El Rabino Benzion Frizzi (1756–1844) y las bacterias en el Talmud

El Rab Benedetto o Benzion haKohen Frizzi fue uno de los pensadores judíos más extraordinarios del judaísmo italiano; también fue médico e ingeniero. Su educación en ciencias, medicina y matemáticas le ayudó a demostrar que la Torá y la ciencia no se contradicen, sino que se complementan en la búsqueda de la verdad y en el acercamiento al Creador.

Nació en Ostiano, Italia, y desde joven mostró una inteligencia fuera de lo común. Sus padres lo enviaron a estudiar Torá, Talmud y gramática hebrea en la escuela rabínica de Fiorenzuola. En 1769 se trasladó a Mantua, donde completó su formación en la academia del rabino Yaakov Saraval (1707 – 1782). Allí cursó también estudios de filosofía, latín y matemáticas.

Increíblemente, a los 16 años ya estaba certificado como agrimensor, experto en ingeniería y topografía. Luego ingresó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Pavía, donde se graduó en 1787. Dos años más tarde, en 1789, aceptó una invitación del gobierno imperial y se mudó a Trieste, donde ejerció la medicina con gran prestigio. En 1816 fundó allí un hospital judío que brindaba atención gratuita a los pobres, uno de los primeros de ese tipo en Europa.

El médico del Pentateuco

Su curiosidad científica nunca lo alejó de su amor por la Torá; todo lo contrario. Frizzi veía en la Torá un auténtico código de salud pública. Entre 1787 y 1790 publicó seis volúmenes titulados Dissertazioni di polizia medica sul Pentateuco (Disertaciones sobre las políticas médicas en el Pentateuco), donde explicaba que “los preceptos de la Torá, además de apuntar a la elevación moral y espiritual del hombre, forman un verdadero código de salud”.

En su visión, las leyes divinas no solo purifican el alma, sino que también protegen el cuerpo y la sociedad. Para él, el médico judío debía ser también un filósofo moral, un profesional que entendiera la salud como armonía entre cuerpo, mente y espíritu.

Defensor del pueblo judío

Pero la medicina no era su única especialidad. En 1784 publicó Difesa contro gli attacchi fatti alla nazione ebrea (Defensa contra los ataques a la nación judía), una brillante respuesta a las acusaciones antisemitas de Giovan Battista D’Arco, quien había afirmado que los judíos eran perjudiciales para la economía. Frizzi refutó cada punto con argumentos históricos y económicos, demostrando que los judíos habían contribuido al desarrollo comercial y social de Europa gracias a su honestidad, su trabajo constante y su ética profesional inspirada en la Torá.

Petaj ‘Enayim: abrir los ojos de los perplejos
La obra judía más importante de Frizzi fue Petaj ‘Enayim (Apertura de los ojos), publicada en Livorno entre 1815 y 1825. En este libro, el rab Frizzi cita todas las aggadot del Talmud —las partes no halájicas, recopiladas en el famoso Ayin Ya‘aqob— y demuestra que los sabios judíos de la antigüedad poseían un conocimiento comparable con los descubrimientos científicos modernos.

El rab Frizzi vivió en una época complicada para el pueblo judío. Por un lado, el iluminismo europeo trataba de secularizar a los judíos y, para lograrlo, atacaba y despreciaba el Talmud, presentándolo como un compendio de ideas anticuadas, irracionales y supersticiosas. Así buscaban justificar el abandono de la tradición judía. El rab Frizzi dedicó muchos años de su vida a demostrar que el Talmud no era superstición, sino una forma de sabiduría profunda y anticipatoria.

Un ejemplo notable de la explicación innovadora del Petaj ‘Enayim es su interpretación de los mazikin, las “criaturas invisibles que causan daño” mencionadas en Berajot 6a. Mientras que algunos comentaristas clásicos habían entendido esas entidades como fuerzas metafísicas negativas que causan el mal, el rabino Frizzi las explicó desde una óptica científica moderna: sostuvo que los mazikin no son espíritus ni magia, sino “criaturas físicas diminutas e invisibles que se mueven en el aire y en el agua y provocan enfermedades” (ed. Livorno, 1815, vol. 1).

