¿COMO MORIR?

En memoria de mi querida suegra Oro bat Esther z»l

שיעשה כל ימיו תשובה כי לא ידע האדם יום מותו ולפיכך כל ימיו יהיה בתשובה

VIVIR NUESTRA MORTALIDAD

La idea de la muerte siempre me cautivó. Fue el concientizarme de la muerte, y su irremediable inevitabilidad, lo que me hizo pensar más profundamente en la vida, en el propósito de mi existencia, y me acercó más a la Torá. Le debo a la explicación de Ribbí Meir sobre lo positivo de la mortalidad (טוב מות) el haberme ayudado a entender que la muerte es lo que le da a la vida el sentido de lo irrecuperable. Dos monedas —como explicó Borges en el cuento Los Inmortales— pueden ser idénticas, intercambiables. Pero dos horas, o dos días, nunca pueden ser iguales. El día que pasó es un día único que murió. Que ya no volverá jamás. El dinero malgastado, eventualmente, se puede recuperar, pero un día desperdiciado es irreparable.

Podemos arrepentirnos, hacer Teshubá, y corregir muchos errores: si tomamos plata que no nos corresponde, la podemos devolver; si ofendimos a alguien, le podemos pedir perdón. Pero no hay forma de compensar por el tiempo inutilizado. Imagino que no hay peor forma de morir que saber o sentir que nuestra vida no tuvo trascendencia, que nuestra misión no fue cumplida. Que nuestros días fueron vacíos.

Esa es la muerte que debería darnos miedo…

Los Tsadiqim, los hombres y mujeres justos y rectos, no esperan hasta el momento de su muerte para entender el valor del tiempo. Y por eso, no pierden la oportunidad de hacer el bien. ¿El secreto? Considerar que cada día puede ser el último. Y que este pensamiento, la permanente conciencia de nuestra mortalidad, lejos de infundir miedo, nos motive a vivir y elevarnos espiritualmente con la intensidad de lo que se sabe irrepetible. Los justos dejan este mundo con la satisfacción existencial más elevada: la de haber cumplido su misión en este mundo.

En este mail que escribo en su memoria, quiero contarles acerca de los últimos días de Oro bat Esther, que en mi opinión fue un evento de características bíblicas, que representa una especie de ideal acerca de cómo despedirse de este mundo.

MORIR CON LOS SALMOS

Mi querida suegra tuvo el mérito de fallecer en su casa, no en un hospital, y rodeada de sus 8 hijas, su hijo, y casi todos sus nietos y bisnietos. En sus últimos días, lo que más lamentó es que ya no le quedaban fuerzas para rezar, alabar al Todopoderoso, y leer su Tehilim.

Los Salmos del Rey David eran su libro favorito. Su sostén. Su fuente de inspiración. Su conexión con HaShem. Y por eso, en sus últimas horas, su familia se encargó de que Oro bat Esther partiera de este mundo escuchando la recitación de Tehilim por sus voces favoritas: la de su querido hijo y sus nietos. Su alma se separó de su cuerpo mientras escuchaba la melodía más hermosa del mundo. No imagino una forma más solemne de dejar esta vida…

TUYO SOY Y TUYO SERÉ

Es muy significativo que mi querido cuñado, el rab Asher Meir Carciente שליט״א, también haya elegido recitar en las últimas horas de la vida de su madre el famoso poema “Leja Eli Teshuqatí” escrito por el Rab Abraham Eben Ezra. Este poema es muy significativo en la liturgia Sefaradí, ya que lo recitamos nada menos que para dar inicio al día de Yom Kippur. Me llevaría varias horas describir sus más de 100 versos. Pero quiero traducir 3 versos para mostrarles de qué se trata esta hermosa composición.

En su primera parte este poema expresa nuestra declaración de lealtad incondicional a Dios. Dice, entre otras cosas:

לְךָ אֵלִי תְּשׁוּקָתִי בְּךָ חֶשְׁקִי וְאַהֲבָתִי
לְךָ רוּחִי וְנִשְׁמָתִי
לְךָ אֶזְעַק בְּךָ אֶדְבַּק עֲדֵי שׁוּבִי לְאַדְמָתִי
לְךָ אֲנִי בְּעוֹדִי חַי וְאַף כִּי אַחֲרֵי מוֹתִי

Mi alma solo te desea a Ti, mi Dios; Tú eres lo que más anhelo y a Quien amo. Tuya es mi alma, tuyo es mi espíritu. Sólo a ti habré de rezar y solo a ti me intentaré acercar hasta el día que al polvo de la tierra habré de regresar. Soy tuyo mientras vivo, y tuyo seré también después de morir.

Luego, el poema nos invita a admitir que nuestro deseo de hacer la voluntad de Dios no siempre se lleva a cabo. Que somos débiles, falibles, nos equivocamos y nos dejamos llevar por nuestros impulsos. O somos lentos y perezosos. Esta parte es el Viduy, la confesión, y por eso recitamos este poema en Kippur. Lo que no muchos saben es que por esta misma razón, la tradición entre los judíos Sefaradim era (y debería ser) recitar “Leja Eli Teshuqatí” también en las horas finales de la vida. Y dejar este mundo con nuestra declaración de lealtad hacia Dios y nuestra confesión final.

לְךָ אוֹדֶה וְאֶתְוַדֶּה עֲלֵי חֶטְאִי וְרִשְׁעָתִי
לְךָ יִשְׁעִי
סְלַח רִשְׁעִי וְאֶת פִּשְׁעִי וְאַשְׁמָתִי

Ante Ti habré de admitir y confesar mis errores, mi iniquidad. Dios, sé que mi salvación está en Tus manos, por lo tanto te pido que perdones mis transgresiones, mi rebeldía y mi culpa…

Este extenso poema concluye con una plegaria muy especial, que describe la elevación del alma y su arribo al mundo por venir.

