NOVENO MANDAMIENTO: «No darás falso testimonio»

לא תענה ברעך עד שקר
El noveno mandamiento dice: «No serás un falso testigo contra tu prójimo», lo cual es explicado por la tradición judía como «No mentirás en una corte de justicia».
Tal como hemos explicado, NO ROBARÁS se refiere a la maxima forma de robar: robar una vida (secuestro, tráfico humano, esclavización, etc.). El noveno mandamiento también se refiere a la máxima expresión de la mentira: mentir en la corte de justicia. Si no se criminalizara  la mentira en la corte, no podría existir la justicia. Y sin justicia tendríamos corrupción, anarquía e impunidad.  La sociedad colapsaría. La Torá nos advierte severamente acerca de la manipulación y la distorsión del sistema judicial, criminalizando, por ejemplo, el soborno a jueces u otros oficiales de la corte. Este mandamiento nos advierte específicamente sobre mentir en la corte, lo cual se llama en castellano «perjurio».
La ley judía toma muy seriamente el tema de testimonios. Hay varias condiciones para que alguien peda servir como testigo. Por ejemplo, los testigos no puede ser familiares del acusado o de alguna de las partes.   En un corte judía un solo testigo no puede dar testimonio. Se necesitan siempre por lo menos 2 testigos. El hecho que se requieren dos testigos en lugar de uno, si bien no evita completamente el perjurio, disminuye drásticamente la posibilidad del falso testimonio.
También hay cuestiones de carácter que pueden descalificar a un testigo. Los impíos (resha’im) son incompetentes para actuar como testigos. Esto incluye personas que han cometido delitos: delincuentes, estafadores, ladrones, usureros, etc. Tampoco pueden ser testigos los apostadores o las personas que deliberadamente y sin justificación dejan de trabajar o estudiar, ya que son sospechosos de pasar su tiempo libre en actividades delictivas (ver más detalles en el Shulján ‘Aruj Joshen Mishpat Capítulo 34).
Un hombre que no tiene conocimientos básicos de la Tora (la Biblia) o de la Mishna o de las normas básicas de la conducta civilizada (derej erets), se presume que su vida es reprochable y por lo tanto no se lo considera competente como testigo. Esta presunción, sin embargo, es refutable si hay evidencia de que, a pesar de la ignorancia de esta persona, su conducta es intachable.
Todos estos requerimientos y limitaciones tiene como objetivo evitar en lo posible que el sistema judicial judío pueda ser degradado.
Volviendo al tema de testigos falsos; en los tiempos del Talmud, cuando existían las cortes rabínicas, existían severas penas para los falsos testigos. Por ejemplo: si los testigos falsos eran recusados por otros testigos, demostrando que no pudieron haber estado en el lugar del crimen durante la fecha que mencionaron en su testimonio (‘edim zomemim),  los primeros testigos recibían la pena que correspondía al crimen que quisieron adjudicarle al acusado. Así, por ejemplo, si basado en el testimonio de estos falsos testigos, el acusado tendría que pagar una indemnización de 1.000 pesos, los falsos testigos tendrían que pagar esos 1.000 pesos. Lo que es más, si los falsos testigos acusaron a alguien de un crimen que conlleva la pena de muerte, esos falsos testigos eran condenados a la pena capital.
A pesar de todos estos recaudados para que la justicia sea alcanzada, la mentira de los testigos, a veces, no se puede detectar.   La Torá garantiza sin embargo que cuando la justicia humana es defraudada, la Justicia Divina no tardará en llegar.
Leemos en el libro de Mishlé del rey Salomón, que un falso testigo que se salió con las suyas y pudo engañar a la corte de justicia humana, se las tendrá que ver con la Justicia Divina. HaShem no absolverá ni perdonará al testigo falso.   עד שקרים לא ינקה ויפיח כזבים לא ימלט, «El testigo falso no quedará sin castigo; y el que declara mentirás no escapará [de la justicia Divina]», Proverbios 19:5.
Todos los días, 3 veces por día, pedimos en nuestras Tefilot [=oraciones, específicamente, la ‘amida] que HaShem renueve las cortes de justicia y así, cuando reine la rectitud, desaparecerán muchos de nuestros pesares. Declaramos al final de esta oración que HaShem, es מלך אוהב צדקה ומשפט , es un Rey [«Rey» aquí significa «Juez Supremo»] que ama la rectitud y la justicia.  Y por lo tanto, no deja que reine la impunidad.
 
 
¡IMPERDIBLE!
MIKE PENCE, futuro vicepresidente de los E.E.U.U, refiriendose a Israel



OCTAVO MANDAMIENTO: No robarás, aunque se pueda.