En sus propias palabras:
“…ומ«ש חז«ל שיש מזיקין בלתי נראים, אין כוונתם לרוחות וכשפים, אלא ליצורים קטנים מאד, שאינם נראים בעין, הנעים באויר ובמים ומפסידים הגוף וגורמים חלאים…”
(“Y lo que dijeron nuestros Sabios sobre los mazikin —agentes que causan daño— invisibles, no se refiere a espíritus ni a hechicerías, sino a criaturas muy pequeñas, invisibles al ojo, que se mueven en el aire y en el agua, y dañan el cuerpo y causan enfermedades.”)

Esta afirmación fue escrita entre 1815 y 1825, es decir, unos tres años antes de que el famoso químico Christian G. Ehrenberg acuñara el término bacteria en 1828. La descripción de Frizzi anticipa por décadas la teoría microbiana de Pasteur, formulada en 1860. Es decir, mientras la medicina europea aún se aferraba a la teoría de los miasmas —los “aires” o rujot dañinos—, el rab Frizzi percibió en las palabras del Talmud una auténtica anticipación científica.

Los Sabios habían descrito, con el lenguaje de su tiempo, la existencia de agentes patógenos invisibles. Con esta lectura, el rabino y médico de Trieste transformó una Aggadá en una hipótesis científica, mostrando que la sabiduría rabínica no se oponía a la ciencia, sino que —bien interpretada— la anticipaba.

Su legado
El rab Frizzi demostró así que la Torá no es moderna, sino eterna, y que cada generación debe encontrar la manera de aplicarla y comprenderla sin reformarla, como pretendía el iluminismo secular.

Estudiar Torá, como enseña Maimónides, es también estudiar el mundo y el universo que Dios creó. La mejor defensa del judaísmo no es el aislamiento, sino el “judaísmo inteligente”, donde la Torá y el saber científico no se contradicen, sino que representan dos libros escritos por el mismo Autor.

Rab Benzion Frizzi falleció en 1844. Su Petaj ‘Enayim puede consultarse hoy en HebrewBooks o en este enlace.

 

TRADUCCION / EXPLICACION

GEMARA: Ribbí Levi dijo: “Quien se dedica al estudio de la Torá, los sufrimientos físicos se alejan de él.”

PETAJ ENAYIM: ¿Por qué? Porque quien se entrega al estudio y a la práctica de la Torá no vive persiguiendo sus apetitos: evita comer y beber en exceso y se aleja de los placeres físicos desmedidos. Al hacerlo, naturalmente mantiene un estilo de vida saludable y reduce muchas de las causas de enfermedades y dolores que provienen de satisfacer los instintos sin disciplina.

Además, un verdadero estudiante de la Torá aprende a estar feliz y contento con lo que tiene. Esta satisfacción interior le otorga tranquilidad y paz mental, reduciendo la tensión y la ansiedad —las raíces emocionales de muchos problemas físicos y enfermedades cardiovasculares.

Y si alguien ya está sufriendo una enfermedad física o mental, al estudiar y meditar en las palabras de la Torá encontrará sanación para todo su cuerpo; restaurará su equilibrio cuerpo-mente. Como dijo Shelomó HaMelej:
La Torá “será medicina para tu carne y sanación para tus huesos.” (Mishlé 3:8)

El estudio de la Torá, cuando se realiza con profundidad y reflexión, produce un efecto terapéutico natural que mantiene el cuerpo sano y previene la enfermedad.

Y sobre esto mismo dijo también el sabio rey Shelomó:
“Porque el Eterno al que ama lo corrige, como el padre al hijo a quien quiere.” (Mishlé 3:12). Y lo hace a través de la Torá y su sabiduría: “Feliz [y sano] el hombre que halla sabiduría, y el hombre que adquiere entendimiento.” (Mishlé 3:13)

Estos versículos enseñan que la sabiduría divina contenida en el estudio de la Torá purifica el corazón y sana el cuerpo. Son la verdadera medicina que cura todos los dolores y aflicciones que surgen de la naturaleza humana.