De FEZ a HEBRÓN
El Rab Abraham Azulai nació en la ciudad de Fez, Marruecos, en 1570. La ciudad de Fez fue un centro judío muy importante desde la época de los Gueonim. Tenemos referencias de Rab Sherira Gaón (906–1006), que escribió dictámenes rabínicos para la comunidad de Fez. La figura rabínica más ilustre de Fez fue Rabí Itzjak Alfasi (Rif, 1013–1103), uno de los rabinos más importantes de la Edad Media y uno de los pilares halájicos en los que se basan las decisiones del Shulján Aruj. La comunidad judía de Fez atravesó épocas de esplendor y decadencia. Cuando comenzó la Inquisición y las expulsiones en España, muchos refugiados judíos sefaradíes se refugiaron en Fez, especialmente tras la expulsión de 1492. La familia del Rab Azulai provenía de Castilla, España. Aunque por mucho tiempo Fez fue un centro vital de estudios de Torá, en los tiempos del Rab Azulai la ciudad estaba lejos de ser un paraíso. Aparte de las constantes persecuciones por parte de extremistas musulmanes, la región sufría de pobreza, sequías e incendios frecuentes. El Rab Shaul Serero cuenta que en la comunidad judía de Fez morían de hambre entre 10 y 20 personas por día. Tras una sequía que duró más de tres años, el Rab Azulai decidió abandonar Fez y dirigirse a la tierra de Israel. Esto ocurrió alrededor del año 1615. Los viajes en barco eran muy peligrosos. Cuando el barco en el que viajaba el Rab llegó cerca del puerto de Capotakia (Port Said), una gran tormenta destruyó su embarcación y todas sus pertenencias se hundieron. Milagrosamente, logró salvar su vida y llegar a la costa (se presume que nadando). Este milagro marcó profundamente al rabino, quien en señal de agradecimiento eterno a Dios por haberlo salvado, diseñó su firma con la forma de una embarcación.
De HEBRÓN a GAZA
Una vez que llegó a Israel, el Rab Abraham Azulai se estableció en la ciudad de Hebrón (Kiryat Arba), donde se relacionó con grandes rabinos de su generación, como el Rab Eliezer Arja. Sin embargo, en el año 1619, una epidemia devastadora lo obligó a abandonar Hebrón y trasladarse a Yerushalayim. Poco después, la plaga también alcanzó Jerusalén, por lo que el Rab Azulai decidió establecerse en la ciudad de Gaza, donde vivió durante varios años. En aquel tiempo, Gaza era una ciudad próspera y estratégicamente ubicada en el centro de la ruta comercial entre Siria y Egipto. Alrededor de 70 familias judías residían allí, dedicadas en su mayoría al comercio y a la agricultura. Durante el dominio otomano —Gaza formaba parte del distrito administrativo de Damasco desde 1517— la ciudad gozó de una relativa estabilidad. Esto permitió el florecimiento de una pequeña pero significativa comunidad judía, compuesta mayoritariamente por sefardíes descendientes de los expulsados de España y Portugal. La vida judía en Gaza se centraba en el estudio, la enseñanza y la práctica religiosa. El ambiente espiritual de la ciudad estaba fuertemente influenciado por la mística judía, y Gaza se convirtió en un centro de resonancia cabalística vinculado a la escuela del Arí z»l de Tsfat. La figura rabínica más destacada de ese período fue Ribbí Israel Najara —originario de la ciudad española de Nájera—, rabino principal de Gaza entre 1620 y 1625 y célebre poeta litúrgico. Su tumba fue venerada y cuidada durante generaciones. La importancia espiritual de Gaza también fue reconocida por viajeros judíos. Ribbí Moshe Basola, un visitante italiano que recorrió la región en 1522, dio testimonio de la vitalidad de su comunidad judía. Algunos describían a Gaza como un lugar dotado de ruaj kedoshá, un espíritu de santidad. No obstante, a partir del siglo XVIII, la presencia judía en la ciudad comenzó a declinar paulatinamente. Durante su estadía en Gaza, el Rab Azulai escribió dos de sus obras más significativas. La primera, un comentario al Zohar titulado Jesed LeAbraham (“La bondad que Dios hizo con Abraham”), fue concebida como una expresión de gratitud a HaShem por haberlo salvado de dos epidemias mortales. La segunda obra, Ba’ale Berit Abraham, es un comentario místico sobre la Torá, profundamente influenciado por la espiritualidad de su tiempo.
