¿Vender o no vender el Jamets?

OLA
Dios llama a Moshé desde el Mishkán (Tabernáculo) y le indica las leyes de la ofrenda (qorbán) llamada “Ola”, donde el sacrificio es incinerado totalmente por el fuego y su carne no puede ser consumida. La Torá analiza las leyes de los animales domésticos —vacas, ovejas o cabras que pueden ser sacrificados para esta ofrenda. Dios le indica a Moshé las leyes de las aves que pueden ser sacrificadas para la ofrenda de Ola. La Torá continúa con la descripción de tres tipos de ofrendas voluntarias de productos vegetales: harina sin hornear, panes horneados y la ofrenda de una pasta que debía ser freída. Estas ofrendas también contenían aceite de oliva y un tipo especial de incienso. La Torá describe luego el último tipo de ofrendas voluntarias de comida, la ofrenda de comida frita, y la ofrenda de cebada —el Omer —que se lleva a cabo el segundo día de Pésaj. La Torá también indica que se agregue sal a los sacrificios animales o a las otras ofrendas como un símbolo de nuestro pacto eterno con Él. La Torá también prohíbe incluir levadura o miel en las ofrendas.
SHELAMIM
Luego se describe la “ofrenda de paz”, o “shelamim”, que se podía ofrecer de vacas, ovejas o cabras. La mayor parte de este sacrifico era consumido por los que lo ofrecían y sus familiares o amigos. Pero algunas de las grasas de los animales se consumían en el altar. Los Cohanim, sacerdotes, también recibían una parte de la carne de este sacrificio. La Torá prohíbe consumir la sangre y el sebo de los animales que se sacrificaban e incluso de los que se comían normalmente fuera del Templo.
JATAT
La Torá describe la «ofrenda por el pecado», o jatat, que era ofrecido cuando un individuo era culpable de transgredir un mandamiento inadvertidamente. Se describen también los sacrificios especiales de jatat traído si el Gran Sacerdote había cometido un pecado o si el Sanhedrín (la Corte Suprema de justicia del pueblo judío) había emitido un fallo que resultó erróneo y provocó que la población pecara. También se describe el caso que un líder político (nasí) hubiera pecado. El último tipo de jatat es el que debía ofrecer una persona común cuando hubiese pecado. También se describe la ofrenda variable (qorbán olé veyored), que es una variante de la ofrenda por una trasngesión inadvertida. Este sacrificio se ofrecía con animales, aves, o con harina –dependiendo de las posibilidades económicas del individuo: una persona de medios traía una oveja o una cabra; una persona con menos recursos traía dos aves y un individuo pobre traía una porción de harina.
ASHAM
El último sacrificio discutido en esta sección de la Torá es la «ofrenda por la culpa», o “asham”. Se discuten las tres categoriza de este sacrificio 1) la ofrenda que trae aquel que se ha apropiado indebidamente de algún elemento que pertenece al Templo (me’ilá o sacrilegio) 2) la ofrenda de asham traída por quien hubiese jurado en falso respecto una suma de dinero que debe a otra persona, aclarando que este sacrificio no exime al deudor a saldar su deuda con su acreedor. 3) la ofrenda de asham traída por una persona que cree, pero no está totalmente segura, haber transgredido una prohibición de la Torá.
NO TODAS LAS MATSOT SON IGUALES
Todas las Matsot son iguales en cuanto a su composición (harina, agua y un proceso de elaboración que lleva menos de 18 minutos). Y durante siglos todos los Matsot fueron hechas a mano. Esto cambió en 1838 cuando Isaac Singer inventó la primera máquina para hacer Matsot. A mediados del siglo XIX hubo un gran debate entre los rabinos europeos. Algunos se opusieron a las Matsot hechas con máquina argumentando que era imposible limpiar y eliminar por completo de la máquina los más pequeños remanentes de masa entre una producción y la otra. Esto significaba que para el rabino Shlomo Kluger y otros, las Matsot hechas a máquina no eran Kasher para Pésaj! Por otro lado, otros rabinos, como el Ketab Sofer, argumentaron que las Matsot hechas a máquina tenían un estándar de Kashrut más alto que el Matsot hecho a mano, ya que el uso de máquinas disminuiría la posibilidad de errores humanos, como por ejemplo, dejar una porción de la masa desatendida, lo que podría conducir a una fermentación accidental .
Esta controversia duró algunos años. Pero al final, la mayoría de los rabinos concluyeron que al establecer ciertas pautas para limpiar a fondo las máquinas, el Kashrut de esas Matsot estaba más allá de cualquier discusión.
