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¿Por qué comemos Matsá?

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La Mitsvá más característica de Pésaj es la de consumir Matsá. La Matsá reemplaza al “pan”,  y de hecho es un “pan”, pero plano, y sin miga. Está elaborado sin esperar que la masa se eleve a través del proceso normal de fermentación, y sin agregarle levadura.

Ahora bien. ¿Por qué comemos Matsá en Pésaj?

Hay dos razones. Una de ellas se menciona explícitamente en la Torá. Y la segunda razón, menos conocida, se menciona brevemente al principio de la Hagadá que leemos en el Seder. 

PAN DE POBRES (לחם עוני)

Comencemos por lo que dice la Hagadá. Durante muchos años, cuando vivimos esclavizados en Egipto, comíamos exclusivamente Matsá: Desayuno, almuerzo y cena. Este “pan” de bajo costo –llamado al principio de la Hagadá  lajmá aniyá o ‘pan de los pobres’– no tiene levadura, ni sal, ni aditivos. La Matsá era la comida concebida por los amos egipcios como el alimento ideal para los esclavos judíos. No era una comida nutritiva ni balanceada, pero se digería lentamente y duraba más en el estómago de los esclavos judíos, que así se quejaban menos del hambre.  La Matsá era también el alimento de menor costo que se podía producir: todo lo que se necesitaba para preparar Matsá era harina y agua, dos de los elementos más baratos y abundantes en las orillas del Nilo.  Había otro elemento adicional, que contribuía a la tortura psicológica de los judíos: el factor tiempo. Normalmente, para producir un pan común se deja reposar la masa durante unos 20 minutos, y así, una vez que la masa se eleva por la fermentación, se coloca en el horno. Pero los amos egipcios no le concedían a los  judíos esos 20 minutos de descanso: los esclavos hebreos debían preparar la masa y hornearla inmediatamente, así como estaba. El «pan» obtenido era sinsabor, plano y sin miga. La Hagadá nos recuerda esto al señalar que la  Matsá que comemos en el Seder «es el pan de la pobreza que comieron nuestros antepasados en Egipto». La experiencia de comer solamente Matsá durante tantos años, y su efecto psicológico, quedó grabada en nuestra memoria, y al probarla revivimos el sabor del cautiverio.

LA SEGUNDA VEZ QUE COMIMOS MATSA

La razón explícita que menciona la Torá respecto a la Matsá es diferente: en el momento de nuestra salida de Egipto “también comimos Matsá”.  ¿Por qué? Porque la orden de salir de Egipto ocurrió ‘súbitamente’ (bejipazón), la noche del 15 de Nisán, luego de la última plaga, cuando el Faraón luego de tantas negativas y negociaciones por fin cedió y más que liberarnos de buena gana prácticamente nos «expulsó»  de su territorio.   La salida de Egipto fue una “operación relámpago”  que duró solo unas horas. Tratemos de visualizarlo:  tenemos que dejar todas nuestras pertenencias y salir de casa para siempre con lo que uno lleva puesto. Tenemos 2 horas para prepararnos. Sabemos que vamos a ir al desierto pero no sabemos por cuánto tiempo vamos a caminar. Lo más urgente que necesitamos, aparte de agua,  es comida para la travesía. ¡Hay que preparar la mayor cantidad de comida posible en un par de horas… obviamente, ¡no hay tiempo de esperar 20 minutos entre pan y pan hasta que la masa fermente! Y así, al salir de Egipto no nos llevamos con nosotros pan sino cargando Matsot en nuestros hombros. Este evento creó una memoria emocional en nuestro ADN que la Torá inmortalizó con el precepto comer Matsot en el Seder de Pésaj. Muchos judíos Sefaradim teatralizan este evento inolvidable al que llamamos  משארותם צרורות. Ver este interesante video de un maestro enseñando a sus alumnos a tomar las Matsot en su hombro y decir (en árabe): ¿De dónde vienes? De Egipto. ¿Y a dónde vas? ¡A Yerushalayim!  

¿QUÉ APRENDÍ? 

Hace un tiempo atrás, enseñando Masejet Rosh HaShaná, me di cuenta de un detalle que no había observado durante años anteriores.  Los Sabios dicen que nuestra esclavitud no terminó en Pésaj, es decir, en el mes de Nisán: los trabajos forzados fueron interrumpidos en Rosh haShana de ese año, es decir, 6 meses antes de la salida de Egipto (este hecho está también referenciado en el salmo de Tehilim  que recitamos en Rosh haShaná הסירותי מסבל שכמו).  De ser así, supongo, que una vez que los judíos concluimos nuestra esclavitud, comenzamos a consumir “pan normal” , es decir, pan fermentado.  Pero ahora, cuando tuvimos que prepararnos para salir de Egipto apresuradamente,  nos vimos forzados,  irónicamente, a consumir nuevamente «pan de pobres»… Pero como lo explicamos, esta vez la Matsá tenía un sabor diferente: el gusto de la libertad que estaba teniendo lugar precipitadamente, frente a nuestros ojos.

EL DOBLE GUSTO DE LA MATSA 

La Matsá representa a la vez la amargura de la esclavitud y el dulce sabor de nuestra providencial libertad. Al comer la Matsá celebramos nuestra redención, sin olvidar nuestro sufrimiento. Por un lado, recordamos la aflicción que sufrimos como esclavos en Egipto. Y por el otro lado, nuestra salida de Egipto, que no fue la consecuencia de una “revolución” progresiva que fermentó en el pueblo a través de varios años, y cuyo desenlace final ocurrió después de interminable batallas…. Fuimos rescatados por el Creador en un  “vertiginoso” acto de redención; irrepetible en la historia de la humanidad.

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