SHIMON Y EL OCTAVO MILAGRO DE JANUCA

 
YONATAN NO QUIERE CONQUISTAR JERUSALEM
Con El’azar muerto, aplastado por un elefante; Yehudá asesinado en la batalla con Bakjides y Yojanán muerto por la traición de los Nabateos, ahora solo quedaban Yonatán y Shimón. Yonatán tomó el mando y luego de 2 años de lucha logró expulsar de Israel al poderoso general seléucida Bakjides.  Cuando Bakjides huyó de Israel en el 159 aec Yonatán, no buscó reconquistar Jerusalem de inmediato. Yonatán se atrincheró en Mijmás, y sin que mediara ninguna proclamación oficial se convirtió en el líder de facto de los judíos. Pero ¿qué estaba haciendo Yonatán en Mijmás y por qué no conquistó Yerushalayim? Yonatán aprendió de los errores de su hermano Yehudá. En el 165, cuando Yehudá vio que los griegos estaban debilitados se dirigió a Jerusalem, la conquistó y declaró su misión cumplida. Una vez que Yerushalayim fue liberada de las manos de los helenistas, Yehudá creyó que ya no necesitaba más un ejercito y envió a la mayoría de sus combatientes a sus casas. Pero al hacer esto quedó muy expuesto y debilitado: un par de años más tarde, cuando Demetrio derroca a Lisias, los seléucidas volvieron con sus ejércitos y Yehudá ya no pudo defender su conquista. Ahora, en Mijmas, Yonatán se dedicó por 7 años a organizar un poderoso ejército judío que llegó a contar con 40.000 soldados. Los reyes Seleucidas no sólo que ya no querían tener problemas con Yonatán sino que competían entre sí para ofrecerle a los judíos más privilegios, a cambio de la ayuda militar de Yonatán y de su ejercito.
 
EL NUEVO EJERCITO DE ISRAEL
En ese entonces Demetrio Soter era el rey Seléucida, pero Alejandro Balas, un joven aventurero procedente de Esmirna, que se hacía pasar por el hijo de Antiojus Epifanes, desafió a Demetrio Soter y comenzó una guerra civil para obtener el trono seléucida. Demetrio y Balas le ofrecían todo tipo de concesiones y favores a los Yehudim para que Yonatán les brindara su apoyo militar. Yonatán apoyó a Alejandro Balas quien terminó derrotando a Demetrio. 
En el 152 aec, Yonatán finalmente entró sin resistencia a Yerushalayim en la fiesta de Sukkot, y fue asignado como Cohen Gadol, gran sacerdote, con el consentimiento oficial del nuevo emperador seléucida Alejandro Balas. Este fue prácticamente un segundo Janucá. Ya que Yerushalayim había estado en manos de los helenistas por varios años y el Bet haMiqdash había sido profanado y utilizado nuevamente como un panteón para adorar a los dioses griegos. 
Luego de un par de años, Demetrio II, el hijo de Demetrio Soter derrotó a Balas y retomó el trono seléucida. Este nuevo rey, lejos de buscar la venganza contra Yonatán sabia que lo necesitaba a él y a su ejército, así que reconoció a Yonatán y le ofreció mas privilegios que su antecesor.  
 
EL ACUERDO DE PAZ
Pero los conflictos entre los líderes seléucidas continuaron, y ahora Trifón, un poderoso general quería arrebatarle el trono a Demetrio II. Trifón llegó a Israel en el año 143 aec con un ejército de 30.000 soldados. Pero al ver al poderoso ejército judío que por primera vez desde el año 167 aec se enfrentaba a otro ejercito en un campo de batalla en lugar de atacar estilo guerrilla, Trifón cambió su estrategia y pidió reunirse con Yonatán en Acco para negociar un acuerdo de paz. Pero cuando Yonatán llegó a Acco, Trifón lo traicionó y lo asesinó. Luego de la muerte de Yonatán el mando de Judea quedó en las manos de su hermano menor Shimón. Con el poderoso ejército que Yonatán había organizado, Shimón enfrentó, derrotó y expulsó a Trifón de Erets Israel. 
 