INTELIGENCIA HUMANA VS ARTIFICIAL
Hay otro punto de debate que continúa hasta nuestros días. Es el tema de la «intencionalidad» o kavana. Para explicar este punto, tendré que elaborarlo un poco más ampliamente.
Cuando se fabrica un artículo religioso, este artículo y sus accesorios deben hacerse con la intención específica de ser usados para esa Mitzvá en particular. Ejemplo: no podemos usar una pieza de cuero, originalmente fabricada para hacer zapatos o cinturones para hacer un Tefillin o sus correas. ¿Por qué? Debido a que la ley judía requiere que el cuero usado para hacer Tefilín tiene que ser procesado desde un principio «explícitamente» con el propósito de ser usado para la mitzvá de Tefilín. Por esta razón, antes de comenzar la producción del cuero que se utilizará para el Tefillin, la persona a cargo dice: «leshem mitzvat tefillin» «Estoy procesando este cuero para ser usado para la Mitzva de Tefillin». La intencionalidad en la producción de un artículo religioso es un requisito halájico. El mismo principio se aplica, por ejemplo, para los hilos del Tzitzit (las «fimias» del Talit). Deben hacerse desde el principio para este propósito específico. Si hay hilos que fueron producidos con un propósito diferente en mente, como por ejemplo para producir cortinas, o incluso si fueron producidos sin un propósito específico, estos hilos no se pueden usar para cumplir con la Mitzva del Tzitzit. Y lo mismo se aplica a las otras Mitzvot.
Volviendo a nuestro tema: las Matsot que consumimos durante las dos primeras noches de Pésaj son «Matsot Mitzva» y deben ser elaboradas con el propósito explícito de cumplir con el Mitzvá de comer Matsá. Y la pregunta que surgió cuando se inventaron las máquinas para producir Matsot fue: ¿podemos asumir que la «intencionalidad humana» requerida para la producción de la Matsá es suficiente cuando el hombre dice «Estoy elaborando estas Matsot para cumplir coin esa Mitsvá» (leshem matsot mitzva) al activar la máquina? ¿O deberíamos suponer que la intencionalidad no se transfiere al elemento no humano involucrado en el proceso? Este debate fascinante aún permanece. Y afecta no sólo el área de la Matzá sino otras áreas de la ley judía, por ejemplo, muchas personas solo usan un Tzitzit con hilos elaborados a mano.
SOLO POR DOS NOCHES
En el caso de las Matsot, debemos aclarar que esta discusión se aplica solo a los Matsot que se usan durante el Seder, cuando decimos la Berajá ‘al ajilat Matsa y necesitamos tener Matsot Mitzva.
Finalmente, algunos rabinos dicen que las Matsot hechas a máquina (¡también hay Matsa Shemurá hecha a máquina!) pueden usarse durante las primeras dos noches, mientras que otros rabinos, incluido el rabino Obadia Yosef z ”l, recomiendan , cuando sea posible, usar Matsot hechas a mano para las dos primeras noches de Pésaj. Mientras que para el resto de Pésaj, se podría usar cualquier Matsa.
Los jasidim (Jabad y muchos otros grupos jasídicos) son muy estrictos en este tema, y utilizan Matsot exclusivamente hechas a mano durante todo Pésaj.
A veces, puede haber un problema económico involucrado en este asunto. Las Matzot hechas a mano son más caras que las Matzot hechas a máquina. Por lo tanto, en el caso de una familia que no puede pagar el costo del Matsot hechas a mano, muchos rabinos aprobarían el uso de Matsot de máquina incluso para las dos noches del Seder, apoyándose en las opiniones menos estrictas.
LA TIERRA DE ISRAEL
Jerusalem no siempre fue la capital vibrante del Estado judío que conocemos hoy. Durante siglos, los pocos Yehudim que lograban llegar a la Tierra de Israel eran apenas una minoría indefensa, sin soberanía, viviendo bajo el dominio de poderes extranjeros. Visitar Jerusalem era un acto de fe, y ver las ruinas de la ciudad, no solo del Templo (Bet HaMiqdash), generaba un dolor tan profundo que nuestros Sabios indicaron que uno debe rasgar sus vestiduras en señal de duelo.
