SEPTIMA BERAJA de la AMIDA: Goel, el familiar más cercano
BERAJÁ 6 : ¿Cuántas veces se puede pedir perdón?
QUINTA BERAJÁ de la AMIDÁ: Ayúdame a volver
CUARTA BERAJÁ de la AMIDÁ: El milagro de la inteligencia humana
TERCERA BERAJÁ de la AMIDÁ: ¿Es posible conocer a Dios?
SEGUNDA BERAJÁ de la AMIDÁ: ¿Qué es la resurrección?
La segunda berajá (=bendición) de la ‘Amidá se llama geburot, la bendición que describe «los poderes de Dios». En la primera bendición, Abot, que analizamos ayer, vimos como HaShem usa Sus poderes para proteger a su Pueblo, Israel. En esta Berajá veremos como HaShem usa Sus poderes para resucitar, evitar y superar la muerte.
En Memoria de Moshé Ben Simjá and Eliahu Saal ז»ל
PRIMERA BERAJA de la AMIDA: ¿Cómo protege Dios a Su pueblo Israel?
En Memoria de Moshé Ben Simjá and Eliahu Saal ז»ל
Rezar, pensando en lo que estamos diciendo
La Amidá o shemona esre es la oración más importante. Se dice todos los días, tres veces al día, mañana, tarde y noche. A diferencia de otros textos de la Tefilá, en los cuales leemos y pensamos acerca de D-s, cuando rezamos la Amidá nos estamos dirigiendo directamente a D-s. No hay nada más significativo en nuestras vidas que la comunicación directa con nuestro Creador.
Este evento tan singular, hablarle a D-s, requiere un estado mental elevado. No podemos rezar la Amidá si estamos distraídos o desconcentrados. La Amidá requiere kobed rosh , seriedad y concentración.
En preparación para la Amidá debemos pensar y visualizar que estamos de pie delante del Rey de Reyes. La palabra Amidá en realidad significa «de pie». En el sentido más estricto, Amidá significa «De pie, a Su servicio, a la espera de Sus órdenes».
En el protocolo judío, cuando un sujeto se encuentra con el Rey debe hacerlo de pie, firme, e inclinando un poco su cabeza en señal de sumisión al Rey. Ésta es también nuestra postura cuando decimos la Amidá. Muchos Yehudim recitan la Amidá de memoria, con los ojos cerrados y con las manos juntas en el centro del pecho, la mano derecha sosteniendo el puño izquierdo cerrado, también en señal de sumisión. (Obviamente, si uno no sabe la Amidá de memoria, debe leerla normalmente en el Sidur).
La Amidá no se debe leer en silencio total. Tiene que ser «dicha», «pronunciada», articulando las palabras. La articulación, entre otras cosas, facilita la concentración. Aunque tampoco se puede recitar la Amidá en voz alta. Debemos pronunciar la Amidá en una mínima voz, susurrando las palabras a nosotros mismos. Hay que decir la Amidá tan bajo para que nadie más pueda escuchar nuestra voz, y lo suficientemente alto como para que podamos oír nuestro propio susurro.
Al decir del ‘Amidá, debemos entender y profundizar en el significado de cada palabra que pronunciamos. Este ejercicio mental se llama Kavaná: conciencia y concentración. Cuando rezamos, tenemos que hacerlo con nuestra mente y nuestro corazón. Entendiendo y sintiendo lo que estamos diciendo.
Al rezar la Amidá no nos permitimos distracciones. No dejamos que ningún pensamiento mundano o banal penetre en nuestra mente. Una buena manera de identificar si mi Amidá fue dicha con Kavaná, es observar nuestro estado mental y espiritualdespués de recitar la Amidá. Si nos hemos tomado en serio la idea de que al recitar la Amidá estamos, literalmente, parados frente a HaShem, esa experiencia espiritual suprema tiene que haber dejado un impacto muy visible en mis pensamientos, en mis sentimientos y en mi conducta.
¿Por qué?
Porque cuando rezamos con kavaná nos damos cuenta que HaShem está en el centro de la realidad de este mundo. La Amidá nos recuerda que HaShem no está a nuestro servicio, por el contrario, somos nosotros quienes debemos servir a HaShem. Así, cuando ponemos a HaShem en el centro, nos movemos un poquito más hacia la periferia y nos volvemos más humildes.
