Las cenizas sobre la cabeza del novio judío

Una de las costumbres que nuestros Jajamim instituyeron para recordar la destrucción del Bet haMiqdash —especialmente en momentos de gran alegría— es la colocación de cenizas sobre la cabeza del jatán (novio) antes de entrar a la jupá, el palio nupcial.

Fuente talmúdica

El Talmud, en Baba Batra 60b, relata:

אמר רבא: בשעה שחרב בית המקדש גזרו חכמים שלא ישא אדם אשה, ולא יוליד בנים…
אמרו לו: נניח ישראל בלא פריה ורביה?! אלא כך אמרו: סד אדם ביתו בסיד, ומשייר דבר מועט…
עושה אדם כל צרכי סעודה ומשייר דבר מועט…
עושה אדם תכשיטי אשה ומשייר דבר מועט…
עושה אדם חתונה לבנו ומשייר דבר מועט.
מאי היא? אמר רב פפא: אפר מקלה בראש חתן.

Traducción:
Rabá dijo: Cuando fue destruido el Bet haMiqdash, los Jajamim establecieron restricciones para limitar la alegría… Una de ellas: “Un hombre puede celebrar una boda para su hijo, pero debe dejar algo incompleto”.
¿Qué es lo que se omite? Rav Pappa respondió: se colocan cenizas del fuego sobre la cabeza del jatán.


Codificación halájica

Esta tradición está registrada en el Shulján Aruj, Oraj Jayim 560:2:

נוהגים לשום אפר מקלה בראש החתן במקום הנחת תפילין…

Traducción:
Es costumbre colocar cenizas sobre la cabeza del jatán, en el lugar donde se colocan los tefilín (es decir, en la parte superior de la frente).


Detalles de la práctica

Las cenizas utilizadas tradicionalmente son éfer miklé, es decir, cenizas comunes de un horno, leña o chimenea, que en tiempos antiguos se obtenían fácilmente en cualquier hogar.
También puede utilizarse cualquier ceniza de madera común —incluso la de fósforos usados.

En nuestros días, muchas personas acostumbran a usar cenizas o polvo traído de la ciudad de Yerushalayim. No es obligatorio hacerlo, pero tiene un valor simbólico muy profundo.

Las cenizas se colocan específicamente en el lugar de los tefilín shel rosh —la parte más sagrada de la cabeza— para recordarnos que, incluso en el punto más alto de alegría, el judío no olvida la destrucción del Templo.
Este gesto se realiza con una pequeña cantidad de ceniza, de forma discreta y sin afectar la apariencia del novio.

En algunas comunidades se acostumbra recitar en ese momento el versículo de Tehilim 137:6:

אִם אֶשְׁכָּחֵךְ יְרוּשָׁלָ‍ִם, תִּשְׁכַּח יְמִינִי.
תִּדְבַּק לְשׁוֹנִי לְחִכִּי, אִם לֹא אֶזְכְּרֵכִי;
אִם לֹא אַעֲלֶה אֶת יְרוּשָׁלַ‍ִם, עַל רֹאשׁ שִׂמְחָתִי.

Traducción literal al español:
Si te olvido, oh Jerusalem, que mi mano derecha olvide su destreza.
Que mi lengua se pegue a mi paladar, si no me acuerdo de ti;
si no elevo a Jerusalem por encima de mi mayor alegría.

También nos recuerda otro versículo que menciona el profeta Yeshayahu 61:3:

לָשׂוּם לַאֲבֵלֵי צִיּוֹן, לָתֵת לָהֶם פְּאֵר תַּחַת אֵפֶר

Traducción:
Para consolar a los dolientes de Tzión, y que puedan tener [en sus cabezas] un adorno (el tefilín) en lugar de ceniza.


La práctica en la actualidad

Muchas comunidades sefaradíes y ashkenazíes siguen conservando esta antigua costumbre.

En algunos casos, las cenizas son colocadas por el rabino o quien oficia la ceremonia, justo antes de que el jatán camine hacia la jupá.
En otras comunidades, el mismo novio o sus amigos se colocan las cenizas previamente, en un momento privado y más informal, antes del inicio de la ceremonia.

Cabe señalar que esta costumbre está mencionada explícitamente en la Guemará, y desde una perspectiva talmúdica, tiene una base más clara y antigua que la famosa costumbre de romper una copa bajo la jupá, la cual aparece en Berajot 30b como una expresión general de tristeza dentro de la alegría.




Recordando a Jerusalem en comidas y celebraciones

Los Sabios que vivieron durante la generación en la que se destruyó el Bet haMiqdash instituyeron ciertos decretos rabínicos (taqanot) relacionados con el duelo, que nos hacen recordar —incluso en momentos de celebración— que nuestro Bet haMiqdash aún está en ruinas. Por ejemplo, la costumbre de colocar cenizas en la cabeza del novio el día de su boda, o la costumbre de dejar una pared de la casa con un segmento sin revestir.

Presentamos ahora otro ejemplo de estas tradiciones, una costumbre menos conocida y que posiblemente, en muchas comunidades, haya caído en desuso.

Maimónides y el Shulján Aruj escriben lo siguiente (H. Ta’aniyot 5:13):

וכן התקינו שהעורך שולחן לעשות סעודה לאורחים מחסר ממנו מעט ומניח מקום פנוי בלא קערה מן הקערות הראויות לתת לשם

«Y asimismo, [nuestros Sabios] decretaron que al preparar la mesa, cuando se sirve una comida para invitados, se deje algo de comida sin servir y se deje también un espacio libre en la mesa, sin una de las bandejas que normalmente se servirían allí.»

Vamos a explicar algunos detalles de esta halajá para entenderla mejor:

  1. Esta costumbre de no servir uno de los platos se limita a comidas de celebración en las que hay invitados, y no se refiere a las comidas diarias.

  2. También se excluyen las comidas de Shabbat o de las festividades judías, ya que en Shabbat y en Yom Tob no puede haber ninguna manifestación de duelo.

  3. Existe una discusión entre los rabinos si están incluidas también las comidas por celebraciones religiosas personales (se’udat mitsvá), como por ejemplo, un Berit Milá, un Bar Mitsvá, etc. Según el Rab Eliezer Melamed y otros, estas comidas están incluidas, y por lo tanto estos gestos recordatorios se deben aplicar. De acuerdo al Rab Mordejai Eliyahu z”l y otros rabinos, en estas comidas, donde se celebra una mitsvá, no debemos presentar ningún signo de duelo. Según esta segunda opinión, esta costumbre se aplicaría casi exclusivamente en una celebración “social”, donde uno invita a sus amigos un día no festivo del calendario judío a comer a casa, etc.

  4. Si bien se indicó la obligación de recordar el Bet haMiqdash, nuestros Sabios evidentemente no quisieron que hagamos una manifestación demasiado visible de duelo en una comida celebratoria, sino algo más bien discreto e indirecto. Por eso indicaron que este acto simbólico se presente a través de no servir una de las comidas que debería servirse en la mesa para esa ocasión.

Ahora bien, es muy posible que la razón por la cual esta tradición haya caído en desuso es que, en nuestros días, es muy difícil que los invitados puedan llegar a notar que hay «una comida ausente», un plato que debería haberse servido y no se sirvió. En tiempos pasados, el menú era absolutamente rígido y todos servían siempre las mismas comidas. Además, se servían todos los platos a la vez, ¡como en un buffet! En esas condiciones, la ausencia de uno de los platos principales, o el espacio vacío en la mesa donde debería haberse servido uno de los platos, no pasaba desapercibido para los comensales, y servía entonces al noble propósito de representar un delicado gesto de luto, de algo que está incompleto: el pueblo judío sin el Bet haMiqdash.