וְיוֹם לֶכְתִּי לְפָנֶיךָ
רְצֵה נָא אֶת הֲלִיכָתִי
וְתִשְׁלַח מַלְאֲכֵי הַחֵן
וְיֵצְאוּ נָא לְעֻמָּתִי
יְבִיאוּנִי לְגַן עֶדְנָךְ
וְשָׁם תִּהְיֶה יְשִׁיבָתִי
וְאֶתְעַדֵּן בְּאוֹרֶךָ
וְשִׂים כָּבוֹד מְנוּחָתִי

“Y cuando [en el momento de mi muerte] me esté encaminando hacia Ti, por favor, recíbeme con Tu amor: envía a Tus ángeles de la Gracia para que salgan a mi encuentro y me acompañen a Tu Jardín del Edén. Y que allí, junto a Tu Presencia, sea establecida mi morada [celestial]; y que [mi alma] disfrute de Tu esplendor, y me concedas la gloria de mi descanso [eterno].”

MORIR COMO NUESTRO PATRIARCA YAAKOB

El ideal judío es morir como Yaakob Abinu. En el momento de su muerte, rodeado de sus hijos, nietos y bisnietos, Yaakob quiso asegurarse de que todos sus descendientes eran leales al pacto de Abraham, que ninguno había abandonado la senda del Todopoderoso. Y en ese momento les preguntó a todos sus descendientes en voz alta y con sus últimas fuerzas si TODOS seguían fielmente comprometidos con su fe. La respuesta de sus hijos no pudo ser mejor:

“Escucha, oh Israel: HaShem es nuestro Dios, HaShem es Uno.”

Oro bat Esther, al igual que Yaakob Abinu, dejó este mundo con la incomparable satisfacción de haber visto su misión cumplida. Sabiendo que TODOS sus descendientes seguían su mismo camino, la Torá de Yaakob Abinu.

Los Jajamim dijeron de Moshe Rabbenu que al morir no sufrió, que su muerte fue suave y dulce “como un beso” (mitat neshiká — מיתת נשיקה).

Mi Iytén veNizké!!!




JAYE SARA: Historia de dos entierros

LA DIGNIDAD DEL CUERPO

Nuestra Parashá, Jayé Sara, comienza con un acto que define la visión del pueblo judío acerca de la dignidad de la vida y del cuerpo que la contuvo durante su estadía terrenal. Nuestro primer patriarca, Abraham, se ocupó personalmente del entierro de su esposa Sará y nos enseñó que se hace con la mayor dignidad posible: adquiriendo un lugar de sepultura y rechazando la cesión o el préstamo de esa parcela ofrecido por los hititas.
El primer título de propiedad judío en la historia no fue asignado a una casa ni a un campo: fue un cementerio, para enterrar el cuerpo de un ser querido con dignidad.

REGRESO A LA TIERRA

Resulta intrigante lo que parece ser una paradoja: el judaísmo, por un lado, le da enorme importancia al alma, a la vida espiritual; pero por otro lado, parece obsesionado con el cuerpo muerto, ya sin vida y separado de su alma. ¿Por qué?
Creemos en la superioridad del alma sobre el cuerpo. No nos definimos como cuerpos con almas, sino como almas contenidas en cuerpos. Ese contenedor, sin embargo, es el instrumento indispensable que permite a la neshamá conectarse con este mundo. La dignidad que se le presta al cuerpo sin vida es un acto de reconocimiento y gratitud, hakarat hatob, al cuerpo por haber servido al alma durante su paso terrenal.
La tradición judía enseña que el entierro correcto es la forma más elevada de beneficencia: jésed shel emet, un acto de bondad hacia alguien que ya no puede retribuir.

Y es también el cumplimiento de un deber. Cuando Dios toma el alma después de la vida y la regresa a su dimensión celestial, nosotros devolvemos el cuerpo a la tierra de la cual fue tomado: “Ki afar atah ve’el afar tashuv” — “porque polvo eres y al polvo volverás”. Así, entre lo que hace Dios y lo que hacemos nosotros, todo finalmente vuelve a su lugar de origen.

REGRESO A LA TIERRA DE ISRAEL

Abraham también nos enseña que el lugar donde se entierra a un ser querido es parte de la dignificación del cuerpo. Nuestro patriarca podía haber sepultado a Sará cerca de su hogar, como hacía todo el mundo. Sin embargo, elige un sitio especial: un cementerio donde, según nuestra tradición, descansan Adam y Javá.
Y así, el cuerpo, tal como lo hace el alma en el mundo venidero, no descansa en soledad, sino que se “reúne con los fallecidos de su pueblo” (vayeaséf el amav).

Cuando Abraham compra la cueva de Majpelá y entierra allí a Sará, nos dejó un legado eterno: la obligación de que el cuerpo sin vida de un Yehudí repose en un keber Israel, un cementerio judío, junto a los fallecidos de su pueblo.

EL REGRESO DE HADAR GOLDIN z”l

Con estas lecciones en mente, entendemos mejor la magnitud de lo ocurrido este martes pasado, 20 de Jeshván, en Israel: ese día fueron enterrados los restos de Hadar Goldin z”l. El joven teniente Goldin, de 23 años, fue asesinado por Hamas en 2014 al culminar la guerra de Tsuk Eitan. Su cuerpo sin vida fue secuestrado y quedó por más de once años sin sepultura en manos de sus asesinos, a pesar de los pedidos de Israel para su devolución.
El dolor de la familia Goldin fue indescriptible. No hay sufrimiento comparable al de perder un hijo. Pero lo único aún más insoportable es no poder enterrarlo.

La familia experimentó durante once años el dolor que la Torá describe con Yaacob cuando pensó que había perdido a su hijo Yosef. Pero sin cuerpo, no tuvo closure: el cierre emocional indispensable para comenzar el duelo. Porque cuando no hay un cuerpo que enterrar, siempre queda esa mínima posibilidad —por más irracional que sea— de que tal vez nuestro ser querido siga vivo.

Esto lo comprendí mejor en el basement de la calle Ayacucho 632 después del atentado a la AMIA en julio de 1994. Recuerdo las familias que, incluso tras dos semanas de espera, seguían imaginando que su ser querido podría estar en estado de shock, sin memoria, deambulando por la ciudad. La lógica negaba esa posibilidad, pero no había un cuerpo que permitiera el alivio del closure.
Cuando esa duda dura once años, se convierte en una tortura imposible de soportar. La familia Goldin vivió ese martirio: un duelo inconcluso —o que nunca comenzó—, una herida abierta que recién ahora pudo cerrarse.

UMI KEAMJÁ ISRAEL

En el relato del entierro de Sará, la palabra “libkotah”, “llorarla”, aparece con la letra KAF más pequeña. Nuestros sabios explican que Abraham lloró, pero no demasiado. ¿Por qué? Porque obviamente sintió el inmenso dolor por la pérdida de su esposa de toda la vida, pero al mismo tiempo experimentó la satisfacción de celebrar que la vida de Sará había sido plena y fructífera.