לא תגנב
Si bien en castellano usamos los dos verbos indistintamente, en hebreo y en la ley judía, existe una diferenciación entre robar y hurtar. Hurtar, en hebreo guenebá, es cuando tomo algo que no me pertenece sin que el dueño de ese objeto lo sepa, pero sin intimidación ni violencia. Mientras que robar, guezelá, es tomar algo de una persona por la fuerza o a través de la intimidación. Alguien puede «hurtar» tus pertenencias cuando no estás en casa. Sin embargo, si una persona se acerca a ti en la calle y te amenaza para que le des tu reloj, te ha «robado».
En ambos casos, la ley judía establece en primer lugar que los perpetradores deben restituir el objeto que tomaron a su dueño. Y si ese objeto ya no existe más, deben restituir su valor monetario.  En la antigua ley judía, que se aplica solo cuando existe el Sanhedrín (la corte suprema de justicia rabínica, que esperemos que BH pronto sea restablecida) la persona que hurtó debía pagar al damnificado el doble del valor de lo que tomó, mientras que el que robó podía redimirse si restituía lo que tomó por la fuerza. El primer caso, irónicamente,  se considera más serio ya que el ladrón, que hurta a espaldas de su víctima, ignora deliberadamente la presencia de HaShem y que Él todo lo ve.
El robo en cualquiera de sus formas está prohibido, independientemente del valor del objeto que uno toma. Incluso si alguien roba algo de un valor monetario insignificante (pajot mishavé perutá) he perpetrado el acto de robar. E incluso cuando alguien toma algo de otra persona, sin su consentimiento, temporariamente y con la la intención de devolverlo. Ese acto también se considera «robo».
La prohibición de robar se aplica, obviamente, para personas judías y no judías.  Cuando una persona comete un error y me da dinero de más, por ejemplo, un cajero en un supermercado se equivoca y me devuelve más dinero del que me corresponde, aunque técnicamente es su error y uno legalmente podría retener ese dinero extra, es una gran oportunidad para cumplir con una de las Mitsvot más importantes de la Tora: Quiddush HaShem, Santificar el nombre de Dios. Esto es: cuando una persona no judía observa en una persona judía un comportamiento ético ejemplar, se inspirará y alabará a Dios por haberle dado al pueblo judío la Torá, una ley de justicia, integridad y bondad. Además, según dice el Sefer haJasidim, cuando uno obtiene un dinero que es el fruto del error de un gentil, no vera de él ninguna bendición.
El Talmud (Makot 24a, Rashí) trae el ejemplo del más alto nivel de integridad, y la Guemará lo presenta como el epítome de Yirat Shamayim (lit., temor de Dios), «devoción religiosa» .
En los tiempos del Talmud, unos 1700 años atrás, Rab Safrá puso su burro a la venta. Una persona no judía vino a su casa y le ofreció 50 monedas por su burro. En ese preciso momento el Rab Safrá estaba recitando el Shemá Israel, y cuando uno recita esta oración no solo que no puede hablar sino que tampoco puede hacer ningún gesto con su mano o con su cabeza, etc. ya que esta oración demanda una atención total. El comprador, que no conocía estas reglas, interpretó el silencio de Rab Safrá como un rechazo a su oferta de 50 monedas, y entonces  le ofreció 60. Rab Safrá seguía recitando el Shemá Israel, por lo que no reaccionó. El comprador subió la oferta y ofreció 70. Cuando Rab Safrá terminó el Shemá, se negó a aceptar las 70 monedas. Le dijo al comprador que en su corazón (en su mente) él había aceptado la primera oferta: 50 monedas, y que no iba a tomar un dinero que no le correspondía. Técnicamente Rab Safrá podia haber aceptado las 70 monedas. Sólo él, Rab Safrá y HaShem podían saber que aceptá la primera oferta. Es por eso que esta simple historia de integridad suprema fue considerada por el Talmud como la máxima expresión de respeto y reverencia a HaShem

 




OCTAVO MANDAMIENTO: No robarás… vidas.

לא תגנב
El octavo mandamiento es uno de los menos conocidos. Me refiero a que no muchos saben que la tradición judía explica que este mandamiento no se refiere al robo de posesiones materiales sino al robo de personas, el secuestro.  Vamos a clarificar un poco este tema.
Como ya lo explicamos varias veces, el texto de la Torá esta sujeto a la tradición oral, lo que se llama en hebreo la Tora shebe’alPé.  Y ésta explica que el contexto de este mandamientos no trata de daños materiales sino personales.    Por ejemplo: «No matarás» se refiere sólo a no matar personas. La prohibición de matar innecesariamente animales o la indemnización que debe pagar quien mata al animal del prójimo, son temas que están abordados en otros versículos de la Torá.  De la misma manera,  el robar posesiones ajenas está legislado en otra Mitsvá. En el libro de Vayqrá  la Torá dice לא תגנבו «No robareis, no engañareis ni mentiréis unos a otros»  (Lev.  19:11). Y luego en otro versículo que prohibe el hurto: «No te abusarás [comercialmente] de tu prójimo y no hurtarás». La interpretación de este mandamiento es parte de lo que los Rabinos laman  דבר הלמד מענינו, es decir, cuando el sujeto o el objeto de una Mitsvá se aprende de su contexto: daños personales y físicos; no materiales.
Ahora bien, ¿por qué se habrá referido la Torá en los 10 mandamientos al secuestro en lugar de haberse referido a algo más elemental que es el robo material?
Me parece que la razón podría tener que ver con que el secuestro es la maxima expresión del «robo». No es robarle dinero a alguien, es robarle a alguien su libertad, o en muchos casos, su vida. El secuestro extorsivo, lamentablemente común en muchos países en nuestros días, es parte de lo que este mandamiento condena. Pero la mayoría de los secuestros en la antigüedad no eran secuestros extorsivos, donde uno podía liberarse si su familia pagaba un rescate. En la antiguedad se secuestraba para esclavizar. Cuando un pueblo invadía a otro la parte más importante del botín de guerra eran los esclavos. Todos los sobrevivientes del pueblo vencido eran tomados como esclavos. y muchas veces la esclavización sucedía fuera del contexto de guerra. Los cazadores de esclavos o los piratas se aventuraban a distintas zonas geográficas para secuestrar personas y comercializarlas. Estas personas eran vendidas por un buen precio en los mercados de esclavos. Esta práctica era muy común. En el imperio Romano, por ejemplo, un hombre rico llegaba a tener hasta 500 esclavos, y el emperador romano hasta 20.000. Y hasta hace no mucho tiempo atrás era común cazar esclavos en Africa y deportarlos a otros lugares del mundo.
Lo peor es que la esclavitud, lamentablemente, no terminó. Solo que hoy se llama con otro nombre: «tráfico humano» o «trata de personas». Y las cifras son increíbles…  A veces estas personas son raptadas o directamente sometidas a la fuerza. Y muchas veces son engañadas para luego ser sometidas al trabajo forzado.  Según la Organización Internacional del Trabajo el trabajo forzado de personas que han sido secuestradas por traficantes genera para estos últimos beneficios estimados en 150.000 millones de dólares anuales (2014).  En 2012, la OIT estimó que 21 millones de víctimas están atrapadas en la esclavitud moderna. De éstos, 14,2 millones (68%) son explotados para mano de obra, 4,5 millones (22%) son explotados sexualmente y 2,2 millones (10%) son explotados en el trabajo forzado impuesto por el estado. (Para más información ver  aquí  el informe mundial de las Naciones Unidas sobre la trata de personas).
Aparte de entender ahora lo que significa el octavo mandamiento, vemos una vez más que los preceptos de la Torá «no han pasado de moda». El octavo mandamiento sigue siendo hoy tan o más relevante que nunca.



SÉPTIMO MANDAMIENTO: ¿Cómo relacionarse con personas del sexo opuesto?

Conocer los códigos morales de la Torá es esencial para proteger el matrimonio y la fidelidad.   Hoy quiero finalizar  el estudio de este mandamiento con una última reflexión.
Explicamos que en el judaísmo la sexualidad es algo sagrado y exclusivo. La santidad de este acto tiene que ver con el marco donde tiene lugar: el matrimonio.

