En la literatura rabínica se habla de la Jerusalem de arriba y la Jerusalem de abajo (Yerushalayim shel ma‘alá veYerushalayim shel matá). El significado clásico o convencional de esta expresión es que la Jerusalem de abajo es la ciudad que conocemos y recuperamos milagrosamente en 1967, y Jerusalem de arriba es la ciudad celestial, platónica, “Jerusalem virtual”. Pero creo que hoy esta expresión se puede expandir o incluso reinterpretar: hay una Jerusalem de arriba, la que caminamos hoy: la Ciudad Vieja y la explanada del Muro de los Lamentos (Kotel HaMa’araví), y hay otra Jerusalem: la que se está excavando en estos días debajo de la explanada del Kotel.
No me refiero a los ya famosos túneles del Kotel (Minharot haKotel) o a las fascinantes ruinas de Ir David (ver acá: https://cityofdavid.org.il/en/), sino a una nueva excavación de Jerusalem subterránea, un sitio arqueológico muchísimo más grande, que comenzó a ser excavado en los días del COVID, cuando la explanada del Kotel estaba virtualmente vacía, sin gente rezando ni turistas, y esta peligrosa tarea finalmente se pudo llevar a cabo. El sitio todavía no está abierto al público ni oficializado y por eso no existen videos oficiales del lugar.
En este sitio arqueológico se han erigido cuidadosamente columnas de contención, y la explanada del Kotel hoy está literalmente “flotando” por encima de esta ciudad subterránea. Ya se han encontrado miles de piezas arqueológicas que aún no han sido clasificadas ni estudiadas.
En estos años han reconstruido parcialmente algunos niveles históricos de Jerusalem. Y los mejores arqueólogos e ingenieros de Israel están buscando la forma de seguir excavando y llegar a niveles más profundos y antiguos, pero preservando los sitios más “modernos”.
Comparto con ustedes un par de ejemplos:
1. Aelia Capitolina y los graneros incendiados
El primer nivel de la ciudad que se está quedando al descubierto debajo de la explanada del Kotel es “Aelia Capitolina”, la ciudad que los romanos construyeron cuando בעווה״ר destruyeron Jerusalem en el 68 de la era común y transformaron la ciudad judía en una colonia romana.
Uno de los descubrimientos más impactantes y emotivos de este nivel ha sido el de los “graneros” de Jerusalem, preservados en toda su integridad, que datan de los días de la destrucción del Segundo Templo. Corría el año 67 de la era común. Los romanos habían sitiado Jerusalem. Su estrategia era clara: mantener la ciudad aislada hasta que el hambre doblegara a sus habitantes. Ya lo habían hecho en Galia y Britania con muchos éxito. Pero los judíos de Jerusalem estaban preparados. Habían construido enormes cisternas de agua y sistemas de irrigación. Y, sobre todo, tenían graneros, depósitos de granos, llenos de trigo y cebada que podían abastecer a la ciudad por años. El ejército romano, aunque poderoso, no podía sostener indefinidamente un sitio demasiado prolongado por los altísimos costos. Así que existía la posibilidad de que el tiempo jugara a favor de los judíos atrincherados en Jerusalem.
Pero había profundas divisiones internas respecto a cómo luchar contra los romanos. Algunos pensaban que lo más sabio era resistir desde dentro y, en último caso, negociar una rendición. Otros opinaban que había que salir a atacar a los romanos. Algunos partidarios de esta última opción quisieron imponer su idea y obligar al pueblo a salir a luchar. ¿Y qué hicieron? ¡Quemaron los graneros! —Sarfú et haAsamim—, incendiaron las reservas de alimento de toda la ciudad. Ese acto terminó siendo un acto de autodestrucción. Ya que no todos salieron a pelear y los que hicieron fueron derrotados, y los que quisieron resistir no pudieron, y murieron de hambre. El resultado fue la caída total de Jerusalem. No en vano dijeron nuestros Sabios que Jerusalem fue destruida por el odio gratuito (sin’at jinam), esto es: “el odio político” entre los propios judíos.
Creo que el descubrimiento de estos “graneros quemados” posee un simbolismo muy importante, porque lamentablemente hoy, en Israel, hay quienes están dispuestos a «quemar los graneros» para imponer su ideología, sin darse cuenta del daño que esa actitud destructiva causa a la unidad del pueblo y al futuro de Medinat Israel.
2. Desde las ruinas te reconstruiré, oh Jerusalem (מחורבותיך אבנך)
El rey Uziyahu ascendió al trono a los 16 años, alrededor del año 775 antes de la era común, y reinó por 52 años. Su reinado comenzó en medio de una tragedia nacional: un terremoto devastador, estimado en 8 grados en la escala de Richter. La destrucción fue tal que incluso el profeta Zacarías, 250 años más tarde, lo mencionó como símbolo de la peor catástrofe natural que vivió Jerusalem.
Frente a ese desastre, Uziyahu tenía dos opciones: abandonar Jerusalem y trasladar la capital a otra ciudad o quedarse y reconstruirla desde las ruinas. Eligió lo segundo. En lugar de huir, decidió actuar. Fortificó la ciudad, construyó torres de vigilancia en puntos estratégicos, restauró los sistemas de irrigación y modernizó las defensas de la ciudad. Excavó cisternas, promovió el cultivo en las areas desérticas y desarrolló tecnología militar avanzada. En lugar de rendirse ante el dolor y el caos, Uziyahu trajo paz, crecimiento económico y estabilidad a Israel. Lo más impresionante no es solo lo que construyó, sino cuándo lo hizo: después del colapso. Su historia nos recuerda que reconstruir tras un desastre no solo es posible, sino un deber del liderazgo judío.
Muchas de las estructuras halladas en estas excavaciones en el nivel de más profundidad que se ha excavado hasta ahora evidencian una reconstrucción posterior a un colapso sísmico, y se atribuyen al legado de Uziyahu.
El ejemplo del rey de Yehudá no podia ser más apropiado para estos días. Israel enfrenta una crisis profunda tras la tragedia del 7 de octubre, y BeEzrat HaShem, el legado del rey Uziyahu nos inspirará para reconstruir desde las ruinas. Israel se levanta de su duelo no solo para sobrevivir, sino para estar más firme y más alto que antes. Como en los tiempos de Uziyahu, Israel se pone de pie con determinación, transformando el dolor en fuerza y la destrucción en un nuevo comienzo.
Que las lecciones de estas antiguas ruinas inspiren a Israel y que HaShem nos ilumine para construir una sociedad más fuerte y más unida que nunca.