Gaza, y el Holocausto que no fue

Cuando entré a mi sinagoga en la mañana del pasado 7 de octubre, poco a poco me enteré de lo que había sucedido en Israel en ese fatídico día de Simjat Torá. Mientras los chicos de seguridad me explicaban con lágrimas en los ojos lo que estaba pasando, les hice una pregunta crucial: «¿De dónde vino el ataque?». Y me dijeron: de Gaza. Les pregunté: «¿Han oído si hay algún otro frente abierto, si Israel también está siendo atacado desde el norte o desde Judea y Samaria? Y me dijeron que no.

Aparte de la evidente conmoción y tristeza por lo sucedido en Israel, algo terrible cruzó por mi mente. Unos días atrás, había escuchado una entrevista al general israelí retirado Isaac Brick y su aterradora predicción sobre una posible guerra en múltiples frentes contra Israel. Pensé en el peor de los escenarios y estaba aterrorizado por lo que podría pasar en los próximos días. Con el paso del tiempo, me di cuenta de que esa terrible masacre del 7 de octubre podría haber sido mucho peor. Y cuando pensamos no sólo en lo que pasó, sino también en lo que podría sucedido, concluí que lo que no ocurrió fue «un milagro».

LA IMPACIENCIA DE ANTÍOJUS

En el año 200 a.e.c. , el pueblo judío estaba al borde de la extinción. El Imperio griego había triunfado militarmente y ahora estaba difundiendo efectivamente su religión y su cultura por todo su territorio, que incluía la tierra de Israel. No lo hacían por la fuerza sino por la persuasión. Abriendo las puertas de su civilización a todos permitió que la estrategia griega funcionara a la perfección. La ola de asimilación también afectó a los judíos. Quienes estaban fuera de Israel ya habían adoptado el helenismo y practicaban una religión cada vez más griega y menos judía. En Israel, los judíos que vivían en las ciudades también se sometieron voluntariamente a la imponente cultura griega y se helenizaron. Quedaban unos pocos judíos leales en los campos y zonas rurales que se resistieron a la asimilación. Pero, según los historiadores, era sólo cuestión de tiempo, una o dos generaciones más, para que estos judíos «normalizaran» la asimilación y perdieran su identidad judía por inercia, incluso sin darse cuenta.

Pero entonces sucedió algo que no estaba en los planes de nadie. En el año 170 a.e.c , ANTÍOJUS PERDIÓ LA PACIENCIA CON LOS JUDÍOS FIELES A LA TORA. Abandonó el plan de sus asesores (dejar a los judíos en paz para que siguieran asimilándose por su cuenta) e impuso una prohibición de la práctica judía, sentenciando a muerte a todos los que la siguieran. Fueron tiempos terribles de persecución, muerte, desesperanza, terror y oscuridad. Pero al final, con la ayuda de Boré Olam y con la extraordinaria valentía y el ingenio de los soldados judíos, luchamos y ganamos.

Y hoy, más de 2.000 años después, celebramos este triunfo.

La pregunta del millón es: por qué Antiojus no esperó, si la asimilación llegaría por sí misma en una o dos generaciones.

Nadie sabe exactamente por qué. Pero todos admiten que la impaciencia de Antiojus, sin querer, provocó un efecto contrario y opuesto al que quería conseguir el malvado monarca griego. Antiojus, sin querer, logró despertarnos. Nos obligó a organizarnos. Nos obligó a luchar. Y es más: logró que muchos judíos asimilados volvieran a abrazar el judaísmo que habían dejado atrás.

LA HIPÓTESIS DEL RABINO MELAMED

Un rabino que vive en Israel, el rab Eliezer Melamed, escribió hace unos años en su libro Penine Halajá una idea que me sorprendió y me conmovió hasta lo más profundo. Dijo lo siguiente: La asimilación de los judíos a la cultura helénica era inevitable. La desaparición del judaísmo por medios naturales era sólo cuestión de tiempo. Pero Antiojus quería acelerar este proceso. Y le salió el tiro por la culata: sus decretos tuvieron un efecto opuesto. Revirtieron la asimilación e, irónicamente, «nos salvaron de la autodestrucción». La impaciencia de Antiojus, dijo el rabino Melamed, fue el resultado de una intervención divina. Dios endureció su corazón, como lo hizo en Egipto con el Faraón, y así, el monarca griego –contra toda lógica y consejo– tomó una decisión que, en el corto plazo, fue devastadora para nuestro pueblo pero, a la larga, nos salvó de algo infinitamente peor.

GAZA

El pasado 7 de octubre, los judíos sufrimos un devastador ataque terrorista de proporciones de la «Shoah». El número de judíos que murieron y la forma en que murieron no tiene otra calificación. Los asesinos de Hamás son peores que los nazis, como lo demuestra el sadismo de filmarse a sí mismos y la forma en que «disfrutaban» de la tortura, la mutilación y el derramamiento de sangre judía.

Pero hay una parte de la historia de este ataque que, por ahora, es menos apreciada. Nadie ignora que Hamás es uno de los brazos ejecutores de Irán, el nuevo Amaleq. Irán es un pulpo cuya cabeza está en Teherán, pero sus tentáculos se expanden por todo Oriente Medio para lograr su objetivo primordial: destruir a Israel.

  

Según el general israelí retirado Isaac Brick (ver aquí), Irán estuvo preparando por 20 años un plan maestro para, Dios libre, destruir a Israel.

