HaShem nos ordena nombrar jueces en todas las ciudades de Israel. Los jueces deben ser justos e imparciales y no pueden aceptar ningún tipo de sobornos.
La idolatría, en todas sus formas, está prohibida y debe ser castigada con la pena capital. Los sacrificios ofrecidos a Dios deben estar libres de defectos.
Los judíos están obligados a seguir las decisiones del Sanhedrín, que es la Corte Suprema Judía. Rebelarse contra este tribunal rabínico se considera un delito capital.
La Torá proporciona instrucciones sobre las leyes del rey judío. El principio general para el rey judío es que debe actuar con el conocimiento de que Dios es el verdadero Rey de Israel. El rey humano tiene limitaciones, para asegurarse de que permanezca consciente de su verdadero rol. No debe acumular caballos —símbolo del poder militar— tener muchas esposas ni amasar grandes riquezas personales. El rey está obligado a escribir su propio Sefer Torá, que es la constitución del pueblo judío, y llevar esa copia consigo en todo momento (como si, en el contexto actual, el presidente de un país estuviera obligado a llevar una copia de la Constitución Nacional permanentemente en su bolsillo). Esto garantiza que el monarca permanezca humilde y recuerde constantemente que su deber principal es observar la Torá y hacer cumplir la Ley de Dios en su dominio.
Dios elige a los Cohanim para servirle en Su Santuario. «Dios es su herencia», lo que significa que el Bet haMiqdash será «su territorio» (como su segundo hogar). Por lo tanto, su tribu, los Levitas, no recibirá un territorio específico en la Tierra de Israel como las otras tribus. Entonces, ¿cómo se sostendrán los Cohanim y los Levitas? Los Sacerdotes y los descendientes de la tribu de Leví se dedica a la enseñanza de la Torá y se mantendrían de una serie de impuestos y diezmos (en hebreo: “regalos sacerdotales”) que el pueblo les concede: ciertas porciones de la carne de sacrificios específicos, los diezmos de la cosecha, los frutos de la tierra, una parte de la esquila, etc.
La Torá prohíbe estrictamente la adivinación, las prácticas ocultas y las predicciones del futuro. Maimónides sostiene que todas estas prácticas de adivinación, como la astrología, etc. son ilusorias, simplemente trucos y engaños, ya que los fenómenos paranormales son ficticios y a menudo manipulados por charlatanes para engañar y explotar a la gente común. En tiempos antiguos, estas prácticas estaban profundamente arraigadas en la idolatría y la cultura pagana. La Torá nos instruye a que pongamos nuestra fe y confianza en el Creador en lugar de intentar descifrar el futuro.
Nosotros, los judíos, tenemos el privilegio de ser guiados por la Torá. Dios también nos envía a Sus profetas para transmitirnos Sus palabras, tal como lo hizo Moshe. Los profetas que Dios envía tienen la misión de advertir al pueblo cuando se desvían del camino de la Torá. Naturalmente, sus palabras deben ser escuchadas. Sin embargo, la Torá también advierte sobre aquellos que falsamente pretenden hablar en nombre de Dios. Estos falsos profetas no advertían al pueblo de sus malas acciones. En cambio, al igual que hábiles demagogos, los tranquilizaban y criticaban a los verdaderos profetas, acusándolos de alarmistas y pesimistas. Se puede reconocer a un falso profeta cuando aboga por suspender o alterar algún mandamiento de la Torá.
La Torá subraya la obligación de establecer ciudades de refugio para los casos de homicidio involuntario (un equivalente moderno sería si alguien mata a otro de manera accidental en un accidente de automóvil). Moshé ordena la designación de seis ciudades de refugio.
Para que un juicio civil o criminal resulte en una condena, es necesario el testimonio de al menos dos testigos. Aquellos que den falso testimonio recibirán el mismo castigo que buscaban para el acusado.
Hacia el final de esta Parashá, la Torá describe algunas de las leyes de la guerra y los protocolos de campaña militar. Por ejemplo, ¿quién está exento del servicio militar? Cuando los soldados se acercan al campo de batalla, uno de los Cohanim debe dirigirse a ellos, asegurándoles que no teman al enemigo, ya que Dios apoya al ejército israelí en sus conflictos. Este Cohen también enumera a las personas que deben regresar a casa: alguien que recientemente se comprometió y está por casarse; alguien que ha construido una nueva casa y aún no la ha habitado; o alguien que ha plantado un viñedo y aún no ha disfrutado de sus frutos. El Cohen además aconseja a cualquiera que sufra de ansiedad o pánico que se retire del campo de batalla para no desmoralizar a los demás soldados. Antes de enfrentarse al enemigo, se debe hacer una propuesta de paz. Solo si el enemigo rechaza esta oferta, comienza el conflicto. Sin embargo, en las guerras contra las naciones cananeas, estas poblaciones deben ser erradicadas por completo para evitar la asimilación en culturas paganas.
Esta Parashá concluye con una descripción del procedimiento legal a seguir cuando se encuentra un cadáver en un lugar no urbanizado y el perpetrador permanece sin identificar.