 

Hay otro elemento que también pertenece exclusivamente a la relación marido y mujer, de suma importancia, y del cual se habla menos. Veamos. La primera vez que la Torá describe una relación sexual dice: «Y Adam CONOCIÓ a Eva su mujer». Este conocimiento no es físico sino emocional y conduce a la sexualidad. Por lo tanto, también debe ser reservado para la relación marido y mujer, y no puede desarrollarse fuera del matrimonio.

 

El adulterio, muchas veces ocurre sin premeditación. Es decir, los sentimientos entre dos personas se van desarrollando sin que uno se de cuenta.  Como explicamos muchas veces, la estrategia judía para proteger la fidelidad es crear cierta barreras o medidas preventivas, como Iyjud, no recluirse a solas con otra mujer (u otro hombre que no se a el marido), o evitar el contacto físico con personas del sexo opuesto, etc. Debemos ser conscientes también que, cuando nos relacionamos con personas del sexo opuesto, se debe mantener una distancia emocional. Ya que el adulterio suele suceder como consecuencia de una conexión emocional previa.
Un ejemplo.  Imaginemos a un hombre casado y su relación con una empleada o secretaria. Las buenas relaciones entre seres humanos comienzan por el respeto. No puedo relacionarme con alguien, con mi vecino por ejemplo, si no me respeta o si yo no lo respeto a él. El respeto es el requisito más elemental de toda relación humana.  Luego, si esa relación crece un poco más, estaríamos hablando de cordialidad, que es un nivel por encima del respeto. En una relación de cordialidad hay comunicación positiva, un buen entendimiento y un sano intercambio de ideas.  Luego, la relación puede llegar a un próximo nivel. Y aquí es donde los Jajamim nos enseñan que hay que tener cuidado.  El próximo nivel es un nivel de «confianza» o  cercanía emocional (en hebreo, quirub da’at).  En una relación de cordialidad se intercambian pensamientos, pero en una relación de confianza se intercambian emociones, sentimientos, secretos y temas más privados.  Esta relación, que en un principio puede no tener que ver necesariamente con lo sexual, es una relación de CONOCIMIENTO (da’at) más íntimo, y como vimos en el caso de Adam, suele conducir al próximo nivel:  la intimidad.  Por ejemplo, cuando una pareja comienza el proceso de dating, empiezan relacionándose con respeto, luego con cordialidad, y luego si la relación crece, se desarrollará este «conocimiento» más íntimo, más emocional y de más confianza. Cuando esto ocurre es una indicación que se puede seguir adelante, hacia el matrimonio.

 

Ahora podemos entender un poco mejor la advertencia de los Sabios del Musar (ética judía) respecto a quirub da’at con personas del sexo opuesto. ¿Qué puede pasar si un hombre casado comienza una relación «de confianza» con una de sus empleadas? ¿Si comparte con ella, por ejemplo, los problemas que él tiene con su esposa?  ¿Qué pasa cuando una mujer casada llega a este nivel de confianza emocional con su dentista, su coach, su profesor, etc.?   Claro que esta «relación emocional» no sucede de la noche a la mañana. Este relacionamiento tuvo que que haber pasado primero por el respeto y luego por la cordialidad. Y de alguna manera, quizás inconsciente, llegó a un nivel superior.

 

Para proteger la fidelidad se debe tener conciencia de los niveles en los cuales una relación humana se desarrolla. Y un hombre o una mujer casados deben guardar siempre el respeto y la cordialidad hacia todo ser humano, pero evitar que se llegue a un acercamiento emocional cuando se relacionan con personas del sexo opuesto.
La fidelidad es la base de la familia judía. Proteger la fidelidad garantiza nuestra felicidad conyugal y la estabilidad emocional de las personas que más queremos.  Proteger la fidelidad implica la auto-imposición de ciertos códigos de conducta e interacción con personas del sexo opuesto. La conciencia y la aplicación de ciertos «limites». Lo cual evitará llegar a situaciones que sean más difíciles de controlar.



SÉPTIMO MANDAMIENTO: ¿Socialización o planeamiento estratégico?

Continuamos con algunas reflexiones alrededor del Séptimo Mandamiento: «No cometerás adulterio». Previamente hablamos de las dificultades que tiene una persona judía para mantener su código de conducta moral en una sociedad con códigos opuestos.  Explicamos que la sexualidad en el judaísmo tiene lugar exclusivamente en la intimidad del matrimonio. Esto no sólo tiene que ver con la visión judía sobre las relaciones pre-matrimoniales o el adulterio, sino también con el fenómeno de la revolución sexual de los 60’s y la industrialización sexual que caracteriza a la sociedad moderna.  Tomemos como ejemplo la hipersexualización de las niñas, un fenómeno del cual la sociedad moderna todavía no conoce las consecuencias a largo plazo. Niñas de 8, 9 o 10 años se maquillan, se visten de una manera seductora y se comportan como mujeres adultas. Y todo esto se produce a través de la influencia de los medios, la television, internet, y los smartphones.
¿Que hacer entonces frente a esta invasión mediática que amenaza con transformar los valores judíos y nuestros códigos de conducta sexual?
SOCIALIZACION: Socialización significa que la gente que vive en una sociedad absorbe los valores de esa sociedad sin evaluarlos ni cuestionarlos  (ya que por lo general, es lo único que conoce) y los integra a su personalidad.  Muchos no conocen lo suficiente acerca del judaísmo, o no han sido bien informados, y no tienen otro marco de referencia para poder evaluar lo que los rodea. Estas persona probablemente están «socializadas».  En ese estado uno se asimila a lo que ve y vive a su alrededor.  Cuando hablamos  de asimilación no debemos pensar sólo en matrimonios mixtos. Es la asimilación de valores, de códigos morales  no-judíos , la que primero debe preocuparnos. Ahora bien, cuando uno estudia Torá y aprende los códigos de moralidad del pueblo de Israel, desarrolla una conciencia de lo que pasa a su alrededor y entonces puede mirar y evaluar la realidad que conoce «desde el balcón» («from the balcony», es una frase en inglés que se usa en sicología para describir una visión objetiva, desde afuera de uno mismo, y en este caso, desde afuera de la cultura que a uno lo rodea).  Recién entonces uno esta capacitado para comparar un código moral frente al otro.
Pero ¿qué se puede hacer cuando uno es consciente de lo perjudicial de la banalización sexual?
Siguiendo el ejemplo que mencionamos, padres que no quieren que sus hijos se «socialicen» con los códigos morales modernos, hay 2 posibles estrategias.
FILTROS: Hay padres que dejarán que sus hijos usen computadoras, smartphones e internet, pero con ciertos límites. No estoy hablando ahora de los limites de horario sino de límites de contenido.  Ejemplos: en Estados Unidos hay routers que se pueden programar para limitar el acceso a material indebido. Hay también filtros virtuales gratuitos como K9. Y lo más popular y efectivo son los proveedores de internet «judíos» que filtran de entrada todo material inapropiado (Ver aquí). TAG, por ejemplo, es una de las compañías más importantes en esta area y tiene oficinas en muchas ciudades del mundo incluyendo Buenos Aires y Ciudad de México. Ver  http://www.taghelpline.org/. También está  KOSHERNET www.koshernet.com que tiene filiales en el mundo entero.   Hoy en día también existen una gran cantidad de aplicaciones de «parental control» para smartphones. Ver aquí. Todo esto disminuye drásticamente la exposición de nuestros hijos a la banalización sexual mediática y otras desvirtudes de la sociedad moderna.
BLOQUEO: Muchos Yehudim optan por no tener directamente acceso a TV o internet o celulares con internet. Crean estas barreras de contención virtuales ya que piensan que de otra manera resulta imposible evitar la exposición a la banalización moral moderna. Si bien no es fácil cerrar los hogares herméticamente a la invasión cultural, estas familias judías sin pantallas electrónicas en sus casas, crean su propio ambiente donde el estudio, la lectura y las distendidas conversaciones en familia llenan los espacios que en otros hogares ocupa el internet.
No es mi intención emitir un juicio de valor acerca de cuál estrategia es la mejor o la más efectiva.  Creo que ambas tienen su lógica y su mérito. Ambas requieren un gran esfuerzo.
Todo comienza por la concientización acerca de las secuelas de la socialización en la sociedad moderna, y el sentido de urgencia para evitar la banalización de algo tan íntimo, sagrado y delicado como es la sexualidad.
Es cierto que la sociedad ejerce una influencia que parece imposible de contrarrestar. Pero al fin y al cabo somos descendientes de Abraham Abinu. Un hombre que, convencido de su verdad, pudo sobreponerse a la presión social y estuvo dispuesto a hacer enromes sacrificios para alejarse de lo que lo alejaba de HaShem, y mantenerse del lado de la verdad.