El plan de Irán es un ataque masivo sorpresa y simultáneo desde cinco frentes diferentes: desde el Líbano en el norte, a través de Hezbolá, que tiene más de 200.000 cohetes en su poder. Un poco más al este, en Siria, están estacionadas las milicias pro-iraníes que esperan la orden de atacar al Estado judío. Entre Israel y Jordania está el tercer frente: dos millones y medio de árabes que viven en Judea y Samaria, muy cerca de los asentamientos judíos que cuentan con medio millón de israelíes. Estos árabes están armados y en su mayoría radicalizados. El cuarto frente, desde el sur de Israel, es Hamás, al que sólo le queda cruzar la frontera con Gaza, y ya sabemos de lo que es capaz de hacer. El quinto frente, y según Brick, el más devastador, sería el de los árabes que ya viven dentro de Israel, en Yafo, Lod, Haifa, Jerusalem, etc., unos dos millones de árabes, con unas 400.000 armas, y muchos de ellos ( ¿la mayoría?) radicalizados que se unirían voluntariamente a un ataque masivo contra Israel.

En esa entrevista que concedió en el canal Hidabberut el 10 de julio de 2023, es decir: 3 MESES ANTES DEL 7 DE OCTUBRE, Brick explica extensa y angustiosamente que este sería un escenario apocalíptico para Israel. El Estado judío no está preparado militarmente para afrontar unos 3.000 cohetes diarios (sic.) procedentes del norte atacando todo el territorio israelí, algo que Israel nunca ha experimentado en el pasado. Israel no está preparado para detener una invasión masiva y simultánea de cientos de miles de árabes armados hasta los dientes y con la sed de sangre que demostró Hamás. Un ataque sorpresa de esta naturaleza podría significar Dios libre un genocidio, una segunda Shoah, en la propia tierra de Israel.

En este vídeo, del 10 de julio, Brick explica todo detalladamente (lamentablemente, sólo está en hebreo y no tiene subtítulos).

 

 

¿Tenía razón Brick? ¿O era demasiado alarmista?

Los acontecimientos ocurridos el 7 de octubre –el ataque sorpresa de Hamas que NO fue detectado ni repelido por el ejército israelí durante unas diez horas– le dan la razón a Brick. ¡Israel no estaba preparado ni siquiera para un ataque sorpresa en un solo frente! (El motivo de esta falta de preparación es un tema que iría más allá de los límites de este artículo).

Ahora bien, ¿por qué Hamás no esperó? ¿Por qué atacó a Israel por su cuenta y por qué sus líderes asesinos no siguieron el plan original y no coordinaron su ataque con Irán, Hezbolá, las milicias iraníes y los árabes de Israel?

LA IRA DE IRÁN

Quiero dejar en claro que esta falta de coordinación entre Hamás e Irán, esta osadía de Hamás de hacer las cosas «solo», enfureció mucho a Irán, y por eso, explica el profesor Mordejai Kedar, Hezbolá y las milicias proiraníes atacan poco y nada a Israel, limitándose a una demostración de solidaridad con Hamás, pero sin implicarse plenamente en la guerra. Irán, dice Kedar, está furioso con Hamás porque Hamás «arruinó su plan maestro»: ¡el ataque sorpresa en múltiples frentes que los enemigos de Israel han estado planeando durante tantos años!

La pregunta del millón es por qué Hamás no esperó para atacar junto con los demás.

Nadie sabe exactamente por qué.

Hay muchas opiniones. Algunos dicen que los asesinos de Hamás no pudieron resistir la tentación de atacar un concierto al que asistieron entre 4.000 y 5.000 jóvenes israelíes, y que eran blancos fáciles. Otros dicen que Hamás vio que Israel estaba dividido, que muchos israelíes habían amenazado con abandonar el ejército en tiempos de guerra, etc. Pero en realidad, ninguna de estas razones puede explicar por qué Hamás decidió actuar de forma independiente en lugar de seguir el plan de Irán.

EL FARAÓN, ANTÍOJUS Y SINWAR

Si lo miramos desde la perspectiva del rabino Melamed, la IMPACIENCIA de HAMAS fue providencial y milagrosa. La gran tragedia ocurrida el 7 de octubre podría haber sido infinitamente peor. Es difícil verlo así ahora, en el presente. Recuerden que cuando los macabeos lucharon contra los griegos en el año 165 a.e.c, no sabían que estaban escribiendo una historia con un final feliz. Vieron morir, asesinados y torturados a miles de sus hermanos Yehudim como en el caso de Janah y sus siete hijos. En aquel momento, los judíos pensaban que el futuro que les esperaba era incierto, oscuro, triste e irreversible. Fueron necesarios decadas para comprender que esa tragedia había conducido a Israel al triunfo y a la celebración.

 

El 7 de octubre, luego de haber sido atacado desde un solo frente, el ejército israelí –-después de una o dos semanas de preparación y entrenamiento (tiempo que no habría tenido el ejército en el caso de un ataque simultáneo en múltiples frentes)– pudo reorganizarse. Los judíos de Israel despertaron, se recuperaron, se fortalecieron y se unieron nuevamente. Quizás más que nunca. El ejército de Israel, los Macabeos del siglo XXI, está ahora listo para enfrentar y derrotar, con la ayuda de Dios, a nuestros enemigos también en otros frentes.

El ataque independiente de Hamas, en cierto modo, evitó un escenario apocalíptico indescriptiblemente peor para el Estado de Israel y el pueblo judío. LO EVITÓ LA PROVIDENCIAL IMPACIENCIA DE HAMAS.

Quiera Dios proteger a Medinat Israel. 

Quiera el Creador otorgarle a nuestros heroicos soldados la victoria final.

Y quiera Dios concederle a nuestros lideres politicos la sabiduría, la templanza y el coraje para tomar las mejores decisiones posibles. 

Rab Yosef Bittón