COMENTARIO SOBRE LA MISHNÁ
Uno de los libros menos conocidos del Rab Azulai es “Ahavá Bata’anuguim”, un hermoso y extenso comentario sobre la Mishná. Que lamentablemente no es tan conocido como sus libros de misticismo. En este libro el Rab Azulai explica el significado elemental de la Mishná, siguiendo los pasos de Maimónides, e incorporando los comentarios del Talmud, los midrashim y otros famosos libros, incluyendo el mismo Shulján Aruj. Este libro fue publicado en Israel recientemente (1985) en forma parcial (Seder Neziquín). Y la introducción de esta nueva edición fue escrita nada menos que por el Rab Obadiá Yosef (ver https://tablet.otzar.org/#/book/147034/p/15/t/1/fs/0/start/0/end/0/c). Cuando la plaga terminó, el Rab Azulai regresó a Hebrón, donde vivió hasta el final de sus días.
La obra de Ribbí Abraham Azulai sobre la Mishná representa una contribución excepcional dentro del estudio rabínico clásico, no solo por su profundidad sino por el espíritu con el que fue escrita. Su comentario se caracteriza por un enfoque claro, conciso y profundamente respetuoso hacia los sabios anteriores. A pesar de su vasto conocimiento, Ribbí Abraham rehusaba reinterpretar lo que ya había sido explicado por los grandes rishonim y ajaronim. Más bien, buscaba transmitir la Mishná con una mirada renovada, pero sin quebrar la cadena de la tradición. En sus propias palabras, declaró que no saldría de lo que fue recibido “si no es por completo”, y afirmó con humildad: “Nunca se me ocurrió algo que no estuviera ya insinuado por nuestros sabios anteriores”. Este equilibrio entre reverencia y renovación se expresa con fuerza en su descripción del estudio como “Ahavá Bata’anuguim” —un amor espiritual y placentero por la Torá—, concepto que impregna todo su comentario. Su intención no era únicamente aclarar la letra de la Mishná, sino despertar en el lector un deleite interior por las enseñanzas éticas, místicas y morales que encierra. El estilo de Ribbí Abraham es dulce y penetrante, cargado de sensibilidad espiritual, y su objetivo no era dictaminar halajá, sino guiar el alma del lector hacia un vínculo emocional con la Torá. Esta dimensión lo distingue radicalmente de muchos de sus contemporáneos y lo coloca en una categoría única: la de aquellos que enseñan no solo con sabiduría, sino con amor. Su influencia alcanzó a alumnos notables, como Ribbí Shlomó Solomon de Tzfat y Ribbí Nissim ben Malka, autor de Be’er Sheva, prolongando así su legado más allá del tiempo y del lugar en que vivió. Presentamos en este link (https://www.dropbox.com/scl/fi/7p5g30uhv3qwsl0i8xvdv/Hebrewbooks_org_5281.pdf?rlkey=snwfo2yq07ses2706nq7cscfb&e=1&dl=0 ) el comentario del Rab Azulai sobre la Mishná de Pirqué Abot
LA ESPADA EN LA CUEVA DE MAJPELA
Cuentan que cuando el Sultán del Imperio Otomano, Mohamed IV —el hombre más poderoso de la tierra en su tiempo— visitó la tierra de Israel en 1643, llegó hasta Hebrón. Un viernes, siguiendo la tradición musulmana, fue a rezar a Me’arat HaMajpelá, la cueva donde están enterrados Abraham, Itzjak y Ya’akob. En ese entonces, existía un pozo profundo en el recinto dedicado a Itzjak Abinu, por el cual se podía acceder al interior de la cueva. Nadie descendía allí, ya que se consideraba extremadamente peligroso (posiblemente por falta de oxígeno o la presencia de gases o elementos tóxicos). Cuando el Sultán se inclinó sobre el pozo para observar, su valiosa espada cayó dentro. Envió a varios soldados atados con sogas para recuperarla, pero todos murieron en el intento. Los líderes locales decidieron no arriesgar más vidas de musulmanes y exigieron que fueran los judíos quienes la rescataran, bajo amenaza de exterminio. Fue entonces que el Rab Azulai, ya anciano, se ofreció para la peligrosísima misión. Tras una experiencia extraordinaria, logró recuperar la espada del Sultán. (Puedes leer el relato completo en el sitio oficial de Hebrón: https://en.hebron.org.il/history/228).
SU MUERTE
El Rab Abraham Azulai falleció al día siguiente de haber salido de la cueva de Majpelá, un viernes, justo antes de la parashá Jayé Sará. Está enterrado en el antiguo cementerio de Hebrón. Como era costumbre en esa ciudad, su tumba no lleva inscripción alguna, ni siquiera su nombre —posiblemente como gesto de deferencia a los Patriarcas que descansan allí. Uno de sus bisnietos fue el célebre rabino Jayim Yosef David Azulai, conocido como el Jidá (1724–1806).