En nuestros días, sin embargo, ya no hay un solo menú estándar, sino una gran variedad de menús de comida, y muchas formas diferentes de preparar y servir la mesa. De manera que resulta imposible que nuestros invitados identifiquen por sí mismos la ausencia de un plato en particular, o que reconozcan que hay un lugar vacío en una parte de la mesa y lo asocien con el duelo por el Bet haMiqdash.

Ahora bien, siendo que este decreto fue mencionado explícitamente por los Sabios, muchos rabinos contemporáneos consideran que sigue siendo apropiado que lo practiquemos, aun en el caso de que este gesto recordatorio solo sea reconocible por los anfitriones. ¿Cómo se hace esto? Dice el rab Melamed que, por ejemplo, cuando los anfitriones programan preparar varios tipos de comidas para agasajar a sus invitados, deberían decidir no preparar o no servir una de las comidas principales en recuerdo al Bet haMiqdash.

También se puede dejar un lugar vacío en la mesa, sin comida, como lo indican Maimónides y el Shulján Aruj, aunque este gesto sea reconocido únicamente por los anfitriones.
Y si bien es muy posible que nuestros huéspedes no identifiquen este gesto, nuestros hijos seguramente lo harán.
Y los estaremos educando a añorar, tener en su corazón y rezar por nuestro Bet haMiqdash.

En algunos hogares he visto que, en ocasiones de comidas festivas durante la semana, se coloca un plato o una bandeja de ceramica decorativa que dice en hebreo: «Zéjer laMiqdash».




El delicado balance entre el duelo y la celebración

A raíz de la destrucción del Segundo Templo (año 68 de la Era Común), que dejó más de un millón de judíos muertos —un tercio de la población judía— cientos de miles de refugiados y un largo y tortuoso exilio, el estado de ánimo del pueblo judío sufrió un profundo cambio.  Parecía que después de la destrucción, los sobrevivientes  de Israel ya no serían capaces de seguir viviendo una vida normal, celebrar fiestas o poder disfrutar de cualquier tipo de alegría o  placer. Los Yehudim se sentían profundamente deprimidos por lo que habían presenciado, y de manera similar a lo que ocurrió con muchos sobrevivientes del Holocausto, se sentían «culpables» de haber sobrevivido. Muchos pensaron en practicar un estado de duelo permanente, por lo menos hasta que el nuevo Bet-haMiqdash fuera reconstruido…

El Talmud (Baba Batra 60b) describe el estado de ánimo de los sobrevivientes y la sabiduría de un gran líder de su tiempo, Ribbí Yehoshua ben Jananiá:

Los Sabios nos cuentan la siguiente historia:

«Cuando el Templo fue destruido, muchos judíos comenzaron a vivir como ascetas, privándose de comer carne o beber vino. Ribbí Yehoshua les dijo: ‘Hijos míos, ¿Por qué no comen carne ni beben vino? Ellos respondieron: ‘¿Cómo vamos a comer carne, que solía ser traída como ofrenda en el altar (mizbeaj), ahora que el altar está en ruinas? ¿Cómo vamos a beber vino, que solía ser vertido como libación sobre el altar, ahora que el altar está en ruinas?’ Ribbí Yehoshua les dijo: ‘Si es así, no comamos más pan, porque la ofrenda del pan (lejem hapanim) también se ha interrumpido .’ Ellos dijeron: ‘[Tienes razón, no vamos a comer más pan, y desde ahora] consumiremos solamente frutas!.  ‘ Pero ‘¡Tampoco podemos comer frutas! [les dijo Ribbí Yehoshua] porque en ausencia del Bet haMiqdash ya no se ofrecen más los primeros frutos (Bikurim).’.  ‘Entonces, comeremos otros frutos de la tierra [verduras, legumbres, etc.] dijeron.’.  ‘Pero, [dijo Ribbí Yehoshua ] tampoco podemos beber agua, porque la ceremonia del vertido del agua (nisuj hamayim) también se ha interrumpido.’  En este punto los ascetas [parushim] ya no encontraron ninguna respuesta posible, por lo que Ribbí Yehoshua les dijo: ‘Hijos míos, escuchadme. No llorar del todo por nuestro Bet haMiqdash, es imposible, pero llorar en exceso también es imposible, porque [si bien algunos pocos individuos pueden vivir una vida de privaciones] no se pueden imponer este tipo de restricciones, que la mayoría de las personas no son capaces de seguir.»

El Rab Yehoshua continuó explicándoles que la vida normal debe continuar. No podemos permitir que nuestro gran dolor por la destrucción del Templo produzca un estado de duelo y depresión permanente. Y que mientras el Templo se encuentre en ruinas esté prohibido consumir carne o beber vino, que son los símbolos de celebración. Tenemos que encontrar el delicado balance entre el duelo nacional y la alegría personal o comunitaria. A través de algunos actos simbólicos podemos recordar la destrucción del Bet haMiqdash en momentos de celebración y así, mientras nuestro Templo esté en ruinas, nuestra alegría nunca será completa.

Los Sabios entonces establecieron por ejemplo, que cuando una persona construye su casa debe dejar un codo [approx. 50 cm] cuadrado en la pared frente a la entrada de su casa sin revocar [sin cal y sin pintura], en recuerdo a la destrucción del Templo. También dijeron que en el día de su boda, el día más feliz en la vida de una persona, el novio debe tener presente a Yerushalayim por encima de su alegría, y esto se hace colocando cenizas en su cabeza en señal de duelo por el Templo [hoy, además, también acostumbramos a romper una copa de vidrio al final de la Jupá]. Y cuando se prepara una comida de celebración, hay que dejar de lado uno de los platos vacíos, en recuerdo de la destrucción del Templo.

Con mucho tacto, sabiduría y sensibilidad Ribbí Yehoshua y los Sabios de su época, encontraron el delicado balance entre el duelo que debemos guardar por el Bet-haMiqdash y una vida lo más normal y feliz posible.




Recordando el Bet haMiqdash, dejando una pared sin terminar


Aunque nuestro luto oficial y colectivo por el Bet haMiqdash concluye formalmente el día después de Tish’á beAb, nuestros rabinos mencionaron algunas tradiciones de duelo que mantenemos individualmente, durante todo el año, como un recordatorio permanente de que nuestro Bet haMiqdash aún no ha sido reconstruido.

La Guemará en Babá Batrá 60b menciona que, cuando una familia judía construye su casa, no debe decorar sus paredes con tapices excéntricos u otros revestimientos de lujo u ostentosos. Así dice Maimónides:

משחרב בית המקדש, תיקנו חכמים שהיו באותו הדור שאין בונין לעולם בניין מסוייד ומכוייר כבניין המלכים; אלא טח ביתו בטיט, וסד בסיד, ומשייר מקום אמה על אמה כנגד הפתח בלא סיד.

«Cuando se destruyó el Bet haMiqdash, los rabinos de aquella generación decretaron que un judío no construya una edificación [=su residencia privada] decorada y revestida [lujosamente], como las residencias de los reyes. Lo que se debe hacer es lo siguiente: cuando uno [revoca las paredes y] aplica la arcilla y la cal, debe dejar un espacio de una amá [0,5 m] por una amá sin cal [sin terminar]».

