¿Cómo se evitó la asimilación en Egipto?
Cuando nuestro patriarca Ya’aqob se preparaba para descender a Egipto y reunirse con su hijo Yosef —el segundo hombre más poderoso de Egipto— tuvo miedo y dudó. HaShem entonces se le reveló a Ya’aqob y le dijo: “No temas descender a Egipto, Ya’aqob, porque allí haré de ti una gran nación”.
¿De qué tenía miedo Ya’aqob?
EVITANDO LO INEVITABLE
Nuestro último patriarca temía que sus nietos y bisnietos se asimilaran a la prestigiosa cultura egipcia y terminaran convirtiéndose en “egipcios de origen semita”. La asimilación de los inmigrantes al país que los acoge no solo es común, sino normal y en cierto modo, deseable. En Estados Unidos hay nietos y bisnietos de inmigrantes italianos, irlandeses o polacos, que llegaron a principios del siglo XX (¡o antes!). Hoy se consideran 100% estadounidenses. No tienen, que yo sepa, ninguna conexión “existencial” con la tierra antigua de sus ancestros, ni con sus antiguas tradiciones, salvo quizá en lo culinario. Este era el temor de Ya’aqob: que sus descendientes se asimilaran.
Ya’aqob hizo dos cosas para evitar la asimilación. Primero, según nuestros Sabios, envió a Yehudá antes de que la familia llegara y le encargó la organización de una especie de escuela hebrea o Talmud Torá. De esta manera, podrían continuar inculcando en sus hijos los valores de Abraham Abinu.
En segundo lugar, Ya’aqob pidió (¡exigió!) a Yosef que llevara su cuerpo y lo enterrara en la tierra de Israel. Así, sus nietos y bisnietos siempre tendrían presente que su lugar está en Israel.
YOSEF SE UNE AL ESFUERZO
Yosef, por su parte, también tomó varias medidas para evitar la asimilación.
Primero, estableció a su familia en la tierra de Goshen, una zona separada. Y dejó en claro al faraón, y a su propia familia, que continuarían dedicándose a la cría de ganado, una ocupación tabú para los egipcios debido a sus creencias religiosas (creían, como muchos hindúes hoy, que ciertos animales encarnaban el espíritu de dioses o de personas fallecidas, y que debían ser dejados en paz). De este modo, Yosef procuró que su familia mantuviera una relación social limitada con los egipcios. Finalmente, Yosef, como su padre, hizo que sus descendientes juraran que también su cuerpo sería llevado fuera de Egipto a la tierra de Israel.
VESTIMENTA, NOMBRES Y LENGUAJE
Y aún hay más. En el plano cultural, los judíos rehusaron adoptar ciertos elementos de la sociedad egipcia. Los hijos y descendientes de Israel conservaron la vestimenta tradicional semita, y no adoptaron el código de vestimenta egipcio. Muy probablemente, los hombres judíos llevaban una barba corta y túnicas de colores especiales. La imagen que se ve más abajo muestra a una familia semita (los egipcios no eran semitas) que venía de Canaán, y se puede ver claramente sus barbas y túnicas, a diferencia de los egipcios rasurados (o sin barba), con túnicas blancas o faldas. El código de vestimenta de los descendientes de Ya’aqob era lo suficientemente distintivo como para diferenciarse visualmente de los no judíos.
Nuestros Sabios también explicaron que los judíos no cambiaron sus nombres hebreos por nombres egipcios. Así, incluso cuando no había un judío presente o visible, si alguien mencionaba a “Leví” o “Shimón”, sabían que se trataba de un individuo judío.
Finalmente, no cambiaron su idioma. Esto significa que los padres hablaban hebreo en casa y los maestros probablemente enseñaban en hebreo en las escuelas. Y quizás, si el idioma materno de los judíos era el hebreo, cuando hablaban egipcio lo hacían con “acento hebreo”.