Algo similar ocurrió este martes en el entierro de Hadar Goldin: Israel experimentó un enorme dolor por una vida tan joven y significativa que se perdió. Pero al mismo tiempo, el pueblo judío recibió con una inmensa alegría la noticia de que, luego de once años de espera, Hadar Goldin regresaba a casa.

La moral del Estado y del ejército de Israel es única en el mundo: no se deja atrás a ningún soldado, ni siquiera sus cuerpos sin vida. Recuerdo cuando el presidente Trump dijo públicamente que no entendía por qué Israel estaba dispuesto a hacer tantos sacrificios para rescatar también los restos de sus soldados, y que eso lo impresionaba profundamente. No todos los pueblos del mundo lo entienden. Pero el pueblo judío sí.

Hadar Goldin z”l regresó a casa, a su tierra y a su pueblo, porque así lo estableció Abraham Abinu y lo reclama nuestra historia.
Lo que comenzó en la cueva de Majpelá con nuestra matriarca Sará continuó este martes con Hadar Goldin z”l.




Rabbi Isaac Abulafia (1830-1910) y la educación de los judíos de Damasco.

CRIADO POR SU ABUELO
El Rab Isaac Abulafia nació en Damasco, Siria, en 1830. Procedía de una familia de grandes luminarias que se remontaba hasta el famoso Ribbi Jayim Abulafia, que fue quien renovó el establecimiento de los judíos en la ciudad de Tiberia a principios del siglo 18 (ver aquí).
 
Siendo aún muy pequeño, posiblemente a la edad de 10 años, el Rab Isaac se trasladó a Tiberia donde fue criado por su abuelo, Ribbí Jayim Nissim Abulafia, quien también fue su maestro de Torá. Al poco tiempo el Rab Jayim Nissim fue elegido como Rishón LeZión, Rabino Sefaradí Principal de Israel, así que junto con el Rab Isaac y su familia se trasladaron a Yerushalayim. Pronto el Rab Isaac comenzó a brillar por su inteligencia y su dedicación a la Torá, y a los 23 años fue enviado a representar a las Yeshibot de Israel en varias comunidades judías del mundo, donde fue recibido con muchos honores por su conocimiento, su imponente presencia y su refinada personalidad. Desde todos los lugares del mundo, incluyendo otras ciudades de Israel, le llegaban consultas halájicas que resolvía con su gran ilustración y originalidad.
 
VACAS GORDAS EN DAMASCO
En 1861, cuando muere su abuelo, el Rab Isaac decide regresar a Damasco donde formó parte del Tribunal Rabínico de la ciudad. En 1873 cuando fallece el rabino principal Rab Aharon Bagdadi, el Rab Abulafia fue invitado a ejercer ese prestigioso cargo. En ese entonces Damasco era una ciudad con una comunidad judía vibrante. Un visitante de Francia, el rabino Yerujam Ashkenazi que llegó a Damasco en 1859, escribió en sus memorias de viaje que los judíos de Damasco se destacaban por su generosidad. Los más ricos tenían su biblioteca rabínica propia y su mayor deseo era apoyar a los Talmidé Jajamim que decidieran estudiar allí, y que esa biblioteca funcione como un pequeño Kolel de nuestros.
 
LAS VACAS FLACAS
Pero en 1875 todo esto cambió. La situación política ya no era la misma y el nuevo gobierno impuso impuestos más altos y regulaciones que limitaban el comercio, especialmente las importaciones y exportaciones, que era lo que muchos judíos locales hacían. Varios de estos mecenas abandonaron Damasco y se dirigieron a Aleppo, Beirut (Líbano) y otras ciudades de la zona. El rab Abulafia decidió entonces que tenía que crear nuevas oportunidades para garantizar el futuro económico de los jóvenes judíos de su comunidad, ayudándoles a que aprendieran una profesión como contabilidad, farmacéutica, etc. y no dependieran solo del comercio. El Rab hizo una especie de alianza con la organización “Kol Israel Jaberim” que también es conocida como la «Alianza Israelita Universal». Esta institución con sede en Francia proporcionaba fondos para este fin.
 
ESCUELAS CON BANCOS
Así en 1880 el Rab Abulafia, contando con la aprobación de los rabinos de Damasco, impulsó la creación de una escuela donde aparte de Torá los alumnos también aprendieran a leer y escribir en árabe y francés. Las escuelas judías se modernizaron y por primera vez, los alumnos tuvieron bancos donde sentarse, ya que hasta ese momento se sentaban a estudiar en el suelo. El Rab Abulafia se ocupó de que la educación fuese subvencionada para las familias pobres. Y lo más revolucionario que hizo el rab Abulafia fue establecer también una escuela para mujeres, algo muy poco común en esa época. Con la ayuda de la Alianza consiguió motivar a los padres, estableciendo un pago simbólico de “medio franco” a cada familia que enviara a sus hijos a estudiar allí.
 
¿ÉXITO O FRACASO?
Pero a la larga este emprendimiento no fue un éxito del 100% … Con el tiempo, los padres y los estudiantes exigieron más y más educación en temas seculares a expensas de los estudios de Torá. Pero el problema más grave –-del que desafortunadamente los rabinos no pudieron darse cuenta a tiempo-– fue que la Alianza ejerció una enorme influencia en la secularización de muchos judíos. Esto ocurrió en Damasco y otras comunidades Sefaradíes en Turquía, Grecia, Irán y el Norte. África. Y aunque este tema merecería un capítulo aparte, relataré brevemente lo que el rabino Eliyahu ben Hayim, SHELITA, quien conoció este tema de primera mano, dijo a sus alumnos en una de sus clases recientes: En la Alianza, los maestros que enseñaban matemáticas o el idioma francés (judíos europeos seculares, o gentiles) eran jóvenes, dinámicos, amables y vestían a la última moda europea. Para los estudios judíos, sin embargo, la Alianza solía contratar como maestro a un hombre mayor, generalmente pobre y ya jubilado, que no tenía ningún trabajo mejor, que no hablaba francés, que no poseía una formación pedagógica moderna y que no vestía a un estilo europeo. Así, los estudiantes judíos natural y subconscientemente comenzaron a admirar a los maestros seculares. Los veían como «role models» y aspiraban algún día a ser como ellos. Y así, involuntariamente (aunque algunos opinan que esto fue una sofisticada estrategia asimilacionista de la Alianza, que los rabinos en ese momento no pudieron anticipar) los jóvenes estudiantes judíos dejaron de admirar a los Jajamim. Y en consecuencia comenzaron a mirar a la Tora con esos mismos ojos críticos que miraban al Jajam. Y así, lamentablemente, la práctica religiosa se convirtió para muchos judíos como algo ya pasado de moda e irrelevante. El rabino Ben Hayim explicó que prácticamente en todas las comunidades a las que llegó la Alianza, la secularización aumentó –y viceversa (en mi opinión, este proceso que afectó a un gran porcentaje de las comunidades sefaradies, tardó como 100 años o 4 generaciones en revertirse).
 
