sábado, septiembre 23, 2023
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RESUMEN DE PARASHAT MIQUETZ

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El Faraón tuvo un sueño que lo inquietó: siete vacas gordas surgieron del Nilo, seguidas de siete vacas delgadas y enfermas, y las vacas flacas devoraron a las robustas. Luego tuvo un segundo sueño, en el que siete espigas flacas y resecas se comían siete espigas fuertes y sanas. Por la mañana, ninguno de los sabios del Faraón fue capaz de interpretar los sueños a satisfacción del Faraón. El mayordomo del Faraón, que había sido estado en la cárcel como sospechoso, le relató su experiencia en la cárcel, cuando un joven hebreo, Yosef, interpretó sus propios sueños con éxito. El Faraón ordenó que le trajeran a Yosef y este se presentó ante el rey.

El Faraón le relató a Yosef sus sueños y este le dijo a Faraón que ambos sueños contenían un solo mensaje: Egipto disfrutará de siete años de abundancia, pero luego llegarán siete años sin alimentos. Yosef, proactivamente, también le propuso al Faraón un plan para hacer frente a los años de pobreza: Almacenar el exceso de grano de los años de abundancia, como reserva para los años de hambruna siguientes. El Faraón quedó muy impresionado con la sabiduría de Yosef, lo asignó como virrey de Egipto y lo puso a cargo de la operación impositiva de la recolección de alimentos.

Así, a sus treinta años, Yosef ocupó el segundo lugar más importante en el imperio egipcio, que era la superpotencia mundial en esos tiempos, y Yosef solo le tenía que rendir cuentas al Faraón.
Los siete años de abundancia llegaron como lo predijo Yosef. Yosef se casó con Osnat, la hija de Potifera, y ella le dio a luz a dos hijos: Manashé y Efraim.

Yosef supervisó eficazmente la recolección del excedente de grano hasta que llegó la hambruna.
La sequía afectó a Egipto y a toda la región del Medio Oriente. Pero Yosef contaba con suficientes reservas de alimentos y se encargó de supervisar la venta a los egipcios y a los extranjeros.

Mientras tanto, en la tierra de Canaán, Jacob, el padre de Yosef decidió enviar a Egipto a diez de sus hijos — todos excepto a Binyamín- para comprar alimentos. Los hermanos llegaron, Yosef los reconoció, pero ellos no lo identificaron, ya que era lo que menos esperaban, y aparte su apariencia, su cabeza rasurada, su rostro afeitado, y seguramente todo lo que vestía en su cara y cuerpo lo hacía parecer egipcio. Cuando los hermanos intentaron comprar alimentos, Yosef, deliberadamente, los trató con dureza, los acusó de espionaje y los encarceló durante tres días. Al tercer día liberó a todos, excepto a Shimón, a quien lo dejó como rehén. Y le ordenó al resto de sus hermanos que regresaran a Canaán y que si querían volver a comprar alimento y rescatar a Shimón debían llevarle a su hermano menor, Benjamín, y así establecer que los datos aportados cuando fueron acusados de espionaje eran correctos.

Los hermanos reflexionaron entre ellos y dijeron que seguramente este injusto sufrimiento por el que estaban pasando era un castigo por haber vendido a Yosef y expresaron su dolor por esa tremenda traición.

Yosef instruyó a sus sirvientes que colocaran el dinero que los hermanos habían pagado por la comida dentro de sus bolsas de grano. Los hermanos regresaron a Canaán y le contaron a su padre todo lo sucedido. Jacob, muy perturbado por los acontecimientos, se negó a enviar a Benjamín, porque no quería arriesgar la vida del único hijo que le quedaba de Rajel. Pero una vez que el alimento se terminó, Yehudá garantizó personalmente la vida de Binyamín y el padre accedió.

Cuando los hermanos llegaron a Egipto, Yosef los invitó a unirse a él para la comida de la tarde. En la residencia de Yosef se reencontraron con Shimón. Yosef llegó e intercambiaron reglaos y alabanzas.

Cuando Yosef vio a su hermano Binyamín se llenó de emoción. Una vez en la cena, Yosef les entregó regalos a todos, pero el regalo de Binyamín superaba al de todos los demás. Por la mañana los hermanos partieron, pero Yosef colocó una copa de plata en el saco de comida de Binyamín y envió a sus custodios para confrontar a los hermanos y «descubrir» la copa que él mismo había plantado. Cuando descubrieron la copa en el saco de Binyamín, los hermanos rasgaron sus vestiduras en señal de duelo y tragedia y regresaron a lo de Yosef. Yosef, tranquilamente, les dice  que se pueden ir, y que sólo retendrá al culpable, su hermano de padre y madre: Binyamín.

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