EGIPTO, VISTO DESDE CHINA
Sobre el origen de estos tres elementos, mi hijo David, que fue rabino en la sinagoga sefaradí de Shanghái (China), compartió conmigo su Jidush. Me dijo que estos tres elementos son mencionados por la Torá en la historia de Yosef, cuando, forzadamente, tuvo que integrarse a la sociedad egipcia. Lo primero que hicieron los egipcios con Yosef cuando lo sacaron de la prisión fue afeitarlo y vestirlo como egipcio. Luego, los egipcios cambiaron su nombre hebreo “Yosef” por un nombre egipcio, “Tsafenat Pa’aneaj” (el que descifra lo oculto). Y finalmente, también vemos que Yosef adopta el idioma egipcio como lengua principal, ya que cuando se comunicaba con sus hermanos, antes de revelarles su identidad, lo hacía por medio de un intérprete. No creo que sea coincidencia que estos mismos tres elementos hayan sido identificados por nuestros Sabios (¡o quizás por el mismo Yosef!) como claves para comprender cómo se acelera el proceso de asimilación de un grupo humano en su nuevo entorno.
APRENDIENDO DEL PASADO
Resumiendo y pensando en nuestra realidad actual, aprendemos que hace 3500 años nuestros antepasados hicieron todo lo posible por evitar la asimilación: estableciendo un sistema propio de educación judía; manteniendo un vínculo muy fuerte con la tierra de Israel; viviendo en comunidad; trabajando en oficios con poca interacción con los egipcios; usando una vestimenta que los identificaba como judíos (como podría ser hoy una kipá); conservando sus nombres hebreos y aprendiendo y hablando hebreo: el idioma de Abraham, Itzjaq y Ya’aqob.
¿ES BUENO PARA LOS JUDÍOS UN CAMBIO DE GOBIERNO?
וַיָּ֥קָם מֶֽלֶךְ־חָדָ֖שׁ עַל־מִצְרָ֑יִם אֲשֶׁ֥ר לֹֽא־יָדַ֖ע אֶת־יוֹסֵֽף
“Se levantó un nuevo rey sobre Egipto, que no conocía a Yosef.” (Shemot / Éxodo 1:8)
Ya explicamos (Éxodo 1:7) que después de dos o tres generaciones de haber llegado a Egipto, los judíos nacidos allí empezaron a sentirse como en casa: lo primero que hicieron fue abandonar su comunidad, Goshen, y aventurarse en el territorio egipcio en busca de nuevas oportunidades económicas. El siguiente versículo nos muestra cómo comenzó a empeorar la situación de los judíos. Éxodo 1:8 dice: “Y se levantó un nuevo rey sobre Egipto, que no conocía a Yosef”.
UNA NUEVA DINASTÍA
Había dos formas de convertirse en faraón en Egipto: heredando el trono del padre (o del abuelo), o liderando un golpe de Estado contra el monarca de turno. Todo parece indicar que en este caso fue lo segundo, una revuelta militar que produjo una nueva dinastía, algo no inusual en Egipto. Como suele ocurrir en estos casos, los aliados del gobierno anterior ahora son los enemigos del nuevo gobierno. Los judíos gozaban de una posición privilegiada con el faraón de la época de Yosef. Este nuevo rey, sin embargo, “no conocía” a Yosef. Esto no significa que nunca hubiera oído hablar de él: Yosef era extremadamente famoso. Salvó la economía de Egipto con sus predicciones proféticas sobre los años de hambruna y sirvió lealmente a Egipto. Los egipcios agradecieron profundamente a Yosef por salvarles la vida y darles alimento y semillas para sembrar. Yosef era un héroe nacional. Pero ahora el nuevo faraón decide reescribir la historia y condenar a Yosef, no al olvido, sino al desprecio.
¿POR QUÉ?
LA NECESIDAD DE UN ENEMIGO
El filósofo italiano Umberto Eco explicó en su ensayo “Construyendo al enemigo” que para muchos gobernantes, especialmente dictadores, un enemigo —real o imaginario— es una necesidad esencial. Sirve al dictador para consolidar su poder creando un sentimiento de unidad nacional basado en el odio a un enemigo común. Ese enemigo será culpado de todos los males del Estado. Y esto servirá al tirano como perfecta distracción de los problemas internos que no puede resolver. Durante siglos, el enemigo favorito de la humanidad ha sido el pueblo judío. Y este fenómeno, que aún persiste —por ejemplo, en la obsesión de las Naciones Unidas contra Israel— nació en Egipto.