SÉPTIMO MANDAMIENTO: La fidelidad en tiempos modernos

ואחרי עיניכם – זו זנות
En la tercera parte del Shemá Israel leemos una indicación muy importante respecto las pautas morales que la Torá demanda de una persona judía. VELO TATURU AJARE LEBABJEM… Este pasuq nos indica que no debemos dejarnos llevar por nuestros instintos.  Y que esas pasiones se alimentan de lo que ven nuestros ojos, ya que lo que pasa a nuestro alrededor, lo que vemos, nos afecta, seamos o no seamos concientes de ello.

 

Esta es también la fuente Bíblica de la cual se aprende el código de conducta sexual de un hombre y una mujer judía. Este código tiene como objetivo fundamental enseñarnos que lo sexual se encuadra «exclusivamente» en la intimidad entre marido y mujer.

 

Esta simple pero fundamental idea implica que la interacción entre hombres y mujeres, que no son esposos, no debe pasar los limites de la cordialidad.  Lo cual debe reflejarse, por ejemplo, en la forma en que un hombre judío habla y mira a una mujer. Un hombre judío no debe actuar o dirigirse sensualmente hacia ninguna otra mujer que no sea su esposa. O, en la forma que una mujer judía se viste y se presenta a sí misma cuando está fuera de su hogar. Una mujer judía debe reservar su «appeal» para su esposo.

 

Este simple concepto (¿monogamia total?) NO es muy afín a la sociedad moderna, donde la sexualidad se ha transformado en un producto comercial que llega a traves de la publicidad, la pornografía, los medios de comunicación, etc. Todas estas son «industrias» cuyo objetivo principal es hacer dinero.   Venden apelando a uno de los instintos más básicos y poderosos del hombre, que debería estar reservado «exclusivamente» para el matrimonio. Y esta explotación generalizada de la sexualidad para fines de lucro ha redefinido radicalmente a la cultura de la sociedad moderna gentil de una manera que parece irreversible. Lo sexual ya dejó de ser una cuestion «privada» entre marido y mujer, para trasformarse en un producto de consumo banal, el cual, o a través del cual, se vende más y mejor.
La industrialización del sexo deja secuelas psicológicas y emocionales muy negativas.  Las niñas, por ejemplo, desde una corta edad son directa o indirectamente adoctrinadas a vestirse para atraer la mirada del hombre más hacia su cuerpo que hacia sus ojos. La mujer es la que más ha perdido con esta revolución sexual, ya que lamentablemente, ha sido víctima de una «objetización» de su persona.
El hombre también ha perdido muchísimo. Los jóvenes están constantemente bombardeados con imágenes sensuales, pornografía y sobre-estimulación.  Y ya no son capaces de ver al sexo como algo íntimo.
En este marco tan hostil a los códigos judíos ¿cómo puede hacer un joven o una mujer judía para asociar lo sexual con la pureza, con la santidad, con la imitación de lo Divino o por lo menos con la intimidad? Es muy difícil alcanzar ese nivel cuando uno vive en una sociedad donde la sexualidad ya ni siquiera está asociada con el amor…

 

Uno de los desafíos mas importantes (quizás el mayor) que los Yehudim enfrentamos hoy es: cómo hacer para preservar nuestros códigos de conducta judíos en una sociedad con una moralidad completamente distinta.   Este es un tema muy profundo que le quita al sueño no sólo a Rabinos y educadores, sino también a muchos padres y madres de Am Israel.



SÉPTIMO MANDAMIENTO: Iyjud, protegiendo la fidelidad conjugal.