Pienso en Yehudá HaLeví, el gran poeta y filósofo del siglo XII, quien murió trágicamente en las puertas de Jerusalem, recitando su poema Tzion Halo Tishali. O en Maimónides, quien al llegar a Israel en el siglo XII visitó Jebrón, pero no pudo siquiera pisar Jerusalem debido a las sangrientas cruzadas entre cristianos y musulmanes. Durante más de 1800 años, la presencia judía en Jerusalem fue insignificante y constantemente amenazada. No teníamos ejército, gobierno ni autoridad. Éramos perseguidos o, en el mejor de los casos, tolerados, dependiendo de los caprichos del gobierno de turno.
¿RELIGIÓN O NACIÓN?
En su razonamiento acerca de rasgarse las vestiduras en tiempos contemporáneos (algo que los Sefaradim seguimos haciendo), el Rabino Tzvi Yehudá Kook z”l explica su argumento basado en una interpretación del Bet Yosef. Afirma que el duelo completo no depende solo de la existencia o no existencia del Templo, sino de quién gobierna Israel y Jerusalem. Si la ciudad está bajo dominio extranjero, entonces sí, debemos lamentar nuestra pérdida. Pero desde 1967, Jerusalem está en nuestras manos, reconstruyéndose día a día. Jerusalem ya no es solo parte de la Tierra de Israel: es la capital del Estado de Israel.
Esta diferencia entre «Tierra» y «Estado» es fundamental para entender Purim. En la época de Mordejai y Ester, unos 50,000 judíos vivían en Jerusalem y sus alrededores, ¡y el Bet HaMiqdash estaba construido y funcionando! Esto fue gracias a un decreto del emperador persa Ciro en 516 a.e.c., que declaró la libertad de culto para los judíos y permitió la construcción del Templo. Pero los judíos eran súbditos del Imperio Persa. No tenían soberanía ni ejército propio, y después de la muerte de Ciro ni siquiera pudieron obtener el permiso imperial para construir las murallas de protección del Templo (algo que logró Nejemiá con el hijo de Ajashverosh, Artajshasta). Al no tener soberanía, cualquier decreto imperial podía sellar el destino del pueblo judío, como hubiera sucedido con el decreto de Hamán, que también habría alcanzado a los judíos de la “Tierra” de Israel.
NO NOS DAMOS CUENTA DE LO BIEN QUE ESTAMOS
Hoy, gracias a Dios, Tierra y Estado coinciden. Ya no dependemos del favor de los reyes o gobernantes ajenos. Nos protegemos heroicamente con la ayuda de Boré Olam y con nuestro propio ejército. Construimos y reconstruimos nuestras ciudades, y garantizamos que ningún Hamán moderno pueda decidir nuestro destino. Dios obró milagros en Purim a través de Mordejai y Ester. Hoy, Su Providencia se manifiesta a través de los soldados que protegen la existencia de Medinat Israel.
Para comprender mejor la importancia contemporánea de este concepto, basta con explorar brevemente la visión musulmana sobre el Estado vs. la Tierra de Israel. Los árabes más moderados —los no yihadistas— insisten en que los judíos podrían vivir en la Tierra de Israel, ¡pero no podrían tener un Estado! Para ellos, los judíos podríamos residir en la Tierra Santa como minoría protegida, pagando un impuesto especial (la jizya), pero sin soberanía ni ejército propio. Es decir, dependiendo de la buena voluntad de quienes gobiernen. Básicamente, estarían dispuestos a concedernos el derecho a existir e incluso a practicar nuestra religión y quizás tener nuestro Bet HaMiqdash —en un lugar a convenir—, pero no el derecho a la autodeterminación. Es decir, se repetiría el mismo escenario que vivimos durante el Imperio Persa y durante siglos en los países musulmanes: estaríamos a merced de los gobernantes de turno.
LA TRAMPA DEL DESAGRADECIMIENTO
Por eso, cada vez que un judío habla de la «Tierra de Israel» y omite mencionar el «Estado de Israel», sin querer está reforzando este discurso árabe. Quizás muchos no están contentos con el Estado judío porque todavía no es lo suficientemente religioso, etc. Pero al negar la idea del Estado judío y repetir ese discurso galútico, uno estaría actuando involuntariamente de forma desagradecida hacia Boré Olam, que nos ha concedido este enorme privilegio.
En los tiempos mesiánicos, según Maimónides, el primer paso será la restauración de la soberanía judía sobre la Tierra de Israel, bajo el liderazgo del Melej HaMashiaj, un Rey (Melej) soberano que los propios Yehudim “ungimos (Mashiaj)” y que no ha sido asignado por los Goyim. Cada vez que afirmamos que tenemos un Estado de Israel, también declaramos que nuestras aspiraciones mesiánicas están cada vez más cerca.