A ISRAEL NO SE VA; A ISRAEL SE REGRESA
El rab Abulafia tuvo sola una hija, que se casó con el famoso «Señor» Jayim Moshe Laniado. Su yerno, que pertenecía a una familia de la aristocracia damascena, fue quien lo asistió para publicar sus libros. La obra más famosa del rab Abulafia es el “Pené Yitsjaq”, una colección de 6 volúmenes de Responsa Rabínica (ver el primer volumen del libro aquí). 
En 1909 el Rab Abulafia dejó la ciudad de Damasco y regresó a su amada Eretz Israel para establecerse en Tiberia, la ciudad de sus ancestros, donde falleció un año más tarde, el 15 de Adar de 1910.
 
(La historia de su padre, el rab Moshé Abulafia, es muy triste, trágica y un poco complicada. Así que la incluiré en el contexto de un artículo que dedicaré especialmente al tema: el libelo de sangre que tuvo lugar en Damasco en 1840) .



JAYE SARA: Buscando una esposa para Isaac

Esta Parashá nos cuenta sobre los últimos días de Abraham Abinu.  Luego de ocuparse del entierro de su esposa Sará, Abraham sabe que le queda una importante misión por cumplir: casar a su hijo Isaac (Ytsjaq).  Es mucho lo que está en juego.  Encontrar una mujer digna de Isaac es lo que va a permitir que el legado de Abraham, su pacto con HaShem, continúe para la posteridad.  Pero si la esposa no acompaña a Isaac, posiblemente todo se pierda.  En ese entonces, como hoy en día, la educación de los hijos y la continuidad dependían especialmente de la esposa. En este Shidduj, había demasiado en juego…
Para esta difícil misión Abraham envía a su sirviente más leal, Eliezer.  Eliezer llega a Jarán, la tierra de la cual proviene Abraham y en la cual tiene todavía algunos familiares. Eliezer le ruega a HaShem que ilumine sus pasos. Y se propone a sí mismo hacer una «prueba» para elegir a la futura esposa de Isaac.
Eliezer se dirige hacia el pozo de agua. Y se dice a sí mismo que al llegar allí –donde usualmente las jóvenes mujeres buscan agua para sus casas —  le pedirá  a una de estas jóvenes un poco de agua para beber, si la joven accediera y le ofreciera también agua para sus camellos, esta sería la futura esposa de Isaac.
Los rabinos se dividen en su opinión: Algunos, como Maimónides, dicen que Eliezer no obró correctamente. Que no se puede «poner a prueba a Dios» (לא תנסו).  Uno no puedo decir, por ejemplo: «No estoy seguro si debo o no debo comprar esta casa. Por lo tanto, HaShem voy a tirar una moneda para que me reveles Tu voluntad: si es tu voluntad que yo compre esta casa, haz que la moneda caiga de ‘cara’. Y si no es Tu voluntad, que sea ‘seca’. Al fin y al cabo, HaShem, Tú eres Todopoderoso, y está en tu poder determinar de qué lado caerá la moneda.» Maimónides indica que este razonamiento, aparentemente impecable, era parte de lo retórica que usaban los idólatras, para de esa manera «forzar a sus dioses a revelar su voluntad», la cual ellos manipulaban a gusto.
Otras opiniones, si bien aceptan en principio el dictamen de Maimónides, dicen que en este caso Eliezer no trató de poner a prueba a Dios, sino de poner a prueba el carácter y la personalidad de la futura esposa de Isaac. Al fin y al cabo Eliezer no pidió un signo identificatorio arbitrario. No dijo, por ejemplo, «si encuentro una muchacha vestida con un vestido con flores, esa será la mujer que HaShem quiere para Isaac», o algo así. Eliezer se propuso identificar «cualidades» que probaran el buen carácter de la muchacha.
¿Pero cuáles eran las virtudes que Eliezer esperaba ver, y que finalmente vio, en la futura esposa de Isaac?
Eliezer buscaba en la futura esposa de Isaac, las virtudes de Abraham Abinu.
Veamos: cuando Abraham recibe a sus invitados, les terminó dando más de lo que en principio les ofreció. Abraham le dijo a sus invitados que les iba a dar «un pedazo de pan y un poco de agua». Pero al final, los agasajó con un banquete de carne tierna, pan recién horneado, y deliciosos postres. Parte de la virtud de un Tsadiq (un hombre justo) «es hacer más de lo que promete», (¡al revés de los políticos!).
Algo más:  Abraham atendió a sus huéspedes con «entusiasmo» (זריזות).  Una de las maneras de medir nuestro entusiasmo es ver cuánto nos apresuramos en hacer lo que estamos haciendo. Si un niño de 10 años tiene que levantarse a la madrugada para hacer una tarea que no quiere hacer, seguramente se levantará muy lentamente, se vestirá en cámara lenta, con total desgano, etc.  Pero si tiene que levantarse a la madrugada para viajar en avión a Disneylandia, seguramente se levantará sin demoras, se vestirá rápidamente, y con mucho entusiasmo. Cuando Abraham recibió a sus invitados la Torá nos cuenta que Abraham se «apresuró» y le dijo a su esposa, prepara «pronto» tortas, y luego «corrió» hacia su ganado y se «apresuró» a preparar la carne…
Cuando Eliezer vio a Ribqá y le pidió agua, la Torá menciona que Ribqá se «apresuró» hacia la fuente y le dijo: «Bebe Señor mío». Y le dijo, por iniciativa propia: «Le voy a dar de beber también a tus camellos. Y se «apresuró» y tomó su vasija y «corrió» hacia la fuente de agua y dio de beber a los camellos hasta saciar su sed».
Este comportamiento excepcional es propio de las personas que practican el Jesed, las obras de bien, en el más alto nivel. Hacen el bien, sin que se les pida. Y hacen más de lo que se les pide o de lo que se espera que hagan. Y cuando llevan a cabo sus obras de bien, lo hacen con entusiasmo, con pasión, sin desgano y desinteresadamente.
Ribqá pasó la prueba de Jesed. Y se graduó con el puntaje más alto.