El nuevo faraón redefinió a Yosef y sus descendientes como “enemigos del pueblo”. Y durante mucho tiempo me pregunté cómo pudo ocurrir eso. ¿Era posible reescribir la historia, borrar la memoria nacional de un pueblo y convertir a héroes en villanos?
NADA NUEVO BAJO EL SOL
He notado algunas similitudes entre lo que ocurrió con Yosef y ciertos eventos que tuvieron lugar en Estados Unidos en los últimos meses. Hay algunos grupos extremistas en Estados Unidos que se dedican, entre otras cosas, a borrar la memoria histórica de este país, demonizando a “héroes nacionales”.
Tomen, por ejemplo, a Thomas Jefferson (1743-1826), uno de los Padres Fundadores de Estados Unidos; que fue el tercer presidente del país, y entre otras cosas, el principal autor de la Declaración de Independencia y un defensor de la democracia y de los derechos individuales. Pero como era dueño de esclavos —lo cual en aquellos tiempos era la norma aceptada— hoy se lo critica y demoniza como si “fuera dueño de esclavos hoy, en 2021”. O Abraham Lincoln (1809-1865), el presidente que puso fin a la esclavitud en Estados Unidos. Las estatuas de estos héroes han sido destruidas o vandalizadas. Escuelas que llevan sus nombres serán renombradas. Y lo mismo ocurre con Cristóbal Colón, George Washington, Benjamin Franklin, o en Inglaterra con el Capitán James Cook y otros.
Estos revisionistas radicales están tratando de reescribir la historia de manera anacrónica, basados en una agenda política, convirtiendo a los héroes del pasado en los nuevos villanos del presente.
UN MIDRASH Y LA ACTUALIDAD
A pesar de las obvias diferencias, lo que uno ve hoy ilumina lo que pasó entonces. Me queda más claro entender lo que ocurrió en Egipto y cuáles fueron las tácticas que usó el faraón para “demonizar” a Yosef y hacer creer al pueblo egipcio que todos sus problemas eran culpa de él. ¡Y que ahora sus descendientes tendrían que pagarlo!
El Midrash Tanjuma presenta una opinión que parece surrealista por su contemporaneidad tan increíble. Dice que el nuevo faraón “mandó exhumar los restos de Yosef de su lujosa tumba y los arrojó al Nilo, como muestra de desprecio por parte del nuevo gobernante egipcio hacia el gran líder judío”.
La Torá no es una colección de mitos antiguos o cuentos. A veces el presente nos ayuda a entender mejor la Torá; y la Torá nos permite analizar y comprender mejor los eventos actuales, mostrándonos patrones de conducta del pasado que aún podemos identificar hoy.
LA GRAN LECCION DEL MAROR
Rabán Gamliel indica que el «Maror», la verdura amarga que consumimos durante las dos primera noches de Pésaj, representa una de las tres ideas centrales que debemos transmitir a nuestros hijos en el Seder . El Maror nos recuerda que los egipcios nos demonizaron, nos esclavizaron y nos hicieron sufrir. Pero, ¿por qué es tan importante transmitir esta lección «dolorosa» a la próxima generación en la noche del Seder? ¿No deberíamos concentrarnos exclusivamente en celebrar nuestra libertad?
Hay varias razones por las que debemos recordar el significado del Maror.
Primero, al debatir el orden en que debe contarse la historia de Pésaj, nuestros sabios entendieron que tenemos que mencionar las cosas malas que nos sucedieron, y que estos recuerdos dolorosos deben mencionarse primero, para que de esta manera apreciemos más y mejor la libertad que obtuvimos y las cosas buenas que nos pasaron.