Ayer escribimos sobre el séptimo mandamiento: «No cometerás adulterio» y explicamos cómo la Mitsvá de Taharat haMishpajá ayuda a mantener y fortalecer la atracción entre marido y mujer.
Hoy comenzaremos a ver otro aspecto de la actitud judía hacia la sexualidad. Hay leyes y códigos de conducta que tienen como uno de sus objetivos fundamentales salvaguardar la fidelidad conjugal.   Una de estas importantes reglas  se llama Iyjud, o aislamiento.
Leemos en el libro de Shemuel II, capítulo 13,  acerca de un joven llamado Amnón, hijo del rey David. Amnón estaba obsesionado con Tamar, también hija de David, pero de madre diferente. Amnón fingió estar enfermo, se encerró en su cuarto y le pidió a su padre David que le pidiera a Tamar prepararle algo para comer.  Cuando Tamar llegó, Amnón hizo que todos los presentes salieran de su cuarto y pidió que Tamar le diera de comer de su mano. Cuando llegó Tamar, Amnón, por la fuerza, abusó de ella.   Esto afectó al Rey David, quien se sintió en parte responsable por no haber evitado lo ocurrido. Junto con su Corte de Justicia (דוד המלך ובית דינו) establecieron, o según la mayoría de las opiniones, «extendieron» esta ley  de Iyjud (גזרו על ייחוד פנויה, aclaremos que la Cortes de Justicia judías tienen el derecho de establecer nuevas regulaciones, como la Corte Suprema en los países el mundo moderno).
La ley de Iyjud (ייחוד , se pronuncia «ijud») establece que un hombre judío no debe estar a solas en un cuarto cerrado con una mujer que no sea su esposa (o su madre, o su hija, etc).
Esta regla se enmarca dentro de la categoría de guedarim o siyaguim , es decir,  «vallados o barreras de contención Halájicas» que evitan el riesgo de caer en una prohibición mayor.
Un vallado es lo que establece un guardabosque, cuando erige una cerca unos pasos antes de un precipicio, para que los que visitan el lugar no se acerquen demasiado, y por distracción o por lo atractivo del paisaje, se caigan.
Hay muchos ejemplos de este tipo de vallados en la sociedad moderna. A una persona que sufre de adicción al alcohol y se quiere rehabilitar se le aconseja no frecuentar bares, ni fiestas donde se bebe, ni salir con amigos que beben alcohol. Todos estas restricciones adicionales son «vallas» necesarias para que quien quiere recuperarse de su adicción se proteja de sí mismo, y de la tentación que puede llegar a ser irresistible. Es mucho más fácil resistirse a entrar a un bar, que resistirse a tomar alcohol, una vez que uno tiene una copa en la mano….
Los Jajamim consideraron que el instinto sexual es tan poderoso que uno no debería confiar sólo en su sentido común y su decencia (אין אפוטרופוס לעריות). Sino que deben existir normas adicionales, vallados, a fin de evitar enfrentar un escenario potencialmente inadecaudo.  La regla del Iyjud tiene ese cometido: evitar un mal mayor.  Y si bien la fidelidad  es fundamentalmente un tema de valores y moralidad, si un hombre respetase al pie de la letra las leyes de Iyjud, la posibilidad de cometer adulterio, especialmente sin premeditación, disminuiría drásticamente.  La ley de Iyjud establece que un hombre y una mujer deben evitar recluirse o permanecer solos en una habitación u oficina que esté trabada o cerrada con llave.   La presencia de otras personas en ese recinto, o incluso el hecho que el lugar o la oficina donde están, sea accesible desde afuera, evita o disminuye significativamente la posibilidad de cualquier tipo de tentación, acoso o abuso sexual.
El concepto de Iyjud, es hoy, creo yo, más aceptado que nunca.
En los aeropuertos de EEUU si alguien que pasa por los controles de seguridad lleva algo inusual debajo de sus ropas, tendrá que ser escoltado a una oficina cerrada, donde se le ordenará sacarse la ropa. Pero todo ese tiempo, desde que entra hasta que sale, estará acompañado siempre no por uno, sino por «dos» oficiales de su mismo género. Así se evita que pueda suceder algo inadecuado. Es como que el concepto de Iyjud, lejos de haber pasado de moda, cada vez se entiende mejor y se aplica para evitar situaciones potencialmente indebidas.
Recuerdo que hace unos años participé en un congreso de rabinos organizado por la Orthodox Union (OU) y en una de las charlas, un prestigioso abogado nos recomendó a los rabinos presentes que siempre que atendamos a una persona dejemos la puerta de nuestra oficina entreabierta o por lo menos sin llave, como una forma de prevención general. Nos contó que en los Estados Unidos hay una enorme conciencia sobre este tema y que muchísimos profesionales judíos y no judíos, médicos, dentistas, psicólogos han establecido pautas similares, evitando aislarse con un paciente o un cliente a solas en un cuarto cerrado, para prevenir situaciones inapropiadas, casos o denuncias de abuso sexual.
Hace unos años atrás un rabino norteamericano tuvo una audiencia con el Papa anterior, Benedicto. Era en el tiempo en que la Iglesia de Boston había recibido cientos de denuncias de abuso sexual, pedofilia, etc.      Este rabino le sugirió al Papa que la iglesia adoptase la ley judía de Iyjud, y la estableciera como política eclesiástica: que ningún cura o sacerdote se pueda reunir a solas con un alumno, niña o niño, en un recinto cerrado. Y que siguiendo esta simple regla se reducirían al mínimo los problemas que tanto daño habían causado a cientos o miles de menores.
No sé lo que pasó al final, y si el Papa siguió o no siguió este consejo, pero pude apreciar, una vez más, la infinita sabiduría de nuestra Torá y nuestros Sabios que hace miles de años establecieron leyes que recién hoy la humanidad llega a valorar, apreciar e imitar.



SÉPTIMO MANDAMIENTO: ¿Cómo renovar la pasión en el matrimonio?