JAYE SARA: Abraham, el primer influencer

En la Parashá de esta semana, Jayé Sará, encontramos a Abraham, nuestro primer patriarca, en una larga conversación con los Hititas, uno de los pueblos que habitaban en esos días la tierra de Canaán. Abraham quiere adquirir de ellos un terreno en Qiryat Arba, Hebrón, para enterrar a Sará, su esposa, recientemente fallecida.

MONOTEISMO Y ANTISEMITISMO
Abraham negocia con los Hititas. Y mientras la negociación avanza vemos que los líderes de ese pueblo –hombres famosos por sus violentas conquistas– trataron a Abraham con gran respeto y se dirigieron a él como «Nesí Eloqim», «Un representante de Dios entre nosotros». Esto es muy extraño, ya que los pueblos paganos no tenían una mentalidad abierta sobre de respeto hacia otras religiones o cultos. Los dioses mitológicos competían entre sí para demostrar su supremacía. Y Abraham no solo practicaba una religión diferente: su religión era «monoteísta»: lo que significa que mientras las otras religiones quizás decían: «Nuestros dioses son más poderosos que tus dioses», la religión de Abraham sostenía que: «Tus dioses, simplemente, ¡no existen!». Esto debería haber sido considerado por los hititas como un gran desafío –casi una ofensa– a sus creencias. Y supongo que sabían que Abraham era un «monoteísta militante», un iconoclasta (destructor de ídolos) y aún así lo respetan de manera superlativa.

Abraham era diferente, incluso en el plano físico, ya que se había circuncidado. ¡Una razón adicional para «rechazarlo» y «discriminarlo»! En aquellos tiempos no había tolerancia religiosa. Vimos, por ejemplo, en el caso de Yosef y sus hermanos en Egipto, que los egipcios ni siquiera se sentaban a comer en la misma mesa que un semita, porque consideraban que su menú –en este caso: carne– era abominable para ellos. ¿Cómo fue entonces que Abraham, siendo tan diferente a los Hititas, fue respetado por ellos?

En mi opinión los hititas, respetaban y admiraban a Abraham por sus extraordinarias virtudes humanas.

1. GENEROSIDAD: Abraham, quien era visto por los paganos como el representante de Dios sobre la tierra, habría tenido todas las razones del mundo para exigir de los demás ofrendas y regalos, como sucedió con Malqui Tsedeq, un sacerdote a quien Abraham le dio su diezmo. Estas ofrendas a los líderes religiosos paganos (sacerdotes, brujos, magos) eran muy comunes en esa época. Pero Abraham, a quien todos veían como un hombre de Dios, lejos de esperar que otros lo mantuvieran materialmente debido a su «superioridad espiritual», se dedicaba a asistir materialmente al prójimo de su propio bolsillo. Abraham tenía su tienda o carpa abierta para todo extranjero que necesitara sombra, agua o comida. Y no pedía ni aceptaba ninguna compensación por ese servicio. Esta conducta de Abraham tiene que haber inspirado el respeto y la admiración de todos los que lo conocían, a pesar de las diferencias religiosas .

2. RESPETO: Dios le habló a Abraham y le prometió que él y sus descendientes heredarán la tierra de Canaán. Pero Abraham nunca se comportó con arrogancia frente a los hititas y otros habitantes de Canaán. Su fe incondicional en la promesa Divina podría haberlo llevado a reclamarle a los paganos que habitaban la tierra: «Esta tierra será mía. Y por lo tanto puedo tomar posesión de ella sin el permiso de ustedes». Abraham trató a los hititas con dignidad y honor. Abraham representaba el epítome de la nobleza de aquellos verdaderos Yehudim que saben muy bien que «cuanto más cerca está uno de Dios, más debe respetar y comportarse con integridad hacia los demás», y muy especialmente hacia quienes profesan otra religión o son menos observantes que uno (Quiddush HaShem).

3. HUMILDAD: la humildad de Abraham se vuelve mucho más evidente cuando comparamos a Abraham, como lo hicieron nuestros Sabios, con Bil’am. Bil’am era un profeta pagano. HaShem se comunicaba con Bil’am, como lo hizo con Abraham y con Moshé. Pero este privilegio, en lugar de hacer que Bil’am sea más humilde, hizo que Bil’am mirara a todas las demás personas con desdén. Bil’am se dijo a sí mismo: «Si Dios habla conmigo ¿quién se puede comparar conmigo?» La arrogancia de Bil’am lo hacía comportarse hacia los demás con desprecio . No estaba dispuesto a ayudar a nadie, a menos que obtuviera algún beneficio material y retribución «por los servicios espirituales prestados». Bil’am sacaba toda la ventaja que podía de su relación con Dios. Representa a esas personas que «mal-representan» a la religión. Abraham, como dijeron nuestros sabios, era TODO lo contrario.

4. IMITAR A DIOS: Aunque Abraham tenía ideas diferentes, que «él» sabía que eran superiores a las ideas de los paganos que vivían a su alrededor, se comportaba con generosidad y respeto y siempre dispuesto a ayudar a cualquiera que lo necesitara. En su humanidad sin límites, Abraham le pidió a Dios que perdonase la vida de los habitantes de Sodoma y Gomorra, las ciudades más corruptas de la historia.
A pesar de que sus ideas eran diferentes, Abraham nunca tuvo enemigos. Nunca fue juzgado negativamente por sus revolucionarias creencias. ¿Por qué? Por su intachable comportamiento hacia otros seres humanos. Así fue como Abraham se convirtió en la inspiración de las grandes religiones del mundo: el INFLUENCER más importante de la historia.




