JERUSALEM NO-JUDÍA…
Hay una antigua costumbre que cuando uno ve “las ruinas de Jerusalem” tiene que rasgarse las vestiduras en señal de duelo. Esta costumbre se practicó durante siglos: cuando un judío tenía el increíble privilegio de visitar Israel, y veía en Jerusalem algún vestigio de la presencia judía allí —es decir: sus ruinas — se rasgaba las vestiduras. Pienso en Maimonides que cuando escapó de España y Marruecos, alrededor del año 1160 llegó a Israel, pero en ese entonces Jerusalem era el centro de tensión y guerras entre Musulmanes, que eran locales en el medio oriente, y Cristianos, que habían comenzado sus sangrientas cruzadas para liberar Jerusalem. Los judíos éramos absolutamente irrelevantes. Un estorbo teológico para ambos, y víctimas permanentes de sus enfrentamientos. No teníamos un ejército y nuestra influencia económica apenas alcanzaba para sostener la presencia judía en el último bastión de las Yeshibot talmúdicas de los Geonim de Eretz Israel: Tiberia.
¿RASGARSE O NO RASGARSE LAS VESTIDURAS?
Los rabinos contemporáneos debaten si hoy en día debemos rasgar nuestras vestiduras al ver el muro de los lamentos. Por un lado, opinan algunos Sabios, como el Rab Obadiá Yosef z”l, que el corazón de Jerusalem, nuestro Templo, todavía está en ruinas, no está reconstruido, y eso merece ser lamentado a través de este gesto. Por otro lado, dijo el Rabino Tzvi Yehudá Kook que de acuerdo al Rab Yosef Caro en el Bet Yosef, la consideración no depende de lo que está o no está construido, sino de “quién tiene el control sobre Israel y Jerusalem”. Si Israel está gobernada por no judíos, como ha ocurrido desde el año 68 de la era común hasta 1948, entonces, debemos mantener este gesto de duelo y rasgarnos las vestiduras. Pero si Jerusalem está en nuestras manos, como ocurre desde 1967, entonces no debemos considerar que “Jerusalem está en ruinas”, sino que está en un inminente (aunque lento y políticamente delicado) proceso de reconstrucción ya que reconstruirla depende ahora de nosotros mismos ¡Jerusalem es hoy la vibrante capital de Israel! Está reconstruida, ampliada y B»H explotando de gente. Jerusalem es probablemente ¡la ciudad más feliz de Israel! De hecho, de acuerdo al Rab Kook z»l, “Rasgarnos las vestiduras” teniendo Israel en nuestras manos podría considerarse como un gesto de desagradecimiento hacia Boré Olam, que nos concedió el milagro de las victorias militares en 1948, 1967, 1973, etc. … hasta nuestros días…
TIERRA VS ESTADO
Todo este debate halájico, sobre el cual escribí hace unos años (ver aquí) me hace pensar en la diferencia entre dos conceptos parecidos pero diferentes: la tierra de Israel y el Estado de Israel. En los tiempos de Purim vivían en “la tierra de Israel” alrededor de 50.000 judíos, que habían regresado a su tierra por invitación del emperador persa Ciro (Koresh). Los judíos no teníamos nuestro propio ejército que nos defendiera. Ni siquiera teníamos permiso para construir una muralla de protección alrededor de la ciudad para impedir robos, ataques y permanentes saqueos de parte de nuestros incansables enemigos. En la tierra de Israel los judíos excepcionalmente disfrutaban de libertad de culto. Pero más allá de este privilegio religioso, no teniamos nuestro propio estado y estabamos a la merced de cualquier capricho político de los emperadores o sus ministros. El decreto de Hamán, por ejemplo, hubiese significado un holocausto, el final de todos los judíos, incluyendo los que vivían en la tierra de Israel.
DE UCRANIA… A CASA
Hoy, gracias a Dios, tierra y estado coinciden. Nos podemos defender muy bien de nuestros incansables enemigos. Así como Dios “actuó” milagrosamente en Purim a través de Mordejai y Ester, hoy esta Providencial protección se manifiesta a través de las acciones del ejército de Defensa de Israel y nuestros heroicos soldados. Hoy, porque no vivimos solo en la tierra, sino en el Estado de Israel, podemos construir todo lo que queremos. Y lo que todavía no construimos, por consideraciones políticas, es solamente cuestión de tiempo para que lo veamos B»H reconstruido. Finalmente, hoy no necesitamos de un rey gentil que tolere o invite a los judíos a vivir en nuestra propia tierra. Está en nuestras manos. En el pasado reciente, hace únicamente 80 años, ser judío significaba estar condenado a constantes persecuciones sin tener dónde escapar. Y si por casualidad alguien llegaba a la tierra, se sentía allí de prestado, como “persona non-grata”. Hoy, todos los judíos del mundo podemos ser ciudadanos del Estado de Israel. Israel, por ejemplo, es el único país del mundo que puede traer a los judíos ucranianos a un país que pueden considerar “su casa”.
El milagro de Medinat Israel está ocurriendo frente a nuestros ojos. Para verlo, solamente tenemos que abrirlos….