¿COMO MORIR?

En memoria de mi querida suegra Oro bat Esther z»l
שיעשה כל ימיו תשובה כי לא ידע האדם יום מותו ולפיכך כל ימיו יהיה בתשובה
VIVIR NUESTRA MORTALIDAD
La idea de la muerte siempre me cautivó. Fue el concientizarme de la muerte, y su irremediable inevitabilidad, lo que me hizo pensar más profundamente en la vida, en el propósito de mi existencia, y me acercó más a la Torá. Le debo a la explicación de Ribbí Meir sobre lo positivo de la mortalidad (טוב מות) el haberme ayudado a entender que la muerte es lo que le da a la vida el sentido de lo irrecuperable. Dos monedas —como explicó Borges en el cuento Los Inmortales— pueden ser idénticas, intercambiables. Pero dos horas, o dos días, nunca pueden ser iguales. El día que pasó es un día único que murió. Que ya no volverá jamás. El dinero malgastado, eventualmente, se puede recuperar, pero un día desperdiciado es irreparable.
Podemos arrepentirnos, hacer Teshubá, y corregir muchos errores: si tomamos plata que no nos corresponde, la podemos devolver; si ofendimos a alguien, le podemos pedir perdón. Pero no hay forma de compensar por el tiempo inutilizado. Imagino que no hay peor forma de morir que saber o sentir que nuestra vida no tuvo trascendencia, que nuestra misión no fue cumplida. Que nuestros días fueron vacíos.
Esa es la muerte que debería darnos miedo…
Los Tsadiqim, los hombres y mujeres justos y rectos, no esperan hasta el momento de su muerte para entender el valor del tiempo. Y por eso, no pierden la oportunidad de hacer el bien. ¿El secreto? Considerar que cada día puede ser el último. Y que este pensamiento, la permanente conciencia de nuestra mortalidad, lejos de infundir miedo, nos motive a vivir y elevarnos espiritualmente con la intensidad de lo que se sabe irrepetible. Los justos dejan este mundo con la satisfacción existencial más elevada: la de haber cumplido su misión en este mundo.
En este mail que escribo en su memoria, quiero contarles acerca de los últimos días de Oro bat Esther, que en mi opinión fue un evento de características bíblicas, que representa una especie de ideal acerca de cómo despedirse de este mundo.
MORIR CON LOS SALMOS
Mi querida suegra tuvo el mérito de fallecer en su casa, no en un hospital, y rodeada de sus 8 hijas, su hijo, y casi todos sus nietos y bisnietos. En sus últimos días, lo que más lamentó es que ya no le quedaban fuerzas para rezar, alabar al Todopoderoso, y leer su Tehilim.
Los Salmos del Rey David eran su libro favorito. Su sostén. Su fuente de inspiración. Su conexión con HaShem. Y por eso, en sus últimas horas, su familia se encargó de que Oro bat Esther partiera de este mundo escuchando la recitación de Tehilim por sus voces favoritas: la de su querido hijo y sus nietos. Su alma se separó de su cuerpo mientras escuchaba la melodía más hermosa del mundo. No imagino una forma más solemne de dejar esta vida…
TUYO SOY Y TUYO SERÉ
Es muy significativo que mi querido cuñado, el rab Asher Meir Carciente שליט״א, también haya elegido recitar en las últimas horas de la vida de su madre el famoso poema “Leja Eli Teshuqatí” escrito por el Rab Abraham Eben Ezra. Este poema es muy significativo en la liturgia Sefaradí, ya que lo recitamos nada menos que para dar inicio al día de Yom Kippur. Me llevaría varias horas describir sus más de 100 versos. Pero quiero traducir 3 versos para mostrarles de qué se trata esta hermosa composición.