JAYE SARA: Los nuevos soldados del ejército judío




RESUMEN DE JAYE SARA

Nuestra Parashá comienza relatando que Sará fallece a los 127 años. Abraham, decidido a honrar a su esposa con la máxima dignidad, identifica una parcela de tierra en la ciudad de Hebron para su entierro. El terreno contenía una cueva ubicada en el campo de Majpela, en lo que hoy es la ciudad de Kiryat Arba y Hebron. La tierra pertenecía a Efron, miembro de los hititas, un pueblo que formó una de las civilizaciones más influyentes del Medio Oriente y cuya presencia se extendía hasta Turquía.

Abraham solicita comprar la cueva y el campo adjunto. Efron le ofrece que entierre a Sará gratuitamente. Abraham insiste en adquirir la parcela formalmente y paga por el terreno unos 400 shekel de plata, una cifra elevada. Así, Abraham establece un vínculo jurídico con la Tierra Prometida por Dios, que constituye el primer título de propiedad judío documentado en la historia, localizado precisamente en Hebron.

Después de enterrar a Sará, Abraham encomienda a su hombre de confianza, Eliezer, que encuentre una esposa adecuada para su hijo Isaac en la región de Jaran, situada en el sureste de la actual Turquía, que era de donde Abraham era originario. Además, evitaría que Isaac se asimilara a la familia de una mujer local canaanita. La insistencia en preservar la identidad espiritual y evitar la asimilación se convierte desde ese mismo momento en el tema central del legado de Abraham y sus descendientes.

Eliezer llega a Jaran y reza a Dios por el éxito de su misión. Le pide a Dios una señal clara para reconocer a la mujer destinada a Isaac: que la joven a quien él pida agua no solo le ofrezca de beber a él, sino que, por iniciativa propia, también dé agua a sus camellos. Este gesto revelaría no solo la hospitalidad acostumbrada, sino también el jesed, la generosidad característica de Abraham y su familia.

En el pozo de agua aparece una joven que cumple exactamente con esa conducta. Su nombre es Ribká (Rebeca), hija de Betuel y nieta de Najor, hermano de Abraham.

Ribká corre a su casa para contar la noticia. Su hermano Labán sale a recibir al visitante y lo hospeda. Durante la cena, Eliezer relata detalladamente su misión, la plegaria que elevó, la señal que pidió y cómo Ribká cumple con todos los requisitos. La familia reconoce que este encuentro no es casual, sino parte de la providencia divina. Aceptan el compromiso matrimonial y autorizan que Ribká parta con Eliezer.

Tras una emotiva despedida, la delegación emprende el regreso. Cuando Isaac ve a Ribká, la toma como esposa.

Abraham vuelve a casarse con Keturá y tiene varios hijos más. Sin embargo, para evitar conflictos hereditarios, Abraham les entrega algunos bienes en vida y los envía hacia “la tierra del oriente”. A Isaac le deja todas sus posesiones, incluidos sus asentamientos en la tierra de Israel, consolidando la continuidad espiritual y territorial de la Promesa Divina.

Abraham muere a los 175 años. Isaac e Ishmael se reúnen para enterrarlo juntos en la cueva de Majpelá, junto a Sará.




JAYE SARA: Aprendiendo a Rezar

DIOS CREADOR
Abraham descubrió a Dios observando la Creación. “Es imposible que todo lo que existe haya surgido y funcione por sí mismo sin un Creador Inteligente”, razonaba Abraham . Tiene que haber Alguien que trajo todo a la existencia y que continua haciendo funcionar este maravilloso mundo (יש אדון לבירה).

DIOS ES UNO
Esta idea, que ya de por sí era innovadora, vino acompañada de otra declaración revolucionaria de Abraham: “Existe un solo Dios”. Abraham, contra toda lógica contemporánea, afirmaba que no hay fuerzas opuestas divinas luchando entre sí: la luz y la oscuridad, la salud y la enfermedad, el nacimiento y la muerte, provienen de un mismo origen. Para los hombres de esa época esto ya era ridículo: lo más lógico es explicar que el bien y el mal, la luz y la oscuridad, la vida y la muerte, vienen de poderes o dioses diferentes, opuestos. Hablar de un solo Dios es una locura. Una blasfemia. Una falta de respeto hacia los dioses.

DIOS ES INVISIBLE
Y como si esto no fuera suficiente Abraham también afirmaba que los ídolos eran falsas representaciones de Dios. “A Dios no se lo puede ver: es invisible”, afirmaba Abraham. Creo que esta declaración fue la más dramática. Hoy en el 2024 la entendemos sin problema ya que conocemos las fuerzas y energías invisibles a los ojos como la radio frecuencia, las microondas, el WiFi, las ondas de comunicación celulares, que nos rodean. Hoy sabemos que lo que no vemos existe en una dimensión invisible a nuestros ojos. Pero 4.000 años atrás, ¿Quién podría creer en algo que no se ve y no se toca? ¿Quién iba a creer que algo o alguien invisible es responsable por la existencia de todo lo visible? Si me preguntan a mí, creo que esta fue la innovación mas espectacular de Abraham, y más difícil de ser aceptada.

LE IMPORTA Y NOS ESCUCHA
Pero hay otro aspecto del monoteísmo judío que de acuerdo a la literalidad del texto bíblico (el peshat) Abraham Abinu fue descubriendo de a poco, con el pasar del tiempo. Esto es, que el Creador se interesa por los seres humanos, se involucra con ellos y puede cambiar el curso de lo natural o lo estadístico por ellos. ¿Sabía esto Abraham? Y si lo sabia, ¿por qué no le reza a Dios cuando lo necesita?

Veamos un par de ejemplos. Abraham, por instrucción Divina deja la confortable vida de Jarán y emigra a Israel. Cuando Abraham llega a Israel, la tierra sufre de una gran sequía. Abraham decide emigrar a Egipto allí su esposa Sara es secuestrada.

SUFRIR SIN REZAR
En ambas crisis, el hambre y el crimen que sufre, Abraham no reza. Abraham no le pide a Dios que le conceda la bendición de la lluvia, y tampoco le implora a Dios que lo ayude a recuperar a Sará. ¿Por qué? El silencio del texto parece indicar que Abraham “no imaginó que podía rezar”, es decir, invocar o pedir la intervención Divina para cambiar un evento natural o personal.

