TERCER MANDAMIENTO: No invocarás el nombre de Dios en vano

«No invocarás el nombre de HaShem tu Dios en vano; porque no será perdonado por HaShem aquel que invoque Su nombre en vano.»
Para Maimónides, invocar el nombre de Dios en vano se circunscribe a 4 categorías, todas relacionadas con juramentos “triviales” hechos en el nombre de Dios.
MT, Hiljot Shebu’ot 1:4-7:
1. Uno invoca el nombre de HaShem en vano cuando jura por el nombre de HaShem sobre algo que es obvia y visiblemente falso: por ejemplo, si jura que algo negro es blanco o que algo blanco es negro.
2. Cuando una jura por algo que es obvio y visible, ya que el juramento es superfluo: por ejemplo, jura que algo blanco es blanco.
3. Cuando uno jura que una Mitzvá de la Torá no será más aplicable para él: jura por HaShem que nunca se pondrá el Tefilin, etc.  Las Mitsvot siguen siendo aplicables para él.
4. Cuando uno jura por el nombre de HaShem hacer algo que es humanamente  imposible: p.e., jura que no beberá agua ni cualquier otro líquido por una semana.   Éste sería un juramento trivial.
El Rab Jayim Pereira-Mendes, un gran rabino Sefaradí del siglo pasado, extendió el alcance de este mandamiento a los criterios de la sociedad moderna:
1. Invocamos el nombre de HaShem en vano cuando pronunciamos Su nombre de forma  irrespetuoso. Y también cuando decimos Su nombre o nos referimos a Él en nuestras oraciones, sin pensar en lo que estamos diciendo.
2. Invocamos Su nombre en vano cuando decimos que Dios es bueno, justo, misericordioso, etc., pero no tratamos nosotros mismos de ser buenos, justos, misericordiosos, etc. Porque si “realmente” creemos en lo que decimos de Dios, que representa el máximo grado de moralidad, deberíamos hacer todo nuestro esfuerzo por imitar Sus cualidades. Actuar de otra manera se consideraría como si lo que dijimos de Dios, lo dijimos «en vano”. Por lo tanto, debemos desarrollar una predisposición positiva y noble hacia el prójimo. Actuar con flexibilidad, comprensión y tolerancia. Y ser tan indulgente con los demás como HaShem es con nosotros.
3. Como pueblo elegido por Dios, los judíos somos llamados por Su nombre: el pueblo de HaShem. Y cuando hacemos algo malo, deshonramos y profanamos Su nombre. Y al igual que todos los miembros de una familia sienten ninguna vergüenza cuando cualquiera de ellos incurre en una ofensa, cuando un Yehudí  hace algo mal, el dolor es sentido por todos los judíos.
4.  Invocamos Su nombre en vano si nos llamamos a nosotros mismos “judíos”, pero vivimos como paganos. Trivializamos nuestra condición de pueblo de HaShem. Por ejemplo: cuando no rezamos a HaShem, reconociendo Su poder, o para declararle nuestras necesidades o para darle gracias por todo lo que nos da. Otro ejemplo:  cuando adoptamos hábitos morales o celebraciones que no pertenecen al pueblo de HaShem.
5. Invocamos Su nombre en vano cuando inventamos excusas para justificar nuestra negligencia o la desobediencia de Sus leyes, como si nuestra sabiduría fuera mayor que la suya. En estos dos últimos casos no hay consistencia entre lo que decimos y lo que hacemos, y a eso se lo considera invocar Su nombre en vano.
Estos ejemplos fueron traídos, con mínimas modificaciones, del libro del Rab Pereira Mendes “Jewish Religion Ethically Presented”, (New York, 1905)