De aquí aprendemos dos tradiciones que representan nuestro recuerdo por el Bet haMiqdash:

  1. No revestir las paredes de nuestras casas de una manera exagerada y ostentosa, por respeto al Bet haMiqdash.

  2. Dejar un espacio sin revestir en una pared cercana a la entrada principal de la casa (Bet Yosef, Shulján Aruj, OJ 560).

Otros rabinos, siguiendo la opinión del Tur (Rabbenu Yejiel ben Asher), fueron menos estrictos y no limitaron el tipo de revestimiento que puede tener una casa judía. Enseñaron que, al construir una casa particular, basta con dejar en la entrada, frente a la puerta principal, un segmento de la pared sin terminar ni pintar. Así, cada vez que entramos a nuestro hogar, recordamos que la casa de HaShem aún permanece en ruinas.

La mayoría de los rabinos contemporáneos siguen esta segunda opinión, menos estricta.

El tamaño de este cuadrado sin revestir es aproximadamente de medio metro por medio metro. Ese segmento de pared debe quedar sin revocar, sin cal y sin pintura. Del mismo modo, si uno cubre las paredes con papel tapiz en lugar de pintura, debe dejar también un cuadrado de medio metro sin empapelar.

De ser posible, este pedazo de pared sin terminar debe ubicarse en la pared opuesta a la entrada de la casa, o lo más cerca posible de la puerta principal. Así, cada vez que entramos a casa, vemos ese simbólico segmento de pared sin terminar y recordamos que Yerushalayim aún está incompleta.

Hay quienes acostumbran dejar ese segmento de pared sin terminar justo encima de la puerta de entrada, para que uno recuerde el Bet haMiqdash incluso al estar en casa.

Cuando uno compra una casa ya construida, ¿tiene que remover el revoque y descubrir un segmento de pared?

Depende. Si quien construyó y vivió en esa casa era una persona judía, tenía la obligación de dejar ese pedazo de pared sin terminar, y si no lo hizo, la obligación recae ahora sobre el nuevo dueño, quien deberá remover ese segmento de la pared. Sin embargo, si el propietario original no era judío, no estaba obligado a dejar un área de la pared sin revocar, y el nuevo propietario judío no está ahora obligado a hacerlo (Shulján Aruj, OJ 560:1), ya que técnicamente esta tradición fue establecida solo para quien construye su propia casa.

En este último caso —y en cualquier otra situación en la que técnicamente no existe la obligación de dejar un segmento de pared sin revocar (como en una casa alquilada, por ejemplo)— igual podemos hacerlo, o al menos podemos colgar un cuadro decorativo de Yerushalayim con las palabras:

אם אשכחך ירושלים…
«Si me olvidare de ti, ¡oh Yerushalayim!»

Esto nos ayuda a educarnos, y a educar a nuestros hijos, a recordar —cada vez que entramos en nuestra propia casa— que el Bet haMiqdash, la Casa de HaShem, todavía no ha sido reconstruido.




¿Quiénes están exentos de ayunar en Tish’a BeAb?

Todas las personas que gozan de buena salud deben observar el ayuno de Tish’a BeAb.

Las excepciones se explican a continuación:

MUJERES EMBARAZADAS Y LACTANTES

Al igual que en Yom Kippur, las mujeres embarazadas y lactantes deben observar este día de ayuno. Sin embargo, en casos de embarazo complicado o debilidad física, o si la madre embarazada o lactante considera que, en su situación particular, el ayuno puede afectar su salud o la de su bebé, debe consultar a su médico antes del día de ayuno y proceder de acuerdo con su recomendación.
Si durante el ayuno una mujer embarazada se siente mal, especialmente si vomita o presenta síntomas de deshidratación, debe interrumpir el ayuno de inmediato y beber o comer, sin necesidad de consultar al médico. No obstante, los mareos leves o las náuseas que se alivian al sentarse o recostarse se consideran normales y no justifican romper el ayuno.

YOLEDET

Durante los primeros 30 días después de un parto o un aborto, una mujer está exenta del ayuno del 9 de Ab.

JOLÉ SHEEN BO SAKANÁ

Las personas con enfermedades crónicas, como la diabetes, pacientes bajo tratamiento médico, o quienes presentan fiebre alta o síntomas de deshidratación no deben ayunar. En algunos casos, cuando no es posible ayunar durante las 24 horas, se recomienda ayunar desde el amanecer (domingo 3 de Agosto) hasta la caída del sol, como se hace en el ayuno del 17 de Tamuz o el 10 de Tebet.

PERSONAS MAYORES

Los ancianos deben consultar con su médico para asegurarse de que el ayuno no afecte su salud. Si el ayuno representa un riesgo, están exentos —e incluso tienen prohibido— ayunar.

MENORES DE EDAD

En comunidades ashkenazíes, los niños comienzan a ayunar parcialmente a partir de los nueve años, como preparación para el futuro y a fin de que experimenten el duelo nacional.

Según el rabino Obadia Yosef, sin embargo, la costumbre sefaradí es que los niños menores de 13 años y las niñas menores de 12 años están totalmente exentos del ayuno. Su razonamiento es que, a diferencia de Yom Kippur, no es necesario que los niños ayunen, ya que el ayuno en Yom Kippur forma parte del proceso de Teshubá (= arrepentimiento, mejorar nuestro comportamiento), mientras que el ayuno de Tish’a BeAb está relacionado principalmente con el duelo por la destrucción del Bet haMiqdash.

Y aunque obviamente educamos a nuestros hijos en el camino de la Teshubá, muchos Sabios entendieron que no estamos obligados a educarlos en las leyes del duelo por el Templo antes de que tengan la obligación formal de hacerlo (a los 12 o 13 años, קטן פטור מאבלות). ¿Por qué? Porque esperamos que, con la ayuda de Dios, este sea el último año en que lloramos por no tener nuestro Bet haMiqdash, y que el próximo año ya no sea necesario este duelo.

¿CÓMO PROCEDER CUANDO UNO NECESITA COMER EN TISH’A BEAB?

En Yom Kippur, cuando se permite comer por razones de salud, se debe comer en pequeñas porciones. Tish’a BeAb, es diferente porque no es un ayuno de origen bíblico. Por lo tanto, cuando por razones de fuerza mayor una persona necesita comer en Tish’a BeAb, puede hacerlo normalmente. Sin embargo, en atención al duelo que estamos observando, no se debe comer alimentos sabrosos ni en exceso, sino solamente lo necesario para sentirse bien.




¿Cómo expresamos nuestro duelo en el día más triste del calendario judío?

Durante Tish’á beAb nos conducimos como si estuviéramos de duelo por un ser querido que acaba de fallecer. Para expresar y llegar a este estado emocional de dolor, evitamos participar de actividades asociadas con el placer físico o la alegría. Y también dejamos de lado todo aquello que nos distraiga del estado de ánimo de pesadumbre, que es el más apropiado para un doliente.

Algunos ejemplos

REJITSA (Lavado): Al igual que en Yom Kippur, tomar una ducha, bañarnos o lavarnos está prohibido en Tish’á beAb. Sin embargo, si una parte de nuestro cuerpo se ensució, podemos limpiarla. Se permite el uso de toallitas húmedas de bebé (wipes) para limpiar el rostro, los ojos, las manos, etc., porque este tipo de limpieza no se considera «lavado». Técnicamente podríamos lavarnos las manos normalmente por la mañana para Netilat Yadayim, porque lo hacemos para cumplir una Mitzvá y no por placer. De todas maneras, la costumbre Sefaradí es lavarnos sólo los dedos de la mano cuando hacemos Netilat Yadayim.