תניא, היה רבי מאיר אומר מפני מה אמרה תורה נדה לשבעה? מפני שרגיל בה וקץ בה אמרה תורה תהא טמאה שבעה ימים כדי שתהא חביבה על בעלה כשעת כניסתה לחופה.   נדה ל»א, ע»א
Ayer comenzamos a explicar el séptimo mandamiento: «No cometerás adulterio».  La Torá nos enseña que para reforzar la fidelidad no alcanza sólo con «tener en cuenta» este mandamiento.  Nuestro compromiso a la fidelidad conyugal se consolida con una actitud especifica hacia la sexualidad. En primer lugar, conociendo la naturaleza de la sexualidad en el matrimonio. En segundo lugar teniendo una conducta apropiada hacia las personas del otro sexo. Y en tercer lugar ejerciendo un control sobre nuestros pensamientos y nuestros ojos. B’H, hablaremos sobre cada uno de estos 3 puntos en los próximos días.
Comencemos por el principio, la naturaleza de la sexualidad en el matrimonio.
Una de las Mitsvot más importantes en la familia judía es Taharat haMishpajá (o Niddá),  que se suele traducir por «pureza familiar.»  En el matrimonio judío las relaciones intimas están limitadas durante aproximadamente 12 días el mes. Los días excluidos se relacionan con el ciclo de la mujer y siete días adicionales.   Cuando los Sabios del Talmud explicaron la lógica de esta regulación dijeron que al cabo de estos días sin contacto físico, marido y mujer se reencuentran íntimamente y «sienten lo mismo que sintieron la noche de bodas».   En otras palabras, este periodo de separación, lejos de afectar el deseo sexual, lo renueva y lo incrementa.  Evitando así caer en uno de los mayores problemas del matrimonio moderno: el aburrimiento sexual.
Este «aburrimiento» tiene que ver con la teórica potencialidad ilimitada de la intimidad sexual y es parte de la «naturaleza» de un matrimonio donde las sexualidad no está regulada. El síndrome de la «rutina sexual» es uno de los factores que más influyen en la búsqueda de la novedad sexual, que puede llevar al adulterio. Por su propia naturaleza, el pico de la atracción sexual ocurre cerca del casamiento. Pero con el paso de los años (y NO me estoy refiriendo a un problema de edad…), la atracción física hacia la propia esposa no aumenta sino que casi inevitablemente disminuye. La intimidad sexual matrimonial comienza a tornarse menos intensa, monótona y demasiado predecible.  Todo esto hace que la pasión progresivamente disminuya…  Este es un fenómeno que es muy bien conocido por sicólogos y sexólogos.
Hace casi 2000 años atrás (en texto original hebreo lo citamos arriba) Ribbí Meir explicó que el periodo mensual de separación física en una pareja judía hace que, el marido por ejemplo, comience a «extrañar» a su esposa, y su atracción física hacia ella crezca cada vez más. A medida que se acerca el día del Mikvé (la inmersión ritual que concluye los días sin intimidad sexual) su deseo se renueva. Y cuando su mujer llega del Mikvé, Ribbí Meir afirma que marido y mujer, incluso muchos años después de casados,  se reencontrarán con la misma pasión que sintieron en su noche de bodas. Este ciclo, que se repite cada mes (excepto  cuando la mujer está embarazada) evita la rutina sexual y renueva la pasión en el matrimonio.
Vamos a entenderlo mejor: imaginemos a un joven judío que está en su habitación solo con su esposa a quien quiere y a la cual se siente atraído. Y sin que medie ente la pareja nada más que esta abstracta Mitsvá de Taharat haMishapajá, el joven puede decirse a sí mismo «Ahora NO».  Su deseo por su propia esposa, ¿disminuirá o se acrecentará?   Su mujer, como explica Ribbí Meir, se transforma en el «objeto» exclusivo de su deseo, ya que lo prohibido atrae.
Durante esos días de separación de la mujer que ama, el marido ni siquiera puede pensar en otra mujer que no sea su propia esposa.
Además, en estas circunstancias y durante estos días el joven esposo judío pasa por un gran entrenamiento en cuanto a su capacidad para controlar su propia sexualidad. Lo cual es absolutamente esencial para no caer en una atracción fatal que derive en el adulterio…
Algo más. El periodo de separación física también promueve un nivel de comunicación entre marido y mujer muy profundo, que va más allá de lo sexual. En esos días sin actividad sexual, y desde el comienzo del matrimonio, marido y mujer tienen que comunicarse afectivamente, pero en un plano que bien podríamos llamar «platónico».  En el judaísmo, el  nivel más alto al que una pareja debe aspirar es el nivel de «amistad» (re’ut), el cual acompañara a la pareja durante el resto de su vida y en todas las circunstancias. Incluso  en esos años cuando la pasión hormonal disminuye notablemente  (en la sociedad moderna cada vez son más las parejas que se  divorcian después de los 50. Según el Huffington Post, en 2010 en EEUU, 1 de cada 4 parejas que se divorciaron pertenecían a este grupo. Ver aquí). Contrariamente al deseo sexual biológico, la amistad entre marido y mujer, se debe intensificar con el correr de los años y es la mayor garantia de fidelidad y solidez de un matrimonio.   Este profundo nivel en el cual mi esposa es también mi mejor amiga, se desarrolla intensamente en esos días sin intimidad sexual.
¿Conoce usted, querido lector, algún otro método o técnica sexual que produzca estos resultados?
(Continuará)



SÉPTIMO MANDAMIENTO: No cometerás adulterio.

לא תנאף
Vamos a comenzar a estudiar hoy el séptimo mandamiento: «No cometerás adulterio», es decir, la prohibición de tener relaciones íntimas con cualquier otra persona que no sea el esposo o la esposa. 
Aclaremos primero que la visión judía de la sexualidad, a diferencia de otras religiones, es sumamente positiva. Nuestros Sabios explicaron que nuestra conducta en general nos debe llevar a parecernos a Dios: así como Él es compasivo, justo y generoso, nosotros también debemos ser compasivos, justos, generosos, etc.  Esta «imitación de Dios» que nos propone la Torá alcanza su máximo grado cuando marido y mujer se convierten en «creadores» de una nueva vida. La procreación es el acto que más nos permite parecernos a HaShem, el Creador.
Además, lo sexual tiene que ver con alcanzar nuestra plenitud física y emocional. Cuando la Torá describe por primera vez la sexualidad dice: «Y el hombre… se apegará a su mujer (esto es un eufemismo para describir la relación sexual) y serán una sola carne (Genesis 2:24)».  De aquí que hombre o mujer son vistos en el judaísmo como la mitad de un ser humano (pelag gufá). Un individuo alcanza su totalidad sólo cuando se casa.  Y es en el acto sexual donde esta plenitud llega a su máxima expresión.
También es muy interesante observar que la primera vez que la Torá describe el acto sexual dice: «Y Adam CONOCIÓ a Eva su mujer» (Gen. 4:1).  Esta palabra, «conocer», asociada con lo sexual, NO  funciona aquí como un eufemismo. Se podría decir que para el judaísmo el órgano sexual más importante es… el cerebro.  «Conocer» a la otra persona, conocerse, compartir el mismo objetivo, es una condición sine qua non para la intimidad sexual. Esto es, debe existir una conciencia común entre hombre y mujer y un compromiso mutuo y formal de ambas partes para crear y mantener una familia, esto es: el matrimonio. 
Tan importante y poderosa es la sexualidad que debe ser regulada, ya que se puede corromper. Este Shabbat leímos en la Perashá de Noaj que la violencia y el abuso sexual generalizado fueron los primeros síntomas de la degradación moral de la generación del diluvio, donde el sexo había dejado de ser un acto que acercará a lo Divino. Ya no tenía que ver con el amor o la sagrado, sino exclusivamente con la búsqueda sin escrúpulos de satisfacer un instinto hormonal, como los animales.   
La sexualidad es un acto sagrado, pero también es vulnerable y corruptible.  Una ilustración trivial para entender mejor este concepto. El vino es un elemento muy importante en la liturgia judía. Lo usamos para realizar el Quiddush (santificar el Shabbat), en la ceremonia de casamientos (santificar nuestro compromiso), en un Berit Milá, en el Seder de Pésaj, etc.  El vino es un elemento asociado con la santidad o santificación, la alegría y la celebración.  Pero cuando nos excedemos, o cuando el alcohol se usa en otros marcos, esa asociación con la santidad (quedushá) desaparece. Y el alcohol puede llegar a ser terrible y destructivo. Como leímos este Shabbat que ocurrió con Noaj: el alcohol en exceso lo llevó a perder sus escrúpulos, su conciencia y su decencia. 
Con la sexualidad ocurre lo mismo (¡multiplicado por 100!).  La sexualidad tiene su marco adecuado: el matrimonio. Dentro del matrimonio, la sexualidad es un acto de santidad, que nos permite imitar al Creador y que nos acerca más que ningún otro acto a la persona que más queremos.
Pero en el caso de adulterio, cuando el sexo ocurre fuera del matrimonio, es destructivo (en el mundo moderno, en la mayoría de los casos de divorcio, la infidelidad juega un papel fundamental y representa por lo general la última línea roja que se ha cruzado).  La infidelidad nos hace perder nuestra conciencia, nuestra decencia y nuestra familia.  Nos aleja, más que ningún otro acto, de HaShem y de las persona que más queremos. 
(Continuará)



