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Una interpretación personal sobre las Tablas Rotas

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אמר רבי יהושע בן לוי לבניו: הזהרו בזקן ששכח תלמודו מחמת אונסו, שלוחות ושברי

 לוחות מונחים בארון

ברכות דף ח

En la Parashá de esta semana el pueblo de Israel protagoniza un terrible pecado y uno de los eventos más estremecedores de su historia: la adoración del becerro de oro. Todo esto ocurría mientras Moshé (Moises) estaba ausente recibiendo de Dios las Tablas de la Ley. Cuando Moises desciende del Monte y ve al pueblo completamente descontrolado y adorando a un ídolo egipcio,  tiró las Tablas de la Ley y las rompió. Hay mucho, muchísimo, para analizar de todo lo que ocurrió alrededor de este desafortunado evento.  Pero quisiera concentrarme hoy en un punto aparente marginal, pero con una gran enseñanza moral para todos nosotros.  Como ya sabemos, más tarde Moisés recibió una nueva «copia» de las Tablas de la Ley, que las colocó en el Arca de la Alianza (Aron haBerit). Y la pregunta es: ¿qué pasó con las primeras Tablas, con esos pequeños trozos de las primeras tablas rotas?   Nuestros rabinos explican que los restos de las tablas rotas ¡no fueron enterrados! Moshé las recogió y las depositó en el Arca de la Alianza junto con las nuevas tablas.  ¿Por qué?  Porque las tablas de la ley rotas son un permanente testimonio para que el pueblo judío nunca olvide su pasado, que atesore esas lecciones y aprenda de ellas para su presente y su futuro.

Un famoso rabino del Talmud, el rabino Yehoshua ben Levi, nos enseñó una lección maravillosa inspirado en el hecho de que las tablas no fueron enterradas. “debemos respetar a un anciano que perdió su memoria, y concederle el mismo respeto que tenía cuando su memoria estaba intacta”. No podemos “enterrar” el pasado de una persona, hacerlo desparecer. El presente es importante, pero lo que pasó no debe ser suprimido. Las malas experiencias del pasado, cerradas,  dentro del Arca, las cargamos con nosotros como un tesoro.

MAS PROFUNDO Y PERSONAL

Nuestros errores o nuestros dolores, no tienen que estar allí en la superficie de la conciencia, condicionando nuestra felicidad presente.  Pero por otro lado,  son una parte de nosotros que no debemos enterrar. 

Un par de ejemplos.  

Muchas veces he tratado que ayudar a individuos que estaban destrozando sus vidas por su adicción al alcohol. Se negaban a recibir ayuda profesional. Y si bien creo que hice lo posible por ayudar, siempre he sentido que mi asistencia no era suficiente. ¿Por qué?  Porque gracias a Dios, no disfruto del alcohol. No sé, ni entiendo hasta al final, esa terrible adicción.  Pero tengo un amigo que siempre se ofrece a asistir en estos casos, y su ayuda, sin excepción, resultó ser muy, muy efectiva. Mi amigo no es un psicólogo profesional ni un trabajador social. Es un ex alcohólico. Un hombre que tocó fondo, que perdió todo lo que tenía y amaba, y tuvo que empezar su vida de nuevo. Y ahora, feliz y totalmente recuperado, decidió no enterrar sus «Tablas rotas”. Las lleva siempre con él, en su Arca mental privada, como un recordatorio permanente de lo que tiene que evitar y para ayudar a los demás.

Todos tenemos nuestras tablas rotas. Errores que cometimos o tragedias que sufrimos.   En abril de 2016, unas pocas semanas antes de Pésaj, recibí la devastadora noticia de que tenía cáncer de colon en nivel 3. Fue sin duda la experiencia más difícil y dolorosa de mi vida. Gracias a Dios, ahora estoy muy bien. Y por lo general, evito hablar del tema. De hecho, creo que estoy escribiendo sobre mi cáncer por primera vez. Los recuerdos de la quimioterapia, las náuseas, el dolor, la fatiga, el hospital, los mareos, los miedos y las lágrimas no me afectan en mi vida diaria. Están en mi Arca privada que por general permanece cerrada.

Pero hay momentos en los que abro el Arca y resucito mis tablas rotas. ¿Cuándo? Cuando un miembro de la comunidad, un amigo o un desconocido me cuenta que ha sido diagnosticado con cáncer. En esos momentos, abro el Arca de mi corazón, literalmente, y muestro la cicatriz del «port» de la quimioterapia. Esa cicatriz, una pequeña pero permanente mancha morada en mi pecho,  representa mis Tablas rotas. Y cuando alguien que está sentado frente a mí reconoce esas tablas, la conversación se transforma porque mi interlocutor sabe ahora que yo realmente sé y entiendo por lo que está pasando. Y le ayuda a abrirse y a tener más esperanza.   Antes de que yo tuviera cáncer, cuando no tenía esas tablas rotas en mi privilegiada vida, trataba de ayudar o empatizar con los que sufrían, pero no era lo mismo. Mi cicatriz morada se ha transformado en un instrumento de ayuda para los demás. Mis Tablas son como un MODE ANI personalizado, un permanente recuerdo de que estar vivo es un privilegio por el cual siempre debemos agradecer a nuestro Creador. 

Todos nosotros, especialmente los que ya vivimos una gran parte de nuestras vidas, cargamos con cicatrices emcionales o reales, tablas rotas, en nuestras arcas privadas. No dejemos que interfieran con disfrutar el presente, ¡pero no las enterremos! 

Tenemos que atesorarlas y de vez en cuando abrir el Arca y usarlas; para ayudar los demás o a nosotros mismos.

SHABBAT SHALOM

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