La lección de Purim es clara: sin un Estado propio, sin una defensa propia, los judíos siempre estaremos en peligro. No importa cuán libres seamos para practicar nuestra religión, ni siquiera importa si estamos en Israel o en la diáspora: si no tenemos un Estado, siempre podrá llegar un Hamán que nos encuentre indefensos.
Hoy, todos los Yehudim del mundo son, virtualmente, ciudadanos de Israel. El milagro de Medinat Israel ocurre frente a nuestros ojos. Solo hace falta abrirlos para verlo.
El Rabino Yom Tob Tsahalon escribió un magnífico comentario sobre Meguilat Ester llamado Leqaj Tob, en el que ofrece una explicación muy clara sobre la dinámica de los eventos ocurridos en Purim. La siguiente explicación está basada en sus palabras.
Hamán, el primer ministro del rey Ajashverosh, redactó un decreto con la firma del rey, que ordenaba la aniquilación de todos los judíos del imperio persa en el día 13 de Adar de ese año. Este decreto fue enviado a todas las ciudades del reino. Según la mayoría de los comentaristas, el rey no estaba al tanto del contenido exacto del decreto que Hamán había enviado.
Cuando Mordejai se entera de este edicto, alerta a Ester. La reina, después de una serie de eventos providenciales, logra exponer a Hamán ante el rey. Como resultado, Ajashverosh ordena la ejecución de Hamán y nombra a Mordejai en su lugar. Sin embargo, existía un problema técnico: las leyes del imperio establecían que los decretos reales no podían ser cancelados.
Entonces, ¿cómo se podía evitar la matanza de los judíos?
El plan de Hamán era astuto. Para no gastar recursos ni utilizar al ejército real en la ejecución del decreto, Hamán había diseñado un edicto que incentivaba a los ciudadanos del imperio a atacar a los judíos, mientras los judíos, por ley no podrían defenderse. Y como recompensa, los civiles podrían quedarse con las propiedades de sus víctimas.
Frente a esto, Ester y Mordejai propusieron una solución: emitir un segundo decreto que otorgara a los judíos el derecho a pelear y defenderse.
לכך רמז שהגזרה הראשונה במקומה קיימת, אמנם נתן המלך ליהודים … שיוכלו להלחם ולעמוד על נפשם, ומי שינצח ינצח
Por eso el texto de la Meguilá indicó que el primer decreto seguía vigente. Sin embargo, el rey concedió a los judíos… que pudieran luchar y defender sus vidas, y quien venciera, vencería.
Este segundo edicto cambió completamente el panorama. Ahora, el 13 de Adar no sería un día de masacre sin oposición, sino de un enfrentamiento entre los judíos y sus enemigos. La Meguilá no nos dice cuántos judíos murieron en esa batalla, pero sí nos informa que, en defensa propia, los judíos mataron a 75,000 de sus atacantes.
La clave de la victoria: unidad
El Rabino Tsahalon continúa explicando que el privilegio que el rey otorgó a los judíos no fue solamente el derecho a defenderse, sino también el permiso para unirse y ayudarse mutuamente.
Esto era crucial porque, a diferencia de otros pueblos del imperio, que solían vivir concentrados en una misma ciudad o región, los judíos estaban dispersos en distintas ciudades y provincias. Normalmente, cada comunidad judía vivía de manera independiente, pero en Purim, ocurrió algo extraordinario: los judíos se unieron. En el 13 de Adar del año 474 a.C., los judíos de Persia comprendieron que si querían sobrevivir, no podían luchar cada uno por separado. En lugar de resistir individualmente en cada ciudad, tomaron la iniciativa de movilizarse y ayudarse mutuamente.
En las palabras del Rab Tsahalon: המתנה שנתן להם (המלך) היא שיקבלו כל היהודים שבכל העיירות יחד בעיר אחת לסייע חבריהם ולהנקה מאנשי אותה העיר , וז״ש אשר נתן המלך ליהודים אשר בכל עיר ועיר להיקהל
El privilegio que el rey les concedió fue que los judíos de todas las ciudades pudieran reunirse en una sola ciudad para ayudar a sus compañeros y pelear contra los enemigos de esa ciudad. Y esto es lo que significa cuando dice: «que el rey concedió a los judíos de cada ciudad reunirse».