SEXTO MANDAMIENTO: «No matarás» y la donación de órganos

Hoy terminaremos de analizar el sexto mandamiento, a través de ejemplos que ilustran el alcance y la relevancia del mismo en nuestros días.
Vamos a explorar hoy  muy brevemente un tema muy complejo: la donación de órganos.
Hay dos tipos de donación de órganos: Cuando los órganos se toman de 1. donantes vivos y cuando se extraen de 2. donantes cadavéricos.
DONANTES VIVOS
Esta categoría incluye, por ejemplo, la donación de riñón; médula ósea y la donación de sangre.
En el pasado, muchos rabinos, entre ellos el rabino Isaac Weiss y el Rabino Eliezer Yehuda Waldenberg z»l, expresaron ciertas reservas acerca del permiso para donar un riñón, por ejemplo, porque pensaban que aunque una persona puede tener una vida normal con un solo riñón , los riesgos para el donante durante y después de la cirugía, eran demasiado altos y podían poner en peligro su vida.
En nuestros días, sin embargo, los donantes son examinados cuidadosamente física y psicológicamente, y los riesgos quirúrgicos y post-quirúrgicos de complicaciones para el donante han disminuido drásticamente, gracias a los avances de la medicina moderna. En una de sus respuesta rabínicas, el Rab Obadia Yosef z «l evalúa las objeciones del rabino Weiss y el rabino Waldenberg, y afirma que, puesto que hoy en día los riesgos involucrados en la donación de riñón son tan bajos, se considera un gran Mitsvá donar un riñón, y este acto se enmarca dentro de la Mitsvá de salvar una vida, (piquaj nefesh). La donación de un riñón para salvar una vida, sugiere el Rab, podría también ser requerida por el mandamiento de la Torá «lo ta’amod al dam re’ekha», «no te quedarás inmóvil mientras tu prójimo se desangra» (es decir, mientras se está muriendo) «.
DONANTES CADAVÉRICOS
La forma más común de donación de órganos y la que se debate entre los rabinos modernos, es la donación de órganos después de la muerte del donante. Esta es la donación de órganos que se alude en las licencias de conducir donde se autoriza o no extraer los órganos para ser trasplantados.
La donación cadavérica se relaciona en un punto crucial con el sexto mandamiento. Esto es: la definición de «muerte». Me explico:  Algunos órganos, como el corazón, por ejemplo, no pueden ser trasplantados después de que éste deja de funcionar. El corazón debe ser extraído del cuerpo del donante, mientras que todavía está latiendo. Hasta la década de los 1970s, esta operación era imposible debido a que la insuficiencia cardiopulmonar irreversible, era el único estándar para la determinación de la muerte. Pero, más adelante, los científicos desarrollaron respiradores o ventiladores médicos que mantienen la respiración, evitando que el corazón deje de latir . En una situación conocida como «la muerte irreversible de la corteza cerebral»  el cerebro podría detener por completo sus actividades vitales, mientras que el paciente todavía sigue respirando con el respirador y su corazón sigue latiendo. La pregunta entonces es: este paciente se considera muerto porque su cerebro ya está muerto, o se sigue considerando vivo  porque su corazón sigue funcionando?
Hay dos opiniones sobre este tema:
1. CORAZÓN. La opinión más estricta sostiene que mientras el corazón está latiendo y la persona está respirando, el paciente se considera vivo, incluso cuando la respiración es causada por un respirador, e incluso cuando la corteza cerebral está muerta. Y por lo tanto, extraer el corazón de este paciente sería considerado asesinato. La fuente bíblica para esta opinión es que cuando el hombre fue creado,  Dios insufló en el cuerpo de Adán un hálito de vida (respiración o nishmat jayim), y esto indica que la vida está determinada por la respiración.
2.CEREBRO. La opinión más permisiva también sostiene que la respiración es la señal inequívoca de vida. Pero explica que con el fin de ser considerada como un signo de vida, la respiración tiene que ser autónoma. El Rabinato de Israel emitió un fallo hace unos años indicando que en su opinión la muerte cerebral se debe considerar muerte, incluso si el paciente está conectado a un respirador artificial, y su corazón aún está latiendo. Explicaron que, si bien nos parece a nosotros que el paciente todavía está respirando, una vez que se determina la muerte de la corteza cerebral, el centro de control de la respiración autónomo se desactiva de forma irreversible, y se ha perdido para siempre el control sobre la respiración. La vida está conectada a la respiración cuando la respiración es autónoma, es decir, cuando todavía existe la capacidad de respirar. Un paciente con muerte cerebral que respira se podría comparar a un cuerpo decapitado  que, de alguna manera, conectado a un respirador artificial, sigue con su corazón activo. Ya que el corazón es un músculo autónomo y puede funcionar «mecánicamente» incluso cuando no es activado por la corteza cerebral . Pero, puesto que ya no existe la posibilidad de  respiración autónoma el paciente se considera muerto y en determinadas condiciones, sus órganos podrían extraerse para el trasplante.
TARJETAS de DONACIÓN DE ÓRGANOS 
En Israel (ver https://www.adi.gov.il/en/ ) y en los EE.UU.
(https://www.hods.org/)   hay dos instituciones importantes ADI y HODS que apoyan la donación halájica de órganos y le ofrecen al donante la opción de elegir entre los dos dictámenes rabínicos anteriormente mencionados. Sus sitios web tienen fuentes de información muy importantes y serias sobre este tema.
ACLARACION: La Halajá de hoy trata de cuestiones muy delicadas de vida y muerte, y se escribe sólo con fines educativos. Para cualquier cuestión práctica, por favor, consulte con el rabino de su comunidad.