EL ESTADO DE ISRAEL
Shimón fortificó Yerushalayim y en el año 142 aec. otro gran milagro ocurrió: En la capital judía, Jerusalem; en el Bet haMiqdash, Shimón, el segundo hijo de Matitiyahu, y el único sobreviviente de los 5 valientes hermanos Jashmonayim, «declaró el establecimiento de un estado judío independiente que se llamaría Judea”.  Este nuevo estado fue inmediatamente reconocido por Demetrio II, quien por primera vez eximía a los judíos a pagar impuestos al imperio Seléucida. El flamante Estado de Israel continuó, con altos y bajos, por más de 100 años.  
 

REFLEXION FINAL

¿Qué significa ser judío?

Hay muchas respuestas para esta pregunta. Respuestas técnicas, espirituales, y políticas. La respuesta que quiero compartir con ustedes, creo que está más allá de estas definiciones y tiene mucho que ver con Janucá.
 
Comparemos a un individuo judío con una vela. Y al judaísmo, la Torá, con la llamita de esa vela. Esta última metáfora no es arbitraria o caprichosa. La Torá siempre fue comparada con “luz”. La misma palabra hebrea TORÁ proviene de la palabra OR que significa “luz”. Nuestra misión como pueblo judío es transformarnos, como dijo el profeta Yesha’ayahu (42:6) en or lagoyim, la luz para el resto del mundo. Y esta misión no la cumplimos a través de actos públicos de proselitismo. Para iluminar a los demás sólo necesitamos estar iluminados, encendidos. Nosotros mismos. La Torá nos ilumina. Y a través de sus enseñanzas disipa la oscuridad de nuestras vidas. Nos muestra el camino a seguir. Aclara nuestra senda moral y nuestra meta existencial.
 
 
¿VELAS PRENDIDAS O APAGADAS?
Una vez que entendimos por qué la Torá puede ser comparada con una luz o con una llamita, pensemos nuevamente en el recipiente de la llamita de fuego. La vela. El individuo judío. Si un YEHUDI no “posee” Torá, no la estudia, no la observa, no deja que la Torá lo ilumine ¿sigue siendo judío? La respuesta es “SÍ”.  Un judío nunca pierde su condición de judío (ישראל אע”פ שחטא ישראל הוא). Pero un judío sin judaísmo es como una vela sin llama. Y una vela sin llama sigue siendo una vela pero es una vela que no está sirviendo el propósito para la cual fue concebida (¡aunque siempre puede ser encendida!). 
 
LAS VELAS
La metáfora de la vela y la llama para describir a un judío y su judaísmo es muy apropiada para Janucá. Nos ayuda a comprender mejor, entre otras cosas, por qué celebramos lo que fue una extraordinaria serie de victorias militares encendiendo velas….  Me explico: El antisemita busca destruir las velas. No le importa si éstas están encendidas o apagadas. Es decir, busca el exterminio del pueblo judío. Si en la SHOA un judío decía: “Yo no creó en Dios. No soy observante. Soy ateo.”, igual lo llevaban a las cámaras de gas. En la SHOA, o en los tiempos de Hamán y Ajashverosh, al enemigo antisemita no le importaba la llama. Su odio era étnico. Quería destruir las velas.
 
 
LA LLAMA
En Janucá, sin embargo, como en los tiempos de la Inquisición, el objetivo del enemigo no era destruir las velas. Su misión era “apagar” las velas. Y reemplazar las llamas por un ídolo o una deidad griega. Los Jashmonayim, nuestros heroicos antepasados que vencieron al enemigo en Janucá, no lucharon por salvar sus vidas. ¡Sus vidas físicas, si abandonaban la Torá, no estaban en peligro! Los Jashmonayim lucharon heroicamente y estuvieron dispuestos a “sacrificar” sus vidas para preservar las llamas de las velas judías. Por esta razón es que no hay nada más indicado que el encendido de velas para celebrar las victorias de nuestros antepasados en Jánuca!