La estrategia de defensa
Imaginemos una comunidad judía en una ciudad de Turquía con 1,000 judíos, y a pocos kilómetros, otra comunidad en la frontera con Siria con solo 10 judíos. Bajo circunstancias normales, estos grupos no interactuaban demasiado. Pero en este momento crítico, los judíos comprendieron que su supervivencia dependía de la unidad. La comunidad más grande envió un contingente de 100 judíos armados para defender a sus hermanos en la ciudad más vulnerable. Este mismo patrón se repitió en todo el imperio. Los judíos se organizaron estratégicamente, formando redes de defensa y apoyo mutuo.
Gracias a esta colaboración sin precedentes, los judíos lograron resistir y vencer a sus agresores. No fue la fuerza individual la que salvó al pueblo judío, sino su capacidad de actuar como un qahal, una congregación unida.
Purim: un recordatorio de nuestra unión
La Meguilá enfatiza constantemente la palabra «וַיִּקָּהֲלוּ« (ve’niqhalu), que significa que los judíos se congregaron, se reunieron y actuaron juntos. Este concepto de unidad no quedó en el pasado, sino que se convirtió en el eje de la celebración de Purim.
Por eso, las mitsvot de Purim reflejan esa misma idea de unión y solidaridad:
Purim no solo celebra la salvación del pueblo judío de un genocidio, sino que nos recuerda que la verdadera fortaleza de nuestro pueblo siempre ha estado en su unidad. Cuando nos ayudamos y actuamos juntos, no hay enemigo que pueda vencernos.
VOLVER A CASA
Hoy, gracias a Dios, tierra y estado coinciden. Nos podemos defender muy bien de nuestros incansables enemigos, como Lo hace el ejército de Israel con Hamás o Hezbollah . Así como Dios “actuó” milagrosamente en Purim a través de Mordejai y Ester, hoy esta Providencial protección se manifiesta a través de las acciones del ejército de Defensa de Israel y nuestros heroicos soldados. Hoy, porque no vivimos meramente en la tierra, sino en el “Estado” de Israel (y es sumamente importante destacar: ¡ESTADO! ) , tenemos soberanía y podemos construir y reconstruir todo lo que queremos. Y lo que todavía no construimos, por consideraciones políticas, es solamente cuestión de tiempo para que lo veamos B»H reconstruido.
Finalmente, hoy no necesitamos de un rey gentil que tolere o invite a los judíos a vivir en nuestra propia tierra. Está en nuestras manos. En el pasado reciente, hace únicamente 80 años, ser judío significaba estar condenado a constantes persecuciones sin tener dónde escapar. Y si por casualidad alguien llegaba a la tierra, se sentía allí de prestado, como “persona non-grata”.
Hoy, todos los judíos del mundo podemos ser ciudadanos del Estado de Israel. El milagro de Medinat Israel está ocurriendo frente a nuestros ojos. Para verlo, solamente tenemos que abrirlos….
VERSICULO 1 – 4
Mordejai se enteró del nuevo decreto que condenaba al pueblo judío a la exterminación. Al recibir la terrible noticia, rasgó sus vestiduras y se vistió de arpillera (tela de costal) y ceniza, señales de duelo tanto en el pueblo judío como entre los gentiles, tal como lo vimos en la ciudad de Ninevé (Libro de Yoná).
Mordejai sabe que la única persona que puede tener acceso al rey es, justamente, su sobrina e hija adoptiva, la reina Ester. También sabe que esta relación familiar es un secreto que nadie puede saber. Por eso, Mordejai no puede comunicarse directamente con Ester. Entonces, sale a la ciudad clamando con gran amargura por la tragedia inminente y llega frente al palacio con la intención de llamar la atención de Ester y de toda la corte para que no pasara desapercibido el decreto de Hamán. Parte del plan de Hamán era que en Shushán no se supiera que las víctimas serían los judíos, para que el rey —y ningún miembro de la corte que pudiera influir en el rey —se llegara a enterar . Mordejai no ingresa con su ropa de duelo al palacio, ya que estaba prohibido entrar así a la corte del rey.
A todo esto, en cada ciudad donde se recibía la noticia de que los judíos iban a ser exterminados —desde las colonias judías en la India hasta la comunidad judía de Yerushalayim — hubo una gran conmoción entre los judíos, con ayunos, llantos, lamentaciones y rezos. Muchos vestían arpillera y ceniza en señal de duelo aflicción.
Las damas de compañía de Ester y sus sirvientes le informaron a la reina que Mordejai estaba semidesnudo frente al palacio. El pasaje anterior nos revela que los judíos se habían vestido de luto y nos aclara así que Mordejai estaba «vestido de judío”.
