Escrito en 2017
LA INOCENCIA DE DINA
La Perashá de esta semana nos cuenta entre otras cosas acerca del secuestro y la violación de Diná, la hija de Ya’qaob. Cuando Diná sale a visitar al pueblo “para conocer a las niñas del lugar” lo hace pensando que está en un lugar seguro para una mujer, como la casa donde ella se crió. En varios textos de Tehilim se sugiere que las mujeres de Israel en los tiempos Bíblicos podían caminar tranquilas por las calles y eran respetadas por los hombres, gracias a que se cumplía la ley de la Torá. Un ejemplo: el Salmo 48 que leemos todos los lunes dice que en Yerushalayim “las doncellas de Yehudá” podían caminar “contentas [y seguras]” por las calles de Jerusalem “gracias a Tus leyes” (יִשְׂמַח הַר צִיּוֹן תָּגֵלְנָה בְּנוֹת יְהוּדָה לְמַעַן מִשְׁפָּטֶיךָ). Esto por supuesto que no ocurría en las civilizaciones paganas. En otras palabras, cuando se respeta la ley y la moral bíblica, no hay lugar para el abuso o el acoso sexual.
Diná seguramente creyó que estaba entre personas decentes. Y pagó muy caro su inocencia.
YOSEF y LA ESPOSA DE POTIFAR
El caso más famoso de acoso sexual registrado en la Torá no fue cometido por un hombre sino por una mujer: la esposa de un ministro egipcio llamado Potifar. Por lo que sabemos era una mujer rica y probablemente aburrida. La víctima de esta mujer fue nada menos que Yosef, el hermano de Diná, hijo de nuestro patriarca Ya’aqob. Yosef había sido engañado por sus hermanos y vendido como esclavo a Potifar, quien lo puso a cargo de todos los quehaceres domésticos. Es de suponer que por esta razón la esposa de Potifar estaba en constante contacto con él. La mujer se acercó varias veces a Yosef y le sugirió estar con ella. Yosef, respetuosamente, la rechazó. Pero un día no había nadie más en la casa y la esposa de Potifar tomó a Yosef por su ropa. Yosef dejó su ropa y escapó. La esposa de Potifar comenzó a gritar y cuando llegó la gente les dijo que el esclavo hebreo «trató de abusarse de ella» y como prueba del crimen presentó su ropa. Cuando el marido se enteró mandó a Yosef al calabozo, donde permaneció por varios años.
¿Qué aprendemos de esta historia de Yosef, cuando la comparamos con los casos modernos de acoso sexual?
¿HOMBRE, MUJER o PODER?
En primer lugar, puede sorprender que en el primer caso registrado de acoso sexual la víctima no sea una mujer sino un hombre. Sin embargo, si observamos con atención veremos que hay muchas cosas en común entre este caso y los casos que lamentablemente surgen permanentemente en las noticias. En primer lugar, la gran mayoría de los casos reportados de abuso sexual ocurren en el lugar de trabajo, como en el caso de Yosef. En segundo lugar, al igual que los casos modernos, el abusador era una persona en una posición de poder. Un empleador o un jefe, actual o potencial, que se aprovecha de su subordinado. La esposa de Potifar era la “dueña” de casa. Y dueña de Yosef, su vulnerable esclavo. De la historia de Yosef aprendemos que el acoso sexual tiene que ver más con el abuso del poder que con la testosterona. Y que tanto en el pasado como en el presente, en el caso de hombres o mujeres, este tipo de acoso tiene que ver fundamentalmente con los efectos corruptores del poder que una persona ejerce sobre sus subordinados.
LA SOLUCIÓN JUDÍA A MUCHOS CASOS DE ACOSO SEXUAL
Pero por más obsesionada que estaba la esposa de Potifar con Yosef, sus primeros avances fueron limitados, porque había otros individuos presentes. Ella intentó seducir a Yosef por la fuerza, únicamente cuando estuvieron a solas.
Hace como 3.000 años atrás el rey David y su corte jurídica establecieron una nueva ley llamada en hebreo “Yijud”, que significa, “aislamiento”, es decir, la prohibición de estar a solas en un lugar cerrado con otra persona del sexo opuesto. Esta ley, muy inteligentemente, prohíbe que un hombre y una mujer se aíslen o se encuentren en un cuarto cerrado, cuando no hay allí nadie más o nadie más tiene acceso. Cuando un hombre, y especialmente cuando una mujer, es consciente de esta prohibición, y evita encontrarse o quedarse a solas con una persona del sexo opuesto, las probabilidades del abuso sexual se minimizan dramáticamente, porque los abusadores, por lo general, se cuidan de no quedar en evidencia en público, y esperan, o preparan la ocasión de estar a solas con sus víctimas. Con muy pocas excepciones los casos modernos de acoso sexual también suceden cuando NO hay testigos presenciales. Las mujeres víctimas de abuso reconocen que cayeron en la trampa del abusador en el momento que aceptaron encontrarse a solas con él. Y afirman que ese fue su mayor error…. Quizás sea el momento que la sociedad moderna dirija sus ojos hacia la Torá para observar cuáles son los factores y los valores que pueden ayudar a controlar este flagelo social.