Si nos situamos en el contexto de la sociedad de Abraham, para los humanos el rezo no era una opción. Los dioses mitológicos asirios, hititas, o egipcios vivían en un mundo paralelo. Estaban muy ocupados con sus propios problemas, guerras y conflictos y no tenían ninguna injerencia en los asuntos humanos, y ningún interés en ayudarlos . Por el contrario, a veces competían con los humanos por los recursos naturales del universo como la lluvia o la luz. Rezar a «un dios» era algo completamente ilógico, contra-intuitivo y que Abraham tuvo que aprender.

APRENDIENDO A REZAR
Siguiendo estrictamente el sentido literal del texto, es Dios –no un ser humano– quien primero menciona el concepto de rezar (lehitpalel). En la Perashá que leímos esta pasado Shabbat, Sará es secuestrada una segunda vez, ahora por el monarca de Guerar, Abimelej. Dios castiga a Abimelej con serias afecciones, se le aparece a Abimelej en su sueño y le explica que Sará es una mujer casada y que Dios lo castigó por su causa. Abimelej le dice a Dios que él no lo sabía y entonces Dios le indica lo que tiene que hacer (Genesis 20: 7) “Ahora, devuelve la mujer a su esposo , que es un profeta, y [pídele] que rece por ti, y así no morirás”. Genesis 20: 17: “Entonces Abraham le rezó a Dios y Dios curó a Abimelej”.

En nuestros días, los fieles de cualquier religión estamos ya familiarizados con el concepto de rezar y nos parece algo natural. Luego de lo que ocurrió con Abimelej Abraham “descubre” que se puede rezar a Dios, y no solo para reconocerlo y alabarlo, algo que Abraham ya hacía (vayqrá beShem HaShem..; nebarej sheajalnu misheló..; tiquen tefilat Shajarit) sino también para pedirle Su intervención e influir en los acontecimientos que afectan a los humanos. “Rezar”, hasta ese momento era algo que no se había registrado explícitamente en la Torá. Pero ahora, Abraham aprende que Dios, por ejemplo, puede cambiar el curso natural de una enfermedad cuando un ser humano reza.

En la Perashá de esta semana, Jayé Sará, nos encontramos con Eliezer, el siervo de Abraham, que siguiendo lo que aprendió de Abraham, reza y le solicita al Creador su intervención para encontrar una esposa para Yitsjaq.




VAYERA: Los juegos de Ishmael

ESCRITO EN 2020
Abraham y Sará no tienen hijos. HaShem les promete una gran descendencia, que heredará la tierra de Canaan.  Sará  le propone a Abraham tomar a Hagar como concubina y adoptar a su hijo como propio. Así es como nace Ishmael, el primer hijo de Abraham.
En nuestra Parashá, finalmente, y milagrosamente, nace Itsjaq,  hijo de Abraham y Sará. HaShem le dice a Abraham כי ביצחק יקרא לך זרע, Gen. 21:12 «tu descendencia vendrá de itsjaq», no de Ishmael. Aunque a Ishmael, por ser tu hijo,  לגוי אשימנו, «lo convertiré en una nación».
La Torá continúa relatado lo que sucedía ahora entre los hermanos, Ishmael e Itsjaq.  El pasuq 21:9 dice así: «Y Sará vio que el hijo de Hagar la Egipcia [Ishma’el] …se estaba divirtiendo/jugando. Y le dijo a Abraham, despide a esta mujer y a su hijo…».
¿Qué pasó aquí? ¿Sará ve a Ishmael «jugando» y decide que lo tiene que expulsar? ¿Por qué esa reacción aparentemente tan exagerada? Todo tiene que ver con el significado de la palabra מצחק «divirtiéndose, jugando». ¿A que juegos se refiere aquí la Torá?
Hay varias opiniones. Veamos dos.
Según una primera opinión Ishmael estaba jugando con Itsjaq al «arco y flecha», al estilo William Tell, practicando su puntería con el pequeño itsjaq, como si quisiera «matarlo  accidentalmente» . Al ver esto, obviamente, Sará expulsa a ishmael.
Hay una segunda interpretación según la cual los juegos de Ishmael no amenazaban la integridad física de Itsjaq sino su integridad moral.  El Midrash no dice que Ishmael jugaba con Legos o autitos de carrera. La diversión de Ishmael era: «Idolatría, promiscuidad y asesinato». Comencemos por el final. ¿Es posible que un niño juegue juegos de asesinato?   Bueno, hoy sabemos mejor que nunca que esto es muy posible. Pensemos en algunos videojuegos modernos donde se ganan puntos por matar gente mientras uno conduce un auto; o disparar a matar inmigrantes (¡y hay extra puntos por matar mujeres embarazadas!).  Sará entendía que los juegos que se juegan de niños, se hacen parte de la personalidad del adulto.  Sará no podía permitir que su hijo Itsjaq, quien estaba destinado a seguir el camino de Abraham, fuera educado con «los juegos de Ishmael». Sará sabia el poder de la influencia que los amigos, la calle y los juegos tienen sobre nuestros hijos.
Y Sará también entendió que Ishmael no iba a cambiar. ¿Por qué? Porque Hagar, la madre biológica de Ishmael, no compartía la preocupación de Sará. Una vez más los Jajamim iluminan las palabras de la Torá.    Dicen que Sará cuestionó a Hagar por la conducta de Ishmael y sus juegos. Y le dijo: «¿No te das cuenta de lo que tu hijo está haciendo? ¿No ves cómo esos juegos van a influir en su personalidad?»  A lo que Hagar contestó: «metsajeq», «Ishmael está jugando», en otras palabras: «¡Son solo juegos de niños! No hay que tomarlos en serio».  Hagar es una madre permisiva, que por ingenuidad (o por comodidad) elige no entrometerse con los juegos de sus hijos, sus amistades e influencias. Y se dice a sí misma:  «Ishmael sólo se está divirtiendo. Son cosas de niños.»
Creo que ahora, gracias a este Midrash, nuestra perspectiva de la drástica decisión de Sará es un poco más amplia.  Sará no sólo ve en el futuro la mala (y posiblemente «irreversible») influencia de Ishmael sobre Itsjaq, Sará también comprende que Hagar no comparte ni entiende su preocupación.   A Hagar tampoco le molestan los juegos promiscuos de Ishmael («que se haga hombre» diría Hagar), ni tampoco parece importarle que «juegue» con lo opuesto de lo que su padre predica, la Abodá Zará  («que Ishmael, cuando sea grande, decida si quiere seguir el camino de Abraham o ser una persona normal, como el resto del mundo» diría quizás Hagar).  La filosofía educativa de Hagar no era diferente, sino totalmente opuesta a la de Sará. Sará no tenía con quién hablar…
Y al final vemos que Sará tuvo mucha razón…. En el pasuq 21:20 vemos cual fue el destino de Ishmael ויהי רובה קשת «un arquero» (de arco y flecha).   El hijo de Abraham no se convirtió en un hombre de Dios, como su padre. Ni tampoco en un comerciante o un profesional. Ishmael terminó siendo lo que jugó de chico: un violento cazador.
Tenemos mucho que aprender de Sará. Entre otras cosas.
1. Saber que los juegos violentos o promiscuos, las malas compañías y las malas amistades, pueden ejercer sobre nuestros hijos una influencia que supere la de nuestras palabras.
2. Recordar que lo juegos que juegan nuestros hijos en su niñez, lo que maman a una edad temprana, será parte de su personalidad (para bien o para mal, como dijeron los Jajamim: גרסא דינקותא לא זזה ממקומה)
3. Y finalmente, que a veces hay que tomar medidas drásticas para proteger a nuestros hijos y educarlos como verdaderos descendientes de Abraham Abinu (y Sará!)



