jueves, marzo 28, 2024
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El profeta Jeremías y la peor decisión de tu vida

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LAS TRES HAFTAROT

Las costumbres de duelo que observamos entre el 17 de Tamuz y el 9 de Ab varían de una comunidad a otra. Pero hay una tradición que es la misma para sefaradim, ashkenazim y todas las comunidades judías del mundo: la Haftará que leemos durante los tres sábados entre el 17 de Tamuz y el 9 de Ab. Estos tres textos son conocidos en hebreo como תלתא דפורענותא, las profecías que predijeron las tragedias que nos tocó vivir.

Primero, entendamos un poco mejor qué es la Haftará. En la sinagoga, después de concluir la lectura de la sección semanal de la Torá, leemos un texto de los Profetas que se relaciona en su contenido con la sección bíblica que acaba de concluir. Las Haftarot fueron establecidas por nuestros Sabios hace unos 2.000 años, cuando los romanos prohibieron a los judíos leer la Torá, con el propósito de recordar la sección bíblica semanal. Las Haftarot que leemos estos tres Shabbatot, sin embargo, no están relacionadas temáticamente con la porción semanal, sino con la destrucción del Bet haMiqdash y el exilio.

Para ser más precisos, estas Haftarot que describen los hechos históricos relacionados con estas tragedias fueron expresadas por dos profetas, Jeremías e Isaías, cuando advirtieron al pueblo de Israel sobre las consecuencias de abandonar la alianza con Dios, es decir, Su Torá. El mensaje es muy simple: cuando el pueblo judío no sigue los mandamientos de Dios, cuando adoran ídolos y cometen otras abominaciones, el Todopoderoso suspende Su protección y el pueblo judío —que nunca se destacó por su poderío militar— queda a merced de sus despiadados enemigos y, en consecuencia, sufre invasiones, destrucción y exilio.

CAMBIO MANANTIAL NATURAL POR ALJIBE POROSO

La primera de las tres Haftarot, que leímos la semana pasada, es del primer capítulo del libro de Jeremías (Dibré Yirmiyahu) y trata de su iniciación en la profecía y su delicada misión de advertir a Israel sobre las consecuencias de sus acciones. La Haftará correspondiente a la Parashá de esta semana, Mattot-Mas’e, es la segunda de las tres Haftarot especiales. En este texto, el profeta Jeremías critica a Israel por abandonar a Dios y ser ingrato con Él, olvidando que HaShem nos sacó de la esclavitud, nos protegió de los peligros del desierto y nos condujo a una tierra de abundancia.

Jeremías expresa conmoción e indignación por el comportamiento de Israel y dice con dolor que «si uno buscara en todos los rincones del planeta, sería difícil encontrar una nación tan tonta y necia». Para ejemplificar el comportamiento de nuestro pueblo, Jeremías utiliza una profunda metáfora: hay una ciudad que posee un hermoso manantial de agua fresca y abundante. Esta fuente natural produce agua de forma permanente, incesante y ni siquiera necesita mantenimiento. La gente de este pueblo es realmente privilegiada: a diferencia de todas las demás ciudades, no dependen de la recolección de agua de lluvia para su supervivencia, porque la fuente de agua fresca les proporciona todo lo que necesitan para su bienestar y prosperidad.Jeremías implica que HaShem, Dios, es para Israel lo que la fuente de agua es para ese pueblo privilegiado: su fuente de vida. Pero inexplicablemente, la gente de ese pueblo abandona el manantial de agua, le da la espalda, ¡y para conseguir agua, cava cisternas con sus propias manos! Estos pozos artificiales no tienen agua propia, están completamente secos cuando no llueve y ni siquiera pueden conservar el agua que absorben de la lluvia, porque están llenos de grietas y se rompen. ¿Quién concebiría abandonar un manantial natural de agua y buscar recoger el precioso líquido en cisternas rotas?

Este es el poderoso mensaje del texto de Jeremías. Abandonar a Dios, la fuente de vida física y espiritual de Israel, no solo es una traición a nuestra alianza con Dios, sino también un acto de insensatez, una vergüenza para cualquier persona que se considere inteligente. Y claro que también es «ofensivo y humillante hacia el manantial abandonado», es decir, Dios, Quien ha sido «desplazado» por Su propia nación y reemplazado por ídolos falsos que los Yehudim han hecho con sus propias manos.

¿Y AHORA, QUIÉN PODRÁ AYUDARNOS?

Aunque los rabinos agregaron algunos versículos adicionales para concluir la Haftará con un mensaje positivo y esperanzador, hacia el final de este texto encontramos un versículo con una dura pero muy relevante lección que lamentablemente todavía necesitamos aprender. Por un lado, el pueblo de Israel abandonó a su Dios, lo traicionó, le dio la espalda y buscó congraciarse con dioses falsos. Pero ¡oh sorpresa! Cuando los judíos tienen que enfrentar tiempos difíciles y tragedias inminentes, finalmente se dan cuenta de que los dioses que de Egipto, Asiria y otras naciones eran solamente muñecos de barro y madera. Y recién entonces, cuando nadie más podía ayudarlos, se acuerdan de Dios, le rezan y le suplican: «¡Por favor, HaShem, sálvanos, rescátanos!» (Jeremías 2:27 כִּֽי־פָנ֥וּ אֵלַ֛י עֹ֖רֶף וְלֹ֣א פָנִ֑ים וּבְעֵ֤ת רָעָתָם֙ יֹֽאמְר֔וּ ק֖וּמָה וְהוֹשִׁיעֵֽנוּ).

Si buscamos en esta Haftará una lección relevante para el presente, quizás esta sea la más adecuada. Muy a menudo caemos en esta trampa: nos olvidamos de nuestro Creador, abandonamos Sus mandamientos y ni siquiera le agradecemos Sus continuas y abundantes bendiciones. Pero en tiempos difíciles, cuando estamos desesperados porque nadie más nos puede ayudar, recién ahí nos acordamos de Dios, le rezamos y le decimos: «Por favor, ayúdanos». 

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