Los pensamientos que se generan luego de estar hablando frente a D-s deberían producir una transformación espiritual «total». Un estado de humildad mucho más profundo y un mayor nivel de paz interior con aquello que sucede más allá de nuestro control.
Ahora bien, si después de haber recitado la Amidá, no nos hemos vuelto menos egocéntrico, menos impacientes, menos materialistas y menos vanidosos, probablemente no hemos rezado la Amidá con la Kavaná necesaria.
Será el momento, entonces, de poner más atención a la calidad de nuestra Amidá.
AMIDA: HaShem, ayúdame a pedirte ayuda
ה’ שפתי תפתח ופי יגיד תהִלתך
Nuestros Jajamim nos indicaron que antes de comenzar la Amidá debemos recitar un pasuq (versículo bíblico) muy especial que proviene del libro de los Salmos (Tehilim, 51:17) y que dice
Para entender por qué los rabinos eligieron este versículo para introducir la Amidá, es fundamental ver este texto en su contexto original. El Mizmor 51 de Tehilim es un salmo de Teshuba (= arrepentimiento, contrición, confesión) en el cual el Rey David lamenta el pecado con Bat-Sheba.
Al componer este Salmo, David haMelej se encontraba en un estado de profundísima angustia, consumido por la culpa y la vergüenza. David le confiesa a HaShem su pecado y le pide que lo purifique y lo perdone (v.9). David le ruega a HaShem que le concede un nuevo corazón y que renueve su espíritu (v.12) David le pide a haShem que lo perdone y le asegura a HaShem que como parte de su reparación, sus palabras (las de este Mizmor y otras) van a enseñar el camino de la Teshubá a aquellos que quieren volver a HaShem (v.15). David le reza a D-s con todo su corazón y con su espíritu quebrantado. Y entonces, en un momento, antes de terminar este Salmo (v.17), pareciera como que el Rey de Israel y el poeta más grande que el pueblo judío concoció, se siente sin habla, pierde su elocuencia. El lector puede ver que de repente, el fluir de este Salmo se detiene. Como si David, sintiéndose mucho más cerca de HaShem, de pronto se queda corto de palabras para comunicarse con D-s y seguir buscando Su perdón. David HaMelej hace como una pausa y dice algo así: HaShem, deseo seguir rezando. Pero me doy cuenta de lo pequeño que soy, y de lo infinito que Tú eres. Necesito Tu ayuda para dirigirme a Ti. Para estar aquí, frente a Tu Presencia. He perdido mi elocuencia. Por favor, dame fuerza y ánimo para hablarte «HaShem, abre mis labios, para que mi boca proclame Tu alabanza «. Con esta solicitud extraordinaria David HaMelej nos transmitió la profundidad de su contrición, su humildad excepcional y sobre todo, nos enseñó que al rezar nos estamos dirigiendo directamente al Creador del Universo, y cuando ésto pasa, incluso el poeta Bíblico más dotado y elocuente, puede perder su habla, e irónicamente necesita la ayuda de D-s para pedir la ayuda de D-s.
La Amidá no es una oración más. Mientras que en todas las demás Tefilot (oraciones) hablamos de D-s, en la Amidá le estamos hablando a D-s. Y si nos tomamos esta idea en serio, seguramente sentiremos lo mismo que sintió David HaMelekh, y al decir este pausq más que repetir las palabras de David haMelej, nos trasformaremos en David HaMelej. Sentiremos una sensación de reverencia y un sentido de insuficiencia para experimentar la presencia de HaShem y dirigirnos a Él con nuestra propia voz.
Por eso es que nuestros Rabinos eligieron este versículo para comenzar la Amidá. Para ayudarnos a sentir humildad y comprender la incredible experiencia de hablarle directamente a D-s.
AMIDA: El arte de arrepentirse (Berajá Nro 5, HASHIBENU ABINU)
Cuando nos desviamos, el camino de regreso no siempre es sencillo. Por lo tanto, en esta berajá le pedimos ayuda a HaShem para volver a la senda de Su Torá.
Bendito eres Tú, HaShem, que quieres (nuestro) arrepentimiento.