RESUMEN DE LA PARASHA VAYERA

Dios se revela a Abraham en una visión, cuando él estaba sentado a la entrada de su tienda. Abraham nota que tres viajeros pasan cerca de él y como era su costumbre, corre a invitarlos a su casa. Los hombres aceptan la invitación y Abraham les prepara un banquete suntuoso. Estos hombres, enviados por Dios, le revelan a Abraham que  Sará dará a luz a un niño en el término de un año. Sara que ya tenía casi 90 años, escuchó esto y se puso a reír.  Dios se enoja con Sará y le hace saber a Abraham que para Él nada es imposible.
Los hombres / ángeles parten y se dirigen a Sodoma para destruir las cinco ciudades de esa región por su tremenda corrupción.  Dios le informa a Abraham de Su intención de destruir Sodoma y en otra muestra de su bondad sin límites, Abraham trata de disuadir a Dios y le pide que no destruya la ciudad si viven allí cincuenta personas justas. Dios acepta pero como parece que no habían muchos hombres justos, Abraham «negocia» con Dios y finalmente le pide que perdonase a Sodoma aunque hubiesen allí solo diez personas justas.
Los hombres llegaron a Sodom. Lot, siguiendo el ejemplo que aprendió de Abraham,  los invita a su casa para descansar y comer. Pero la noticia de que hay extranjeros en la casa de Lot se extiende por toda la ciudad, y la gente reacciona mal. Acostumbrados a abusar de los extranjeros, los indignados residentes de Sodoma rodearon la casa de Lot con la intención de asaltar a sus huéspedes. Lot trata de protegerlos pero los sodomitas intentan derribar la puerta. Los ángeles ciegan a todos los que rodeaban la casa y apresuran a Lot para huir de Sodoma con su esposa y sus hijas.
 
Dios hizo caer del cielo fuego y azufre sobre Sodoma, que destruyó toda la región . La mujer de Lot miró hacia atrás y se quedó petrificada, como una escultura de sal. Lot y sus hijas se refugian en una cueva y piensan que el mundo entero fue destruido y que ellos y son los últimos sobrevivientes. Las hijas embriagan a su padre con vino y lo seducen para repoblar el mundo. Las dos dieron a luz y cada una tuvo un niño que con el tiempo fueron los patriarcas de los amonitas y los moabitas.
Abraham se muda a la ciudad filistea de Gerar por la hambruna. Abimelej, el rey de los filisteos, captura a Sará, que fue presentada como hermana de Abraham. Pero Dios castigó a Abimelej y los miembros de su palacio. Dios se le aparece a Abimelej en un sueño advirtiéndole que Sara es la esposa de Abraham. Abimelej obedece a Dios, libera a Sará y colma de regalos a Abraham como indemnización por los daños causados.
Tal como lo habían anticipado los ángeles que visitaron a Abraham, Sara concibe y da a luz un hijo a la edad de noventa años. El niño se llama Isaac, «el que reirá» (o el que hará reír de felicidad a sus padres). Abraham circuncidó a Isaac a los ocho días.
Isaac crece y Sará se da cuenta que Ishmael, el medio hermano mayor de Isaac, ejerce una influencia negativa en su pequeño hijo y le exige a Abraham que expulse de su casa a Ismael, junto con su madre Hagar.  Dios le indica a Abraham que debe escuchar a Sará . Hagar e Ishmael se quedan sin agua en el desierto y estuvieron a punto de morir de sed. Pero un ángel «abre los ojos de Hagar» y le ayuda a ver un pozo de agua. Ishmael se cría en el desierto y se convirtió en un hábil cazador.
Abimelej viendo que Abraham es el elegido de Dios le pide hacer un pacto de no agresión con él: ninguno de los dos trataría de conquistar al otro por tres generaciones. Abraham estuvo de acuerdo, pero le indicó a Abimelej que sus hombre le habían robado a Abraham un pozo de agua que sus hombres habían cavado. Abraham tomó siete ovejas y se las dio a Abimelej que las tomara como testimonio de que él, Abraham, había cavado el pozo. Abraham se establece en la ciudad de Beer Sheba y proclama el nombre de Dios a todos los que encuentra
En la última Aliyá Dios le ordena a Abraham que tome a su hijo único Isaac y lo ofrezca como sacrificio en una montaña. Abraham parte hacia la montaña con Isaac y dos de sus sirvientes. Cuando llega a la montaña, Abraham sube con Isaac y construye allí un altar. Ata a Isaac de pies y manos y se dispone a cumplir la inexplicable orden Divina. En ese momento oye a un ángel de Dios que le ordena detenerse. Abraham ve un carnero atrapado en un matorral por sus cuernos. Lo toma y lo ofrece como sacrificio a Dios. Dios bendice a Abraham y a sus descendientes por su lealtad y obediencia. 
Abraham escucha que su cuñada Milka había dado a luz. Uno de sus hijos, Betuel, fue el padre de Rivká, la futura esposa de su hijo Isaac.