SIJA (Uso de lociones) Utilizar lociones o aceites por placer no está permitido durante Tish’á beAb. Se permite usar cremas o ungüentos de prescripción médica. Usar desodorante está permitido.

NE’ILAT HASANDAL Los zapatos de cuero se consideran un artículo de lujo: un calzado de vestir. Y como estamos de duelo, durante Tish’á beAb usamos zapatillas de tela u otro tipo de calzado de plástico, etc. Otros artículos de cuero como un cinturón o una Kipa de cuero están permitidos.

TASHMISH HAMITA (Intimidad) La relaciones íntimas se suspenden en Tish’á beAb. Si la noche del Mikvé cae en la noche de Tish’á beAb el Mikvé se posterga para la noche siguiente.

LIMUD TORA: En Tish’á beAb nos abstenemos de estudiar Torá, porque estudiar Torá es una actividad placentera. Podemos leer y estudiar libros o textos conectados con tribulaciones o pesar, como el libro de Iyob (Job) o Ejá, o algunos pasajes del libro de Yirmiyahu o algún Salmos de Tehiim (por ejemplo, 44, 79, 137), o masejet mo’ed qatán, etc.

TRABAJO: En Tish’á beAb no se recomienda trabajar porque el trabajo distrae nuestra atención del duelo. Abstenerse de trabajar en Tish’á beAb, sin embargo, no es una prohibición formal, sino más bien una tradición que algunas comunidades han adoptado y otras no (minhag hamaqom). La decisión de trabajar o no trabajar durante Tish’a BeAb también depende de la situación personal de cada individuo. En cualquier caso, si por no trabajar en Tish’á beAb uno incurriera en pérdidas económicas significativas o arriesgaría a perder su puesto de trabajo, se le permite seguir trabajando en Tish’á beAb.

TEFILIN: En Yerushalayim los Sefaradim acostumbran a usar Talit y Tefilin normalmente durante la mañana de Tish’á beAb (en algunas comunidades Sefardíes antes de ir a la Sinagoga por la mañana los hombres se ponen el Talit y Tefilin en casa, dicen Qaddesh Li y Shema Israel y luego van al Minyán). En la mayoría de las comunidades de la diáspora, tanto Sefaradim como Ashkenazim, se acostumbra a no vestir el Tefilin por la mañana, ya que el Tefilín es una señal de honor y distinción: como «una corona» (pe-er) en nuestra cabeza que declara que somos el pueblo elegido por Dios. En la mayoría de las comunidades se viste el Talit y el Tefilín a la tarde para Minjá.

SHE-ELAT SHALOM: En Tish’a beAb no saludamos a amigos y compañeros como lo hacemos habitualmente, ya que nuestro estado de ánimo es (o debemos llevarlo hacia…) el estado de ánimo de un doliente. Si alguien sin querer o sin saber, nos saluda, podemos reconocer el saludo con un respetuoso gesto discreto.

SENTARSE EN EL SUELO: La costumbre general es que durante la lectura de la Meguilat Ejá la gente no se sienta en los bancos de la sinagoga, sino en el suelo, al igual que lo hacen los dolientes durante el shib’a (los primeros siete días de duelo por un ser querido). La costumbre Sefaradí es que en la noche de Tish’a beAb, se apagan las luces de la sinagoga, se enciende solo una vela, todos se sientan en el suelo y literalmente lloran contado los años han pasado desde la destrucción de nuestro segundo Bet haMiqdash, que según nuestra tradición el Templo fue destruido en el año 68 de la era común (en hebreo חיים).

Quiera HaShem que tengamos un ayuno significativo.

Y que este sea el último año que lloramos por nuestro Bet haMiqdash y por los asesinatos y las guerras en Medinat Israel.




TUTORIAL: Cuando Tishá BeAb comienza un sábado por la noche

Este año, 2025, el ayuno de Tish’a BeAb comenzará el sábado por la noche, 2 de agosto, y finalizará el domingo por la noche, 3 de agosto, aproximadamente a las 8:25pm en Nueva York (para los horarios locales de su comunidad consular aqui (https://www.myzmanim.com/search.aspx?lang=es)

Una vez más, como hace 3 años atrás, emprenderemos la transición entre Shabbat, día de alegría y placer, y Tish’a BeAb, el día más triste del calendario judío.

 

A continuación, explicamos cómo realizar esta transición en la práctica:

🔹 MINJÁ DE SHABBAT

En este Shabbat especial, el rezo de Minjá se realiza más temprano de lo habitual, para dejar tiempo suficiente para comer la tercera comida de Shabbat. Este año, la Seudá Shelishit no se realizará de forma comunitaria en la sinagoga, sino de manera privada en cada hogar.

🔹 LA ÚLTIMA CENA

Normalmente, antes del ayuno, realizamos la Seudat haMafseqet, una comida al estilo de los dolientes: pan, lentejas y huevo duro, comidos sentados en el suelo.
Pero cuando Tish’a BeAb comienza un sábado por la noche, esta comida es reemplazada por la Seudá Shelishit, que es una comida regular de Shabbat.
Se puede comer carne, beber vino, cantar zemirot y estudiar Torá como es costumbre.
La única restricción es el horario:
La Seudá Shelishit debe terminarse antes de la puesta del sol (Nueva York es a las 8:09pm).
A partir de ese momento, no se puede comer ni beber más.

🔹 PERIODO DE TRANSICIÓN

Shabbat continúa vigente desde la puesta del sol hasta la salida de las estrellas.
En nuestra comunidad UMJCA, por ejemplo, este periodo se observa por 50 minutos. O sea, de 8:59 a 8:59pm

En otras comunidades, es de 40 minutos.

 

Durante este período: No se pueden realizar actividades de día de semana ni de duelo.
Seguimos vestidos con ropa de Shabbat.
Todavía no nos cambiamos los zapatos ni nos preparamos para el ayuno.
Sin embargo, ya no se puede comer ni beber, porque el ayuno ha comenzado.

40 o 50 minutos luego de la puesta del sol,  una vez que ha anochecido, se dice en voz baja:
“Baruj haMavdil ben qodesh lejol” (Bendito sea Aquel que separa entre lo sagrado y lo profano) y de esta manera finalizamos la observancia del Shabbat.

Recién ahora comenzamos las prácticas de duelo del 9 de Ab.

🔹 PRIMEROS ACTOS DE DUELO

Después de finalizar verbalmente el Shabbat:
Nos cambiamos los zapatos de cuero por calzado que no son de cuero.
Nos quitamos la ropa de Shabbat y nos vestimos con ropa común.
Luego vamos a la sinagoga para el rezo de Arbit.
En la mayoría de las sinagogas se retrasa la Tefilá de Arbit unos 15–20 minutos tras la salida de Shabbat, para facilitar esta transición .

🔹 HABDALA EN TISH’A BEAB

No se recita la Habdalá completa en la noche del sábado.
En su lugar:
Se dice “Atá Jonantanu” durante la Amida de Arbit.
Se recita solamente la bendición sobre el fuego: “Boré Meoré haEsh” antes de leer Meguilat Eijá.
La Habdalá completa con vino (HaGefen y HaMabdil) se pospone hasta el domingo por la noche, después del ayuno.

