, y a la palabra de Sus profetas. A diferencia de un judío normal, que sólo llevaba el Tefilín en su brazo (las filacterias, que contienen 4 breves párrafos de la Torá) el rey de Israel debía llevar consigo permanentemente un Sefer Torá y estudiarlo diariamente, para guiarse por él todos los días de su vida. El rey de Israel no tenía más derechos que los demás, tenia más obligaciones. El rey del pueblo judío debía ser —como lo fue el rey David y como lo será el Mélej haMashiaj—el más humilde y obediente servidor de HaShem, que es como lo dice el rey David el único y verdadero Rey. Esto lo dijo el rey David explícitamente en el Salmo 24:3-4, que fue compuesto para acompañar con su entonación la llegada del Arca del Pacto al tabernáculo en Yerushalayim. El más poderoso rey de Israel, David afirma allí “¿Quién es el [verdadero] Rey, al que se le debe gloria? HaShem, Dios de los ejércitos celestiales, Él es el [único] Rey [a Quien se le debe] gloria” .
¿DONDE RESIDE EL REY?
El rey David —como más tarde su hijo Shelomó— estableció su residencia en la Ciudad de David, al lado del Monte del Templo (har haBayit). Pero el Rey Divino estableció Su residencia en el Bet haMiqdash. Es por eso que el Bet haMiqdash, y no el palacio del rey, alojaba en su territorio a las instituciones judiciales judías. La corte suprema de justicia, lo que se llama el Bet HaDin haGadol, más tarde llamado Sanhedrin, funcionaba en el Bet haMiqdash, ¡y no en el palacio! El rey de Israel era parte de ese tribunal, pero dependía de la aprobación de este tribunal para promulgar leyes.
Mientras que en todos los pueblos de la antigüedad el rey era un dios, en el pueblo, judío Dios era y es el Rey.
Ahora entenderemos un poco mejor por qué el Bet haMiqdash no era sólo una casa de culto. Era el el lugar donde residía la Máxima Autoridad del pueblo de Israel. La ley del pueblo judío no provenía de la Ciudad de David, la residencia del rey humano. La ley de Israel, “la Torá emana de Zión; y la palabra de haShem de Yerushalayim”, es decir, de Quien reside en Yerushalayim, HaShem el verdadero Rey de Israel.
Jerusalem es la capital del pueblo judío porque es la residencia de Su Máximo Soberano.