Hoy, domingo 6 de octubre (4to día de Tishrí), observamos Tsom Guedaliá, un día de ayuno instituido para recordar el asesinato de Guedaliá Ben Ajiqam, el gobernador de Israel durante los días de Nebujadnetsar, y el exilio definitivo de los judíos de la tierra de Israel en los tiempos del Primer Templo (Bet HaMiqdash).
Luego de la Destrucción del Primer Templo
Cuando Nebujadnetsar, el emperador de Babilonia, destruyó el Templo de Jerusalem en 586 a.e.c., asesinó a una gran parte de la población del reino de Judea (Yehudá). También llevó cautivos a decenas de miles de judíos a Babilonia. Muchos otros escaparon a las afueras de Jerusalem o a las naciones vecinas como Amón, Moab (hoy Jordania) o Edom. Una vez que Jerusalem fue destruida, el Estado judío independiente dejó de existir, y Nebujadnetsar declaró a Judea como una provincia del Imperio Babilónico. Los babilonios permitieron que un pequeño número de sobrevivientes —los heridos y los campesinos más pobres— permanecieran en Israel para trabajar la tierra y evitar así su desertificación.
Guedaliá Ben Ajiqam
Para gobernar a estos judíos que quedaban en Israel, Nebujadnetsar hizo traer de Babilonia a Guedaliá Ben Ajiqam, un noble hebreo, y lo nombró gobernador de Judea. Fue un evento inesperado, ¡todo un milagro!, que un Yehudí fuera nombrado para gobernar Judea. Guedaliá pertenecía a la familia Shafán, nobles judíos que se habían establecido en Babilonia durante el exilio de Yejoniá (597 a.e.c.) y gozaba de la confianza del emperador. Guedaliá se estableció en Mitspá, una ciudad al norte de Jerusalem. El rey de Babilonia dio por finalizada la guerra y aseguró que los judíos que habían escapado podían regresar a Israel y vivir allí en paz como sus súbditos. El profeta Yirmiyahu (Jeremías) se unió a Guedaliá. Juntos albergaban la esperanza de que algún día el emperador de Babel permitiera a los exiliados regresar y reconstruir el Templo.
Cuando los judíos sobrevivientes que habían escapado de Jerusalem escucharon que Guedaliá había sido nombrado gobernador, regresaron jubilosamente a Israel. Se establecieron en la tierra, la trabajaron y cosecharon sus frutos con gran éxito. Con Guedaliá a cargo, la esperanza de volver a una vida normal y reconstruir el Bet HaMiqdash era ahora una cuestión de tiempo, y parecía más real que nunca.
El Magnicidio
Entonces sucedió lo inimaginable. Ba’alís, el rey de Amón, era aliado de Egipto, el principal enemigo de Babilonia. Ba’alís sabía que, con Guedaliá como gobernador de Judea, sería más fácil para Babilonia conquistar su reino. Por eso, Ba’alís diseñó un plan para deshacerse de Guedaliá y desestabilizar Judea. Encontró a Yishma’el Ben Netaniá, un hombre violento y ambicioso, descendiente de la dinastía del rey David, y lo convenció de asesinar a Guedaliá y reclamar el gobierno de Israel. Ba’alís le ofreció ayuda logística y apoyo político, prometiéndole que él lo reconocería como el nuevo rey de Judea.
La peligrosa ingenuidad
Al comenzar el séptimo mes hebreo, Tishrí, Yishma’el y un grupo de hombres armados llegaron a la ciudad de Mitspá, donde fueron recibidos cordialmente por Guedaliá, que les ofreció los honores debidos a un descendiente de la dinastía de David. A pesar de haber sido advertido por un general judío sobreviviente, Yojanán Ben Quereaj, de que Yishma’el planeaba matarlo, Guedaliá ingenuamente desestimó la advertencia, convencido de que ningún judío mataría a otro judío y que tales rumores eran absurdos. Sin embargo, lo inexplicable ocurrió: Yishma’el y sus hombres asesinaron a Guedaliá y a los oficiales babilonios que lo acompañaban. Este asesinato, perpetrado por un judío, era un acto de guerra e insubordinación contra el emperador de Babilonia.
El Segundo Exilio
Yishma’el tomó como prisioneros a todos los judíos que estaban en Mitspá y se encaminó hacia Amón para proclamarse rey. Yojanán lo persiguió, e Yishma’el escapó con un reducido grupo de hombres, refugiándose con Ba’alis. Los judíos, ahora liderados por Yojanán, los últimos hebreos que quedaban en la tierra de Israel, no sabían qué hacer: quedarse significaba arriesgarse a que el rey de Babilonia, sin importar quién había planeado el asesinato de Guedaliá, los culpara y matara a todos por insubordinación. La otra opción era huir a Egipto y aliarse con los enemigos de Babilonia.
Yojanán le pidió al profeta Yirmiyahu que rezara y le pidiera a Dios orientación sobre si quedarse en Israel o huir a Egipto. Luego de 10 días de oración y meditación, Yirmiyahu recibió un claro mensaje divino: «Quédense en la tierra de Israel. El rey de Babilonia no les hará ningún mal. Dios los ayudará a establecerse y reconstruir el asentamiento judío. Pero si escapan a Egipto, la espada y el hambre que temen los alcanzarán allí.»
Inexplicablemente, Yojanán y los líderes de los refugiados judíos se negaron a escuchar a Yirmiyahu, acusándolo de mentir y de proclamar falsamente haber recibido un mensaje divino. Así, decidieron huir a Egipto bajo el liderazgo de Yojanán.
Tal como Yirmiyahu había anticipado, en Egipto enfrentaron hambre, persecuciones, calamidades y muerte.
La tierra de Israel quedó desolada y sin una población judía organizada por 52 años. Las esperanzas de regresar a Yerushalayim y reconstruir el Bet HaMiqdash se desvanecieron. Fue como si el Templo de Jerusalem hubiese sido destruido por segunda vez, esta vez por culpa de las propias acciones del pueblo judío: el asesinato de Guedaliá y la decisión de Yojanán de no escuchar la palabra Divina transmitida por el profeta Yirmiyahu.
El Ayuno de Guedaliá
En memoria de estas tragedias que sellaron nuestro primer exilio, los profetas de Israel establecieron el Tsom Guedaliá, un día de ayuno que se observa el día después de Rosh Hashaná. Generalmente, este ayuno se lleva a cabo el tercer día del mes hebreo de Tishrí, salvo cuando Rosh Hashaná cae jueves o viernes, en cuyo caso se conmemora el cuarto día de Tishrí.