En su primera parte este poema expresa nuestra declaración de lealtad incondicional a Dios. Dice, entre otras cosas:
לְךָ אֵלִי תְּשׁוּקָתִי בְּךָ חֶשְׁקִי וְאַהֲבָתִי
לְךָ רוּחִי וְנִשְׁמָתִי
לְךָ אֶזְעַק בְּךָ אֶדְבַּק עֲדֵי שׁוּבִי לְאַדְמָתִי
לְךָ אֲנִי בְּעוֹדִי חַי וְאַף כִּי אַחֲרֵי מוֹתִי
Mi alma solo te desea a Ti, mi Dios; Tú eres lo que más anhelo y a Quien amo. Tuya es mi alma, tuyo es mi espíritu. Sólo a ti habré de rezar y solo a ti me intentaré acercar hasta el día que al polvo de la tierra habré de regresar. Soy tuyo mientras vivo, y tuyo seré también después de morir.
Luego, el poema nos invita a admitir que nuestro deseo de hacer la voluntad de Dios no siempre se lleva a cabo. Que somos débiles, falibles, nos equivocamos y nos dejamos llevar por nuestros impulsos. O somos lentos y perezosos. Esta parte es el Viduy, la confesión, y por eso recitamos este poema en Kippur. Lo que no muchos saben es que por esta misma razón, la tradición entre los judíos Sefaradim era (y debería ser) recitar “Leja Eli Teshuqatí” también en las horas finales de la vida. Y dejar este mundo con nuestra declaración de lealtad hacia Dios y nuestra confesión final.
לְךָ אוֹדֶה וְאֶתְוַדֶּה עֲלֵי חֶטְאִי וְרִשְׁעָתִי
לְךָ יִשְׁעִי
סְלַח רִשְׁעִי וְאֶת פִּשְׁעִי וְאַשְׁמָתִי
Ante Ti habré de admitir y confesar mis errores, mi iniquidad. Dios, sé que mi salvación está en Tus manos, por lo tanto te pido que perdones mis transgresiones, mi rebeldía y mi culpa…
Este extenso poema concluye con una plegaria muy especial, que describe la elevación del alma y su arribo al mundo por venir.
וְיוֹם לֶכְתִּי לְפָנֶיךָ
רְצֵה נָא אֶת הֲלִיכָתִי
וְתִשְׁלַח מַלְאֲכֵי הַחֵן
וְיֵצְאוּ נָא לְעֻמָּתִי
יְבִיאוּנִי לְגַן עֶדְנָךְ
וְשָׁם תִּהְיֶה יְשִׁיבָתִי
וְאֶתְעַדֵּן בְּאוֹרֶךָ
וְשִׂים כָּבוֹד מְנוּחָתִי
“Y cuando [en el momento de mi muerte] me esté encaminando hacia Ti, por favor, recíbeme con Tu amor: envía a Tus ángeles de la Gracia para que salgan a mi encuentro y me acompañen a Tu Jardín del Edén. Y que allí, junto a Tu Presencia, sea establecida mi morada [celestial]; y que [mi alma] disfrute de Tu esplendor, y me concedas la gloria de mi descanso [eterno].”
MORIR COMO NUESTRO PATRIARCA YAAKOB
El ideal judío es morir como Yaakob Abinu. En el momento de su muerte, rodeado de sus hijos, nietos y bisnietos, Yaakob quiso asegurarse de que todos sus descendientes eran leales al pacto de Abraham, que ninguno había abandonado la senda del Todopoderoso. Y en ese momento les preguntó a todos sus descendientes en voz alta y con sus últimas fuerzas si TODOS seguían fielmente comprometidos con su fe. La respuesta de sus hijos no pudo ser mejor:
“Escucha, oh Israel: HaShem es nuestro Dios, HaShem es Uno.”
Oro bat Esther, al igual que Yaakob Abinu, dejó este mundo con la incomparable satisfacción de haber visto su misión cumplida. Sabiendo que TODOS sus descendientes seguían su mismo camino, la Torá de Yaakob Abinu.
Los Jajamim dijeron de Moshe Rabbenu que al morir no sufrió, que su muerte fue suave y dulce “como un beso” (mitat neshiká — מיתת נשיקה).
Mi Iytén veNizké!!!