Ester, que no tenia idea del decreto de Hamán, se estremeció profundamente y, pensando que Mordejai había sido atacado o robado (Leqaj Tob), le envió ropas con sus damas para que se vistiera, pero él no las aceptó. Ester comprendió entonces que su estado de duelo no era por una causa personal.
Versículos 5 – 11
Entonces, Ester llamó a su consejero de mayor confianza, Hataj, quien sabía sobre el origen judío de la reina y su parentesco con Mordejai. Lo pidió que averiguara qué había sucedido y por qué Mordejai vestía de esa manera.
Hataj se encontró con Mordejai en la plaza de la ciudad, frente a la puerta del palacio. Mordejai le contó todo lo que había sucedido entre él y Hamán: que él se había negado a postrarse ante Hamán y que, en represalia, Hamán había ofrecido dinero al rey a cambio de la destitución del pueblo judío (le-abedam). Además, Mordejai le entregó a Hataj una copia del texto completo del decreto (patsheguen) para que se lo mostrara a Ester. Allí se veía claramente el plan genocida de Hamán: el rey había sido engañado; el decreto no ordenaba solo la destitución de los judíos, es decir, la confiscación de todos sus bienes y pertenencias, sino su exterminio total (lehashmidam).
Finalmente, Mordejai le indicó a Hataj que Ester debía presentarse ante el rey para interceder y suplicarle por su pueblo.
Hataj le transmite a la reina el mensaje de Mordejai y Ester le pide a Hataj que le explique a Mordejai que lo que espera de ella es imposible:
“Todos los súbditos del rey saben que cualquier persona del reino, sea hombre o mujer, que se acerque al perímetro de seguridad del rey sin ser llamado será ejecutado” de inmediato. Esto se hacía por razones de seguridad: nadie podía acercarse demasiado al rey, y los guardias, que portaban largas hachas, tenían órdenes directas de ejecutar a cualquiera que cruzara el área de seguridad (Jatser haPenimit) sin autorización.
Esta medida no era excepcional. Ya vamos a Bigtan y Teresh que habían hecho un complot para matar al rey. También recordemos que Ajashverosh fue asesinado por uno de sus propios hombres de la guardia real, Artabano, en el año 465 a.e.c. Los emperadores eran extremadamente cuidadosos, al punto de la obsesión. El rey no tenía que dar la orden de ejecutar a quien traspasara la zona de seguridad, esto ocurrirá automáticamente, a menos que el rey impidiera la ejecución extendiendo su cetro de oro y tocando al individuo que había ingresado sin ser llamado.
Ester le explica convincentemente a Mordejai que, por más que ella quisiera, no existe la oportunidad de encontrase con el rey. Si esto ocurriera, se entiende que el rey no dudaría en ejecutar a Ester. De hecho, ya había ejecutado a la reina Vashti por haber violado la ley. No hay razón para que este patrón no se repita. Ester también le confiesa a Mordejai que el rey tampoco la había llamado a la intimidad de sus aposentos en los últimos 30 días. No había, entonces, nada que ella pudiera hacer.
Versículos 12 – 17
Las palabras de Ester fueron transmitidas a Mordejai. Pero Mordejai sabe que si la reina no hace nada, el plan de Hamán se llevará a cabo. Y, en cierta manera, le dice a Ester que deberá arriesgar su vida.
Las palabras inmortales de Mordejai son de las más emblemáticas de la Meguilá, ya que sugieren que cada uno de nosotros tiene una misión en la vida que no podemos desperdiciar.
“Ester, no pienses solo en salvar tu propia vida gracias a que estás en el palacio. Si no haces nada en esta oportunidad, la salvación y la supervivencia de los judíos llegarán por otra via— ya que Dios nos protegerá– pero tú habrás perdido la oportunidad de salvar a Am Israel y de que tu acción sea recordada por siempre en tu honor y en el de tu familia. ¿Quién sabe si no has llegado a ser la reina precisamente para que actúes en esta ocasión?»
Al escuchar esto, la reina persa Ester se transformó en Hadasá, la mujer judía. Y se convenció de que debía arriesgar su vida para intentar salvar a su pueblo.
Entonces, le mandó decir a Mordejai que convoque a todos los judíos de la ciudad de Shushán y que ayunen —en señal de arrepentimiento (ver Yoel 4:3) y recen por ella. Que no coman ni beban durante tres días y tres noches. También Ester y sus damas de compañía ayunarán —y rezarán— del mismo modo.
Al cabo de esos tres días, Ester se presentará ante el rey, violando la ley al ingresar al perímetro de seguridad, dispuesta a morir en el intento por salvar a su pueblo.