🔹 TISH’A BEAB POR LA NOCHE EN LA SINAGOGA

El rezo comienza con el Salmo 137: Al Naharot Babel, el salmo del exilio en Babilonia.
Luego se lee la Meguilat Eijá (Lamentaciones), escrita por el profeta Yirmiyahu, que relata la destrucción de Jerusalem y el primer Bet haMiqdash en el año 586 AEC.
A continuación, se recitan las Quinot, poemas de lamento por las tragedias nacionales a lo largo de la historia judía.
La sinagoga se oscurece. Nos sentamos en el suelo, en señal de duelo no solo por la destrucción antigua, sino también por los siglos de sufrimiento del pueblo judío.

Muchas comunidades concluyen la noche con un anuncio solemne, recordando los años transcurridos desde la destrucción de nuestro Segundo Bet haMiqdash, que según la tradición sefaradí ocurrió en el año 68.

“Escuchen, oh hermanos de la Casa de Israel… hoy contamos 1957 años desde la destrucción de nuestro Bet haMiqdash.”

Quiera el Todopoderoso que este sea el último año en que lloramos por Jerusalem.

 

Para ver los horarios en su comunidad
de residencia ver aquí.

SHABBAT SHALOM

ACLARACION: Hemos escrito estas Halajot de acuerdo a la costumbre local. Por favor, consulte con su rabino por las costumbres y tradiciones de su comunidad. 



El profeta Jeremías y la destrucción del primer Templo

El primer Bet haMiqdash, el Gran Templo de Jerusalem, fue destruido en el día 9 del mes de Ab del año 586 antes de la era común, hace unos 2600 años.

LA VARA DE YEHUDA

Nuestros Sabios explicaron que los enemigos de Israel son como la vara con la que Dios castiga al pueblo de Israel por sus transgresiones. Por lo tanto, cuando ayunamos en recuerdo de la destrucción del Bet haMiqdash no lo hacemos para recordar las batallas perdidas o para demostrar nuestro resentimiento contra el enemigo, sino para tomar conciencia de nuestra responsabilidad colectiva en estos eventos y reflexionar sobre qué hicimos mal para merecer que Dios nos castigue. El enemigo nunca podría haber destruido nuestro Templo si la presencia de HaShem no lo hubiera abandonado. Y también dijeron que la presencia de HaShem se aleja de nosotros cuando abandonamos la Torá y sus caminos de bien. Y sin Su protección, quedamos expuestos y vulnerables ante el enemigo.

El primer Bet haMiqdash fue destruido por tres motivos principales: los judíos de esa generación se entregaron al culto de otros dioses (abodá zará), el asesinato que queda impune (shefijut damim), y la promiscuidad sexual (guilui arayot). Estos son los tres pecados cardinales en el judaísmo.

Para advertir al pueblo, Dios se reveló a sus Profetas para hacerles ver que se estaban dirigiendo por el camino equivocado. Los Profetas hablaban apasionadamente al pueblo, y especialmente al rey y a la aristocracia, y les transmitían “el punto de vista de Dios” sobre su conducta. Denunciaban la injusticia y advertían que si seguían por el mal camino, HaShem se iba a alejar de ellos y caerían en manos del enemigo, que siempre está al acecho. Estos adversarios de Israel actuarán sin compasión y Dios advierte que no lo impedirá.

Pero el pueblo judío no escuchó a los profetas… y así la ciudad de Jerusalem fue destruida.

EL PROFETA DE ANATOT

En los últimos años del primer Bet haMiqdash, el profeta que más se destacó fue Yirmiyahu (Jeremías), que vivió en el reinado de Yoshiyahu, de Yoyaquín, de su hijo Yoyajín, y del último rey de Yehudá: Tsidqiyahu.

Presentamos a continuación un breve ejemplo de sus palabras al pueblo judío, que nos demuestran el estado de inmoralidad que imperaba en la sociedad de Yehudá.

Yirmiyahu advierte al rey y al pueblo de las inevitables consecuencias de sus acciones:

Capítulo 22:1-13 «Así dijo HaShem, … Practiquen la justicia y la rectitud, liberen al oprimido, no humillen ni maltraten a los extranjeros, a los huérfanos y a las viudas… no derramen la sangre del inocente. … Si [recapacitan, corrigen sus acciones] y hacen lo que les indico, seguirán teniendo reyes judíos que los gobiernen, reyes que seguirán llegando en sus lujosas carrozas y sus caballos a este hermoso palacio, acompañados por los funcionarios y el pueblo… Pero si no hacen caso de estas advertencias, [el enemigo se apoderará de esta ciudad, la destruirá] y este hermoso palacio quedará convertido en ruinas”.

En el siguiente texto, Yirmiyahu se dirige al rey y a la realeza de Judea (Judea en hebreo es “Yehudá”, así se llamaba oficialmente el estado judío en esos tiempos) y denuncia dos cosas: primero, que la realeza abusaba de los judíos pobres, y segundo, que se estaban excediendo en su materialismo. Es muy interesante observar que Yirmiyahu nunca criticó el confort y la comodidad que disfrutan las personas que ganan su dinero con honestidad. El profeta judío dice claramente que no aboga por la pobreza o la austeridad voluntaria del rey. Su mensaje es, en primer lugar, que el dinero debía ser ganado con honestidad, y en segundo lugar, que la realeza no podía abusar de sus servidores: que los trabajadores debían ser tratados con dignidad y respeto.

Dirigiéndose al rey y a otros miembros de la realeza, Jeremías dice en el capítulo 22:13-17: “¡Ay de ti [el rey y la nobleza], que construyes tus palacios y tus altos edificios a base de abuso e injusticias. Haces trabajar a los demás sin pagarles sus salarios…dices: ‘Voy a construirme una gran mansión, con amplias salas en el piso superior’… abres ventanas, y recubres de cedro tus paredes y las pintas de rojo… ¿Piensas que ser rey consiste en vivir rodeado de cedro? [Es cierto que tus ancestros también] disfrutaban de una vida [con lujo]; pero [a diferencia de ti, ellos] actuaban con justicia y rectitud… siempre atentos a proteger los derechos de los pobres y oprimidos… eso es lo que se llama “conocer a Dios” [actuar consciente de la presencia Divina] … pero tú sólo te preocupas por las ganancias mal habidas; dejas morir al inocente, y oprimes y explotas a [los pobres de] tu pueblo.”

¿CÓMO SE LLEGÓ A ESTA SITUACIÓN?

Para comprender qué llevó al pueblo de Israel a abandonar la Torá, hay que remontarse a los tiempos del rey Menashé. Menashé reinó en Yehudá. Fue el reinado más largo y, de alguna manera, el peor de todos. En su afán por hacer la paz con el poderoso Imperio Asirio, Menashé transformó a Yehudá en una provincia asiria en todos los sentidos. Importó los dioses asirios y su culto, y eliminó por completo la Torá y la observancia de las Mitsvot. Fueron dos generaciones que estuvieron totalmente desarraigadas de cualquier práctica judía y alejadas de Dios y Su Torá.

El Bet haMiqdash fue utilizado para la adoración de ídolos, y los Cohanim que se negaron a servir ídolos fueron expulsados o eliminados.