Afirmamos ahora que Dios quiere que volvamos hacia Él. Un principio judío muy importante es que HaShem nos quiere como un padre o una madre ama a sus hijos. Al igual que un padre que no siente placer al castigar a uno de sus hijos, HaShem no desea castigar al que se equivocó. Él quiere que Sus hijos vuelvan al camino correcto. Por eso nos atrevemos a pedirle a Dios que nos ayude en nuestro regreso hacia Él. Sabemos que HaShem «quiere» nuestro arrepentimiento, porque nos ama como un padre y como tal desea nuestro bien.
AMIDA: El milagro de la inteligencia humana (Beraja Nro 4, ATA JONEN)
אתה חונן לאדם דעת
Tú concedes a los seres humanos inteligencia, sabiduria …
Esta berajá inaugura la segunda sección de la Amida, «Pedidos» (baqasha), las bendiciones en las que le solicitamos a Dios satisfacer nuestras necesidades materiales. En esta berajá le pedimos a Dios que nos conceda sabiduría e inteligencia. Pero ¿por qué pedirle a HaShem sabiduría antes que cualquier otra cosa?
En primer lugar porque sin sabiduría no vamos a ser capaces de identificar o valorar lo que ya tenemos, que es esencial para saber qué es lo que realmente necesitamos pedirle a Dios. La inteligencia es esencial para diferenciar entre lo que realmente «precisamos» y lo que solamente «queremos» o «deseamos». Sin sabiduría no solamente no sabríamos «qué» pedirle a Dios, sino que tampoco sabríamos «qué hacer» con las bendiciones que nos conceda. Podríamos pensar que necesitamos con urgencia más dinero o éxito. Pero sin sabiduría el dinero o el éxito podrían ser contraproducentes.
Además, esta bendición nos enseña un principio muy importante «Ata Jonén …» significa: «Tú (= Dios) dotas a los humanos con el don de la sabiduría y la inteligencia. La inteligencia y la sabiduría son dones que Dios le dio exclusivamente a la especie humana. Nuestro cerebro es anatómicamente muy similar a la de los monos. Sin embargo, los seres humanos estamos dotados de «inteligencia», que no es una extensión del cerebro. La inteligencia no es una característica «natural» biológica como la vista, el oído o el sistema digestivo. La inteligencia no se puede justificar en términos evolutivos ya que sin la inteligencia seriamos capaces de sobrevivir como especie. Pero sin la inteligencia no seríamos capaces de conectarnos con Dios, estudiar o enseñar Su Torá o elegir entre el bien y el mal. La inteligencia es lo que hace que los seres humanos seamos únicos entre todas las especies vivas. En este berajá afirmamos que la inteligencia es un milagro, un poder «sobrenatural», un regalo de HaShem (Atá jonén…) a los seres humanos.
VEJONENU MEITEJA …: Pedimos a Dios, que es quien nos regala este don sobrenatural, que nos conceda tres tipos de inteligencia
JOJMA: Jojmá se refiere a la creatividad. La capacidad que una persona tiene, por ejemplo, para descubrir algo nuevo o diferente cuando todo el mundo está mirando la misma cosa. Jojmá es también la facultad de desarrollar una nueva idea. Para el pueblo judío, esos relámpagos de genialidad no son sólo fruto de nuestro cerebro, sino más que nada un regalo de HaShem
BINA: Una vez que una idea nueva se descubre se necesita «Biná», la sabiduría práctica para aplicar efectivamente esa nueva idea. Algunas personas pueden estar dotados con «Biná» y no con Jojmá, o vice-versa. Algunos, como Yosef contaban con Jojmá y biná, אין נבון וחכם כמוך ) En Bereshit 41:39 le dice Par’o a Yosef «No existe un genio y un sabio como tu». Yosef, con la ayuda de HaShem, vio lo que los demas no podían ver y tambien le dio al Faraon una idea práctica para anticipar los siete años de hambre.
DAAT: Da’at se refiere al buen juicio o criterio que se desarrolla por la experiencia de vida. Las personas difieren en cuánto o cómo aprenden de sus propias experiencias. Algunos tienen la capacidad de aprender de su propia experiencia. Otros tienen dificultades con su da’at y a veces repiten los mismos errores una y otra vez. Algunos individuos tiene tanto da’at que pueden aprender hasta de las experiencias de los demás
En todas estas áreas necesitamos la ayuda y la inspiración de HaShem. Sabiendo que el último objetivo de todas nuestras facultades intelectuales es establecer y fortalecer nuestra conexión con Él.
לע»נ מר אבי יעקב בן יהודה ז»ל