SEXTO MANDAMIENTO: Aborto y malformaciones congénitas

Seguimos analizando el sexto mandamiento y su aplicación en situaciones médicas complejas.   Ayer explicamos que el Talmud discute y permite en ciertas condiciones el aborto terapéutico, es decir, cuando la vida de la madre está en peligro.
Ahora bien, salvo por motivos médicos, el aborto está estrictamente prohibido por la ley judía. Sin embargo, la ley judía no considera el aborto como asesinato, es decir, un crimen que merecía la pena de muerte en los tiempos en que los tribunales judíos aplicaban la ejecución. La Torá menciona explícitamente el caso en el que una persona negligentemente provoca que una mujer embarazada aborte a su bebé (Shemot 21:22) y no considera ese caso como homicidio, sino que aplica otro tipo de pena para el agresor ( ונתן בפלילים).  A este respecto, el judaísmo es diferente de otras religiones, por ejemplo, el cristianismo. Para la iglesia católica la vida comienza en la concepción y por lo general equipara el aborto con el asesinato.
Para la ley judía la prohibición de abortar, se enmarca dentro del crimen de daños corporales o mutilación ( חבלה), no asesinato (רצח, hay muy pocos rabinos que disienten en este punto). Ya que el individuo se considera una persona legal solo una vez que nace. Antes de nacer, es considerado como yerej imó, o sea, un miembro del cuerpo de la madre. Esta consideración tiene implicancias, por ejemplo, para la determinación del aborto cuando se detecta una malformación congénita en el feto. Este tipo de casos representan un nuevo reto en la ley judía. Me explico. Obviamente, los rabinos del Talmud o de la Edad Media, Maimónides o Shulján Aruj, no abordaron estos casos, porque sólo en nuestros días tenemos la capacidad de determinar la salud de un bebé en el útero materno. Al igual que en otros casos como trasplante de órganos, no existe una legislación Talmúdica sobre la cual nos podamos basar para determinar la ley.  Y es importante saber que cada vez que no podemos encontrar un antecedente directo en la ley Talmúdica, generalmente nos encontraremos con más de un  opinión rabínica, que basadas en analogías Talmúdicas, y no en precedentes legales, llegarán a conclusiones diferentes, y muchas veces opuestas. El tema que recién mencionamos, el aborto en un caso de malformación genética, no es una excepción a esta regla.  El caso de Tay-Sachs, por ejemplo,  una gravísima enfermedad genética que destruye progresivamente el sistema nervioso y resulta en la muerte del individuo a una edad muy temprana,  ha sido analizado por los legisladores rabínicos modernos (= posqim). Y si bien la mayoría de los rabinos se inclinan a autorizar el aborto en este caso específico, no existe un consenso absoluto al respecto.
Aparte del tipo de malformación se discute por ejemplo, en qué mes del embarazo se detecta el problema, la situación emocional de la familia, la forma en que se haría el aborto, etc.
Desde un punto de vista halájico, en casos como éste, donde no hay precedentes Talmúdicos directos y no existe un consenso entre las autoridades rabínicas, cada situación debe ser analizada en particular, consultando con los rabinos de la comunidad de uno respecto a los criterios a seguir.



SEXTO MANDAMIENTO: Aborto y homicidio

Ayer comenzamos a explorar el sexto mandamiento y explicamos algunos ejemplos de crímenes categorizados como «homicidio» legislados en la ley judía.
Hoy veremos de qué manera se relaciona el aborto con el homicidio.
El caso de aborto discutido en el Talmud se refiere a lo que hoy llamamos «aborto terapéutico», es decir, cuando la vida de la madre que va a dar a luz está en peligro, y los médicos estiman que la única manera de salvar su vida es  sacrificando al bebé que aún no nació. En este caso, las primeras fuentes rabínicas (Mishná Aholot, 7: 6, escrita ca.200 de la era común) establecen de manera consensuada que el feto debe ser sacrificado con el fin de salvar la vida de la madre. Este caso se relaciona con homicidio, pero NO en la forma que, muchos pueden suponer.  La Mishná da a entender que en esta situación el bebé que está por nacer se considera desde un punto de vista legal «rodef», que como explicamos ayer significa «un homicida en potencia» con respecto a su madre,  y por lo tanto se aplica el principio de «defensa propia»: Si «A», en este caso la madre, va ser matado por «B», en este caso el bebé, se debe sacrificar a  «B»  para salvar la vida de «A» ( habba lehorgeja hashkem lehorgo, Sanhedrín 72a). El bebé, irónicamente, es considerado como un rodef «involuntario».
Unas generaciones más tarde, los sabios del Talmud analizaron esta declaración de la Mishná y se preguntaron qué sucede cuando el bebé ya está en el proceso mismo de su nacimiento. Por ejemplo, si ya sacó su cabeza, y se establece ahora por los médicos que de proseguir el parto, la vida de la madre corre peligro ¿se siguen aplicando los mismos criterios de defensa propia, y se sacrifica la vida del bebé para salvar la vida de la madre? Los Sabios entendieron que esta es una situación distinta. ya que el bebé sigue siendo el «rodef» de la madre, pero ahora la madre es también el «rodef» de este bebé. Dicho en términos muy simples, Los Sabios explicaron que antes de nacer el bebé, la vida de la madre tiene prioridad, porque el bebé es todavía un feto, una vida potencial. Pero una vez que el bebé nace, es decir, su cabeza y / o la mayor parte del cuerpo ya está fuera, su vida no debe ser sacrificada, ya que la madre y el bebé están en una situación de igualdad. En este caso, por lo tanto, los médicos deben hacer todo lo posible para salvar la vida de ambos.
Continuará…