Los jueces judíos, famosos por su sentido de equidad, también se asimilaron, y ya no juzgaban con la justicia de la Torá, sino con la justicia asiria, que siempre le daba la razón al que tenía más poder. Luego de Menashé reinó su hijo Amón, que fue tan malo como su padre, pero por lo menos reinó por poco tiempo: dos años.

A Amón lo sucedió Yoshiyahu (640-610 a.e.c.), quien implementó toda una extraordinaria revolución religiosa para volver a servir a HaShem. La historia de Yoshiyahu es fascinante. En sus tiempos, mientras hacían ciertos arreglos en las paredes del Bet haMiqdash, encontraron un Sefer Torá escondido. Después de más de 60 años de total abandono religioso, no había quedado ningún otro libro de Torá que no haya sido destruido. Al leer la Torá por primera vez en su vida, el rey Yoshiyahu se conmovió y decidió volver a servir a HaShem. Y así comenzó un proceso de Teshubá nacional, que tuvo un éxito parcial.

Aquí es donde comienza el protagonismo del profeta Yirmiyahu, quien trató por todos los medios de convencer al pueblo de regresar a la observancia religiosa.

Veremos ahora algunas ilustraciones de su profecía y sus advertencias sobre las prácticas de idolatría que el pueblo arrastraba desde la época de Menashé.

En el capítulo 10 de Yirmiyahu leemos:

“No sigan el ejemplo de otras naciones, ni se dejen asustar por las señales del cielo (=astrología), como esas naciones lo hacen. La práctica de esos pueblos es vanidad. Cortan un tronco en el bosque, un escultor lo labra con su cincel, luego lo adornan con plata y oro, lo aseguran con clavos y martillo, para que no se caiga [¡y lo adoran como si fuera un dios!]. Los ídolos parecen espantapájaros en un campo sembrado de melones; no pueden hablar, y hay que cargarlos, porque no caminan. No tengan miedo [superstición] de esos ídolos, que a nadie hacen mal ni bien. [Comprendan que] HaShem es el Dios verdadero, el Dios de la vida, el Rey eterno…”

En el capítulo 17 de su libro, vemos cómo Yirmiyahu trata de convencer al pueblo de volver a observar el Shabbat. Los Yehudim estaban tan asimilados que para ellos el Shabbat era un día más. Los asirios, que eran muy buenos comerciantes, habían contribuido a esta asimilación burlándose de aquellos judíos que no trabajaban en Shabbat, y acusándolos de holgazanes. HaShem le ordena a Yirmiyahu que se pare en la entrada del mercado, en Shabbat, y le diga al pueblo:

«Di a la gente: ‘Reyes y pueblo de Yehudá, habitantes de Jerusalem que entran por estas puertas, escuchen la palabra de HaShem… en Shabbat, y por consideración a sus propias vidas, no traigan sus mercancías, ni las metan por las puertas de Jerusalem… no hagan en este día ningún trabajo. Consagren el Shabbat, tal como le ordené a sus antepasados…’»

ABANDONO DE LA TORÁ

Yirmiyahu tenía muy claro que el abandono de la observancia religiosa era también responsable del abandono de la justicia jurídica y la justicia social. Especialmente por la protección de los derechos de los que menos tienen: los pobres, las viudas, los huérfanos. Hay una frase que se repite una y otra vez en las profecías de Yirmiyahu: yedi’at HaShem, «conocer a HaShem». Para Yirmiyahu, conocer a HaShem significa «imitar a HaShem», la máxima expresión de la espiritualidad judía. Pero, ¿cómo se imita a HaShem? Jeremías le recuerda al pueblo lo que dice la Torá y repite poéticamente el libro de Tehilim: HaShem es el protector de huérfanos y viudas, el que practica el jesed, bondad, con los necesitados, y libera a los oprimidos. Este mensaje se repite decenas de veces en el libro de Yirmiyahu. En el capítulo 9 vemos un muy breve ejemplo: «Así dice HaShem, que no se enorgullezca el sabio por su sabiduría, ni el poderoso por su fuerza, ni el rico por su riqueza. Si alguien se quiere enorgullecer, que se enorgullezca de conocerme, de saber que Yo soy HaShem, que actúo en la tierra con bondad, justicia y rectitud, y eso es lo que Yo quiero [que ustedes también practiquen]».

En los días del rey Yoyaquim, HaShem le habla al profeta Yirmiyahu y le dice que vaya al Bet haMiqdash y transmita este mensaje:

«Dice Dios… así le dirás… a todos [los que vienen de] las ciudades de Yehudá… no omitas ni una sola palabra [de lo que te digo]. Tal vez te hagan caso y se arrepientan de su mal camino. Si así lo hicieran, [Yo también] desistiré del mal que pensaba hacer [respecto al Bet haMiqdash y Yerushalayim] por causa de sus malas acciones. Tú les advertirás que así dice HaShem: ‘Si no me obedecen ni se rigen por la ley que Yo les he entregado, y si no escuchan las palabras de mis siervos los profetas, a quienes una y otra vez he enviado y ustedes han desobedecido, entonces haré con esta casa lo mismo que hice con Shiló’». Cap. 26: 1-6

Aquí el profeta demuestra cuál es realmente su misión. HaShem envió a los profetas para salvar a Su pueblo de las consecuencias de su mal proceder. La profecía que anuncia es la destrucción del Bet haMiqdash, pero que en ese momento todavía podía ser evitada. Al Bet haMiqdash le puede pasar lo que le pasó al Tabernáculo de Shiló, que fue destruido por los filisteos en los tiempos del profeta Shemuel. Pero, si el pueblo se arrepiente y si los líderes corrigen su proceder, la destrucción se puede evitar…

LA OPORTUNIDAD PERDIDA

La pregunta es: ¿cómo reaccionó la gente que estaba en el Bet haMiqdash ante estas palabras? ¿Aprovecharon la advertencia de Yirmiyahu para corregirse?

Los sacerdotes, y los falsos profetas, que eran los líderes del Bet haMiqdash, ¡condenaron a Yirmiyahu a morir! Ellos veían que el joven profeta amenazaba su autoridad y su liderazgo y lo consideraron un rebelde y un incitador. Acusaban a Yirmiyahu de ser portador de malas noticias. Mientras que los falsos profetas anunciaban que todo estaba bien, Yirmiyahu incitaba a la rebelión contra el liderazgo religioso. Lo acusaron de ser un hereje y demandaron su ejecución. Con mucha hipocresía los sacerdotes y los falsos profetas decían: “¿Cómo es posible que este hombre diga que el Bet haMiqdash se va a destruir? ¿Acaso piensa que HaShem no tiene el poder para evitar la destrucción de Su Santuario?”. Yirmiyahu fue linchado públicamente y salvó su vida milagrosamente.

Pero como ya lo explicamos, para HaShem el edificio del Bet haMiqdash, sus paredes, sus recintos y sus techos no significan nada si el pueblo no se conduce con integridad. Las personas que actúan mal no pueden venir al Bet haMiqdash a limpiar los pecados que impunemente seguían cometiendo. El ritual religioso, si no está acompañado de una conducta recta y honesta, es cinismo y sacrilegio.