Segundo, porque el odio hacia el pueblo judío, simbolizado por el Maror, lamentablemente no es algo del pasado. De alguna manera, nuestros hijos deben saber que nuestro destino como pueblo elegido implica estar expuestos a la demonización y a la persecución. Es una parte integral del privilegio de pertenecer al pueblo judío.
Y creo que hay una razón adicional muy importante para preservar la memoria de nuestro sufrimiento. La Torá nos enseña a canalizar de manera positiva la memoria del dolor que sufrimos en Egipto. ¿Cómo? Haciendo todo lo posible para que otras personas NO sufran. Esta idea y el momento en que esta idea es transmitida, me parece que es una REVOLUCIÓN en el pensamiento humano.
Hay un patrón de conducta que siempre se repetió en la historia. Las civilizaciones que fueron oprimidas y esclavizadas luchaban por su libertad, y luego, cuando triunfaban, su primera necesidad era la venganza: hacer sufrir a sus perseguidores. Pero no terminaban ahí. Una vez que las personas que habían sido oprimidas se volvían más fuertes y poderosas, se dedicaban a conquistar otros pueblos, esclavizarlos y hacerlos sufrir, como habían sufrido ellos. Este comportamiento sádico es un fenómeno psicológico bien conocido. Las estadísticas muestran que hay una proporción muy alta de personas «abusivas» (en todos los sentidos) que han sido abusadas en el pasado.
La Torá presenta aquí una revolución moral. Una visión 180 grados diferente.
La Mitzvá que la Torá más veces repite es: “Y amarás [= te preocuparás por, cuidarás de…] al extranjero [= los pobres, las personas más expuestas al abuso], porque ustedes han sido extranjeros en la tierra de Egipto». La Torá nos enseña a canalizar el abuso que sufrimos en Egipto de una manera contra-intuitiva, casi sobrenatural. En lugar de alimentar o justificar la sed subconsciente de venganza y abuso, nosotros, el pueblo de Dios, debemos comportarnos con más compasíon con los necesitados.
La Torá nos dice: Tú sabes lo que significa el sufrimiento, por lo tanto, no dejes que otras personas sufran ya que estás mejor calificado que aquellos que no sufrieron, para evitar que otros sean humillados y oprimidos.
Si bien aquellos que experimentaron opresión naturalmente albergan sentimientos de venganza, a los judíos se nos pide que enseñemos a nuestros hijos a preservar el recuerdo de nuestra aflicción para procesar nuestros recuerdos de abuso de forma positiva y ser más sensibles con aquellos que sufren.
Conozco a muchas personas buenas y generosas. Pero, sinceramente, las personas más amables, compasivas y angelicales que he conocido son algunos sobrevivientes del Holocausto. Entre ellos, por ejemplo, a la rabbanit Esther Jungreis z»l, que dedicó su vida a inspirar a otros a ser buenos, generosos y pacientes (mira su video abajo). O a Yehuda Lindenblatt, un sobreviviente de la Shoah –un hombre muy mayor– que se dedica a ser voluntario en Hatzalah y salvar vidas. Con los años, he conocido a muchos otros sobrevivientes del Holocausto. Y me sorprendió su extraordinaria amabilidad y altruismo. Estos ancianos sufrieron lo inconcebible. Sus familias fueron destruidas. Y siguiendo el sentido común de los abusados que se transforman en abusadores, los sobrevivientes del Holocausto deberían ser las personas más malvadas y abusivas del planeta. Sin embargo, ¡son todo lo contrario! Y creo que todo el crédito le corresponde a nuestra Torá, a esta increíble idea que Dios proyectó en nuestras mentes: DEBEMOS AYUDAR A LOS QUE SUFREN, PORQUE SABEMOS PERSONALMENTE LO QUE SIGNIFICA EL SUFRIMIENTO. Esta idea contra-intuitiva en términos de psicología humana, es una idea Divina, que se convirtió en parte de nuestro carácter y nuestro ADN.
¡Que HaShem nos inspire y nos ayude para que siempre estemos del lado de los que dan!