Mordejai hizo correr la voz (vaya’abor) entre todos los judíos de Shushán e hizo todo lo que Ester le había indicado.
VERSÍCULO 1-7
Después de un tiempo, el rey Ajashverosh nombró a un nuevo primer ministro: Hamán, hijo de Hamedata, agaguita. Agag era del pueblo de Amaleq, famoso por haber atacado a los judíos sin motivo cuando salieron de Egipto. Hamán fue investido con los poderes más altos del reino.
Por lo que vemos en el resto de la Meguilat Ester y lo que sabemos de la historia contada por Heródoto, una vez que Ajashverosh regresó derrotado de su frustrada expedición militar a Grecia, ya no quería involucrarse en la política. Ahora solo quería disfrutar de los placeres del reinado y dedicarse a la construcción de obras faraónicas, como las que hizo en Persépolis. Para ello, necesitaba a alguien que se ocupara de la parte política y administrativa de su imperio. Hamán era ese hombre: tenía carácter y mano dura, lo que le servía al rey para afianzar su reinado y, especialmente, para evitar cualquier complot en su contra.
A fin de investir a Hamán con la máxima autoridad, el rey ordenó que todos lo reverenciaran de una manera especial. Todos los ciudadanos del imperio, los ministros y los miembros de la corte real no solo tenían que postrarse ante Hamán —en hebreo hishtajavayá—, lo cual era un acto de respeto muy aceptado en aquellos tiempos, sino que también debían arrodillarse ante él.
«Arrodillarse y luego postrarse» (כריעה והשתחוויה) no era una mera señal de respeto, sino de culto y devoción religiosa, un gesto que en la Biblia Hebrea está reservado solo para Dios. Los Sabios agregan que Hamán portaba un ídolo consigo, del cual recibía su divinidad, como hacían los sacerdotes paganos. Una vez que sabemos todo esto, comprendemos que arrodillarse y postrarse ante Hamán era un acto de idolatría. Por este motivo, Mordejai, que era un miembro de la corte del rey (sha’ar hamelej), rehusó reverenciar a Hamán.
Hay una opinión rabínica no muy conocida que afirma que el rey Ajashverosh, consciente de este problema, eximió personalmente a Mordejai de arrodillarse ante Hamán en consideración a sus principios religiosos. Otras opiniones, en cambio, critican a Mordejai por no haber sido más cuidadoso y sugieren que podría haber renunciado a la corte del rey para no enfrentarse con el dilema de arrodillarse ante Hamán.
En mi opinión, Mordejai estaba siguiendo el ejemplo de Jananía, Mishael y Azariá, quienes 120 años antes, en los tiempos de Daniel, hicieron algo similar durante la inauguración de un ídolo en Babilonia (Daniel, capítulo 3). Cuando todos se arrodillaron, ellos estuvieron dispuestos a dar sus vidas para dar el ejemplo públicamente a los demás judíos de que no debían arrodillarse ante un ídolo.
De cualquier manera, Mordejai asumió que, en el peor de los casos, Hamán lo mandaría ejecutar a él, pero nunca imaginó que se vengaría buscando el genocidio de todo el pueblo judío.
Mordejai tampoco se presentó directamente ante Hamán de forma provocativa para demostrarle que no se arrodillaba ante él, ya que de otra manera Hamán lo habría visto con sus propios ojos. En realidad, lo hizo discretamente. Y tal como ocurrió con los amigos de Daniel, fueron sus enemigos quienes lo delataron ante Hamán.
Al enterarse de esta afrenta, Hamán se enfureció muchísimo. Y, en lugar de denunciarlo ante el rey Ajashverosh, decidió tomar el asunto en sus propias manos.
Lo primero que pensó fue que no era suficiente matar a Mordejai o a su familia. Para que su sed de venganza quedara satisfecha, debía tomar medidas extremas. Hamán decidió entonces eliminar «a todos los judíos del imperio persa», que en esos tiempos eran «todos los judíos del mundo», incluyendo la colonia de 50,000 judíos que vivían en Jerusalem, en ese entonces una provincia más del imperio persa. Era la solución final, concebida nada menos que por un descendiente de Amaleq.