Las fuertes palabras de Yirmiyahu contra esta actitud hipócrita hablan por sí mismas:

«Corrijan su conducta y sus acciones, y Yo [Dios] los dejaré seguir viviendo en esta tierra. No confíen en las palabras engañosas que [los falsos profetas] repiten: ‘¡Éste es el templo del Señor! ¡Es el templo del Señor! ¡Es el templo del Señor! [que nunca será destruido]’. Si corrigen su conducta y sus acciones, si practican la justicia los unos con los otros, si no oprimen al extranjero ni al huérfano ni a la viuda, si no derraman la sangre inocente en este lugar, ni siguen adorando a otros dioses… entonces los dejaré seguir viviendo en este país, en la tierra que di a sus antepasados por siempre…. [pero hasta ahora] ustedes… siguen robando, matando, cometiendo adulterio, jurando en falso, quemando incienso al [dios pagano] Baal, y siguen [las prácticas inmorales] de otros dioses extranjeros, ¡y luego vienen y se presentan ante Mí, en esta casa que lleva Mi nombre [el Bet haMiqdash], y dicen: ‘[Aquí] estaremos a salvo’ [Dios nos cuidará y no dejará que le pase nada a Su casa], para luego seguir cometiendo todas esas abominaciones! ¿Creen acaso que esta casa que lleva Mi nombre es una cueva de ladrones [un refugio de criminales]?”. Cap 7: 3-11

Los judíos no escucharon a Yirmiyahu y dejaron pasar la oportunidad de hacer Teshubá, de absorber el mensaje del profeta y arrepentirse.

Y al poco tiempo, la ciudad de Yerushalayim y su Templo fueron destruidos…

Las palabras de Yirmiyahu, lamentablemente, no fueron escuchadas en su generación. Pero fueron escritas para las generaciones del futuro, como un testimonio para todos nosotros.

 




MATTOT – MAS’E: La Torá y los sacrificios humanos

וְאִם־לֹ֣א תוֹרִ֗ישׁוּ אֶת־יֹשְׁבֵי֙ הָאָ֣רֶץ מִפְּנֵיכֶ֔ם וְהָיָ֣ה אֲשֶׁ֣ר תּוֹתִ֗ירוּ מֵהֶם֙ לְשִׂכִּים֙ בְּעֵ֣ינֵיכֶ֔ם וְלִצְנִינִ֖ים בְּצִדֵּיכֶ֑ם וְצָֽרְרוּ֙ אֶתְכֶ֔ם עַל־הָאָ֖רֶץ אֲשֶׁ֥ר אַתֶּֽם־יֹשְׁבִ֖ים בָּֽהּ׃

Nuestra Parasha nos cuenta que cuando el pueblo de Israel estaba por entrar a la tierra de Canaán, la Torá les advirtió sobre un peligro sutil y destructivo: la ingenuidad de tolerar las culturas paganas y permitirles seguir habitando la tierra.
El mensaje fue claro:
“…si no expulsáis a los habitantes de la tierra cuando la habitéis, los enemigos que dejéis allí serán como espinas en vuestros ojos y como aguijones en vuestros cuerpos, y os harán sufrir en la tierra en que habitéis.” (Bemidbar 33:55)
La Torá no justifica la expulsión de estos pueblos por diferencias religiosas abstractas. El problema es que los pueblos de Canaán habían cruzado una línea irreversible. Practicaban la violencia, el tráfico humano, la prostitución ritual y —especialmente— el sacrificio humano, incluyendo la inmolación de sus propios hijos a sus ídolos sedientos de sangre.

Frente a esto, la Torá trae al mundo una revolución ética sin precedentes. En un entorno donde los dioses pedían sangre humana, la Torá proclamó que el servicio a Dios consiste en ayudar al prójimo, en elevar la moral y en hacer sacrificios de todo tipo ¡a fin de preservar la vida! Dios le enseñó a Abraham Abinu que no quiere sacrificios humanos, sino justicia, compasión y rectitud. Desde entonces, el judaísmo se convirtió en un faro de moralidad en medio de un mundo que aplaudía la barbarie.

¿Es este mensaje aún relevante?

Lamentablemente, sí. Y parece que más que nunca. Israel está rodeado de ideologías extremistas que se presentan como religiones monoteístas, pero actúan con la violencia y la inmoralidad propias de los pueblos paganos de Canaán. Hamas y otros movimientos yihadistas no aspiran a la coexistencia: su meta es el genocidio. La eliminación de toda presencia judía de la “tierra islámica”, como quedó demostrado el 7 de octubre.
Para alcanzar sus objetivos, Hamas está dispuesto a todo: a la violencia, a la mentira, a la victimización y especialmente a su arma favorita: los sacrificios humanos.

HAMBRE EN GAZA:

La mentira de la campaña internacional “hambre en Gaza” es un primer ejemplo. Según cifras oficiales de COGAT, desde el 7 de octubre de 2023 hasta julio de 2025, se han transferido más de 520,000 toneladas de alimentos, agua, medicinas y suministros humanitarios. Esta comida ha sido robada por Hamas, que llena sus depósitos y vende esa ayuda por precios exorbitantes, abusando así de sus propios civiles. Hace dos días se ha denunciado con videos desde drones que miles de camiones y contenedores con ayuda humanitaria están estacionados dentro de Gaza, con comida que comienza a pudrirse bajo el sol. ¿Por qué no se usa esa comida para terminar con el hambre en Gaza? Porque a Hamas le conviene una campaña de hambre en Gaza y no le importa que en el proceso su propio pueblo pase hambre.
 No buscan aliviar el sufrimiento, sino fabricarlo, manipularlo y exportarlo en imágenes para redes sociales. Hamas se encarga de filmar a niños desnutridos para acusar a Israel. La verdadera causa del hambre en Gaza no es Israel. Es Hamas, y su ideología pagana de sacrificios humanos.

VICTIMIZACIÓN

El mundo entero clama por un alto al fuego en Gaza. Se multiplican los llamados a la “paz”, al fin del sufrimiento “intolerable” de los niños palestinos. Y con un cinismo sin precedentes, los medios culpan a Israel de esta tragedia. Pocos se atreven a decir lo evidente: todo este sufrimiento podría terminar mañana mismo, si Hamas simplemente devolviera a los rehenes israelíes —20 con vida y 30 cuerpos— que mantiene en sus manos desde el 7 de octubre.
 Creo que no hay evidencia más contundente que este punto: culpar a Israel y no a Hamas por la guerra en Gaza —para descubrir el cinismo de Hamas y la complicidad antisemita del resto del mundo. No hay contraste más grande… y evidencia más clara de la diferencia entre Israel y Hamas que el hecho de que Hamas está dispuesto a sacrificar decenas de miles de vidas humanas por un triunfo estratégico, mientras que Israel está dispuesto a sacrificar territorios, ventajas estratégicas, prisioneros o lo que sea con tal de salvar la vida de uno de sus rehenes. Hamas no quiere un cese al fuego, porque necesita seguir alimentando la narrativa de victimización.  El mundo es cómplice y no quiere ver que Hamas sacrifica a sus propios niños y celebra sus muertes como si su dios tuviera sed de su sangre. Esto no es resistencia. Es paganismo violento disfrazado de religión.

LOS NIÑOS DE GAZA

Hamas ha convertido a los niños de Gaza en escudos humanos. Lanza cohetes desde escuelas, hospitales y barrios residenciales, sabiendo que al responder, Israel será acusado de crímenes de guerra. No protege a su población: la expone deliberadamente al fuego enemigo para explotar luego las imágenes de niños muertos como herramienta de propaganda. Miles de civiles, incluyendo niños, han sido sacrificados por Hamas, no por error, sino por decisión estratégica y justificación teológica (yihad).
Hamas adoctrina a los niños desde la infancia. Les enseña a odiar a los judíos, a glorificar la muerte, a inmolarse. Los entrena como suicidas. En su sistema educativo, el martirio es la meta. La infancia palestina ha sido corrompida y reemplazada por un culto a la muerte. Hamas no educa para vivir, sino para matar y morir.

