AMIDA: HaShem, ayúdame a pedirte ayuda

ה’ שפתי תפתח ופי יגיד תהִלתך

Nuestros Jajamim nos indicaron que antes de comenzar la Amidá debemos recitar un pasuq (versículo bíblico) muy especial que proviene del libro de los Salmos (Tehilim, 51:17) y que dice

 
«HaShem, abre mis labios, para que mi boca proclame 
Tu alabanza». 

Para entender por qué los rabinos eligieron este versículo para introducir la Amidá, es fundamental ver este texto en su contexto original. El Mizmor 51 de Tehilim es un salmo de Teshuba (= arrepentimiento, contrición, confesión) en el cual el Rey David lamenta el pecado con Bat-Sheba.

Al componer este Salmo, David haMelej se encontraba en un estado de profundísima angustia, consumido por la culpa y la vergüenza. David le confiesa a HaShem su pecado y le pide que lo purifique y lo perdone (v.9).  David le ruega a HaShem que le concede un nuevo corazón y que renueve su espíritu (v.12) David le pide a haShem que lo perdone y le asegura a HaShem que como parte de su reparación, sus palabras (las de este Mizmor y otras) van a enseñar el camino de la Teshubá a aquellos que quieren volver a HaShem (v.15). David le reza a D-s con todo su corazón y con su espíritu quebrantado. Y entonces, en un momento, antes de terminar este Salmo (v.17), pareciera como que el Rey de Israel y el poeta más grande que el pueblo judío concoció, se siente sin habla, pierde su elocuencia. El lector puede ver que de repente, el fluir de este Salmo se detiene. Como si David, sintiéndose mucho más cerca de HaShem, de pronto se queda corto de palabras para comunicarse con D-s y seguir buscando Su perdón. David HaMelej hace como una pausa y dice algo así: HaShem, deseo seguir rezando. Pero me doy cuenta de lo pequeño que soy, y de lo infinito que Tú eres. Necesito Tu ayuda para dirigirme a Ti. Para estar aquí, frente a Tu Presencia. He perdido mi elocuencia. Por favor, dame fuerza y ánimo para hablarte  «HaShem, abre mis labios, para que mi boca proclame Tu alabanza «. Con esta solicitud extraordinaria David HaMelej nos transmitió la profundidad de su contrición, su humildad excepcional y sobre todo, nos enseñó que al rezar nos estamos dirigiendo directamente al Creador del Universo, y cuando ésto pasa, incluso el poeta Bíblico más dotado y elocuente, puede perder su habla, e irónicamente necesita la ayuda de D-s para pedir la ayuda de D-s.

La Amidá no es una oración más. Mientras que en todas las demás Tefilot (oraciones) hablamos de D-s, en la Amidá le estamos hablando a D-s. Y si nos tomamos esta idea en serio, seguramente sentiremos lo mismo que sintió David HaMelekh, y al decir este pausq más que repetir las palabras de David haMelej, nos trasformaremos en  David HaMelej. Sentiremos una sensación de reverencia y un sentido de insuficiencia para experimentar la presencia de HaShem y dirigirnos a Él con nuestra propia voz.

Por eso es que  nuestros Rabinos eligieron este versículo para comenzar la Amidá. Para ayudarnos a sentir humildad y comprender la incredible experiencia de hablarle directamente a D-s.