Lo primero que hizo Hamán fue elegir una fecha propicia para llevar a cabo esta masacre. Los persas consultaban constantemente a sus oráculos astrológicos para determinar cuáles eran los días más auspiciosos para sus planes y cuáles no. Según algunos historiadores, el oráculo astrológico consistía en una tabla con los nombres de los meses y otra con los números de los días. Hamán arrojó una piedrita o una gema especial —que en idioma persa se llamaba pur («piedrita de la suerte»)— en un tablero con los nombres de los meses, y esta cayó en el mes de Adar. Luego arrojó otra piedrita y cayó en el número 13. Así, fueron dos piedritas (purim, plural de pur) las que determinaron el día 13 del mes de Adar. Corría el año 12 del reinado del rey Ajashverosh. Ahora Hamán tenía que convencer a Ajashverosh de que firmara el decreto para la «solución final».
VERSÍCULOS 8 – 9
Por lo que se deduce del texto de la Meguilá, lo que dice —y especialmente lo que omite— el texto, la estrategia de Hamán para convencer al rey Ajashverosh constaba de cuatro puntos.
En primer lugar, minimizar el evento y definitivamente no discutirlo abiertamente en una reunión formal. Por eso, Hamán no solicitó al rey una audiencia para presentar su plan, como hizo Ester cuando quería hablar con el rey. Yo imagino que Hamán habrá aprovechado algún momento casual e informal, por ejemplo, luego de una larga y cansadora reunión, cuando el rey ya estaba de pie, cansado o apurado para ir a su próximo evento, y allí, en los pasillos del palacio, Hamán quería conseguir un descuidado «sí» del rey.
En segundo lugar, Hamán nunca mencionó que quería eliminar a los judíos. Hamán le propuso al rey la destitución de un pueblo: que está esparcido por todo el imperio —es decir, que no tenía el poder para sublevarse o separarse del imperio—, que no sigue las leyes del rey sino sus propias leyes, y que no aporta ningún beneficio al rey. De acuerdo con el Malbim y muchos otros comentarios, el rey Ajashverosh nunca supo que el decreto de Hamán se refería a los judíos.
El tercer punto es que Hamán no especificó que quería “matar” a los miembros de ese pueblo, algo que habría llamado la atención del rey. Hamán usa una palabra ambigua: leabedam, “destituirlos”. Destitución puede significar eliminar, pero también puede significar esclavizarlos, destruirlos económicamente confiscando sus bienes o exiliarlos (en el Shema Israel esta misma palabra va-abadtem meherá significa exiliarse).
El cuarto punto tiene que ver con el dinero. No solo que Hamán no le solicita al rey dinero para este proyecto, sino que le ofrece al rey una suma importantísima: 10,000 lingotes de plata que serán confiscados en esa operación y llegarán a las arcas reales.
VERSÍCULOS 10-15
Para la sorpresa —y la alegría de Hamán— el rey Ajashverosh no pidió leer el texto y no hizo preguntas. Con una total despreocupación e irresponsabilidad —negligencia agravada—, el rey se quitó el anillo con el que firmaba sus decretos, se lo entregó a Hamán y le dijo: «Haz lo que quieras con ese pueblo y quédate con el dinero».
El plan de Hamán había funcionado mejor de lo que esperaba.
Ahora Hamán, con el anillo real en sus manos, hace llamar a los escribas del rey y les dicta lo que tienen que escribir. Aquí el rabino Moshé Almosnino nos abre los ojos a un punto muy importante. Hamán redactó el edicto con dos textos diferentes. En el primero, Ketab Hadat, solo decía que todos los ciudadanos del imperio se deben preparar para algo importante que ocurrirá el día 13 de Adar (Save the date להיות עתידים ליום הזה) sin más detalles.
El segundo escrito, Patsheguen haKetab, es la letra pequeña que explica exactamente lo que Hamán quería hacer: «En el día 13 de Adar, los judíos del imperio persa serán destruidos y asesinados, y sus bienes serán confiscados. Los jóvenes, ancianos, niños y mujeres del pueblo judío serán asesinados en el día 13 del mes de Adar».
El edicto fue firmado el 13 de Nisán y fue enviado a las 127 provincias del imperio a través de los jinetes del correo real, con carácter de urgencia. También fue traducido a todos los idiomas que se hablaban en el imperio.
En Shushán, para evitar que el rey se enterase del decreto de Hamán, solo se envió el primer texto, el Ketab Hadat (Save the date), que no mencionaba ningún genocidio.
Y así, este capítulo concluye contándonos que Hamán y el rey Ajashverosh se sentaron tranquilamente a disfrutar de un banquete, mientras que los ciudadanos de Shushán, judíos y no judíos, quedaron confundidos y perplejos al escuchar la misteriosa proclamación que invitaba a reservar la fecha del 13 de Adar.