5. Arrepentirse después de haber sufrido

בצר לך ומצאוך כל הדברים האלה באחרית הימים ושבת עד ה‘ אלקיך ושמעת בקלו
Estamos analizando los 7 niveles de Teshubá, arrepentimiento, que formuló el Rab Abohab en su libro Menorat haMaor (ver más abajo los primeros 4 niveles) .
El 5to nivel mencionado por el Rab Abohab es cuando uno se arrepiente después de haber experimentado las consecuencias de sus malas acciones o luego de haber sufrido dificultades. Esas dificultades no siempre están relacionadas necesariamente con nuestro errado proceder. Veamos.
Las experiencias negativas que vivimos –por ejemplo un problema serio de salud, o dificultades laborales o económicas,–son vistas por nuestros Sabios como vivencias que nos transforman, a veces nos hacen más humildes o mas sabios y así nos ayudan a alcanzar el perdón Divino. (ver http://conta.cc/2g2cby1 donde mencionamos por qué a veces las cosas malas le suceden a la gente buena). En el texto que estamos analizando hoy , sin embargo, NO estamos analizando la relación entre sufrir y ser perdonado, sino la relación entre sufrir y arrepentirse. En otras palabras, de qué manera las malas experiencias nos inspiran y nos empujan a restablecer nuestra relación con el Creador.
Hay un párrafo muy famoso en la Torá, en el libro de Debarim (Deuteronomio) capítulo 4, versículo 30 que se refiere a la Teshubá colectiva, es decir, al arrepentimiento del pueblo de Israel cuando finalice su exilio. Así dice la Torá: «Y al final de los días, cuando hayas vivido en medio de todos esos [sufrimientos y persecuciones], regresarás a HaShem tu Dios y obedecerás su voz.»    El arrepentimiento por lo general, llega como consecuencia de haber sufrido dolor, persecución y muerte, en este caso en manos de las naciones en las que fuimos exiliados
Este tipo de Teshubá, madurar luego de sufrir, no es la Teshubá ideal ya que no nace de un profundo examen de conciencia sino de factores externos que no están en nuestras manos, pero creo que es la forma más frecuente por la cual el proceso de arrepentimiento comienza. Por ejemplo,  una persona judía que no vive una vida de observancia muchas veces sólo se despierta y comienza a asumir su identidad judía cuando sufre el desprecio, el odio o las burlas del antisemita.
También sucede que muchos Yehudim se acercan más a Dios y a la Torá, por ejemplo, después de haber perdido a un familiar. Cuando uno pierde un ser querido al principio se rebela, dependiendo de las circunstancias un doliente a veces «se enoja» con el Todopoderoso.  Pero luego, en la medida que uno avanza en las etapas del duelo, llega a la aceptación de la nueva realidad, se reconcilia con el Creador y esa reconciliación lo puede llevar a un nivel espiritual superior al anterior. A una relación con Dios que es ahora más cercana que la que tenía antes de sufrir su pérdida.
Sufrir es a veces la única manera de madurar, crecer, entender y valorar. Cuando nada nos falta y tenemos poder, recursos y salud para disfrutar de una calidad de vida material muy alta, nos podemos olvidar muy fácilmente de Dios, y sin planearlo asfixiamos nuestra vida espiritual.  Equivocadamente, actuamos como si Dios está allí para pedirle cuando lo necesito…. Y ni se nos ocurre agradecerle a HaShem por habernos dado todo lo que tenemos.
Todos los meses, el padre le enviaba dinero a su hijo que estudiaba en el exterior. El padre lo llamaba al hijo muy seguido, pero el hijo nunca tenía tiempo para hablar con él. No lo llamaba y ni se le ocurría agradecerle a su padre por ayudarlo y apoyarlo económicamente. Entonces el padre decidió no mandarle más dinero. Al principio el hijo no dijo nada, pero a los dos meses, cuando se acabaron sus reservas, llamó a su padre por teléfono. “¡Querido papá!, ¿cómo estás? Hace mucho que no hablamos….. ¡Ah! dicho sea de paso, hace dos meses que no me manda dinero ¿te olvidaste de mí?”
El generoso padre, que no se olvidaba de su hijo, pero se vio obligado a interrumpir su generoso proceder y causar que su hijo pase por privaciones para que pudiera valorar todo lo que su padre hace por él.  El Rab Abohab explica que lamentablemente muchos seres humanos (probablemente la mayoría de nosotros) nos acordamos de Dios solo cuando lo necesitamos, lo llamamos solo más para pedirle y no para agradecerle. Es posible que, como en el ejemplo del padre y el hijo, el último recurso de Dios para llamar nuestra atención y que nos comuniquemos con Él sea interrumpir las bendiciones que nos concede y damos por sentadas: nuestra salud, nuestro sustento, nuestra paz, etc. A veces es la única manera que nos despertarnos del materialismo y del letargo espiritual. Desde este punto de vista las privaciones y el sufrimiento deben ser interpretados por nosotros mismos como llamados de atención de Dios para arrepentirnos y volver a acordarnos de Él.