jueves, marzo 28, 2024
InicioZejer LaMiqdashEl delicado balance entre el duelo y la celebración

El delicado balance entre el duelo y la celebración

image_pdfVer en PDFimage_printImprimir

A raíz de la destrucción del Segundo Templo (año 68 de la Era Común), que dejó más de un millón de judíos muertos —un tercio de la población judía— cientos de miles de refugiados y un largo y tortuoso exilio, el estado de ánimo del pueblo judío sufrió un profundo cambio.  Parecía que después de la destrucción, los sobrevivientes  de Israel ya no serían capaces de seguir viviendo una vida normal, celebrar fiestas o poder disfrutar de cualquier tipo de alegría o  placer. Los Yehudim se sentían profundamente deprimidos por lo que habían presenciado, y de manera similar a lo que ocurrió con muchos sobrevivientes del Holocausto, se sentían «culpables» de haber sobrevivido. Muchos pensaron en practicar un estado de duelo permanente, por lo menos hasta que el nuevo Bet-haMiqdash fuera reconstruido…

El Talmud (Baba Batra 60b) describe el estado de ánimo de los sobrevivientes y la sabiduría de un gran líder de su tiempo, Ribbí Yehoshua ben Jananiá:

Los Sabios nos cuentan la siguiente historia:

«Cuando el Templo fue destruido, muchos judíos comenzaron a vivir como ascetas, privándose de comer carne o beber vino. Ribbí Yehoshua les dijo: ‘Hijos míos, ¿Por qué no comen carne ni beben vino? Ellos respondieron: ‘¿Cómo vamos a comer carne, que solía ser traída como ofrenda en el altar (mizbeaj), ahora que el altar está en ruinas? ¿Cómo vamos a beber vino, que solía ser vertido como libación sobre el altar, ahora que el altar está en ruinas?’ Ribbí Yehoshua les dijo: ‘Si es así, no comamos más pan, porque la ofrenda del pan (lejem hapanim) también se ha interrumpido .’ Ellos dijeron: ‘[Tienes razón, no vamos a comer más pan, y desde ahora] consumiremos solamente frutas!.  ‘ Pero ‘¡Tampoco podemos comer frutas! [les dijo Ribbí Yehoshua] porque en ausencia del Bet haMiqdash ya no se ofrecen más los primeros frutos (Bikurim).’.  ‘Entonces, comeremos otros frutos de la tierra [verduras, legumbres, etc.] dijeron.’.  ‘Pero, [dijo Ribbí Yehoshua ] tampoco podemos beber agua, porque la ceremonia del vertido del agua (nisuj hamayim) también se ha interrumpido.’  En este punto los ascetas [parushim] ya no encontraron ninguna respuesta posible, por lo que Ribbí Yehoshua les dijo: ‘Hijos míos, escuchadme. No llorar del todo por nuestro Bet haMiqdash, es imposible, pero llorar en exceso también es imposible, porque [si bien algunos pocos individuos pueden vivir una vida de privaciones] no se pueden imponer este tipo de restricciones, que la mayoría de las personas no son capaces de seguir.»

El Rab Yehoshua continuó explicándoles que la vida normal debe continuar. No podemos permitir que nuestro gran dolor por la destrucción del Templo produzca un estado de duelo y depresión permanente. Y que mientras el Templo se encuentre en ruinas esté prohibido consumir carne o beber vino, que son los símbolos de celebración. Tenemos que encontrar el delicado balance entre el duelo nacional y la alegría personal o comunitaria. A través de algunos actos simbólicos podemos recordar la destrucción del Bet haMiqdash en momentos de celebración y así, mientras nuestro Templo esté en ruinas, nuestra alegría nunca será completa.

Los Sabios entonces establecieron por ejemplo, que cuando una persona construye su casa debe dejar un codo [approx. 50 cm] cuadrado en la pared frente a la entrada de su casa sin revocar [sin cal y sin pintura], en recuerdo a la destrucción del Templo. También dijeron que en el día de su boda, el día más feliz en la vida de una persona, el novio debe tener presente a Yerushalayim por encima de su alegría, y esto se hace colocando cenizas en su cabeza en señal de duelo por el Templo [hoy, además, también acostumbramos a romper una copa de vidrio al final de la Jupá]. Y cuando se prepara una comida de celebración, hay que dejar de lado uno de los platos vacíos, en recuerdo de la destrucción del Templo.

Con mucho tacto, sabiduría y sensibilidad Ribbí Yehoshua y los Sabios de su época, encontraron el delicado balance entre el duelo que debemos guardar por el Bet-haMiqdash y una vida lo más normal y feliz posible.

RELATED ARTICLES