El derrotismo psicológico de la generación del desierto también se pone de manifiesto en un detalle que por muchos años no había notado: los espías se veían chiquitos como insectos, pero ¿por qué no se describieron como hormigas, abejas o avispas, insectos que la Torá describe en otros contextos? ¿Por qué usar las “langostas” como metáfora?
Se me ocurrió que eligieron compararse con un insecto como la langosta porque las langostas no tienen aguijón, es decir: no pueden defenderse ni defender a su colonia. En cierta manera, y con mucha sofisticación, admitían su superioridad numérica —tengamos en cuenta que el efecto devastador de las langostas se produce cuando llegan en plagas de millones— pero fuera de su gran número, individualmente, las langostas son totalmente inofensivas y vulnerables.
Los hombres de la generación del desierto, diría el Dr. Freud, se veían a sí mismos como langostas porque se creían incapaces de defenderse ¡y, mucho menos, de triunfar!
Si queremos analizarlo más sofisticadamente todavía: según la cultura gastronómica de aquellos tiempos, las langostas eran comestibles (muchas especies son kosher), y quizás inconscientemente se estaban describiendo a sí mismos como “comida” para el enemigo.
Caleb y Yehoshua, por el otro lado, en un momento presentaron una visión opuesta cuando dijeron «Lajmenu hem»: los enemigos serán como pan para nosotros, en el sentido de la expresión en español argentino: “son pan comido”.