Y han cruzado el Rubicón. No hay marcha atrás. No hay forma de corregir esta cultura.

Cuantos más niños mueran o sufran, increíblemente, más simpatía recibirá Hamás de aquellos que odian a Israel Y más premios cosecharán de la comunidad internacional —como el reconocimiento de Francia de un Estado palestino.

No hay otra nación en el planeta que utilice a sus propios hijos como carne de cañón con esta frialdad y perversión sistemática. Nadie más entrena a niños para morir como explosivos vivientes. Esa es la nueva versión de sacrificios humanos en el siglo XXI que solo practican los enemigos de Israel.

¿Solución?

La Torá lo dijo con absoluta claridad hace más de tres mil años, que cuando una sociedad cruza estos límites no tiene cura, salvación ni posibilidad de redención:

“Si no expulsáis a los habitantes de la tierra… serán como espinas en vuestros ojos y como aguijones en vuestros cuerpos” (Bemidbar 33:55).

Hoy, como en los tiempos bíblicos, la solución no es la utopía de coexistencia, ni acuerdos de paz firmados con quienes están dispuestos a matar a sus propios hijos con tal de tener rédito político.

La única opción realista de PAZ para Israel es adoptar el plan propuesto por la administración Trump y otros líderes con una visión bíblica similar: la emigración voluntaria —o premiada— de la población palestina de Gaza. Y si se me permite sugerir un destino para que los palestinos puedan vivir en paz, armonía y se sientan en su propia casa, creo que la mejor opción es la Francia de Macron.

Bienvenue à tous

SHABBAT SHALOM




Reflexiones sobre mi primer Tisha BeAb luego del 7 de Octubre


Anoche, en mi comunidad, proyectaron un documental sobre la masacre del 7 de octubre de 2023.

Estas son mis reflexiones personales.

EL JURBAN

Ejá: “¿Cómo fue que ocurrió?” se preguntaba el profeta Yirmiyahu (Jeremías).

¿Cómo fue que Yerushalayim, la ciudad más poblada y hermosa del mundo entero, se transformó en un pueblo fantasma, en una ciudad de cadáveres?

Yirmiyahu fue un testigo ocular del Jurban, la destrucción de Yerushalayim, la masacre de sus habitantes y el incendio de su Templo.

Corría el año 586 a.e.c.

Yirmiyahu fue un sobreviviente del primer holocausto que nosotros, los judíos, experimentamos y por el cual lloramos hasta el día de hoy.

En su libro Ejá, Yirmiyahu describe cómo el enemigo derribó las murallas, entró en la ciudad y, sin compasión, atacó con su espada a los ancianos, las mujeres, los bebés recién nacidos. Mataban a los niños frente a sus padres y a los padres frente a sus hijos.

Yirmiyahu presenció la violación brutal y el asesinato de las jóvenes mujeres de Yerushalayim. Vio cómo los hombres de Sión eran tomados como rehenes y escuchó las risas de los secuestradores y de sus cómplices.

Vio al enemigo torturar a los judíos con éxtasis, con un inexplicable deleite en sus ojos.

Antes del 7 de octubre, leíamos las palabras de Yirmiyahu, pero eran difíciles de visualizar. Era imposible imaginar los asesinatos, el horror de la destrucción y el deleite inhumano del monstruoso enemigo.

Aunque hacíamos un esfuerzo consciente por sentir el dolor que transmitía Yirmiyahu, las imágenes en nuestra mente eran abstractas, quizás imaginables como caricaturas, no como algo real que se puede ver, tocar y oler.

Sabíamos que las miles de víctimas eran nuestros antepasados, pero no era posible ponerles nombres o rostros a los hombres y mujeres que sufrieron nuestra primera tragedia nacional.


LA SHOÁ

Antes del 7 de octubre, cuando queríamos sentir dolor en Tish’á BeAb, teníamos que ver un documental sobre la Shoá, o una película de Hollywood sobre el Holocausto.

Antes del 7 de octubre, veíamos envejecer a los sobrevivientes de la Shoá y nos preocupaba pensar que, una vez que ya no estén, no habría quienes los reemplazaran. No habría más testigos de lo que el odio antisemita es capaz de hacer. Y repetir.

Nadie más creíble para contar la historia del horror a la próxima generación que los sobrevivientes. Nadie más creíble para confrontar a los negacionistas del Holocausto…

Después del 7 de octubre, y ochenta años después de Auschwitz, hay una nueva camada de sobrevivientes. Entre ellos, muchísimos niños.

Después del 7 de octubre, siento que una nueva generación —nosotros— nos hemos convertido en esa Shoá por un día, luego de ver los clips filmados por Hamás.

Después del 7 de octubre, al Jurban se lo puede ver en videos.


EL 7 DE OCTUBRE

Antes del 7 de octubre, pensábamos que, si alguna vez ocurría otra masacre antisemita —Dios no lo quiera—, nunca sería dentro de Israel. Porque en Israel podemos defendernos. Cada hombre tiene un arma. E Israel tiene los mejores sistemas de vigilancia, las vallas y las cercas más sofisticadas cuidan sus fronteras, con los radares y las cámaras más avanzados. Israel tiene la mejor fuerza policial, las kitot konenut y, por supuesto, el mejor ejército del mundo.

Ejá? ¿Cómo fue entonces que ocurrió esta catástrofe?

Ejá yashbá badad… ¿Cómo fue posible que miles de israelíes de Otef Aza, Beeri, Kefar Aza, Sederot, Ofakim yashbú bodedim, quedaran abandonados, solos, indefensos, a merced de miles de terroristas animales que cruzaron desde Gaza para asesinar?

¿Ejá?

¿Qué pasó?

¿Conspiraron, de casualidad, todos los posibles errores humanos y todas las leyes de Murphy —que dicen que a veces todo lo que puede salir mal, sale mal— al mismo tiempo? ¿Se trató de “la madre” de todas las casualidades? ¿Todos los sistemas fallaron, y todos los errores militares, de inteligencia y de seguridad se combinaron simultáneamente?

¿O fue acaso la interrupción de la protección divina? ¿Fue un castigo por nuestros pecados de Abodá Zará —idolatría pública—, promiscuidad y crímenes, como nuestros Sabios explicaron que ocurrió cuando se destruyó el primer Bet HaMiqdash en los tiempos de Yirmiyahu?

¿O tal vez fue porque nosotros, los judíos, seguimos practicando Sinat Jinam, “el odio político”, gratuito, hacia otros judíos, como sucedió en la época de la destrucción del segundo Bet HaMiqdash?

¿Ejá? ¿Cómo fue que ocurrió y por qué?

Son las mismas preguntas que se hacía Yirmiyahu, y que, a partir del 7 de octubre, juntos, deberemos contestar.


Que HASHEM nos ilumine para que aprendamos de los errores del pasado y no los volvamos a repetir.

Quiera HASHEM que el próximo Tish’á BeAb nos encuentre juntos, unidos, en Yerushalayim, y celebrando en nuestro nuevo Bet HaMiqdash.

Rab Yosef Bitton